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1. Le estás mirando el trasero


Aún faltaban un par de horas para mediodía, pero el sol ya calentaba lo suficiente como para agradecer la sombra que el gran parasol de rayas blancas y amarillas proyectaba sobre la cabeza de los dos caballeros que disfrutaban de la siempre agradable brisa de la costa del mar Egeo. Las olas producían un rumor relajante que se veía reforzado por el amistoso silencio compartido, hasta que uno de ellos lo quebró con una mueca llena de cinismo:

—No me hace falta verte la cara para saber que le estás mirando el trasero. ¿Me equivoco?

—¿Yo...? ¡¿Qué dices?! ¡No todos somos unos obsesos como tú!

—Déjate de hipocresías... —Deathmask, echado bocabajo sobre su toalla, sonrió ampliamente, seguro de su afirmación— Sé que te mueres por tocárselo.

El otro se mordió el labio, intentando decidir si le molestaba más el descaro de su compañero o el hecho de que, como casi siempre, tuviese razón. Al final, suspiró, resignado a admitir la verdad.

—Sí, vale, estoy mirándole el trasero a tu novia.

—Pues claro que sí. No esperaba menos de ti —insistió el italiano, sin abrir los ojos, moviendo un poco el pie derecho para espantar a un insecto inoportuno—; es magnífico, tan redondito y prieto...

—No hace falta que me hagas el artículo, ya lo estoy viendo, pesado.

La chica, ajena a la conversación que estaba protagonizando, continuaba pasando olas de espaldas a ellos, metida en el agua hasta la cadera y sumergiéndose cuando la onda líquida se acercaba, para después incorporarse y echarse hacia atrás el cabello empapado. Shura, sentado a la sombra de modo que solo sus piernas se exponían, la observó con mayor detenimiento, ahora que ya no tenía que disimular delante de Deathmask: llevaba un bikini de color turquesa cuya parte inferior, rematada por unos coquetos nudos laterales, era lo bastante escueta como para resaltar la zona de la que tanto presumía su pareja, y su piel, por lo general pálida, había adquirido un bonito tono dorado gracias a las frecuentes escapadas a la playa y excursiones por el bosque. En aquel momento, debió de encontrar en el suelo alguna piedra o caracola llamativa, porque se agachó con las piernas estiradas, exhibiendo sin pretenderlo los surcos subglúteos, cuya lechosa blancura contrastaba con el bronceado del resto de su cuerpo. La visión de aquellas dos marcas horizontales le hipnotizó durante unos segundos, llenando su mente de imágenes inapropiadas; sería tan excitante pasar los dedos por ellas... o los labios, mejor...

—Kyrene te gusta; te he pillado mirándola un montón de veces —explicó Deathmask, que se había acomodado para dejar la cabeza bajo la sombrilla y el resto del cuerpo al sol—. Y sé que nos viste en el cumpleaños del viejo maestro...

Shura sintió la temperatura aumentar un par de grados, pero su amigo no se detuvo ahí; al contrario, se incorporó para sentarse a su lado y susurrarle al oído, sin borrar la sardónica sonrisa de su rostro:

—Me lo contó una noche, lo estábamos haciendo en aquella misma postura: de pie contra la pared. Recuerdas su expresión en esos momentos, ¿verdad? Pues yo estaba a punto cuando me suelta algo como "ah, mi amor, la última vez que me follaste así, Shura entró y nos vio... parecía que iba a unírsenos, pero al final se fue". Imagínate cómo me corrí al instante, recreando esa escena... Fue salvaje, amigo —dijo, apoyándole la cabeza en el hombro.

El español tragó saliva e intentó fingir indiferencia, con la mirada clavada en la chica, que se había cansado de sumergirse y ahora flotaba bocarriba, de brazos extendidos.

—Ella se altera cuando estás cerca, Shura. También le gustas. Ya sabes que a mí nada se me pasa por alto...

—Basta, Death.

—Reconoce que te encantaría sentirla, tan caliente y apretada... Notar cómo se moja para ti y oírla gemir tu nombre como gemía el mío aquella noche... ¿Acaso no sabes que ella te desea...?

—¿Se puede saber de qué vas? ¿Estás proponiéndome un trío contigo y con tu novia? – inquirió, sacudiendo el hombro para apartarle y mirándole con furia contenida.

—¿Cómo? ¿Yo, un trío? ¿Por quién me tomas? —preguntó Deathmask a su vez, en tono escandalizado— ¡Jamás! Yo solo quiero mirar cómo lo hacéis...

—Ya, claro. ¡Pero si el día del póker estabas celoso nada más por vernos hablar!

—¡Culpable! Pero ponte en mi lugar: aún no estábamos juntos y me preocupaba que pudieras gustarle más que yo... ¡Ahora, en cambio, te estoy ofreciendo compartir algo muy íntimo!

—Estás mal de la... —comenzó Shura, pero fue interrumpido por Kyrene, que regresaba junto a ellos escurriéndose la melena entre las palmas.

—¿Dices que Death está mal de la azotea? ¡Lo suscribo! —exclamó jovialmente—¿De qué hablabais, tan serios...?

—Bah, de nada importante —zanjó Deathmask, retomando su anterior postura en la toalla—. Solo que a Shura le gustaría atravesarte con su estaca como si fueseis Drácula y Van Helsing.

El mencionado abrió la boca para iniciar una disculpa, previendo que la joven pudiese sentirse ofendida, pero ella, incrédula, se echó a reír mientras se secaba la cara.

—¡Sí, claro! ¿Y qué más? ¡Anda, échame crema por detrás, cangrejo loco! —pidió, sentándose al sol y dándoles la espalda.

—¿Pero a vosotros os parecen normales las obscenidades que tengo que aguantar todo el día? —musitó Deathmask, con los párpados cerrados y la cabeza descansando sobre los fibrosos antebrazos— No. Este bronceado perfecto exige una disciplina casi espartana. No puedo moverme ahora mismo. Que te la eche Shura.

—¡Death! ¡No seas así!

—¡He dicho que no! Shura, haz el favor de ayudarme con la terca de mi novia, anda... —insistió, introduciendo un brazo a ciegas en la bolsa donde llevaban sus pertenencias y sacando el tubo de protector solar para lanzárselo a su amigo.

—Shura, por favor, ¿te importaría...? —preguntó Kyrene, con una sonrisa, viendo que Deathmask no tenía la más mínima intención de claudicar.

—Claro, sin problema —accedió él.

Con cuidado de no levantar arena al caminar, se arrodilló tras ella y abrió el envase, depositando una nuez de crema en su palma derecha y frotándola con la izquierda para calentarla antes de posar ambas sobre la espalda de la chica, todavía fresca tras el baño. Ella se apartó el cabello y bajó la cabeza, aguardando el contacto que no tardó en llegar, sin notar que Deathmask se había dado media vuelta para observarles.

Shura deslizó las manos desde los hombros hasta la nuca de Kyrene, dejando un rastro blanquecino y bajando acto seguido por los omoplatos a la cintura, donde rozó levemente el borde del bikini para dirigirse hacia los costados. Presionando con firmeza, convirtió el momento casi en un masaje, consciente de la lánguida postura en que se curvaba la columna de ella y que le indicaba, sin un atisbo de duda, cuánto estaba disfrutando.

—Permíteme nada más... —solicitó, con un leve titubeo en la voz, al desanudar el cordón del top con un tirón que arrancó un jadeo de sorpresa a la joven— No quiero mancharlo...

Kyrene flexionó las rodillas para cubrirse el pecho y apoyó en ellas la mejilla, con los labios entreabiertos, permitiéndole continuar. Deathmask asintió al advertir el gesto, satisfecho de su pequeña maldad, y volvió a su postura despreocupada justo a tiempo para evitar ser descubierto por los otros dos.

—Gracias, Shura. Siempre me quemo en cuanto me descuido... —dijo ella cuando él dio por terminada la tarea con un par de suaves palmadas en su hombro.

Se ató de nuevo la prenda y se agachó bajo la sombra del parasol para guardar el tubo, sonriendo hasta que Deathmask dejó caer en tono casual, como si no fuese con él:

—Ah, gatita, le he comentado a Shura que te parece un tío muy sexy y que eres fan de su rollo intenso... Quizá la próxima vez debería ponerte la crema sin usar las manos...

Ella se incorporó a su lado con las mejillas rojas de ira y bufó:

—¿Qué dices? ¿Pero es que tus neuronas no se tocan ni por equivocación? ¡Eres imbécil!

Agarró la cinturilla del breve traje de baño del italiano y se lo bajó lo necesario para, con la otra mano, arrojarle un buen puñado de arena al trasero.

—¿Qué haces, so loca? ¡Ahora tendré que mojarme para sacarme la arena de ahí! —gritó él, poniéndose en pie como un resorte.

—¡Te está bien empleado, por bobo!

Shura contemplaba la absurda discusión en silencio mientras aguantaba la risa con su habitual estoicismo. Deathmask corrió hacia el agua rascándose los cachetes con ambas manos y ella aprovechó la toalla que él dejaba libre para tenderse junto al caballero de Capricornio, tan abochornada que giró la cara hacia el lado opuesto.

—No te preocupes, Kyrene —la tranquilizó él, con un deje conciliador en la voz—; ya conocemos a Death: el noventa por ciento de lo que dice son disparates para provocar a su audiencia...

Kyrene resopló, sin mirarle. Entre las "cualidades" de Deathmask se contaba un inmenso impudor a la hora de soltar lo primero que le pasaba por la cabeza y, en aquella ocasión, los tres sabían a la perfección que había sido del todo sincero, dejándoles envueltos en un amplio y engorroso silencio del que no veían cómo librarse hasta que ella se levantó con decisión y se puso la camiseta.

—¿Te apetece jugar un rato? No deberíamos dejar que Death controle nuestras mentes... —preguntó al tiempo que buscaba en la bolsa.

Shura esbozó una sonrisa y tomó la pala y la pelota que ella le ofrecía.

—Tienes razón, trae acá.

—¿Estás preparado para una gran paliza?

—¡Ja! ¿Te crees que esto es como el póker? No tienes idea de a quién te enfrentas, Kyrene... Te recuerdo que llevo una espada mítica en el brazo...

Caminaron hasta situarse cerca de la orilla y, con la incomodidad entre ellos disolviéndose a cada raquetazo, echaron unas cuantas partidas durante las cuales Shura tuvo buen cuidado de no emplearse a fondo para no volarle la cabeza a Kyrene de un golpe. Deathmask, después de nadar durante algo más de veinte minutos, volvió a la toalla, dando un rodeo para no interponerse en los furiosos lanzamientos con los que su chica intentaba infructuosamente vencer a su amigo.

Sin perder la concentración, Shura examinaba a su contrincante: el bamboleo de sus pechos en cada salto, las fuertes piernas, la curva que unía la cintura con las caderas... Mirar tampoco era algo malo, y ni a ella ni a Death parecía molestarles... Además, aquello que había dicho... ¿Kyrene le encontraba sexy? Eso sí que era nuevo para él...

Ella, por su parte, trataba de dar lo mejor de sí misma, pero jugar contra Shura era como pretender sacar agua de una piedra: sin el menor esfuerzo, el joven devolvía cada pelota en ángulos imposibles de prever, haciéndole morder la arena una y otra vez. Y, la verdad, el hecho de tenerle frente a ella vestido solo con un ajustado short de baño negro no ayudaba: menos bronceado que Deathmask y un par de centímetros más alto, su torso roqueño parecía haber sido tallado al detalle, por no hablar de sus brazos cubiertos de cicatrices o de su perspicaz mirada. Mierda. Shura estaba hecho de granito, como poco.

—¡Eh, Federer! ¡Necesito a esa incauta con todas las piezas dentales en su sitio! ¿Queréis comer algo? —Deathmask había colocado las provisiones sobre un mantel y se disponía a distribuir las raciones en platos de bambú.

—¡Sí, ya vamos! Buen juego, gracias —Shura sonrió con galantería a la chica, tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.

—Tenías razón, ha sido una auténtica pesadilla... Pero creo que ya he cumplido todo el cardio de este mes, con tu ayuda —rio ella al incorporarse y sacudirse la arena que la cubría.

Deathmask entregó a cada uno un plato con un par de empanadas de atún y salpicón de verduras y legumbres. Shura fue el primero en degustar ambas cosas y emitir un "mmmmh" de aprobación.

—¿No sacas lo mío? —preguntó, apuntándole con el tenedor.

—¡Ah, claro! ¡Te sale espectacular! Sí, ha de estar por aquí... —Deathmask echó un vistazo y encontró el recipiente de vidrio en el que Shura había guardado una tortilla de patata, cortada con precisión de cirujano en pulcros cubitos de idéntico tamaño.

—¡Oh, yo quiero probar eso! —se entusiasmó Kyrene.

—Tendrás que ofrecer algo a cambio, Shura no es tonto. Con la excusa de que eres más peligrosa en la cocina que un mono armado, no mueves un dedo y me tienes todos los días cocinándote... ¡Pero siempre me...!

—¡Pero siempre te como todo! —exclamó ella a la vez que él, haciendo que los tres prorrumpiesen en escandalosas risotadas.

—¡Veo que ya compartís el mismo sentido del humor inteligente! —se burló Shura.

—¡Llámalo supervivencia! Si no puedes con tu enemigo...

—Sí, bueno, no te confíes, gatita...

—Tampoco me dejes mal, yo he aportado las bebidas. Cada uno tiene su especialidad... —la chica abrió la nevera portátil y extrajo una jarra llena de hielo y un líquido anaranjado que sirvió en vasos del mismo material que la vajilla— ¡Naranja, piña, agua con gas, lima y jengibre!

—¡Hay que brindar!

—¡Por los días libres!

—¡Por los trajes de baño que tapan poco!

Los tres amigos devoraron la comida hasta dejar limpios los recipientes, divirtiéndose con la conversación y las bromas bajo la sombrilla. Una vez hubieron recogido todo, Kyrene se levantó, estirando los brazos por encima de la cabeza con una mueca de satisfacción.

—¡Uf, estoy llena! Creo que iré a nadar un rato para hacer la digestión... ¡Si no he regresado en una hora, dadme por perdida! —sonriente, se desprendió de la camiseta y dio media vuelta hacia la orilla.

El sol arrancó reflejos dorados a su silueta mientras se alejaba sin prisa, pero Shura evitó mirarla, centrándose en recolocar el menaje usado dentro de la bolsa.

—Tranquilo, amigo. No voy a meterme contigo. He confirmado lo que quería saber y ya me he quedado a gusto —aseveró Deathmask, con los brazos tras la nuca y una sonrisa angelical.

—Ah, ¿sí? ¿Y qué harás ahora, si puede saberse?

—¿Yo? Esperar, sin ninguna prisa, a que no podáis aguantar más la tensión. Y después, gozar del espectáculo.

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