Tempestad - Parte 6
Tempestad - Parte 6 (por Celino)
Dentro de todo era una historia reciente, aunque lo suficientemente antigua como para que de quienes estábamos reunidos tomando té, sólo Dorneles y yo fuésemos los únicos que vieran esos años con nuestros propios ojos. La Gran Guerra del Archipiélago, o al menos así se la empezó a llamar cuando la gente de Agograr comenzó a ver el alcance que iba tomando el conflicto a medida que se prolongaba. La historia recuerda a la facción del norte como el gran enemigo de aquella época y su capital se situó en la isla Maraba.
Cuando la facción del norte venció a la oriental, el oeste y el sur se vieron obligados a unir sus esfuerzos y colaborar para hacer frente a las flotas provenientes de aguas septentrionales. Fue para esa etapa de la guerra que dos personas se erigieron como líderes en cada uno de los bandos. El sur navegó bajo el liderazgo de quien sería un héroe de guerra, el legendario Tiradentes, mientras que su rival sería recordado como la mayor amenaza que Agograr sufrió en toda su historia, Juan de la Cosa.
Más allá de cómo resultaron los hechos es innegable que ambos fueron hombres de mar sin igual. Si en vez de navegar como enemigos hubiesen sido aliados, quién sabe lo que se habría conseguido por aquellos años. ¡Hasta incluso pudiesen haber logrado cruzar las grandes tormentas!
De Tiradentes poco y nada podía decir, al fin y al cabo durante la guerra navegué bajo la bandera de la facción del norte. Tal vez haya sido por mera casualidad, quizás no, pero luego de la victoria sobre la flota oriental tuve el honor de convertirme en el mesfian de nuestra nave insignia. Dicho de otra manera, fui el segundo al mando, la mano derecha de Juan de la Cosa.
Junto a él participé en el famoso bloqueo de Marajó y en el desembarco y posterior toma de la isla Tiete, un punto clave para el desarrollo de la guerra en su etapa final, ya que dicha isla se encuentra en el corazón mismo del archipiélago. No obstante su conquista fue el último gran logro que conseguimos. Si bien obtuvimos un buen par de victorias en el mar luego de aquello, todas fueron estando a la defensiva.
Precisamente frente a la costa sureste de Tiete tuvo lugar la batalla decisiva que sellaría la suerte de Juan de la Cosa y Tiradentes. No obstante en dicha ocasión no estuve al lado de mi mentor, sino que el rol que aquel me confió fue uno muy distinto. Manteniendo mi posición de mesfian, Juan de la Cosa me designó miembro de la tripulación de su nave escolta, el Tempestad.
A lo largo de la Gran Guerra del Archipiélago el Tempestad se había ganado un nombre propio y la fama le precedía. Fue por esa razón que nuestro líder decidió usarla como carnada. Antes de que la lucha iniciara, y en presencia de los ojos expectantes de nuestros enemigos, desplegamos nuestras velas y marchamos con rumbo este, alejándonos de donde tendría lugar la inminente batalla.
Si se hubiese tratado de otra embarcación habrían pensado que era un mero grupo de desertores, pero Tiradentes no podía ignorar la partida del Tempestad y envió seis de sus naves para que nos persiguieran. Habíamos cumplido nuestro propósito, la flota del sur se había reducido, aumentando las posibilidades de victoria para nosotros.
Navegamos entre Gaois y Faro, y luego entre Faro y Natal para finalmente acceder a las aguas del mar exterior, siempre seguidos por barcos enemigos. Habíamos pasado la línea de los faros del fin del mundo cuando la persecución concluyó.
-"¡Dejen que vengan! ¡Les presentaremos batalla!"- había dicho en tono desafiante nuestro capitán, y la tripulación aún sabiendo el destino que le aguardaba lanzó gritos de emoción. ¿Qué puedo decir sobre aquel último desafío del Tempestad? Perdimos, pero al menos creo que hicimos honor a su reputación. Cuando nuestra suerte estuvo decidida, toda la tripulación se echó a la mar y fueron presa fácil para los rifles de nuestros oponentes.
Yo permanecí en cubierta, en un estado casi de agonía, con la esperanza que asaltaran el barco y poder al menos matar a uno o dos de sus hombres, y de esa manera retrasar un poco más su regreso a la isla Tiete. Quería conseguirle el mayor tiempo posible a Juan de la Cosa, mi maestro. Pero ellos no abordaron el Tempestad. Creyendo que ya no había nadie más con vida y que el barco se hundiría en cuestión de tiempo, las dos embarcaciones que sobrevivieron a la batalla emprendieron el rumbo para regresar una vez más al archipiélago.
-"¿Cómo sobreviviste estando solo en el mar exterior?"- preguntó Gudin, totalmente atraído por mi historia.
Nefarel nos salvó, al Tempestad y a mí. No recuerdo si fue el mismo día o al siguiente que llegó en su nunos con total calma, como si estuviese dando un paseo normal. Atendió mis heridas para asegurarse que no muriera y luego preparó el barco para traernos hasta aquí. Sin ser vistos por los faros del fin del mundo controló el Tempestad a su voluntad hasta llegar al lugar donde nos encontramos ahora.
De su boca me llegaron las nefastas noticias sobre la derrota de Juan de la Cosa en Tiete, y cómo la propia isla resultó devastada por completo gracias a la flota de Tiradentes, pues los sobrevivientes del norte intentaron refugiarse en tierra para presentar una última defensa desesperada.
Fue por esa razón que Piris cuando la revisó hubo secciones que no alcanzó a comprender, después de todo el Tempestad es una bijagolas, una nave de guerra. Una clase de barcos que hace años se dejaron de construir en Agograr.
-"¿Cómo fue posible que pasaran sin ser vistos por los faros del fin del mundo?"- preguntó con bastante curiosidad Aican.
-"No lo sé."-
-"Para esa época nadie custodiaba los faros."- Nefarel respondió. Estaba sentado, apartado de nosotros. Vaya uno a saber hacía cuánto había regresado. -"Pero más importante Aican, ¿entiendes qué pasará si el gobierno se entera que el Tempestad y Celino están navegando nuevamente?"-
-"Creerán que comenzará una guerra o algo parecido, ¿no?"- contestó el capitán tras pensar un poco sobre ello.
-"Juan de la Cosa fue un monstruo, una abominación que amenazó al archipiélago en su totalidad. Así fue, o al menos eso es lo que todos dicen por ahí."- comentó Nefarel. -"Lo más interesante es que fue la facción oriental quien comenzó la guerra atacando sin discreción a las demás islas. Cuando aquella fue destruida, el gobierno del norte cegado por su éxito envió a Juan de la Cosa a aguas meridionales."
"Incluso después de la derrota en Tiete la lucha prosiguió, aunque oficialmente fue el fin de la Gran Guerra. La facción oeste y sur se declararon rivales, y Tiradentes se vio forzado a elegir un bando."-
-"¿Cuál eligió?"- preguntó Aican.
-"Agograr. Reunió lo que quedaba de su flota, la única en todo el archipiélago y destruyó las que habían sido las capitales de cada una de las cuatro facciones. Tiradentes sabía muy bien que tanto Juan de la Cosa como él fueron simples títeres en la Gran Guerra, pero en vez de tomar para sí mismo el control del archipiélago convocó a un consejo de las islas, algo similar a la antigua junta de comercio, y le cedió el control de las islas."
"A fin de cuentas, Juan de la Cosa no fue ningún villano, nomás fue el hombre que perdió la guerra. ¿De qué otra manera explicarías que me hubiese mandado una carta pidiendo que rescatase a los sobrevivientes del Tempestad? Eso no es algo que haría una mala persona."-
No lo sabía. Jamás supe que Nefarel había llegado hasta allí por un pedido de mi maestro, siempre di por sentado que nuestro encuentro fue producto de la casualidad. Aún así sus palabras tenían sentido. Juan de la Cosa siempre mostró respeto hacia Tiradentes. Creo que ambos eran plenamente conscientes de su situación. Se convirtieron en rivales mortales, no por elección propia, sino porque el destino quiso que estuviesen en bandos enfrentados.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro