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Tempestad - Parte 10

Tempestad - Parte 10 (por Aican)

-"¡Nos vamos a morir!"- al contrario de lo que estarán pensando, no era Timin quien gritaba presagiando nuestra suerte. -"¡Nos vamos a morir si continuamos así!"- gritó nuevamente mi abuelo.

Inmediatamente después que Caliban desapareciera de nuestra vista tras cruzar aquel horizonte de ensueño, la lluvia que caía sobre nosotros se volvió más intensa. Comencé a lamentar el haber pensado con anterioridad que nuestra travesía no era el desafío que había anticipado. Aquella frontera inexpugnable nos estaba mostrando ahora su verdadera naturaleza.

Nefarel había ordenado que desplegáramos todas las velas, algo totalmente inaudito, pero aún así seguimos al pie de la letra sus instrucciones. Pensé que retomaría el control del timón no obstante dejó que Celino continuara con esa labor. El mar nos golpeaba duramente, por babor y estribor, y para prevenir cualquier accidente envié a Gudin y Timin al interior del barco, donde también se encontraban Amaro y Arcila quienes se habían puesto a resguardo apenas los vientos comenzaron a cobrar fuerza.

Jamás había experimentado semejante situación, tal furia en las aguas y en el cielo, pareciera como si el mundo estuviese a punto de acabar en cualquier momento. Pero en medio de aquel caos el Tempestad continuaba navegando, abriéndose paso hacia un horizonte que resultaba imposible de ver. Y Nefarel, ajeno a aquel salvaje espectáculo del que nosotros éramos víctimas, se dirigió con paso firme hacia la proa.

Fui junto a él, tal vez por curiosidad o quizás porque creí que estando cerca suyo sería más seguro para mí. Se situó en el extremo de la embarcación sujetándose de unas sogas y contempló el mar embravecido que teníamos por delante. Fue como si las aguas tuviesen vida propia. Al ver aquel hombre allí de pie, inmutable, se volvieron aún más salvajes y pidieron ayuda a su eterno compañero del cielo. Y aquel respondió con tal violencia que por un instante pensé que perderíamos las velas.

-"¡Nos vamos a morir! ¡Nos vamos a morir si continuamos así!"- eran los gritos de mi abuelo.

-"¡Nefarel!"- estaba a mi lado pero le grité, no sabía si me escucharía a través de la lluvia.

-"¡Sujétate Aican! ¡Una tormenta se avecina!"- exclamó en respuesta a mi llamado. ¿Una tormenta? ¿Y acaso qué era lo que estábamos padeciendo ahora sino una tormenta?, pensé. -"¡Soy Nefarel, y este es el Tempestad!"- gritó con una potencia en su voz que creo incluso Celino pudo escucharlo. Se trataba de un desafío, abierto y descarado al entorno que nos tenía rodeado. -"¡Soy...!"- no pude escuchar lo que dijo, unos truenos ensordecedores resonaron. -"¡Hundan este barco si es que pueden!"-

Mientras más hablaba peor se tornaba la situación y parecía que nuestra embarcación se rendiría en cualquier momento. Piris había conseguido llegar a nosotros, atraída por la voz de Nefarel, o quizás al igual que yo, creyendo que en la proa estaríamos a salvo.

-"¡Aican! ¡Todo depende de ti ahora!"- me dijo mi compañero pero al ver que no entendía a qué se refería, agregó: -"¡Desafía el mar, desafía los cielos! ¡Que sepan cuál es la verdadera Tempestad, y quién la dirige!"-

Hizo que me subiera hasta donde estaba él y diciéndome que iría a hacerse cargo del timón se marchó, dejándome solo frente a un mar que no poseía amo. -"No te preocupes, estaré contigo Aican."- me consoló Piris.

-"Soy..."- empecé a decir tartamudeando, pero tomando coraje intenté hacer mi mejor esfuerzo para imitar a Nefarel. -"¡Yo soy Aican, capitán del Tempestad! ¡Hundan este barco si es que se atreven!"- la marea no disminuyó su fuerza y los cielos respondían a mis palabras con relámpagos, a la mayoría los escuchábamos nomás, pero cada tanto alguno caía cerca nuestro como si estuvieran tratando de intimidarnos. -"¡¿Qué sucede?! ¡¿Tus aguas no pueden contra el Tempestad?!"- volví a desafiar.

El mar seguía en el mismo estado que antes o peor incluso. Sin embargo la verdad era que a pesar de la furia exterior, se sentía la mano que conducía ahora a la embarcación, haciendo que navegara suavemente en el centro de aquella tempestad.

-"¡Aican mira!"- llevé la vista hacia donde me indicaba Piris, a estribor. En la lejanía se había formado una gigantesca pared de agua y avanzaba rápidamente hacia nosotros. Sería imposible que el Tempestad pudiese soportar su embestida. -"¡Aican, a babor!"- volteé ante el nuevo aviso de mi compañera, y allí estaba el mismo espectáculo que acababa de observar hacía instantes. Ya no tenía ganas de seguir lanzando desafíos, no luego de ver cómo el mar levantaba dos enormes brazos para hacernos naufragar.

Volteé para ver a Nefarel y vi las velas del barco totalmente hinchadas, tal cual se trataran de las barrigas de personas que acababan de participar de un festín. El viento salvaje que tanto temor nos había causado, ahora se convertía en nuestra única esperanza. La gran incógnita consistía en saber si soplaría con la suficiente fuerza para que lográsemos escapar de las garras del mar.

Fue toda una experiencia poder ver como las aguas detrás de nosotros se fundían en un abrazo violento, que sin lugar a dudas habría partido a la mitad a nuestro navío y nos hubiese ahogado sin mostrar la menor señal de piedad.

La lluvia continuaba, pero daba la sensación de que pronto llegaría a su fin. Mi abuelo tomó el control del timón y Nefarel fue a buscar a quienes habían permanecido en el interior, para que subieran a cubierta. Pronto saldríamos de la zona de tormentas y veríamos por primera vez aguas desconocidas para nosotros.

Una noche sin estrellas nos dio la bienvenida. Ante la recomendación de Nefarel recogimos las velas secundarias por lo que nuestra velocidad se redujo considerablemente, sin contar que los vientos de la frontera ya nos habían abandonado. Debíamos navegar de manera cautelosa debido a la casi nula visibilidad que teníamos, sería irónico que encalláramos apenas superamos semejante prueba.

-"Nefarel, sobre esos farleds que mencionaste antes..."- le dije a mi compañero. -"Estaba pensando que sería prudente si evitáramos encontrarnos con ellos."-

-"Una decisión bastante inteligente."- contestó él con una sonrisa de aprobación. Estoy seguro que entendía mis motivos tras aquellos dichos. Definitivamente no quería saber nada con la gente que había sido capaz de crear un desastre natural de esa envergadura en los límites de los cuadrantes.

-"Dejamos Agrogar por el borde norte, pero parece que en este cuadrante estamos en el límite oriental."- comentó mi abuelo durante el desayuno. Por la noche navegamos junto a la frontera, sin internarnos en aquel nuevo mar.

Continuamos de esa manera hasta la media mañana, cuando ya la mayoría de nosotros habíamos recuperado energías. Hice que desplegaran una vez más las velas y emprendimos rumbo suroeste. Pronto una leve brisa hizo acto de presencia y nos acompañó mientras el Tempestad comenzaba a dejar su huella en este mundo desconocido.

Colocándome en el mismo sitio desde donde el día anterior lancé desafíos al mar, contemplé una vez más al infinito azul que se extendía delante de mí. Un inesperado sentimiento hizo que mi cuerpo se estremeciera y sonreí levemente al darme cuenta de qué se trataba. Estaba feliz.

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