P R Ó L O G O 💍
«El pasado ensucia el presente. Por eso es mejor esconderlo como trapos sucios cuando haya visita»
Giulio Grimaldi.
Chicago, hace 6 años;
Un desagradable olor impregnaba aquel lugar oscuro, lleno de polvo y manchas secas. Cabía destacar que habían varios cuadros de dudosa originalidad tirados en el suelo, como si estuviesen haciendo una fila de dominós en ese mismo sitio.
Algunos muebles viejos decoraban el sitio lleno de mal olor y lúgubre.
No habían ventanas, nada de ventilación y la sensación de agobio era peor de lo que podría imaginarse cualquiera, con tan solo una puerta de entrada y salida, de color rojo que se encontraba a 3 metros del hombre que había en el suelo.
Necesitaba toda la energía que le quedaba para cualquier cosa que pudiese hacer para salir, cualquiera, pero era bastante complicado para el hombre de 22 años.
Tan solo llevaba un pantalón vaquero estropeado, roto y sucio por ese lugar. Su torso, lleno de sudor, brillaba por aquella suave luz tímida en una esquina de aquel sótano.
La puerta empezó a sonar, como alguien quitaba los cerrojos, que no eran pocos, hasta abrir con una llave en aquella vieja puerta de color rojo.
Un hombre, que ni siquiera se veía quien era por la oscuridad y el agotamiento de no beber ni comer del joven, hicieron que tuviese que cerrar sus ojos cansados por la fuerte luz que entraba de aquella puerta roja.
El hombre que estaba de pie, mostrando su poder, ni se molestó en cerrarla, para fastidiarlo más todavía.
—Eso te ocurre por venir aquí y señalar a mi familia por lo de tu madre.
El hombre se acercó para preguntarle;
—¿Vas a volver aquí a señalarnos?
El joven tosió, cerrando sus ojos mientras escuchaba como su estómago resonaba como llevaba haciendo desde hacía muchas horas.
—Podrás venir a hacerme todo lo que quieras... Pero estoy seguro que uno de ustedes tiene las manos manchadas y no pienso abandonar... —murmuró con la voz apagada. —No tengo miedo, si es lo que a ti te divierte, Luca.
El hombre sonrió, pero esta vez no era por diversión. Estaba aborreciendo todas las cosas que estaba diciendo ese hombre delante de él. Y no iba a quedar en vano lo que había hecho, metiéndose en su vida, tratando de hacer lo imposible por demostrar algo que no tenía pruebas. No, él no iba a dejar que se saliera con la suya.
El hombre, que parecía no tener ningún miedo, abrió sus ojos por completo, mirando hacia el hombre que estaba a punto de hacer algo, después de días. Y quizás, aquella mirada desafiante de ese joven de 22 años hizo ver al hombre de 55 años que estaba viendo alguien muy fuerte.
Podría estar disfrazado en un joven atractivo de 22 años, con aquella mirada tan oscura como su alma.
—Sabía que eras una persona oscura, pero no tanto —murmuró el tal Luca, arrugando su frente.
Y el joven, sonriendo de manera socarrona y sin moverse, mientras sentía el frío en su piel, murmuró;
—Llámame Zev.
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