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D O C E | P R O T E C C I Ó N 💍

«Las cosas se iban a oscurecen ahora que todos conocían el anuncio de compromiso. Pero yo iba 3 pasos por delante de todos ellos y nadie estaba a mi altura»

Giulio Grimaldi.

Aquel lunes me había levantado rápido. Sabía que ese día tenía muchas cosas que hacer, mucho que estudiar para próximos exámenes que tendríamos dentro de poco.

Después de que Zev me contase ciertas cosas de lo que le ocurrió a su madre, yo no había parado de darle vueltas una y otra vez de las posibilidades de que Ginevra Mancini fuese la culpable. Sin conocerla, estando desde fuera, seguía pensando que había mucho más que una venganza por infidelidad. Y los Grimaldi habían culpado rápidamente a una persona sin pruebas evidentes.

Tampoco era policía para entender el caso, para saber las cosas que no se habían contado. Zev era una víctima por haber perdido a su madre y Giulio se le notaba lo afectado que estaba cada vez que veía una foto de su mujer.

Aun seguía creyendo que todo esto era mucho más de lo que se podría llegar a parecer en un futuro. Y no se podía señalar a un culpable solo por un vídeo de seguridad. Quizás fue ella, quizás fue otra persona, pero estando rodeada de mafiosos, obviamente jamás íbamos a saber quien realmente había asesinado a Sally.

La puerta sonó y me dispuse a abrir. Frente a mi, me encontré con el asesor de Giulio; Lucas. El señor, que bien era totalmente serio, me miró y dijo;

—Señorita Lara, Giulio la espera en su despacho para presentarle a sus 2 guardaespaldas que tendrás a partir de ahora.

Sin haberme acordado de ese detalle, cierto enfado empezó a incrementarse en mi estómago hasta subir a mi pecho. Observé por unos segundos la puerta que tenía frente a mi y luego miré a Lucas, fingiendo que estaba totalmente feliz de tener mis primeros guardaespaldas.

Que falsa era.

—Claro, Lucas. Dame 5 minutos y bajo.

Lucas asintió y se esfumó. Caminaba tan recto que me hacía pensar si ese hombre tenía un hierro escondido en la espalda, porque era imposible caminar con esa rectitud.

Ahora, enfadada y mostrándolo en el rostro, miré el cuarto de Zev, el cual estaba a pocos pasos de mí y caminé hacia él. Sin tocar la puerta, la abrí, sin importarme que me iba a encontrar ahí dentro. Al ver que no había nadie, escuché un ruido de agua que provenía desde el cuarto de baño que Zev tenía en su cuarto y caminé hacia él, quedándome quieta frente a la puerta de su baño, abierta por completo.

Me encontré a un Zev con espuma de afeitar en su rostro, quitándose cualquier rastro de bello facial y, nuevamente, estaba completamente desnudo, exceptuando por una toalla gris que tapaba sus partes que ya había visto en otras ocasiones.

Apretando la mandíbula, lo miré a su rostro.

Zev me miró divertido.

—Empiezo a pensar que te gusta verme sin nada de ropa —ironizó, volviendo a mirar su reflejo en el espejo, moviendo el objeto por su mejilla izquierda.

Cruzándome de brazos, lo miré directamente.

—Tu queridísimo padre me va a presentar a los guardaespaldas —respondí con un tono bastante duro.

Él movió la afeitadora, limpiándola en el agua y me observó, elevando la ceja y mirándome de aquella manera tan imbécil de él.

—¿Y? ¿Le doy un premio acaso?

Hice todo lo posible para no tener que quitarle aquella cuchilla y afeitarle otra cosa.

—¿Cuanto quieres a tu polla? Porque estoy planteándome en troceártela —contesté.

Él empezó a reír y ya estaba contando los segundos para no arrebatarle lo que tenía en su mano.

—Empiezo a pensar que eres peor que yo, ricitos.

Apreté la mandíbula y negué con la cabeza.

Observando lo enorme que era el baño personal que tenía Zev dentro de su propio cuarto, observé a ese hombre mientras continuaba con su labor. Todavía estaba mojado de la ducha y sus rizos cortos caían sobre su frente, viendo ahora mucho mejor, un tatuaje que tenía detrás de su oreja donde ponía «Artemisa».

Sin comprender muy bien aquel tatuaje que parecía desconocido para mí, continué mirándolo a los ojos a pesar de que él parecía ignorarme.

—Comprendo que ser tu futura esposa conlleva ciertos riesgos... —Al decir aquello, él dejó lo que estaba haciendo para mirarme—. Pero, ¿tengo que renunciar a toda mi privacidad por seguridad?

Su rostro se dulcificó apenas un poco, antes de volver el tonto de Zev, el que siempre sonreía por ello. Carraspeando, negó con la cabeza para volver con su labor.

No me dijo nada, hasta que terminó de afeitarse, limpiándose el resto de espuma con una toalla para luego caminar hacia mí. Me tensé un poco al ver semejante hombre semidesnudo hacia mi dirección. Pero solo pasó a mi lado, pasando hacia su cuarto y buscando ropa para ponerse ese día en su impresionante armario.

—No vas a renunciar a toda tu privacidad. Solo cuando salgas sola, sin mí o sin la familia Grimaldi. Como ahora que vas a la universidad y no sabemos los peligros que puede conllevar —contestó. Sacó una camisa negra y un pantalón, tirándolo hacia la cama. Sus ojos se clavaron en los míos—. Por eso vives aquí... Después de presentarte en sociedad el sábado, ya la prensa estará buscando todo tu pasado, preguntará a tus amigos, hablará con la familia rival y serás foco de atención durante semanas.

Cuando dijo el tema de mi pasado, ya lo demás lo dejé pasar.

Solo pensaba en que los periodistas podrían encontrar lo que sucedió en Portugal. En que era una asesina, en que las cosas se complicarían y tendría que asumir toda la culpa en una cárcel. Ya la asumía, me arrepentía totalmente, pero imaginarme que por culpa de esto acabaría siendo foco mediático...

¿Era demasiado tarde para abandonar este barco?

Tal fue mi impresión, que tuve que sentarme y empecé a sentir que me faltaba el aire.

—Olivia, nadie sabrá tu pasado —respondió Zev, agachándose para mirarme—. Giulio se encargará de que lo que ocurrió en Portugal esté escondido bajo miles de piedras... Créeme, con él estás segura.

Lo miré a los ojos y negué con la cabeza.

Sabía que Zev tenía que haberse enterado de mi pasado aunque no lo mencionara demasiado. Si no se lo dijo Giulio, seguro que rebuscó mucho en el pasado. Tan solo pude negar y carraspear.

Él se levantó y suspiró fuertemente.

—Fue en defensa propia —contestó bruscamente, parecía bastante enfadado.

Al mirarlo, dije;

—De igual forma fui una cobarde... Sabía defenderme y me bloqueé.

Él negó para luego apretar su mandíbula.

Preferí no tener que darle vueltas al asunto y tener que confiar y mucho en que Giulio cumpliese su palabra. Porque sabía que si no lo cumplía, terminaría rompiendo este compromiso y debería marcharme lejos, muy lejos de aquí, sin mirar atrás.

Y tras esto, sabía también que debía hablar con mi amiga Hayley sobre el tema de la boda. Me levanté de la cama de Zev y empecé a caminar hacia la puerta.

—Debo irme.

Cuando fui a abrir la puerta, una mano enorme atrapó la mía, cerrándola nuevamente.

Podía sentir la dureza de Zev en mi espalda. Lo alto que era, sus pectorales duros y lo débil que me sentía a su lado. Lo que hizo que mis piernas empezaran a temblar al notar aquella sensación que tenía cada vez que Zev y yo nos juntábamos demasiado... Como la noche del anuncio, donde el beso que me dio me derritió por completo.

Entonces, sin darme la vuelta, los labios de Zev se pegaron a mi y me susurró;

—Tu secreto estará a salvo conmigo... Te doy mi palabra y no pienso traicionarla nunca —contestó.

Nos quedemos unos segundos más de aquella manera, deseando girarme y ya que cualquier cosa pasara. Que me arrancase la ropa y yo le quitase esa tonta toalla que llevaba tapándose la desnudez que ya había visto en 2 ocasiones más. Ya todo daba igual. No íbamos sino a ser un matrimonio falso y por una vez que me tirase a mi futuro marido, no iba a pasar nada.

Pero no me giré, él tampoco hizo ningún movimiento, pero sentía sus músculos tensos, como si intentase controlarse demasiado, mucho más de lo que me imaginaba. Y entonces, se alejó de mí, dándome la espalda y metiéndose nuevamente en el baño, cerrando la puerta con fuerza.

Me quedé sola en ese cuarto y, sin esperar nada más, abrí la puerta, cerrándola tras de mí, volviendo a estar en el inmenso pasillo de la mansión Grimaldi y teniendo que apoyarme en la pared más cercana con la respiración entrecortada.

—Joder, Zev... Eres un cabrón al que me tiraría de mil formas —susurré en voz baja, teniendo que recomponerme antes de llegar hacia las escaleras para enfrentarme al padre del hombre con el que casi rompo la línea roja.

💍

Tener al jefe de la mafia italiana frente a mí, cada vez, me parecía menos difícil. Aunque seguía notando ese nerviosismo de tener a Giulio, tan metido en sus negocios, la manera de hablar de él, su forma de ser... Aunque fuese de lo más simpático conmigo, aún me seguía pareciendo un hombre con el que no me gustaría tener mucha conversación seguida.

Yo estaba de pie mientras que él acababa una llamada que parecía bastante importante.

Aún no entendía de que trabajaba Giulio. Quizás era el dueño original de la discoteca que ahora manejaba Zev... Aunque las palabras de Ginevra resonaban en mi mente, cuando dijo que los Grimaldi pasaron una racha muy mala y tuvieron que ser ayudados por los Mancini.

Debían de llevarse muy bien y de haber sido muy buenos aliados antes de que sucediera todo lo de Sally. Me hacía pensar miles de cosas, como que los Rinaldi tampoco eran unos buenos aliados y que no debían de fiarse de ellos. Todo esto, todo este mundo, era sin lugar a dudas, un comedero de cabeza.

Llevaba ahí apenas 3 semanas y cada vez se me mezclaban muchas más cosas y me asombraban otras.

—No, necesito esos documentos ya... Ya sabes a lo que me refiero, Gregory —contestaba Giulio con una voz bastante ronca, fuerte más que otras veces.

Su simpatía parecía haberse alejado de él en esa llamada y el miedo empezó a apoderarse nuevamente de mí. De no ser porque Giulio al verme me dejó entrar, hubiese preferido marcharme y esperar en el pasillo a que acabase.

Volví a mirar la foto de la mujer de Giulio, una hermosa mujer de unos 45 años o así, que miraba a cámara sonriente, pero no lo hacía del todo. Ahí me percaté de que una imagen valía más que mil palabras y que Sally no parecía realmente feliz en esa foto que aparecía ella sola. Observaba a la cámara, sonrisa forzada... No como en la foto que vi en el despacho de Ginevra y que sus ojos salían arrugas de lo feliz que estaba. Arrugué mi frente por ello cuando Giulio acabó la llamada.

—Bueno, Olivia. ¿Preparada para conocer a tus nuevos guardaespaldas? —La voz de Giulio parecía haber cambiado drásticamente y ahora se le notaba mucho más animado tras acabar dicha llamada.

—Puesto que nunca he tenido guardaespaldas... No, no lo estoy.

Giulio sonrió mientras caminaba hacia mí, dándome espacio.

—Comprendo por lo que estás pasando, pero los necesitarás. He encontrado a los mejores, un hombre y una mujer —contestó él.

Sacó nuevamente su móvil y le dijo algo a Lucas para que ambos pudiesen entrar para conocerlos.

No quise girarme, pero a los pocos segundos noté más presencia en el despacho del señor Grimaldi, observé a las 2 personas que me acompañarían en la universidad y cuando saliera sola de la mansión.

Más que guardaespaldas, parecían modelos, sobre todo el hombre corpulento, alto y con un rostro como el de un adonis. Su cabello, no muy largo, era oscuro, junto con su barba bien cuidada. Estaba vestido de una forma normal, de calle y no parecía llamar la atención si no fuera por lo guapo que era.

La mujer que lo acompañaba era alta, aunque su compañero lo era un poco más. Llevaba su cabellera pelirroja en una alta coleta e iba de una forma normal, como iba yo a la universidad. Parecía una estudiante por completo y me observaba con un rostro bastante serio. Nerviosa, no dije nada.

—Ellos son Luna Davis y Benjamin Miller. Serán tus guardaespaldas y te acompañarán siempre contigo cuando salgas sin compañía de los Grimaldi de esta mansión —respondió Giulio, caminando por su despacho cual hombre de negocios. Con sus manos detrás de sus espaldas, volvió a girarse para mirarme y dijo. —Benjamin se encargará de la seguridad fuera de la universidad, mientras que Luna será la que te acompañe dentro. Una nueva estudiante y que pasará total mente desapercibida en clase.

Arrugué la frente y observé a mi futuro suegro.

—¿Como ha conseguido que pueda matricularse en el último año, señor Grimaldi?

Sin darme cuenta, volví a las formalidades con el padre de mi futuro marido. Por lo cual él rio ante ello, negando con la cabeza.

—Giulio para ti, Olivia. —Sin dejar de mirarme, con aquella simpatía tan suya, contestó. —Si supieras la de cosas que se pueden conseguir por dinero... Ni te imaginas, Olivia.

Tragué saliva por ello mientras que ambos guardaespaldas estaban callados, serios, esperando órdenes.

El señor Grimaldi se dirigió hacia ellos y les dijo;

—Quiero que protejan a esta señorita fuera de esta mansión siempre. No quiero fallos —contestó con una voz fuerte—. Ya les enseñé las posibles amenazas para Olivia y no quiero fallos, porque con un chasquido los echaré de aquí. ¿Entendido?

Ambos protectores asintieron mientras que yo estaba ahí de espectadora.

La manera de hablar, tan formal cuando quería Giulio, tan autócrata que tenía, era todo lo contrario a Zev que parecía un hombre más de calle, más directo en cuanto a actuación. Pero Giulio era recto, y prefería las palabras, advertía antes de hacer algo.

Carraspeé y Giulio volvió a girarse para mirarme con aquella sonrisa.

—Créeme cuando te digo que estás bien protegida, Olivia. No te tienes que preocupar por nada, solo de casarte con mi hijo y hacerlo el hombre más feliz que ha pisado esta tierra. —Aquello último lo hacía con cierta ironía, ya que los guardaespaldas no sabían nada de trato falso que teníamos Zev y yo.

Decidí no responder con mis comentarios estúpidos y asentí.

Extrañada, salí de la mansión subiéndome a un coche nuevo, un 4x4 junto con mis 2 nuevos guardaespaldas que no me habían dicho ni "buenos días". Eran demasiado silenciosos, callados y aquella situación tan nueva me ponía de los nervios.

Dirigiéndonos hacia la ciudad de Chicago, hacia la universidad, miré fugazmente el móvil después de un fin de semana que ni lo había tocado. Lo que me encontré fue con miles de mensajes de Hayley, llamadas perdidas de ella y 2 amigas más del campus, por no hablar de que parecía haberme llamado números desconocidos que seguían marcados en mi móvil.

Al escuchar algunos de los mensajes de mi amiga, todo me sorprendió y cayó de golpe. Varios cortes de revistas y periódicos empezaron a salir en mi móvil que me había pasado Hayley donde aparecía varias imágenes de la noche del viernes, sobre todo, una de portada donde salíamos Zev y yo besándonos delante de todos y anunciando nuestro compromiso.

Giulio ni tenía que preocuparse por contratar guardaespaldas para mi, porque Hayley iba a matarme por enterarse de todo esto por la prensa y no por mi.

Prensa... Ahora era la mujer desconocida de Zev, con la que él iba a casarse y todos estaban buscando información sobre mi. Maldiciendo en voz baja, negué con la cabeza y volví a apagar el móvil sin querer saber nada sobre esto.

Me preguntaba si la prensa sabía sobre los oscuros negocios de los Grimaldi o si, acaso, los habían investigado alguna vez. Estaba segura de que si, pero posiblemente la mafia también le entregarían una suma considerable de dinero a cada lugar de estos para evitar que las cosas se salieran de su sitio. Lo oscuro que se estaba volviendo el mundo, aunque ya lo era... Los que se suponían que debían de sacar la verdad a la luz, eran los primeros que estaban comprados, ignorando el echo de que blanqueasen a personas como Giulio o Alonzo y del que todos sabían que era un secreto a voces.

Un político mafioso era lo que menos me esperaba saber metida en todo esto.

—Señorita Lara, ya hemos llegado —contestó la voz elegante de mi guardaespaldas masculino, Benjamin, que me observó desde el espejo retrovisor y vi como su compañera se bajaba del coche con su mochila roja.

Colocándose la mochila y con la carpeta en mano, me abrió la puerta y yo bajé, observando a Benjamin, que no se bajaba.

Ante el rostro de duda, la joven Luna me contestó;

—Él estará por los alrededores de la universidad. Yo iré con usted dentro de cada clase. Seré lo más sutil que exista, señorita Lara.

Asentí, mirando mejor los ojos azules de esa mujer, que tendría que tener casi 30 años, un poco menos que su compañero.

Tratando que no sentirme como si fuese una persona importante, respondí;

—Puedes llamarme Olivia, Luna.

Ella no me contestó, incluso su seriedad seguía en ella. Ni siquiera asintió, solo se dedicó a dejar de mirarme para alejarse un poco de mí y no volver a saber de ella hasta que entré dentro de la universidad.

Dudaba que fuese a tener una conversación algún día con ella.

—Maldita zorra con suerte... —La voz de una persona que conocía muy bien iba dirigida hacia mi corriendo, haciendo que me quedase en blanco por primera vez delante de ella sin saber que decirle. —¿Cuando pensabas decirme que ibas a casarte con Zev Grimaldi?

En vez de parecer enfadada, parecía que tenía muchas más dudas que respuestas. Y no era para menos.

—Iba a decírtelo...

—Olivia... ¿En serio? ¿Zev?

Suspiré sin poder decirle nada más.

A sus espaldas me encontré nuevamente con mi protectora Luna, que sacó un libro de su mochila, apoyándose en una pared y fingió que empezaba a leer, pero sabía que estaba vigilándome por si me ocurría cualquier cosa.

—¿Que pasa con Zev?

—¿Que, que...? Eres la persona más idiota, suertuda e ignorante que he conocido en mi puta vida —respondió, cruzándose de brazos—. Ese tío es un sanguinario, Olivia. Y... No llevas ni un mes trabajando para los Grimaldi, y ¿ya estás prometida ante el soltero más rico de Chicago? No se si estás loca o que.

Ante las palabras de Giulio, decidí hacer mi papel perfectamente, aunque sabía que era mentirle a mi mejor amiga.

—Fue amor a primera vista.

¡Ja! Vaya mentira como una casa.

La primera vez que lo vi me hubiese gustado estamparle el jarrón en su rostro.

Pero mi cara de póquer fue tan buena, que ni lo sospechó, solo me miró como si estuviese chiflada.

—¿Te estás escuchando? A ver...

—¿Que tiene de malo?

Hayley se quedó callada unos segundos antes de contestar;

—Le llaman Lucifer... ¿Crees que es porque tiene alas? —Hayley negó rápidamente—. No sabes en donde mierda te estás metiendo, Olivia. Son gente que está involucrada en la mafia, no tengo pruebas pero estoy segura.

Y estás en lo cierto, aunque no iba a decírtelo.

—Quizás te has creado una mala reputación sobre los Grimaldi que no es la realidad. —Otra mentira.

Lo siento mucho, Hayley...

Ella empezó a reírse y luego me miró a los ojos.

—Liv... Solo dime que lo has decidido tu y no presenciaste ningún crimen y te obligó a casarte con él ni nada. —Su preocupación era evidente.

No. Los Grimaldi no me amenazaron, ni me obligaron. Lo decidí yo sola y no me arrepiento de ello, aunque haya veces que lo piense. Podría haberles dicho que no y seguir con mi vida y no habría ningún problema. Pero esto fue decisión mía, de nadie más. Fui yo la que está en esta situación y no voy a echarme atrás. Nunca lo haré.

Por eso, dije la única verdad en ese tema.

—Nadie me obligó, no presencié ningún crimen y voy a casarme con el heredero de los Grimaldi porque quiero, Hayley.

Ella suspiró y se quedó callada unos segundos antes de decir;

—Pues déjame decirte que estás loca casándote con Zev.

—Otra vez... —susurré.

—Bueno, admito que el tío está bueno y que me lo tiraría de muchas formas posibles... Espero que ya lo estés disfrutando, zorra. Pero, ¿casarte con él? ¿Sabes la fama que tiene?

Asentí por ello y respondí;

—Confío en él, Hayley.

Mi amiga sabía que no iba a hacer nada para cambiarme de idea, lo tenía decidido, así que tras largos segundos pensándolo, asintió y me abrazó.

—Como no me invites a esa boda y me presentes a un sugar daddy con dinero, voy a estar bastante enfadada contigo por el resto de mi vida.

Reí ante lo que me acababa de decir y asentí, devolviéndole el abrazo.

Ambas nos separamos para ir a nuestras clases, mientras Luna estaba a mis espaldas, con distancia prudente y nadie parecía sospechar nada.

Solo, y una vez sentada en mi primera clase del lunes, miré a Luna pasando desapercibida sentada en uno de los asientos libres, mientras que yo no dejaba de pensar en las mentiras que le había dicho a Hayley. Solo esperaba que, si un día pudiese contárselo, cuando todo esto acabase, ella pudiese entenderlo y no me odiase por ello.

Iniciando la primera clase, antes de que en mi mesa me encontrase con un papel doblado, sin saber cuanto llevaba ahí, sin ver a nadie haberlo puesto ya que no tenía a nadie sentado a mi lado en esa clase, donde fuera ponía mi nombre.

Lo abrí, dudosa de que era, quedándome asustada por lo que había en su interior.

Era la portada de una de las muchas revistas que habían hablado sobre nuestro compromiso y donde salía yo, del brazo de Zev, pero con la diferencia de que mi rostro estaba tachado y borracho. Con una flecha, ponía;

«No sabes donde te has metido, Lara».

Empezando a sentir las náuseas, doblé nuevamente la portada y la guardé en la mochila con las manos algo temblorosas. Al girarme para mirar a toda la clase, todos estaban en su mundo, atendiendo al profesor, otros con el móvil y otros simplemente escribiendo sin parar en sus libretas.

Nadie me pareció sospechoso, pero sabía que la persona que me había entregado esa portada de revista, estaba ahí, entre todos ellos y ya estaba en el punto de mira de esas personas de las que tanto discutió conmigo Zev.

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