D I E C I O C H O | V E S T I D O B L A N C O 💍
«Nadie iba a hacerle daño a mi futura esposa. Ni física, ni emocionalmente»
Zev Grimaldi.
Me observé al espejo, totalmente distinta a como siempre estaba. Y, no acostumbrada a verme así, mi mente no dejó de pensar en todo lo que estaba viviendo, los cambios de mi vida... Si era lo correcto hacer algo que, antes, no hubiese hecho jamás.
El hermoso vestido blanco que adornaba en mi cuerpo me decía que era el vestido perfecto. Tras 2 horas aquí, vistiéndome y cambiándome porque eran vestidos que no me gustaban. O eran muy calurosos, o muy frescos, o muy feos, o muy cortos... pero este que llevaba puesto era el perfecto, el que elegiría sin dudarlo si mi boda fuese real, si la persona con la que me fuese a casar me amase y prometiese realmente todo lo que iba a decir en sus votos... El vestido perfecto.
Pero saber todo esto, saber que no iba a ser real, que todo era una falacia... Mi rostro lo decía absolutamente todo y hasta se podía ver mis propias sombras.
—¡Vamos, guapísima! Que estamos deseando verte con ese vestido —contestó Hayley desde fuera del probador.
Me armé de valor nuevamente con el vestido número 22 y abrí la puerta del probador.
Habían pasado 2 semanas y ya estábamos a principios de noviembre. Pero no podía dejar de pensar en la noche que me quedé a dormir en el cuarto de Zev. Tan solo dormí y, aunque fuese feo de mi parte sabiendo que era una relación falsa, esperé 2 horas despierta para ver si Zev realmente se quedaba a dormir conmigo esa noche. Pero no lo hizo, ni siquiera cuando desperté, el otro lado de la cama parecía no haber sido utilizado. Ni siquiera supe que hizo aquella noche, adonde fue, pero desde entonces nuestra relación parecía algo distinta, algo tensa.
Era cierto lo que Zev decía, que debíamos teñirnos al papel y no hacer tonterías como la que hicimos por último sobre el capó del coche y que disfruté muchísimo antes de que su padre llamase.
Me sentía algo decaída porque realmente quería volver a la relación de antes, el de las bromas, de los enfados... Pero él estaba muy distante y no tenía ningún derecho a recriminarle nada porque no éramos nada.
Cuando vi a mis 2 invitadas, sentadas una al lado de la otra en el centro del lugar, se sorprendieron gratamente de verme con aquel vestido.
Hayley estaba tomando agua mientras Angela estaba observando los vestidos. Adoraba a Angela, era la más sincera y la que me decía que si un vestido no le gustaba, lo largaba como si nada. En cambio Hayley trataba de buscar las palabras idóneas, pero quizás fuese que llevaba saliendo con un joven del que no me decía quien era. Parecía misterioso y más extraño por parte de Hayley, ya que ella siempre me decía con quienes salía o tenía noches esporádicas.
—Por la cara que ponen parece que habéis visto un espíritu —contesté arrugando la frente.
—¡Me encanta! —gritó Angela. Sonreí.
Por el otro lado, Hayley estaba mirándome mientras se levantaba, sin soltar la copa de champán y caminó para verme de espaldas y todo. Cuando acabó, elevé la ceja esperando una respuesta suya.
—¿Y? —Inicié dubitativa.
—Olivia, te queda mejor de lo que esperaba —respondió en voz baja.
Angela sonrió y se abrazó mucho más a su peluche. Mientras, Hayley movía los ojos. La mirada que le dediqué a Hayley por su infantilismo fue más que obvia.
—Voy al baño. Estás guapísima con ese vestido. —Volvió a decirme Hayley antes de abandonar el lugar para irse al baño.
Angela corrió hacia mí y saltó de alegría al verme con aquel vestido. Sonreí feliz de ver lo ilusionada por algo como eso.
—Estás preciosa. A Zev le encantará verte con ese vestido, estoy segura —respondió.
—Gracias, Angela. —Me acerqué a ella para abrazarla con dulzura.
Pero mientras lo hacía, mi rostro cambió y no pude evitar verme al espejo que tenía frente a mi, como abrazaba a Angela, quien era ajena a todo y yo me mostraba triste por verme con un precioso vestido en una relación que no existía, con un hombre frío como Zev y en una familia llena de oscuridades como los Grimaldi.
Si Zev y yo nos amasemos, lo demás me daba igual... Pero no era el caso.
¿No? Porque no me estaba enamorando, solo era atracción... ¿verdad?
No, claro que no. Apenas nos conocíamos y tan solo teníamos acercamientos. Quizás me atraía bastante físicamente, pero no había sentimientos de por medio. Zev era el hombre del que ninguna debía enamorarse, ya me lo habían dicho una y otra vez. Él jamás se enamoraría de otra persona, ya me había advertido que jamás me sería fiel y por eso debía dejar las cosas bien separadas entre él y yo. No quería acabar como con Egan. No iba a volver a pasarme lo mismo.
Angela se alejó de mi y me dijo;
—¡Voy a llamar a Zev!
Corrió hacia su mochila y tomó un móvil plegable que su padre le daba solo para cuando iba a salir lejos de su familia, por si ocurría algo.
—¿Estás bien? —La voz de Luna apareció a mis espaldas y me giré para verla.
Tanto Benjamin como Luna me acompañaban a todos lados cuando iba sola o con personas que no fuesen los Grimaldi como Giulio o Zev. Luna llevaba viendo todo el espectáculo desde hacía mucho rato y se encontraba ahí, vestida con su uniforme y con su cabello en una coleta alta.
Apreté la mandíbula al ver que Hayley no se percataba que me encontraba desanimada desde hacía días y por lo bien que sabía fingir para que Angela no supiera que estaba algo triste. Hacía todo lo posible para que Angela no me viese así, ya que no quería preocuparla con mis propios problemas. Pero que alguien, ajeno a mi como Luna que tan solo debía protegerme si pasaba cualquier cosa, hubiese visto en mi que no estaba bien.
Hayley parecía tan solo ciega por que iba a ir a una boda de mayor envergadura como la unión en matrimonio entre Zev y yo. Y por lo distante que parecía Zev conmigo desde aquella noche.
—Si... Nervios previos a la boda...
Aquello me recordaba que quedaban tan solo 2 semanas para la boda entre Zev y yo y no sabía como tomármelo después de todo.
Apreté la mandíbula mientras Luna no se creía mis palabras.
—La boda será el 25 de este mes lo que significa que quedan 2 semanas, pero no creo que sea por la boda... —insinuó mi guardaespaldas.
Al mirarla me quedé callada, sin saber que decirle.
Se suponía que nadie más que Giulio, Zev y yo debíamos de saber que la boda era falsa, pero Luna parecía querer indagar un poco más.
—Sea lo que sea, nada es eterno y lo malo acaba siempre —susurró Luna, clavando sus ojos sobre los míos y asentí por ello.
Luengo apareció Hayley, con una copa nueva de champán y cantando algo conocido.
—Te tienes que llevar ese, cariño.
Luna se alejó, no sin antes advertirme que tratase de disfrutar al menos el momento y luego volvió a desaparecer. Miré a Hayley.
Feliz de tener a Angela a mi lado, me observé al espejo y lo decidí.
Me quedé unos segundos callada y fue ahí cuando dije;
—Me quedo con este vestido.
💍
Aquel jueves por la mañana me tocaba clase de arte, donde vendría una o un modelo desnudo o semidesnudo para colocarse en el centro de la clase, con nosotros alrededor para así poder dibujar el cuerpo humano.
Cada 15 o 20 minutos cambiaba de posición, para trabajar la rapidez y fluidez del dibujo, por lo que tenía ya listo mi libreta y mi carboncillo, para hacerlo lo mejor posible.
No quise pensar en la tarde de ayer cuando me probé vestidos, pero lo único bueno de ayer tarde fue disfrutar de ese momento con Angela.
—Buenos días, alumnos —habló la profesora de arte mientras se colocaba en medio del lugar, donde había una butaca de madera y, en el suelo, un plato lleno de fruta. —Comenzaremos como siempre, ya sabéis como funciona la clase. Así que vamos a dejar que el modelo se sienta cómodo primero para que podamos empezar. La primera pose será de pie. Dibujen con todo lujo de detalles los músculos que podáis con el tiempo de cada pose. Yo iré viendo como lo hacen. —Observó la puerta, callándose un rato. —Puede pasar.
Observé mi móvil, que se encendió y negué con la cabeza al ver que era Hayley para enviarme un meme. Tan solo escondí el móvil en mi mochila porque no me gustaba usarlo en mitad de una clase y más si esa clase me gustaba.
Fue ahí cuando empecé a escuchar como, la gran mayoría de las chicas que había aquí, que era un 97 por ciento, empezaron a sorprenderse. Sin comprender que las había llamado la atención, observé al modelo que estaba entrando en la clase, colocándose en mitad del pequeño escenario que tenía frente a nosotros y me quedé igual o peor de sorprendida que todas ellas.
Ver a mi futuro prometido con una bata, sabiendo que estaba completamente desnudo, mirando de aquella manera tan chulesca junto con su sonrisa ya famosa, me hizo negar repetidas veces mientras él me buscaba con la mirada.
Cuando consiguió verme, su sonrisa aumentó y hasta me guiñó un ojo.
Suspiré al ver lo idiota que era y los cambios de humor que poseía ese hombre.
Primero me ignoraba por semanas, estaba tenso sin motivo y ahora, después de días sin dirigirnos la palabra, estaba en mitad de mi clase de arte, a punto de desnudarse para que lo dibujase.
"Si eso era lo que quería desde que supo que dibujaba, cabrón..." —Me dije a mí misma.
Zev no dejó de mirarme, con una mano sobre la atadura de su bata dispuesto a quitársela en medio de todos. Y la pregunta que me inundó en mi mente fue... ¿Que cojones hacía él aquí para hacer de modelo?
Negué, totalmente enfadada porque me ignorase, pero él parecía divertirle la escena.
—Si, si, alumnos... Es Zev Grimaldi. Así que tan solo dibújenlo y dejen de parlotear —contestó la mujer cada vez más cerca de mí, cuando sentí la mano de ella sobre mi hombro y mi profesora me murmuró—. ¿Es incómodo para ti que tu futuro marido esté aquí? Él insistió, si quieres, puedes pasar de esta clase hoy.
Negué rápidamente.
Nadie iba a negarme que dibujase al cabrón de mi futuro marido, más porque le demostraba que me afectaba tener que dibujarlo desnudo después de todo lo que habíamos pasado este último mes.
Entonces, las hipócritas de mis compañeras de clase, que me estuvieron ignorando todo este mes al saber que me casaba con un Grimaldi por su reputación. Ahora me observaban como si fuese la reina del lugar por tener semejante Adonis.
Una de ella se acercó a mí y me susurró;
—Ahora entiendo porque te casas con este hombre —bromeó, pero ni la miré ni contesté.
Zev empezó a deshacerse del nudo de su bata, para luego abrírsela a cámara lenta y, al tenerlo a su derecha, se me hizo la boca agua al ver como caía su bata hacia el suelo. Este hombre era digno de ser dibujado y hasta para hacerle una escultura también.
Cabrón...
Más de una tuvo que tomar un cartón y abanicarse en pleno noviembre. Algunas vi también que se quitaban la chaqueta sin retirarle la mirada de cierta zona bien armada de Zev y reí por lo bajo al ver cuanta expectación daba mi prometido por quitarse la maldita bata. Ni me molestó, incluso me puso de buen humor ver que Zev hacía aquello en mitad de una de mis clases de arte.
Suspiré, ya algo acostumbrada a verlo desnudo, aunque no me cansaba de verlo así.
Pero lo que más me hacía gracia era lo descaradas que eran todas las mujeres en esta clase. Normalmente los modelos masculinos no eran tan obvios y musculosos como Zev, pero este se llevó el premio gordo. Y los 2 hombres que estaban aquí, literalmente, se sintieron intimidados por mi futuro marido.
💍
Durante toda la hora, todos estuvimos dibujando a semejante hombre, con el que, por cierto, estaba enfadada porque me ignorase durante días.
Vi una escala distinta entre él y yo desde que llegó a clase. Al principio, yo estaba de lo más nerviosa, enfadada y sorprendida por él, pero a medida que la hora iba pasando los minutos, se me fue quitando. En cambio, Zev se le veía un poco más nervioso y parecía desear taparse aquella desnudez que tanto orgullo tenía. No sabía si era por toda las personas que lo estaban viendo, pero sabiendo que las mujeres estaban más que encantadas con él y ya le estaban pidiendo a la profesora que volviese la semana que viene, no creía que fuera por ello.
Lo descubrí poco antes, cuando se me cayó un carboncillo al suelo, teniendo que bajarme de la silla y tener que agacharme, mostrándole una buena posición de mi trasero con aquel vaquero que tanto decía él que era muy apretado. Lo hice sin querer, porque de haberlo sabido, lo hubiese hecho antes.
Solo supe que, cuando me giré, vi a Zev mirándome con un rostro bastante tenso y haciendo lo posible para que cierta zona tan poderosa no se levantase en medio del espectáculo. Y si, no sé como lo hizo, pero en algún momento vi lo duro que iba a ponerse si seguía mirándome, por ello miró un cuadro de un paisaje que había hecho un alumno hacía tiempo y que estaba expuesto en una de las paredes.
Si, así estuvo el resto de la media hora que le quedaba en esa clase y, cuando el timbre sonó, Zev Grimaldi, algo avergonzado, recogió rápidamente su bata y se la puso. Negué mientras recogía mis cosas para poder marcharme antes de que él me dijese cualquier idiotez.
—De aquí no te vas si no es conmigo, nena —contestó Zev, acercándose a mi mientras escuché a 2 mujeres suspirando al escuchar la palabra "nena" de la boca de un italiano como Zev.
Me levanté del asiento y lo miré con rostro serio. Podía ver lo enfadada que estaba y las ganas de pegarle un puñetazo que tenía.
—Luna y Benjamin son los que me llevan. Tu puedes irte a la alcantarilla a la que perteneces junto con las otras cucarachas —contesté.
Pero, lejos de molestarlo, pareció sonreír por ello, mirándome con aquellos ojos tan intensos y con aquella cicatriz que le hacía verse más irresistible aún.
—Les dije que se fueran. Si estoy yo, ya estás más que protegida —respondió.
Me eché un mechón de pelo rizado tras mi oreja y lo miré con aquellas ganas de estampar mi puño en su rostro que tanto tiempo llevaba arrastrando. Cuando vi que solo quedaba la profesora y que estaba pendiente revisando algunos apuntes en su mesa, lo volví a mirar, colocándome la mochila en mi hombro.
—Me ignoras por días, pasan cosas entre nosotros y vuelves a ignorarme... ¿Ahora quieres que vaya contigo a casa? Podré ir sola en bus como lo hacía antes.
Empecé a caminar, pero la mano de Zev colocándola sobre mi muñeca me frenó.
—Estás loca si piensas que te voy a dejar sola ante el peligro —murmuró.
Negué, riéndome en su cara, siendo poco sutil y volviendo a ser esa mujer que siempre reacciona antes de pensar.
—No hagas como que te preocupas por mi.
Zev, ahora serio, acercó su rostro al mío para murmurarme;
—Demasiado tarde —contestó serio, volviendo a sorprenderme.
Me tomó de la mano y me dirigió hacia el cuarto donde se había cambiado para ponerse la bata, ahora para volver a ponerse dicha ropa que se había quitado.
💍
Subidos en aquel Ferrari tan incómodo que podría terminar teniendo el lumbago por culpa de él, Zev y yo estábamos juntos en ese diminuto coche, en aquella pista solitaria llegando a la mansión Grimaldi.
Apenas habíamos entablado una conversación en todo el viaje. Y Zev creo que era más que consciente de mi enfado con él. Me cabreaba que encima tenía que casarme con un hombre tan frío como él y que, encima, cuando más me hiciera falta, ya que estábamos pasando por esta época juntos, me dejase tirada como si nada.
Si, estaba muy enfadada con Zev Grimaldi y nada de lo que hiciera me haría quitarme ese enfado.
—¿Era necesario el numerito del desnudo en mi clase de artes? —pregunté, mientras él entraba a la mansión.
Él me observó unos segundos para luego contestar;
—Si, quería llamar tu atención.
Negué sin ni siquiera mirarlo.
—Llamaste la atención de todas las mujeres de la clase —contesté con cierto tono de molestia.
Las vistas de la mansión de lejos eran increíbles, incluso cuando Zev aparcó junto con los otros coches tras girar en aquella fuente tan elegante que tenía en mitad del lugar. No podía ni mirarlo. No estaba teniendo unas buenas semanas y que él me dejase de lado porque tenía sus cambios de humor, me enojaba y bastante.
Él más que nadie sabía que, incluso, le estaba haciendo un favor para casarme con él de mentira, para que sus negocios prosperasen, porque, fuese lo que fuese, le estaba funcionando. Pero la que salía dañada era yo, que recibía las amenazas, que estaba en el punto de mira de Mattia y de los enemigos de Zev Grimaldi. Me estaba sintiendo sola, porque con Angela no iba a hablarle de esto. No a una niña pequeña que su única preocupación debía ser a que juego jugar o en hacer amigos. No teniendo las preocupaciones típicas de un adulto. El único que podía comprenderme era mi futuro marido, pero nada... El muy gilipollas prefería mil veces irse a pasárselo bien ignorándome, a pesar de que este trabajo debíamos hacerlo juntos.
—¿Molesta? —Preguntó con ese tono de chulesco que tanto asco me dio en ese momento.
Ni lo miré, pero por el tono tan brusco que puse al contestarle, noté que Zev se puso serio.
—¿Ante un hombre que se vende gratuitamente? No, cariño.
Me bajé del coche, cerrando la puerta del Ferrari con enfado mientras caminaba hacia la mansión. Las puertas se abrieron y escuché las piernas de Zev pisando la graba del exterior mientras me seguía. Escuché varias veces mi nombre de su boca, pero seguí ignorándolo, sin contestarle nada mientras subía las escaleras tan enormes del lugar.
Caminando por el pasillo, llegué rápidamente a mi cuarto, abriéndolo para quedarme dentro. Pero antes de que la pudiese cerrar, Zev ya tenía un pie dentro del cuarto.
—¿Te puedes perder? —contesté borde.
Él no contestó, tan solo cerró la puerta y se apoyó allí, mirándome en silencio.
Me estaba sintiendo agobiada, por el enfado con Zev, por la presión que tenía encima, por el futuro tan negro que parecía que tendría, por lo sola que me encontraba... No tenía fuerzas ni para discutir y tan solo quería quedarme un rato sola en el cuarto. Tan solo necesitaba estar sola.
—Necesitaba irme esas 2 semanas para solucionar algunos asuntos —murmuró, justificándose.
Suspiré mientras lo escuchaba hablar.
—Se ve que cuentas conmigo... —ironicé.
Pero en lugar de callarse, Zev continuó;
—No quería que te involucrases en esto, Olivia.
Harta de todo, me giré y elevé la voz por el enfado, me desahogué frente a él, mostrándole lo sola que me ha hecho sentir todos estos días.
—¿Ya lo estoy? ¿No lo entiendes, Zev? —grité, explotando todo mi agobio frente a él. Zev silenció mientras me observaba como estaba completamente enfadada por su frialdad. —Ya estoy metida en todo esto desde el día que pisé esta mansión por primera vez y te empeñas en dejarme de lado siempre. Siempre me he sentido sola, desde hace años... Y pensé que aquí no me sentiría tanto después de todo lo que he pasado, pero tu estás logrando hacerme sentir más excluida aún —respondí ciega del enfado.
Zev no habló, tan solo se quedó callado mientras yo salía del cuarto para poder irme al cuarto de baño unos minutos. Necesitaba pensar un rato y así esperaba que tomase aquella indirecta Zev para que pudiese marcharse de mi cuarto para dejarme sola.
Observándome al espejo, solo pude ver a una joven con mirada vacía que se observaba a sí misma.
Sabía los riesgos en los que me metía si me casaba con Zev Grimaldi, me lo habían advertido tantas y tantas veces que ya lo tenía clavado en mi cerebro. Pero a veces no somos conscientes de las decisiones que tomamos y pensé que Zev, al saber lo ajena que era ante todo esto, me apoyaría un poco más, no sería tan frío porque estábamos cumpliendo un contrato.
Pero me estaba demostrando que cuando el momento se ponía complicado, se marchaba corriendo por días para desaparecer. Porque no sabía comportarse como realmente debía y huía ante la primera caída que recibía.
Negué y, viendo que ya había estado más de 20 minutos en el baño, supuse que ya Zev se habría largado de mi cuarto para poder dejarme sola.
Caminé por el vacío pasillo de la mansión hacia mi habitación y, al abrir la puerta, me sorprendieron 2 cosas. La primera, que el muy cabrón siguiera ahí dentro, esperándome. Y la segunda, que entre sus manos llevase una de las primeras amenazas que recibí en la universidad con aquella portada de revista con mi foto tachada y aquella frase.
Aquello me dejó completamente asustada al ver aquello, cuando los ojos de Zev se posaron sobre los míos con aquella mirada llena de odio, deseoso de ver el mundo arder y arrugando casi aquella mierda de trozo de papel que tenía entre sus largos dedos.
—¿Quien mierda te ha enviado esto? —preguntó elevando bastante su voz mientras yo cerraba la puerta.
Tan solo lo escuché sin poder responderle. Estaba cansada, había sido un día muy largo y solo quería dormir más temprano de lo que solía. Pero Zev se empeñaba en continuar;
—Olivia, esto es muy serio. ¿Quien te lo ha enviado?
—Lo recibí el primer día de universidad que fui con Luna y Benjamin. Tan solo sé que cuando me senté vi ese trozo de revista y esa amenaza... No tengo ni idea de quien fue.
Zev, arrugando el papel, se acercó a mi para decirme;
—¿Por que no me lo dijiste?
Lo observé casi con burla por lo que estaba escuchando.
Había tensión entre nosotros. Y era normal. Zev se empeñaba en marcharse en cuanto las cosas iban tomando sentido entre los 2. Parecía tenerme miedo cuando empezábamos a tener confianza y se empeñaba en que alejarse era la mejor opción de hacer las cosas para que no saliera dañado.
Y le respondí;
—De la misma manera en la que tu te empeñas en huir de mi porque no confías en mi.
Él se quedó callado, negando rápidamente por la frase que acababa de decir.
Ahí vi donde me había metido, ahí vi cuanto echaba de menos a mis padres, cuanto deseaba volver a aquella vida antes de que todo se pusiera patas arriba en mi adolescencia. Lo sola que me sentía, aquella noche en Portugal donde lo cambió todo aún mucho más...
Estaba agotada, derrumbada y tan solo quería dormir para dejar ese día tan duro atrás, para que el nuevo día amaneciera lo antes posible.
—Confío en ti, Olivia.
Sentada en la cama de aquella mansión, negué, sin fuerza para discutir y, por primera vez, lloré frente a Zev Grimaldi.
Odiaba llorar frente a nadie, pero eran muchas cosas. Zev no era el causante de hacerme llorar, pero el enfado que tenía sobre él me hizo que fuese la última gota que el vaso podía soportar. Eran años de tanta soledad, del peso que llevaba por lo de Portugal, de la falta que me hacían mis padres... Todo.
Tapé mi rostro con mis manos para evitar que Zev me viese así, pero era complicado. No quería que me viese llorar y, en cambio, ahí seguía.
Ignoré lo que estaba haciendo porque no podía hacer otra cosa yo en ese momento. No podía hacer otra cosa que no fuese derrumbarme y soltar todo lo que llevaba ocultando años y años. Y lo tuve que hacer frente a Zev Grimaldi, el hombre más frío, controlador, mafioso y asesino que mucho conocerían. Mi cuerpo no podía aguantar unos minutos más hasta que Zev se marchase... No. Y ahora no podía parar y tan solo quería que se fuera, porque él no iba a solucionar mis problemas, no iba a consolarme, no iba a hacer nada. Posiblemente se quedaría ahí y luego se marcharía, como el hombre frío que decía ser.
La presión que tenía encima era demasiado y tan solo quería que las cosas no fuesen tan complicadas. Que no lo hiciéramos tan complicado.
—No tengo fuerzas para discutir ahora, Zev... —murmuré, explicándole sin mirarlo, que no quería hablar sobre esa mierda de trozo de revista.
Pero, para mi sorpresa, noté las manos de él sobre mis muñecas y, con sumo cuidado, las fue retirando de mi rostro para mirarme a los ojos. Se había arrodillado frente a mi en aquel cuarto y su rostro se había dulcificado. Ya no había ese rastro de odio por la humanidad, tan solo me observaba de una manera cálida, dulce, dejando de lado aquella frialdad que lo caracterizaba.
—Lo siento. Por dejarte sola estas semanas, por no esforzarme en ser un buen prometido para ti, por ser un insensible... —murmuró él. —Voy a trabajar en todo eso para que, al menos, estos meses que estemos juntos, disfrutes de mi compañía... Pero confía en mi, cuéntame cualquier cosa extraña que te pase como lo de la revista —susurró y juré que parecía algo atemorizado por ello. —Vamos a ser un equipo y no volveré a alejarme de ti como te he demostrado todo este tiempo que me conoces. No estoy acostumbrado a reaccionar de otra manera, pero puedo trabajar en ello, aunque no te prometo nada.
Asentí. No quise creerme mucho esas palabras, pero los ojos de Zev parecían sinceros. Tan solo quería a alguien que me apoyase en esos meses hasta que pudiese acabar ese contrato y marcharme lejos, para protegerme por lo de Portugal.
Las manos calidad de Zev se colocaron en cada lado de mis mejillas y, con sus pulgares, limpió mis lágrimas o una pequeña parte de ellas.
Ahí vi como sus ojos no abandonaban los míos y noté algo extraño entre nosotros, algo que sabía lo que era, pero quise negarme a aceptarlo. Tan solo lo observé, pero Zev parecía no abandonar sus ojos sobre los míos y noté un brillo inusual en sus ojos negros.
—Algo te puedo prometer, y es que casarte conmigo será la mejor decisión que hayas tomado en tu vida —contestó él, mostrando sus dientes mientras me acariciaba con dulzura las mejillas.
Sonriendo un poco, Zev pareció relajarse al verme un poco más animada, cuando me tomó de la mano y me guió a la cama.
Arrugando mi frente, vi que Zev quería que descansara después de todo lo que había pasado, como si me leyese la mente. Tan solo sé que en cuanto apoyé mi cabeza en la almohada, sentí una oleada de paz, sentí que realmente esto era lo que necesitaba después de tanto tiempo. Y cuando Zev me tapó con la manta, creí que me dejaría sola, pero la cama empezó a hundirse más por su peso, y noté el pecho duro de él en mi espalda.
Me estaba rodeando con su brazo y, antes de que pudiese decir algo, él dijo;
—¿Sigues enfadada?
Siendo sincera, le contesté;
—Si.
Él se pegó aún más a mi y me murmuró;
—Yo también.
A pesar de lo enfadada que estaba, aquello me hizo reír y negué con la cabeza, aún con las ganas de estamparle mi puño en su rostro de guaperas.
Y, sin decirnos nada más, en pocos segundos noté que caía en un sueño reparador después de un día tan complicado.
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