
C I N C O | M A N S I Ó N 💍
«Haría cualquier cosa por mi hermana. Daría mi vida por protegerla»
Zev Grimaldi.
Cuando Zev aparcó su elegante e incómodo coche, me bajé, aunque tuve que sujetarme de varios sitios para no caerme de bruces. Maldije cuando casi vuelvo a tropezar al bajar de aquel Ferrari tan bajo e insoportable de lo incómodo que era.
Quizás era yo que no estaba acostumbrada a los lujos, pero nada como un coche normal en el que la gente se pueda bajar tranquilamente sin necesidad de sacarse un manual para evitar romperte los dientes. Suspiré por ello.
Dejé que Rocky saliese del coche y empezó a correr por el lujoso lugar, ladrando y pareciendo feliz de estar en un sitio más cómodo. Me observó por unos segundos, deseoso de entrar.
Nuevamente, Zev se encontraba ya esperándome en la puerta de aquella horripilante mansión en el que sería mi casa durante, supuse, casi los próximos 2 meses. O quizás menos, no lo sabía exactamente y más sabiendo que este matrimonio podría durar mucho menos de lo que ninguno se esperaba. Porque como Zev siguiese siendo ese hombre que se ha empeñado en mostrarme durante esas cuatro horas, lo más probable es que uno de los 2 acabaría con el otro. Y lo más probable es que fuese yo la que cometiese ese crimen.
Carraspeé al intentar bajar algunas de mis maletas y caminé hacia la corta escalera que había que subir hasta llegar a la enorme puerta de la mansión. Zev, que tan solo había bajado 1 maleta, sonrió sacando su llave mientras me observaba de aquella manera tan petulante.
-Ricitos, empiezo a pensar que deberías levantar más pesas -contestó, girándose para darme la espalda al abrir la puerta.
Mientras, me mordí la lengua para evitar decir cualquier tontería en voz alta.
Las puertas de aquella mansión volvieron a abrirse, encontrándome con un hombre bien vestido, que me imaginé que trabajaría en la mansión. No era como los hombres que me acompañaron la otra noche, o como los trajeados que daban más miedo que otra cosa.
El hombre se acercó a mi y me pidió permiso para llevar mis maletas al que supuse que sería mi nuevo cuarto. Le di las gracias por ello.
Rocky, en cambio, entró corriendo mientras su cola se movía alegremente.
-Venga, te enseño tu cuarto -dijo Zev.
-Con que sea lejos del tuyo... -murmuré.
Sé muy bien que él me escuchó, lo dije lo suficientemente alto para que me escuchara. Pero no me contestó, ni siquiera se giró para mirarme, pero ahí había dejado la frase en el aire. Aunque no pude evitar ver como ese hombre colocaba sus brazos musculados sobre el cinturón de su pantalón estrecho para subírselos, viendo mejor todavía su trasero redondeado.
Miré hacia otro lado, diciéndome palabrotas en la mente por tener que casarme con ese hombre tan atractivo, pero a la vez, tan estúpido e insoportable.
Al subir las escaleras y llegar al fondo del pasillo contrario al que solía ir para el cuarto de la pequeña Angela, observé que ese pasillo era distinto. También pertenecía a otra sala de la mansión. Ni siquiera sabía lo enorme que era, pero tendría tiempo suficiente para descubrirlo. Aunque tampoco es que me hiciera ilusión al ver lo tétrico y extraño que era el lugar.
Zev se paró frente a un cuarto que estaba abierto, viendo como el hombre que me subió las maletas las colocaba cuidadosamente en el suelo y una de mis mochilas sobre la cama, para luego despedirse de nosotros y marcharse como si nada.
En cambio, Zev y la maleta que tenía en su mano que fue la única que me ayudó a bajar, desde fuera del cuarto, la tiró al suelo como si fuese un saco de basura.
Lo observé con un rostro de lo más inexpresivo.
-¿Qué? Ni que tuvieses oro ahí dentro -contestó Zev entrando él primero al cuarto y cruzándose de brazos.
Miré el pasillo y suspiré.
«¿Dónde me habré metido?» -me dije a mi misma.
Observé el cuarto, que era mucho más grande de lo que era realmente mi antiguo piso... Aún no podía hacerme a la idea de que ya no volvería a vivir allí. Que tanto Rocky como yo nos mudaríamos en este lugar, algo completamente distinto a lo que estábamos acostumbrados.
Caminé por lo que sería mi cuarto, con unas increíbles vistas de la ciudad de Chicago, con las paredes al más estilo mansión Grimaldi, chapada a la antigua pero muy bien cuidada, con una cama enorme en el centro. Me imaginé por unos segundos con mi caballete pintando cuadros frente a esa ventana y olvidándome de todo lo demás.
Cuando me giré me encontré a un Zev con cara de aburrido, observándome con cautela mientras se apoyaba en la pared de brazos cruzados.
-¿Todo esto para mi sola? -Mi voz sonaba extraña, ni yo podía descifrar qué significaba ese tono.
Arrugué la frente al ver que se alejaba de esa pared y caminaba tranquilamente con aquella chulería hacia mí. Como sus caderas se movían de aquella manera para luego dejar muy poco espacio personal entre ambos. Y ahí fue cuando sus labios gruesos se acercaron a mi rostro, a escasos centímetros de tocar los míos.
Me observó por unos segundos mis labios para clavar más tarde sus oscuros ojos sobre los míos.
-No, vamos a compartirlo. Y eso de dormir en el suelo no me va, nena -contestó con una voz más que ronca.
Me quedé callada al ver que lo tomaba bastante enserio y no pude imaginarme como sería esa primera y pésima noche con ese hombre. Ni siquiera que pudiésemos estar juntos en la misma cama, ni en la misma habitación. Apreté la mandíbula algo desagradada por el tema cuando la risa del estúpido de Zev empezó a resonar mientras seguía mirándome.
Al instante, supe que el muy idiota estaba quedándose conmigo en lo que parecía una broma más que pésima.
-Tendrías que verte la cara -respondió Zev, volviendo a meterse las manos en los bolsillos de sus pantalones apretados.
Moví los ojos con cansancio de tenerlo tantas horas pegado a mi hombro y empecé a negar con la cabeza a la vez que caminaba hacia mis pertenencias.
-Vete a la mierda, cucaracha -respondí con enfado.
La risa de Zev siguió escuchándose para luego acabar respondiendo;
-Me gusta que me llames así. Supongo que será porque no me muero fácilmente.
Lo volví a mirar para responderle;
-Ni pisándote creo que lo hagas.
El sonido de varias pisadas fuertes en el pasillo hizo que tanto Zev como yo mirásemos la puerta como si tuviésemos una alarma natural. Ahí entró Angela con Rocky que habían congeniado muy bien.
Ahí fue cuando pude ver el brillo en los ojos de ella, que me miraban como si fuese su mejor amiga y corrió hacia mí para abrazarme, pasando de largo de su hermano mayor, quien observaba la escena como si fuese un extranjero. Yo, tan rápido como me abrazó, el devolví el abrazo con cariño.
-Margot me ha dicho que vas a venir a vivir aquí -dijo Angela casi con una voz eufórica mientras saltaba de la alegría sin ni siquiera soltarme.
Margot era la mujer que solía abrirme la puerta y la que me imaginaba que trabajaría como ama de llaves. Jamás vi a Giulio con su hija, solo Margot que parecía una madre para la ella. Pero tampoco podía decir nada ya que apenas solía quedarme 2 horas para dar clases con ella. A partir de ahora que vivía aquí, sabría muchas más cosas y Angela necesitaba atención y cariño por parte de su familia. Aquello me hacía plantearme que conmigo y Rocky no se sentiría tan sola.
-Solo serán unos meses, Angela -respondió Zev, acercándose a su hermana pequeña para decirle. -¿No me abrazas a mi?
Angela observó a su hermano y, tras unos segundos más, fue corriendo hacia él para abrazarlo.
-Estoy muy contenta de que Olivia se venga a vivir con nosotros -respondió la Angela. Al girarse, me miró para decirme. -Podemos hacer muchas cosas y enseñarte este lugar. Por fa, por fa, por fa...
Sonreí al ver lo dulce que era y de lo feliz que estaba por estar ahí. Al menos no sentiría que estaba en un terreno enemigo con el estúpido de su hermano aquí.
-Por supuesto.
Angela me dio la mano y empezamos a salir del cuarto con la mirada de Zev sobre mi. Aunque no supe descifrar esta vez que es lo que trasmitía su mirada. No había burla, ni había enfado... Tampoco lo conocía, por lo que decidí tener bastante distancia con él y ser prudente, sobre todo para poder cumplir el contrato y poder marcharme lejos después de acabar las clases.
La joven Angela me enseñó todos los rincones de la mansión, pasando hasta por los lugares más escondidos y donde ella decía que solía pasar muchas más horas. Odié imaginarme lo sola que debía sentirse, por la reputación de su padre, porque los de su clase fuesen crueles y no quisieran acercarse a ella por miedo... No quería ni imaginarme como debió sentirse, porque yo conocía esa sensación, cuando todos huían de mi por razones que desconocía.
💍
Cuando le pregunté a Margot donde se encontraba el cuarto de Zev para pedirle una cosa, me sorprendió amargamente la posición de su cuarto.
Mientras caminaba por el pasillo de aquella mansión dirección a mi cuarto, viendo algunas fotos que se encontraban allí, por no hablar de algún lienzo dibujado a mano o alguna escultura pequeña puesta sobre alguna mesa, solo no paraba de pensar en que esto era un error y que me lancé por completo a la piscina.
Muy desesperada me veía para aceptar este trabajo, el casarme con un hombre que no amaba, ni siquiera conocía, con una familia bastante extraña, un padre de familia que tenía negocios turbios. Lo único que me hacía realmente querer estar ahí era la pequeña Angela con la que no me sentiría sola. Rocky también era mi mejor amigo y si Zev o Giulio no hubiese querido tener ningún perro en su mansión, hubiese sido un motivo más que grande para no aceptarlo. No iba a dejar solo jamás el único que estaba ahí, a mi lado, tanto en lo bueno como en lo malo. Siempre sería mi acompañante y mi mejor amigo.
Apreté la mandíbula al colocarme frente a mi cuarto y observar que el cuarto de Zev estaba a tan solo 3 metros del mío. Puerta con puerta. Básicamente podríamos toparnos muy continuamente todos los días. Era lo más probable que sucediese.
Lo último que quería en ese momento era tener que hablar con él para pedirle la llave de mi cuarto. Ya que al ver que no podía abrir la puerta y preguntarle tanto a Margot como el hombre trajeado que me llevó las maletas amablemente hacia mi nuevo cuarto sobre donde podía conseguir las llaves... Si, ambos me dijeron que el único que tendría esas llaves sería Zev.
Podía haberlo dejado sobre la mesita que había a escasos metros pegada a la pared cerca de mi puerta. Pero no. Estaba más que segura que disfrutaba con esto. Suspiré furiosa.
Toqué varias veces con demasiada fuerza, hasta que escuché la voz de un engreído diciendo;
-¿Quien es?
-Olivia.
«Pasa» -susurró con una voz chulesca.
Abrí dicha puerta, dando un paso hacia el cuarto de Zev, inundándome un olor a limpio, incluso a champú en ese instante que cuando quise darme cuenta, ya mis ojos se quedaron petrificados observando el cuerpo completamente desnudo de mi prometido.
Un mojado Zev, secándose con una simple toalla tras salir de su propio cuarto de baño, sin importarle siquiera que lo viese como su propia madre lo trajo al mundo... Por favor...
Quise dejar de mirarlo, pero mi cerebro tenía algo que deseaba seguir observando todo de él. Y cuando decía todo, era todo.
El tatuaje de su brazo se extendía incluso por su pectoral, dejando lo demás de su cuerpo libre, sobre todo aquellos demasiado marcados abdominales que deseaban meterle bocado y tocarlo día y noche. Sus brazos musculados, aquella perfecta marca en forma de "v" y alguna que otra cicatriz que se encontraba por zonas de su cuerpo.
Lo mejor vino cuando mi vista bajaba más y podía ver su perfecto miembro que me hizo la boca agua. Ni siquiera con esa el muy estúpido se tapó. Parecía que le gustaba que lo mirasen desnudo, tanto que tuve que apartar yo la mirada por ello.
-¿Podrías taparte? -pregunté con muy poca delicadeza.
No pude ver a Zev, pero me imaginé que tendría esa estúpida sonrisa en su rostro.
-¿Ahora? Si ya me has comido con la mirada.
-Necesito las llaves de mi cuarto.
Esperé algo inquieta mientas escuchaba algo a mis espaldas.
-¿Ya te has tapado?
Él no respondió y, cuando me giré, lo vi todavía desnudo, ahora viendo su perfectos glúteos redondos del gimnasio.
-Aguanta, nena. Pero solo sueña con esto, porque mi tipo de mujer son las explosivas, las que te dejan sudando en una noche loca. Y tu no creo que seas de esas.
Moví los ojos negando con la cabeza mientras le daba la espalda.
Tras unos segundos, empecé a escuchar pasos desnudos hacia mi, oliendo mejor el champú que se habría puesto en su cuarto de baño y noté como la mano de Zev rozaba mi cadera. El joven heredero de los Grimaldi estaba casi pegado a mi espalda y no me retiré en ningún momento, hasta que los labios de él se pegaron a mi oído y me dijo;
-¿Podrías hacerte a un lado, ricitos? Tu cuerpo interrumpe y las llaves las tengo en este mueble.
-Cualquiera diría que te diviertes con esto -respondí enfadada.
Me retiré al completo para que él pudiese tomar dichas llaves. Me di cuenta que solo se puso unos pantalones de pijama y ya no podía tener las vistas hacia su perfecto miembro. Apreté la mandíbula negando con la cabeza y tratando de no mirarlo hacia su torso desnudo.
Abrió el cajón y sacó las llaves de color plateado para luego dármelas en mano.
Sus ojos me analizaron con cierta sonrisa mientras el reloj de su cuarto marcaban casi las 12 de la noche.
-Creo que me voy a divertir mucho más de lo que te puedas imaginar -murmuró, cruzándose de brazos apoyándose en el marco de la puerta de su cuarto mientras me observaba abrir la puerta del mío.
Lo observé unos segundos, enfadada mientras abría la puerta y una vez dentro con Rocky entrando a mi cuarto, lo observé. Tenía aquel rostro de divertido, de chulesco, como si se creyese mejor que yo. En cierta forma, tenía algo en su mirada que me dejaba con ganas de más. No sabía lo que era. Parecía el típico hombre de muchas mujeres y del que todo el mundo se sorprendería si terminase casándose. Tampoco lo conocía, solo llevábamos unas pocas horas viviendo juntas bajo el mismo techo y no tenía ni una sola pieza del puzzle sobre la mesa. Con los ojos de él observándome, cerré la puerta para no tener que volver a verlo durante el resto de la noche.
Me tiré a la cama, suspirando por el día tan agotador que llevaba, por todas las emociones fuertes y por todo lo que me vendría encima.
Y estaba tan cansada que directamente me quedé dormida en los brazos de Morfeo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro