XXIV
– Mierda, Allan.
– Es tu culpa.
– ¿Mi culpa?
– Caminas muy lento —reprochó.
– ¡Qué! —no lo podía creer— Literalmente haz estado detrás de mí todo este tiempo.
El rubio recuperó el aliento, claramente mucho menos en forma que la chica pero muy lejos de admitirlo.
– Pues claro, muy rápido no puedo avanzar si te tengo al frente.
Ambos habían llegado a la cima del faro sólo para descubrir que el espectáculo había acabado, el Sol ya no estaba reflejándose en el cristal y las personas comenzaban a alinearse para bajar. Se hicieron a un lado y fueron a buscar a Tempel y Efel.
– Se lo perdieron —dijo una voz pacífica detrás de ellos.
– ¡Fue increíble! No sabía que esta clase de cosas eran posibles —esta vez la enérgica voz de Tempel resonó.
Sophie y Allan se voltearon al instante.
– Fue su culpa —dijo el barman, señalando a Soph.
– Sí, claro —rió la joven.
Tempel los rodeó a ambos con sus brazos y los acercó hacia él mientras miraba a lo lejos como las nubes eran empujadas por el viento.
– Me alegra que se lleven bien —mientras lo dijo, cerró los ojos, hizo aquello que mejor sabía hacer y conoció sus sentimientos. Ambos corazones eran cálidos, Tempel se sentía afortunado y amado— Los quiero muchísimo.
En ese momento, los otros dos supieron que cada uno era especial a su manera y que realmente no importaba nada más.
– Pero a Efel lo quiero más —sonrió guiñándoles un ojo y separándose de ellos para ir a buscar al pianista que se había quedado solo intentando no interrumpir el momento.
– Llamémoslo un empate —Allan le ofreció la mano a la chica.
– Me parece bien —ella la apretó.
Se quedaron ahí un rato a esperar que los dos que llegaron al final disfrutaran aunque sea un poco de la vista y luego bajaron, acordaron que la mayoría tenía hambre por lo que se detendrían a desayunar en el camino a Aboki. No tardaron mucho en darse cuenta de que no había ni un sólo puesto de comida en toda la vía, por lo que su única opción fue bajarse en la próxima estación de servicio.
Mientras Sophie llenaba el tanque de la van con gasolina barata, los demás entraron a la pequeña tienda que presumía estar abierta las 24 horas. Allan se tapó la nariz al entrar, apestaba a cigarrillos y al rubio le encantaba exagerar, a Efel apenas le molestaba, estaba más que acostumbrado. Tempel olisqueó curioso y luego estornudó.
– Elijamos algo y salgamos de aquí —dijo Allan, con voz nasal y sus dedos a modo de pinzas en su nariz.
Efel rió: –Deja de llamar la atención.
– Pero si no hay nadie aquí.
– Un momento —alertó Tempel— ¿No hay nadie?
Entonces los tres se asomaron para inspeccionar el mostrador, definitivamente no había nadie. Pensándolo bien, tampoco había nadie ayudando a Sophie con el combustible.
– ¿Hola? —preguntó Efel, sin recibir respuesta— ¡Hola! —gritó esta vez.
Nadie respondió. A Efel le preocupó un poco, tenía mucha hambre, pero no iba a irse sin pagar. Al voltearse, se encontró con sus dos acompañantes llenando sus brazos de snacks y bebidas.
– Oh, trae los de piña para Sophie.
– ¿Estos? —Allan le arrojó un paquete de panecillos a Tempel, quien los atrapó en el aire.
El pianista los miró sin creérselo unos segundos y luego habló.
– ¿Piensan pagarlo, cierto?
– Sí, sí —respondió Tempel— ¿Quieres cereales?
– Sí —contestó automáticamente— No. Espera no.
Allan sonrió diabólicamente y se acercó al mostrador, tomó una bolsa de papel y comenzó a empacar lo que clamaba ser su desayuno o los snacks de una fiesta de cumpleaños infantil. Tempel lo siguió y lo imitó con absoluta calma, incluso colocando los cereales favoritos de Efel y los panecillos para Sophie. Así sin más, ambos jóvenes salieron de la tienda haciendo sonar la campanilla de la puerta, dejando a un tercero confundido en el interior.
– No se va...—Efel miró hacia abajo, sobre el mostrador había un billete con más ceros de los que alguna vez había contado en sus bolsillos—...yan.
Era imposible que Tempel fuese capaz de llevar consigo uno de esos, apenas y se había enterado de que se irían de viaje. Pensó que tal vez alguien más podría entrar a la tienda y llevárselo, así que lo puso debajo del mostrador, cerca de la caja registradora y fue a reunirse con los demás.
– Oye tú —lo llamó Allan, agitando la caja de cereal frente a él, como una mascota, Efel avanzó en dirección al sonido tras escuchar a su estómago rugir.
– ¿Quién eres? —preguntó El, una parte de él bromeaba y la otra hablaba muy en serio.
– Es un secreto, de tu mirada y la mía, un presentimiento...—Allan cantó una línea del tema de PLAN B.
– Como sea, gracias —sonrió y empezó a comer.
Sophie y Tempel hablaban de pie al costado de la carretera, el pianista los miró con anhelo. Se sentía bien tener amigos.
Hablaron un rato, hasta que Sophie comenzó a apurarlos diciendo que a ese paso jamás llegarían a tiempo para disfrutar de la tarde en Aboki.
– ¿Qué hay ahí? —preguntó entusiasmado, mientras se sentaba en el asiento de copiloto.
– Ya lo verás.
– Ponle play. —pidió Allan, refiriéndose a la radio.
– Aaaayy. No seas mala, dame un sneak peak.
Ella lo ignoró mientras encendía el vehículo.
– No te cagues la sorpresa y ponle play. —refunfuñó Allan pateándolo desde atrás.
Tempel se volteó y le mostró sus dedos índice y pulgar formando un pequeño corazón, a lo que el rubio respondió arrojándole un beso a la distancia. Al verlos, Efel entornó los ojos y presionó su rodilla contra el asiento de adelante.
– ¡EL! — exclamó la pelirroja.
– Lo siento, lo siento, lo siento —se disculpó nervioso, tras haber apuñalado a la chica por la espalda con su rodilla.
Ella se rió discretamente y movió la palanca de cambios para comenzar el nuevo trayecto.
Tempel no dejaba de sentirse maravillado por lo que el paisaje a su alrededor le ofrecía, no habían edificios, tampoco mar. Sólo océanos y océanos de árboles y praderas, flores de mil colores e insectos que revoloteaban entre estas. Quería detenerse a mirarlos uno por uno, aunque a veces prefería mirar atrás por el retrovisor para apreciar al pelinegro.
Efel luchaba contra el aburrimiento y el sueño, sus párpados subían y bajaban dibujando olas con sus pestañas, mientras sus dedos simulaban tocar las teclas de un piano al ritmo de Je te laisserai des mots de Patrick Watson.
– ¿No está muy triste la canción? —preguntó Allan, con claras intenciones de querer cambiarla.
– Deja que termine —replicó Efel, a lo que el rubio accedió en silencio, se sintió feliz de que al pianista le hubiese gustado una canción de su playlist.
– Podrías tocarla en el bar —sugirió.
– Hhm, sí. La añadiré a mi lista —en su rostro se dibujó una sonrisa. Tempel logró verla en el pequeño espejo y lo conmovió darse cuenta de que poco a poco Efel encontraba nuevas razones por las que sonreír, porque su sonrisa era la más hermosa del universo.
Al cabo de unos minutos, cuando en los altavoces sólo resonaba la notoria voz de Miley Cyrus, el celular de Sophie comenzó a sonar, ella le pidió a Tempel que se fijara de quién era la llamada y este le respondió que se trataba de una videollamada de Max.
– Contéstale.
Antes de que ella le diera el visto bueno, Tempel ya lo había hecho, en la pantalla del celular apareció el rostro de Max.
– ¡Maaax!
– Tempeeeel.
Oh, vaya, suena más entusiasmado por verlo a él que a mí, pensó Soph.
– ¿Cómo estás? ¿Me extrañas? —preguntó el cometa.
– Sólo un poco jeje.
– Ojalá estuvieras aquí...—se lamentó. A su lado Efel tosió.
– Por suerte no —susurró entre dientes.
– ¿Qué dice el enano? —cuestionó Max al otro lado de la pantalla.
– ¡A quién le dices enano, caraeverga!
Allan lo miró sorprendido.
– Todos te extrañamos como ves —sonrió Tempel, enfocando a Efel en la videollamada.
– ¿Quién es el rubio? —preguntó Max, su tono no fue agresivo, más bien su usual sonrisa sarcástica continuaba en su cara— Tempel, ¿tu novio tiene novio?
Tempel se sonrojó y Allan escupió el agua que estaba tomando. Al mismo tiempo, Sophie dejó escapar una carcajada.
– ¿Por qué todo el mundo asume que tengo mal gusto? —respondió, secándose el agua de la barbilla con una toalla de papel.
– ¡Oye! —Efel lo miró ofendido.
Allan rió y le regaló un beso al aire, eso hizo que Efel entendiera que no era más que un gesto bromista.
– Hola. Soy Allan, mejor amigo de Tempel, alma de la fiesta, talentoso, apuesto. ESFP, eneagrama siete y más importante, soltero.
– Es mi novio, estúpido —lo regañó Sophie.
– Ya lo sé —bromeó.
– No habla en serio —aclaró Tempel, conociendo al verdadero Allan y las cosas que escondía detrás de esa fachada.
– Parece que se están divirtiendo mucho —comentó Max con una sonrisa algo nostálgica, le habría encantado estar ahí con Sophie— Llamaba para desearte un viaje tranquilo y seguro, hermosa —Tempel movió el celular para que Sophie pudiera verlo— Te amo muchísimo, disfruta con tus amigos y mándame muchas fotitos luego.
– Aaaaw, qui tiernis son —exclamó el rubio, consiguiendo que Efel lo callara para darle su espacio a Soph y Max como pareja.
– Te amo muchisisisisimo, bebé. Te escribo cuando lleguemos —sonrió y se despidieron con un beso.
Tempel volvió a poner el celular en su lugar y miró a Efel, este le devolvió la mirada y sonrió.
– Deberías decirme cosas más tiernas —confesó.
– ¿Eh? ¿Por qué? —contestó confundido.
– Porque...—no podía pensar en una razón convincente, simplemente sintió un poco de envidia por las muestras de afecto tan cursis entre Max y Sophie, tenía ganas de recibir mimos por parte del pianista— Por favor.
Efel rió, encontró adorable la expresión del cometa. Mientras sus ojos se encontraban, Efel sintió nuevamente una energía exuberante corriendo por sus venas, su corazón se aceleró y sintió la sangre corriendo hasta instalarse en sus mejillas, cosquillas y descargas eléctricas recorrían su cuerpo mientras su corazón y el de Tempel se conectaban, todo en cuestión de segundos, eran sólo ellos en un oscuro lugar en los rincones más recónditos del espacio.
– Te amo —susurró, pero todos lograron oírlo.
El cometa dejó escapar un suspiro y la conexión se rompió, ambos volvieron a escuchar la radio y los gritos de Allan retorciéndose en una mezcla de amor y cringe.
– Ay por todos los santos, son lo más tierno del planeta —lloriqueó— Me muero de ternura.
El pelinegro desvió la mirada hacia la ventana y descubrió el río que anunciaba que su destino estaba cerca, en ese momento, escuchó la voz de Tempel como si viniese de su mente.
– Te amo un buen.
.
.
.
"Y volar en el viento a ser parte de tu ser. Y al final si todo va a cambiar... Yo me guiaré por ti hasta la inmensidad."
Ser Parte. Siddhartha
mejor tarde que nunca c':
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