
Capítulo 3
Estaba perdiendo la cabeza. En realidad, no recordaba un solo momento de su vida en que la ansiedad no lo llevara a perder la cabeza, pero había días peores, había noches en las que apenas podía conciliar el sueño y luego estaba irritable, molesto por todo.
El primer miércoles de mayo se sintió así. Aun si estaba acostumbrado a ese malhumor que lo caracterizaba, podía sentir que era distinto, que era diferente a las veces anteriores, más grande, más intenso, incluso más peligroso. Era como si su vida estuviera a punto de colapsar, de desbaratarse, de volverse más confusa y complicada, más agobiante. Era como si el universo estuviera exigiéndole que abriera los ojos.
No lo hizo. Aun cuando su mejor amigo entró en su hogar en medio de la noche, casi en silencio, avanzando con la punta de sus pies; no pudo ver el problema.
Al principio se asustó, despertando del sueño al que apenas había caído, y enseguida reconoció los pasos de Kit, lentos e impacientes a la vez. Siempre supo que darle una copia de sus llaves no había sido su mejor idea, pero así eran ellos, demasiado cercanos para preocuparse por los límites.
Diez segundos después, ahí estaba, abriendo la puerta de su habitación lo más suave posible: como si temiera despertarlo aun si necesitaba su atención.
No dijo una sola palabra, ninguno de ellos. Kit solo se detuvo por unos segundos y lo miró, fijo, con ojos suplicantes o arrepentidos. Min lo conocía lo suficiente para leer sus expresiones, así que fue sencillo entender que estaba buscando alguna señal para entrar completamente en su privacidad.
—¿Todo bien? —murmuró, intentando analizar cada gesto del castaño. Su cuello estaba tenso, rígido, pegado a sus hombros igual de tirantes.
Su amigo no le respondió, aunque avanzó, quitándose el abrigo y los pantalones.
Min solo desvió la mirada, enfocándose en los cuadros de su pared, y trató de no darle muchas vueltas al asunto. No quería pensar en los motivos por los que Kit se metió en su cama, acurrucándose con las sábanas mientras se acercaba un poco más a él.
Hace tiempo no le incomodaba que ese idiota lo abrazara, pero esa noche sí, esa noche estuvo a punto de empujarlo apenas sintió que envolvía su cintura y lo sostenía con verdadera desesperación, haciéndole sentir tantas cosas a la vez. Cosas que no entendía, no del todo, en especial cuando todavía no terminaba de procesar lo que sea que estaba ocurriendo.
—¿Puedes besarme?
«No, claro que no», pero el chico ya lo sabía. Min se había negado tantas veces que le sorprendía que aún le preguntara, aunque una parte de él lo agradecía. Si fuera otro tipo de hombre, solo lo habría hecho, forzándolo a corresponderlo por más que se negara.
Kit siempre pedía permiso, aceptando cada "no" que le había dado en los últimos nueve años. Era una dinámica extraña, lo reconocía, pero se había convertido en una especie de chiste después de que su amigo se le declarara.
Sin embargo, esa noche no fue divertido.
—Ya sabes la respuesta —susurró con un hilo de voz, incapaz de mirarlo. Ni siquiera se volteó, en realidad, observando los detalles de su pared como si no llevara nueve meses viviendo ahí.
Sus ojos se detuvieron en una de las tantas fotografías de ambos, su favorita. Estaban en casa de Kit, abrazados, contentos, celebrando que habían quedado en la misma universidad. La abuela de su amigo había inmortalizado ese momento, aún con vida, tal vez incluso más orgullosa que ellos.
Por eso le gustaba tanto, porque le recordaba a la mujer que había sido una madre para ambos.
«Dios», a veces la extrañaba tanto.
—Solo necesito un beso, ¿sí? Nada más. —El castaño insistió y él se negó a girarse, observando el reloj que estaba justo al lado de la imagen. Faltaban seis minutos para las once.
—No importa cuántos sean, Kit. No quiero hacerlo —Su cuerpo se tensó, rechazando los dedos que intentaron tocarlo—. Puede que te ame lo suficiente para intentarlo, pero un beso...
—Solo es eso, Min, un beso. —Lo detuvo, suspirando antes de continuar—. No quiero que seas mi pareja ni nada parecido, pero yo lo necesito. De verdad necesito tu ayuda, Grumpy.
—Me estás asustando, Kit. —De nuevo susurró, empujándolo con su brazo—. Sé que no tienes malas intenciones, pero... me estás asustando.
No sabía si su voz en serio había sonado temerosa o temblorosa, pero el chico no insistió más, alejándose un par de centímetros. Primero soltó su cintura, acercando los brazos a su propio pecho, y luego se giró de cuerpo completo, encarando el lado opuesto de la habitación.
—¿Puedo quedarme? —El castaño preguntó con cierta duda, bajo, arrastrándose un poco más lejos—. No quiero dormir solo —agregó, sonando más triste de lo que Min podía soportar.
Sabía que eso estaba mal: esa dependencia, esa necesidad de buscar consuelo entre sus brazos e incluso entre sus labios, pero no sabía cómo impedirlo. Habían sido amigos por tanto tiempo que ya estaban acostumbrados a refugiarse en el otro, a veces pasando a llevar sus propios límites.
«Mierda», tal vez sí había algo mal con ellos.
Si su relación fuera como cualquier otra, él no lo habría abrazado, él no se habría girado hacia el castaño para rodearlo por la cintura, fuerte, hundiendo el rostro en su espalda aun si una parte suya estuvo aliviada cuando Kit se alejó. Siempre terminaban así, enredados, confundidos, mezclando sus propios deseos con los ajenos.
En el fondo, Min solo quería llenar los vacíos de su amigo, todas esas grietas que no sabía cómo reparar, por más que lo intentara, por más que lo anhelara; entregándole cariño hasta los límites que él mismo se había impuesto. Si daba más que eso, si alguna vez se atrevía a dar un poco más, la relación podía colapsar.
A fin de cuentas, arruinar una amistad como la suya era mucho más sencillo que mantenerla.
Por eso escuchó todo lo que tenía que decirle, sin importar cuánto le doliera cada palabra. Lo escuchó preguntar "¿Y si nunca me enamoré de ti?" con su gesto más neutro, respondiéndole que era normal que se confundiera después de tanto tiempo. Lo escuchó reconocer que siempre había querido enamorarse de verdad poco antes de verlo sufrir porque "¿Y si todavía no conozco lo suficiente a esa persona?". Incluso lo escuchó llorar mientras le decía que sus abuelos estarían decepcionados del tipo en el que se había convertido, sin lograr entender de dónde venían todos esos pensamientos.
No tenía sentido. No entonces, al menos.
Aun si había algunas pistas, él no fue capaz de entender lo que estaba pasando. Incluso cuando Kit se durmió en su pecho y Min se desveló buscando una respuesta, nada tuvo sentido, nada le parecía coherente.
¿Qué podía ser tan terrible como para que se sintiera así?
⁎⁺◦❅
La falta de sonidos estaba empezando a molestarlo. Casi siempre era lo opuesto, Hart en serio odiaba los ruidos innecesarios, pero la sala de profesores estaba tan callada ese lunes que solo podía escuchar el reloj que tenía encima. Tic, tac, tic, tac, tic, tac.
Estaba a punto de enloquecer, o de gritar, de comenzar a reírse de una forma un poco histérica. Tal vez así lograría que alguien hablara, aunque en el fondo solo había una persona que le importaba.
Kit llevaba dos semanas sin decirle algo. Es decir, por supuesto que había soltado las palabras suficientes para que no fuese preocupante, pero no eran más que oraciones cordiales para saludarlo o demostrarle que aún lo consideraba su amigo. Incluso en ese momento, ambos estaban en silencio, organizando sus propias actividades en vez de ser el desastre procrastinador de siempre.
Sí, puede que recién hubiese terminado la semana de evaluaciones y sus pensamientos todavía estuvieran enfocados en eso, pero ni siquiera el estrés laboral justificaba esa incomodidad que llevaba arrastrándose hace días.
«¿Desde que te pidió ese beso?», sí, claro que sí, pero ellos no eran así. Después de tanto tiempo juntos, habían superado cosas mucho peores que esa. La declaración de Kit, por ejemplo, o un montón de discusiones ridículas. Casi siempre solucionaban las cosas enseguida y continuaban con su amistad como si nada, pero esta vez fue diferente.
Estaba enojado, frustrado, estresado; aunque no con su amigo. Estaba molesto consigo mismo. ¿Por qué no se atrevía a enfrentarlo? ¿Por qué había tantas cosas que todavía no le preguntaba? Desde el motivo por el que estaba actuando tan raro, hasta la razón por la que el viernes ni siquiera lo llamó.
No era como si Min disfrutara las llamadas. Las odiaba, en realidad, pero estaba acostumbrado a que Marcy necesitara su consuelo en el día de las madres. Desde que tenía memoria, siempre había corrido a sus brazos cuando llegaba esa fecha, pero ese año no. Incluso cuando fue a visitarlo el sábado en la tarde, nada, ni una sola mención.
Era tan extraño.
Por eso quiso preguntárselo, aun si su lado más ansioso le gritaba que ya había pasado mucho tiempo. Dos días no era mucho. Dos días era tiempo más que prudente para dejar que la herida sanara.
—El sábado pensé en preguntarte algo, pero quizá era muy pronto. —Hizo una pausa y Kit lo miró, aunque solo por un segundo—. Sé que el día de las madres es algo complicado para ti, pero este año fue... ¿más fácil de llevar?
—Estoy muy grande para llorar por el abandono de mi madre, ¿no crees?
Incluso si lo había dicho como una broma, Min sabía que era un simple escudo. El sábado había notado lo hinchado que estaban sus ojos, sin mencionar las enormes ojeras que traía.
—No creo que haya una edad para sufrir por esas cosas. La ausencia de una madre siempre...
—Estoy bien, Min. —Su tono fue mucho más seco esta vez, casi agresivo—. Quizá lloré un poco ese día, sí, pero no necesito que me consueles todo el tiempo. Ya no soy ese niñito hipersensible que te necesitaba para todo.
—¿Cuándo dije que lo fueras? —Alzó levemente la voz, aunque seguía susurrando. Estaban en la sala de profesores, al fin y al cabo.
—Nunca, pero ya estoy cansado de que me trates como un niño. No sé si lo recuerdas, pero ya estoy bastante grande para tomar mis propias decisiones.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Estoy cansado de que todo el tiempo estés pendiente de mí. ¿Desde cuándo te importa tanto lo que haga con mi vida? Eres peor que un novio celoso. Ni siquiera puedo estar un sábado sin que me visites. ¿Alguna vez te has preguntado qué quiero hacer yo?
Sus palabras lo aturdieron por un instante, aunque Kit no lo notó. Él nunca lo notaba.
—¿Disculpa?
—¿No te parece demasiado? —continuó, observándolo tan fijo que solo quiso apartar la vista.
No se permitió hacerlo.
—¿Demasiado? ¡Claro que es demasiado! Pero lo hago por ti, no por mí.
—Lo sé, pero yo jamás he querido ser tu prioridad.
«Pues a mí sí me gustaría ser tu prioridad», pensó, aunque le habría gustado gritarlo, le habría encantado escupirlo con todo el dolor que sintió en ese momento.
En cambio, solo mordió su labio inferior, tirándolo con tanta fuerza que empezó a sangrar.
No podía decirle eso. No podía exigírselo. Kit solo era su amigo.
—Tengo que irme. —El castaño se sentía culpable, lo sabía, lo pudo notar en sus ojos, pero eso no hizo que se disculpara—. Ya casi termina el recreo y yo...
—Bien. —Fue todo lo que contestó, odiando lo cortante que había sonado. Pensó en culpar al sabor amargo y metálico de su boca cuando agregó—: Supongo que da igual.
—¿Qué se supone que significa eso?
—¿Quieres que sea directo? ¡Bien! —Él raramente dejaba que sus emociones le ganaran y esa no podía ser la excepción. No podía estallar delante de sus colegas. No podía mostrarles lo mal que se sentía—. Da igual si te quedas o te vas. No es como si quisiera seguir hablando contigo, tampoco.
Por eso empuñó las manos y bajó la vista, intentando ignorar los pensamientos que se repetían una y otra vez en su cabeza.
«No estoy enamorado de Kit», se dijo, luchando por convencerse de que el problema no era ese torbellino de emociones que siempre había sentido por su mejor amigo. «Kit no es responsable de tus sentimientos», se recordó poco después, mordiendo su labio una vez más.
Cuando escuchó el suspiro ajeno, cerró sus ojos e inhaló, tratando de alejar cada pensamiento con el aire que él también soltó.
—Bien. Si eso es lo que crees... —Su amigo empezó a responderle, pero nunca terminó.
¿Y si esperaba mucho de Kit? ¿Y si él era el problema? Tal vez por eso le dolía tanto su reacción, tal vez por eso sintió que su corazón se trizaba mientras su amigo se alejaba de él, sin despedida y sin abrazo. Sin una sonrisa, siquiera.
¿Desde cuándo había esa grieta entre ambos? ¿Desde cuándo pensaba esas cosas sobre él? ¿De verdad llevaba tantos sábados soportándolo solo porque sí? ¿Había hecho algo malo, acaso? ¿Lo había lastimado de algún modo?
No levantó la mirada, ni siquiera cuando la campana sonó a la distancia. Pudo sentir que varios profesores se enderezaban y se movían, dejando el lugar, e incluso pudo sentir cuando más de alguno pasó junto a él, ignorando el nudo en su garganta.
Necesitaba su cama. Necesitaba huir de todo eso.
—¿Problemas en el paraíso?
El corazón de Min se detuvo por un momento y su cuerpo tembló, tensándose, rechazando las manos que lo sostuvieron justo mientras estaba levantándose (y tropezándose, además).
No quería que lo tocaran, nunca, especialmente en ese instante, por eso se giró con tanto enojo que ni registró cuando gruñó:
—¿Acaso vas por la vida asustando a la gente? —Estaba rojo, el calor subiendo desde los dedos ajenos hasta sus brazos, y luego por su cuello, tiñendo sus mejillas en cosa de segundos. Su cara ardía, aunque el disgusto venía directo desde su pecho.
—No es mi culpa que seas un gatito asustadizo.
Eso fue todo lo que necesitó para relajarse un poco, aunque no demasiado. Aun si apenas podía reconocer la voz que se reía de él, su cuerpo pareció identificarla, aceptando las manos que todavía lo apretaban y lo obligaban a quedarse junto a ese chico que era mucho más alto que él. Diez centímetros, por lo menos.
¿Gatito asustadizo? ¿En serio? ¿Quién soltaba ese apodo como si nada?
La respuesta fue tan obvia que ni siquiera le sorprendió cuando se encontró con la mirada del mismo tipo que ya le había dicho pequeño. ¿En serio? ¿Qué vendría después? ¿Cariño? ¿Amor? ¿Bebé? ¿De verdad trataba así a todo el mundo? Y pensar que Min lo había ignorado por dos meses enteros.
—¿Entonces? —Bale insistió, aunque sonriente, trayéndolo de vuelta a él, a sus facciones, a su estúpida cara de Osito Cariñosito¹.
—¿Qué?
—Peleaste con tu... ¿novio? —Reformuló su duda, dejando una caricia distraída en sus brazos antes de soltarlo por completo—. No es que quisiera notar cómo crecía la tensión entre ambos, pero... no pude evitarlo.
Aun si Brennan habló con normalidad, el rubio procesó sus palabras con mucha más dificultad, deteniéndose en cada inflexión de su voz. Era como si de pronto se le hiciera tan complicado entender su propia lengua.
—¿Novio? —dijo, recibiendo un asentimiento casi frustrado—. Kit no es mi novio —contestó, alzando la voz con cierto enojo. Ni siquiera sabía por qué seguía hablando con ese tipo, para empezar.
Sin embargo, eso no fue suficiente para que Bale le creyera, elevando una ceja mientras lo veía, cada vez más dudoso y desconfiado, ¡como si él hubiera sido el que metió un alumno a su vehículo!
Tuvieron que pasar varios segundos para que el profesor por fin cambiara su gesto, dejándose caer directo en el sofá, justo en donde antes había estado Kit.
—Conozco esa reacción. ¡Te gusta!
—¡Claro que no! —Siguió reclamando, frustrado, odiando tanto a su colega.
—Hey, no puedes mentirle a un mentiroso. Sé cómo te sientes.
—Ya te dije que no...
—¿Por eso te dolieron tanto sus palabras? ¿Estás enamorado de él?
Min quería sacudir su cabeza, refutar lo que estaba diciendo, pero la discusión lo había dejado tan sensible, tan confundido. ¿Y si de verdad le gustaba el castaño? ¿Y si llevaba años reprimiéndolo?
—No me gusta Kit. —Se tardó en responder, dándole la espalda a Bale. Estaba tan dispuesto a salir de ahí. Estaba tan dispuesto a ignorarlo otra vez.
—No estoy juzgándote, Min. Yo también estoy enamorado de mi mejor amigo.
Sin embargo, eso lo detuvo. Aun si todavía no daba un solo paso, se negó a continuar, girándose un par de segundos después.
No podía mostrarse tan interesado, tampoco. No con él.
Pero, si de verdad le gustaba su mejor amigo, ¿eso significaba que no estaba saliendo con Cam? ¿O es que su estudiante era ese mejor amigo que le gustaba tanto? No tenía sentido, ¿o sí?
—Si quieres mi opinión, no te rindas. Sé que a veces damos por sentado a la gente que tenemos cerca, pero no cometas los mismos errores que yo. No esperes a que se vaya de tu lado para notar que, si querías confesarle tus sentimientos, solo tenías que hacerlo.
No, definitivamente no era Grind. No podía tratarse de Grind.
La simple idea lo emocionó. «Dios», esa idea en serio lo ilusionó.
—¿Quieres hablar de eso? —Incluso si aún le ardían los ojos y la garganta, su discusión parecía una estupidez junto a la verdad que tenía enfrente. Si Bale estaba enamorado de su mejor amigo, quizá solo había ayudado a Cam, quizá era otro de los pocos profesores que sí le daban su apoyo a ese chico.
Al fin y al cabo, Kit y él no podían ser los únicos, ¿verdad?
—¿Es tu forma de pedirme una cita? —No obstante, el imbécil escogió bromear, esbozando su sonrisa más coqueta.
—Idiota —masculló entre dientes, casi para sí mismo, pero eso no evitó que Bale lo escuchara y se riera a viva voz.
—¿Es un "sí"?
—Es un "no seas tan insensible, por favor. Estábamos hablando de algo serio".
—Y podemos seguir hablándolo fuera del colegio, ¿no crees?
—No, gracias.
—Oye, solo como amigos. Tu corazón está ocupado y el mío también. No te haría mal pasar las penas con un trago.
—Yo no bebo.
—Lástima. —Se encogió de hombros y se levantó, retrocediendo apenas un paso—. Si cambias de opinión, estaré en el sofá de más allá. Desde ahí puedo ver a todos los gatitos abandonados.
«Vaya idiota». Como si fuera a pedirle una cita a alguien como él.
Es decir, en el fondo, no creía que Bale en serio fuera un idiota. Lo dudaba cada vez que pensaba en lo que sea que tenía con Cam, pero al mismo tiempo... de verdad parecía una buena persona. Quizás era algo dudoso y subjetivo si consideraba que no estaba en su mejor momento, pero cada una de sus interacciones había empezado precisamente porque su colega intentó ayudarlo.
Daba igual. Buena o mala persona, no quería más problemas en su vida. Por eso dejó la sala de profesores, lento, abatido, caminando directo hacia su propio salón.
Se conocía. Si aceptaba salir con Brennan, si aceptaba ser su amigo, si aceptaba tener cualquier tipo de cercanía con él; las cosas se volverían demasiado intensas, demasiado complicadas, demasiado abrumadoras, demasiado aterradoras.
Siempre había sido así. Cada vez que alguien le prestaba un mínimo de atención, eso era todo lo que sabía, todo lo que pensaba, todo lo que anhelaba. Desde que tenía cuatro años y su compañerito le dijo que su pelo era bonito. Siempre había sido así.
[ 3288 palabras ]
[ 24.01.2025 ]
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¹ Care Bears, también conocidos como Osos Amorosos en España.
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