Prólogo
Prólogo
Sus labios eran la tentación más lujuriosa que había probado en sus años de vida. Un sabor a fresa que los invadía, fruto del amor que se tenían. Taehyung suspiró sonoramente creyendo estar en un sueño, uno del que no quería despertar. Jungkook continuó un recorrido de los labios a la mandíbula ajena hasta que regresó de nuevo al inicio, tomando la boca del rubio con posesión y delicadeza. Quería demostrarle a través de las caricias todo lo que sentía y no podía describir con palabras.
Se separaron luego de unos instantes al sentir la respiración pesada y entrecortada. No se alejaron del todo, manteniendo una distancia mínima, y escuchando ambos sus reparaciones agitadas.
—Taehyung, lo prometí. No me separaré de tu lado.
El rubio sonrió con nostalgia.
—Nuestros padres harán hasta lo imposible por lograrlo —musitó con los ojos cerrados—. Ese bastardo también quiere vernos destruidos.
Jungkook exhaló aire, resoplando. Estaba cansado de seguir huyendo, queriendo por primera vez responder a la guerra que su padres habían empezado. Pues era la única forma de acabar con todo eso de una buena vez, o sino los tormentos del pasado los seguirían acechando.
—Bonito mírame, por favor —rogó Jungkook, tomándolo del mentón. Taehyung tragó y miró a su chico, al abrir sus ojos estos estaban brillosos—. Papá caerá, ese asesino caerá y sobre todo Kim Joong caerá. No te dejaré solo nunca más, cumpliré y si es necesario lo volveré a prometer.
Taehyung recorrió con la vista el semblante decidido del castaño, más que nada quería creer en él —pues todo parecía cada vez más difícil de sobrepasar— y eso mismo haría. Estaba poniendo todas sus esperanzas en el amor de su vida.
El aire de la habitación era denso, parecía que el oxígeno ahí se iba disminuyendo con cada minuto que pasaba.
—Lo único que realmente me da miedo, ¿sabes qué es? —preguntó sorbiendo por la nariz. El castaño le acarició la mejilla para que prosiguiera—. El perderte, Jungkook. Mi mayor temor es que no pueda volver a sentir tus labios y tus caricias. Eso me vuelve loco.
Ante esa confesión, Jungkook tambaleó.
—Luchemos y acabemos con esta angustia y miedo por perdernos. Debemos de estar más unidos que nunca, bonito. Tú eres mi fuerza y yo espero ser la tuya —manifestó contundente, uniendo sus frentes.
Jungkook amaba a ese rubio más que su propia vida. Cuando lo conoció nunca creyó terminar en una situación como esa, acorralados por los enemigos y en un lugar polvoriento, encerrados por un psicópata con delirios de asesino. Estaban por descubrir quién era el causante de la muerte de su madre y de la hermana de Taehyung, solo faltaban unas cuántas piezas y poder salir de ahí con vida. Solo faltaba poco, por eso no se podían derrumbar justo ahora.
Taehyung apoyó lo que expresaba la voz del castaño. Estaba decidido.
—Los atraparemos juntos, mi amor, y acabaremos con el imperio de mi padre. Y sobre todo ese criminal no podrá con nosotros, saldremos de aquí —declaró Taehyung, seguro de sus palabras, aunque sollozó al escuchar un grito de ayuda a unos cuantos metros de ahí.
El asesino de nuevo estaba haciendo de las suyas.
Había una nueva víctima.
Un nuevo crimen.
Y ellos lo estaban presenciando en vivo y en directo.
—Calma, bonito. Todo saldrá bien —susurró abrazando al rubio. Esperando que las súplicas de fondo desaparecieran cuánto antes, no quería seguir sintiendo a su chico temblar de temor y anticipación contra su cuerpo. Le hacía mal incluso que Taehyung tuviera heridas graves como las de esos instantes.
Ese mal nacido lo había golpeado hasta dejarlo inconsciente. Así es como terminó Jungkook ahí, en ese desagradable espacio, junto al rubio. Había ido a rescatarlo, aún sabiendo que la posibilidad de ser una trampa era muy alta.
—Solo prométeme una cosa más, Jungkook —pidió abriendo su corazón. Aún con los sollozos de la mujer y el sonido de los golpes secos de la pala abriendo un cráneo, Taehyung sopesó la situación y murmuró—. Cuando todo esto termine, seremos felices, solo tú y yo. Viviremos una vida normal, lejos de muertes y amenazas.
Jungkook no vaciló con su respuesta.
—Lo prometo, bonito.
Con una promesa sellada entre la oscuridad y el martirio, al otro lado de la puerta una mujer soltó su último suspiro de vida junto a una lágrima que terminó combinada con su propia sangre. El asesino persistió en seguir atacando el cuerpo ya inerte de su víctima, hasta que se abasteció.
—Dulces sueños —dijo el homicida, arrastrando el cuerpo muerto hasta la puerta de madera. Luego se alejó silbando como solo ese criminal podía hacerlo.
Erizando los cabellos de todo aquel que lo escuchara tararear.
El olor a sangre se podía percibir por cualquiera que estuviera a menos de un metro del cadáver, y pronto el hedor a putrefacto y fetidez llenaría la pequeña habitación donde estaban encerrados dos locos enamorados.
Hoy había sido una mujer la elegida.
Y pronto habrían más victimas.
Solo diré... Esto es solo el comienzo de todo lo que se viene.
Si ven algún error de ortografía o gramática, no duden en avisarme. Estaré agradecida.
Hasta luego.
—Mer.
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