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Capítulo 10

Llevamos a Lila hasta mi casa, me tocó también pagarle su pasaje, aunque no tengo lío con eso (por si sonaba lo contrario). Solamente era una aclaración de que no nos habíamos colado.

Creo que todos en el bus nos recordaran porque a Lila le dio un ataque de risa en medio del recorrido, sin motivo ni razón. Estábamos en todo el centro del bus articulado y todos nos voltearon a ver, incluso el conductor a través de su espejo. Todos saben que la risa se contagia y, después de un rato, nos empezamos a reír con ella. Todos nos sonreían o nos miraban extraño. Pero de igual manera fue un viaje sin igual, que quitaba toda la monotonía de cualquier día.

Cuando llegamos a mi casa, Lila se fue al Instituto como un águila arpía. ¡Fue genial! Y lo único que la delataba, de que no fuera una de verdad, eran los ojos lilas.

—¿Ella sí puede saber dónde queda el instituto? —pregunté cuando entramos a la casa.

—Ella es una residente y todos confían en ella —dijo Grace, sentándose en el sofá—. Realmente todos los que quedan en el Instituto son residentes. Antes, había unas personas que iban explícitamente a manejar su habilidad y se iban. Solo se quedaban unos meses, pero eso ya no sucede.

Yo fui a la cocina a ver que preparaba para comer y de una vez aprovechaba para servirme un tinto. Grace se ofreció a cocinar y preparó unas arepas caseras gigantes, con mucho queso por dentro. ¡Estuvo buenísimo! Yo estaba acostumbrado a comer la arepa de paquete y no era igual de buena, ni parecido a una casera.

—¿Dónde aprendiste a hacerlas? —le pregunté ya en el comedor y después de haber comido dos porque antes no podía salir de mi asombro. Y me deleité en comerlas mordida a mordida.

—No me acuerdo... —dijo Grace, después de un rato. Su mente se esforzaba en hacer conexiones con las memorias que tenía, pero no podía terminarlas y dar una respuesta. Algo pareció a lo que pasó en el bus.

Le sujeté la mano para que ella supiera que estaba para ella, aunque también para que no me fuera a atacar para recuperar sus memorias. Ella me sonrió.

—No te atacaré, creo que estoy disfrutado estar sin esas memorias. Presiento que esas memorias van a ser un conflicto cuando lleguen —dijo ella y me sostuvo la mano con más fuerza. A mí se me olvidaba que a veces ella podía sentir mis sentimientos y algunos pensamientos.

—Estaré ahí cuando llegue ese momento —dije, sonó un poco cursi, tengo que admitirlo. Pero era 100% verdad.

—No sonó cursi —dijo Grace con una sonrisa y cuando ya nos íbamos a dormir me dijo—. Fueron las palabras más bellas que escuche el día de hoy.

Un gran sonido se escuchaba de fondo y era un sonido repetitivo, pero no me enfocaba en eso. Le estaba viendo la cara a los que iban conmigo, analizando sus sentimientos y sus preocupaciones. Estábamos en un helicóptero del ejército, ese sonido repetitivo eran las hélices y ya me estaban dando dolor de cabeza.

El día de hoy me había levantado con una fuerza descomunal, así como mi hijo la tenía, y sabía que me iba a servir para la misión del momento. Pensar en mi hijo, me hizo pensar en mi familia. Aunque me esforcé en no hacerlo, no sabía que tanto mi hija podría escuchar mis pensamientos, aunque era joven era muy talentosa. Pero igual me di el lujo de pensar en mi familia, mi hijo ya tiene quince y está creciendo para ser el líder que yo sabía que él podía ser. Aunque le digo que él no debe preocuparse por ser líder porque yo estaré ahí, sé que algún día mi hijo tendrá que hacerse cargo.

Hubo uno turbulencia, que hizo sacudir a todo el helicóptero y por mis audífonos sonaron que en menos de 10 minutos llegaríamos al punto donde nos dejarían. Mi esposa me había advertido que no fuera porque ella tenía un mal presentimiento. Mi hija tampoco quería que fuera, ella quería que me quedara, solo para tenerme a su lado. Tenía que admitir que ella era mi favorita y era mi debilidad decirle que no. Pero ellas no entendían el acontecimiento histórico que estaba sucediendo, esta era el último grupo armado fuera de la ley de toda Colombia. No quisieron por medios pacíficos, ni por medio del diálogo, entonces, nos habían obligado a atacarlos. La paz total se alcanzaría cuando ellos cayeran.

"Tengo un mal presentimiento acerca de esto". Me dijo mi esposa antes de salir y muchas otras veces antes. Mis hijos me dieron besos y abrazos cuando me fui. Y mi respuesta sencilla a la preocupación de mi esposa era: "esta es la última misión".

Y así fue.

Me bajé del helicóptero con los demás soldados, ni siquiera dejaron que todos desembarcaran y el helicóptero estaba en llamas por un misil. Era una emboscada. Estábamos en un claro en medio de la densa selva y no teníamos ningún tipo de cobertura.

"¿Papá? ¿Estás bien?". Escuche una voz dentro de mi mente. Era increíble que mi hija tuviera una conexión desde tanta distancia. Ella no podía tener una conexión con mi mente fuerte, tal vez solo, podía transmitir sus pensamientos con mucho esfuerzo. Eso significaba que ella no sabía qué estaba sucediendo. Le aseguré de que me encontraba bien. Pero una bala, me hirió en el brazo y me tuve que concentrar en el momento. Levanté una roca que se encontraba ahí y la lance a donde nos estaban atacando. El fuego enemigo solo venía de un lado, pero pronto, nos estarían rodeando. Moví los escombros del helicóptero, para que nos cubriera y avance a dónde nos estaban atacando. Los soldados comenzaron a disparar cuando vieron la oportunidad, muchos estaban heridos y otros muertos; pero los que estaban de pie, fueron los que atacaron. Hicimos que nuestros atacantes retrocedieran, nos reagrupamos e intentamos hacer un plan. Pero ya era muy tarde, ya habían vuelto y estábamos rodeados. Y no querían prisioneros.

Sábado 9 de la mañana. Monserrate.

—¿Cómo dormiste, querida? —le preguntó mi mamá cuando estábamos haciendo la fila para pagar los pasajes para subir a Monserrate.

—Bien, señora Silva —mintió Grace e intentó sonreír—. Solamente tuve unos sueños extraños.

Mi madre la corrigió de inmediato y que solamente la llamara Jasmine. Ella asintió y se cerró su chaqueta de cuero (esta era real) por el frío que estaba haciendo. Estaba con un jean y una camisa blanca, que era oficialmente la ropa más sencilla que yo le había visto, igualmente que su peinado; que era solamente una trenza. Incluso con el uniforme, ella tenía unos peinados hermosos que a veces no sabía si era una ilusión o ella misma los hacía.

Mi padre compró los pasajes para subir en teleférico y bajar en el funicular. Subimos en el teleférico y pudimos ver a toda Bogotá; mientras íbamos subiendo, Grace intentaba verse sorprendida e intentaba comentar de la vista o de que era la primera vez que se subía a un teleférico, pero su mente no estaba con nosotros. Yo no la podía culpar, porque fue por culpa mía que ella tuvo ese sueño. Digamos que fue algo inconsciente de mi parte, aunque también tengo la teoría de que Grace estaba buscando esa memoria en mi mente (también de forma inconsciente).

Fuimos a fotografiarnos al frente de la iglesia y también nos fuimos a sentar al muro para ver la vista. Paseamos por los comercios y los restaurantes, para de nuevo volver al muro a admirar la vista. Un cielo maravilloso y un sol, que calentaba, apareció en la ciudad de Bogotá.

—Entonces, ¿tú tampoco tienes celular? —preguntó mi mamá, cuando estábamos admirando la vista.

—Creo que somos los únicos del colegio que no tienen un teléfono —intercedí antes de que Grace pudiera responder e hice mi pequeña cuña.

—Mi mamá no me deja tener teléfono, dice que no es seguro tener uno de esos y que solo me lo va a permitir cuando tenga dieciocho —dijo Grace.

—Al menos, tienes una fecha para tenerlo. A mí no me dicen cuando puedo tener uno. Solo me dicen que no puedo tener uno —me quejé.

Mi madre se maravilló (de nuevo) de lo parecido que eran nuestras familias y volvió a repetir para que ellos se conocieran con los padres de Grace. Nos volvimos a zafar, diciendo que ya estaba siendo hora del almuerzo y todavía nos quedaba desplazarnos hasta el parque. En el tráfico de un sábado.

Bajamos del cerro en el funicular, que se sintió como bajar en un ascensor con aspecto de bus. Estoy jugando, fue algo super genial y es un medio de transporte que no se ve en todo lado. Además de que es curioso.

Nos subimos al carro y comenzamos a soportar el tráfico de un sábado por la mañana, aun así hicimos un buen tiempo hasta llegar al parque Simón Bolívar. Parqueamos el vehículo y fuimos a caminar por un buen rato, cuando encontramos un sitio bonito y cerca al lago nos preparamos para hacer nuestro pícnic.

Mis padres habían llevado un frisbee para lanzarlo un rato y pasar el tiempo, así hicimos hasta que lo lance con demasiada fuerza. Grace retrocedió varios pasos intentando atraparlo, hasta que llego a la acera; me di cuenta de que un ciclista estaba pasando, pero Grace no y parecía que el ciclista tampoco la había visto a ella. Sonó el freno en seco de la bici y ambos cayeron al suelo.

Fui a auxiliar a Grace y mis padres, al ciclista, hubo disculpas y todo eso, pero Grace se había raspado en el brazo y un poco en la frente; mientras que el ciclista había salido ileso y la bici solo se le había quitado un poco de pintura. Cuando ayude a levantar a Grace, hubo una transferencia de energía involuntaria y las heridas de Grace se cerraron casi de inmediato. Creo que nadie se dio cuenta y espero que así fuera porque fue bastante extraño.

Almorzamos, recogimos todo y nos dirigimos al Museo Nacional. Mi padre pagó las entradas al museo, pudimos recorrer todas las exhibiciones y admirar cada objeto. Mis padres nos dejaron a solas, por un rato, porque se habían ido a comprar souvenirs. Estábamos en el patio, esperando a que mis padres seleccionaran algo que les gustara a ambos. Esto se va a demorar un buen tiempo.

—¿Cómo estás? —le pregunté. Ella respondió con un bien y siguió esperando. Pero yo quería saber y seguí presionando—. ¿Quién era la persona que vimos en el sueño?

—Nadie —dijo entre dientes.

Sin embargo, eso no era verdad, sus sentimientos estaban contrariados y algo la molestaba. Pero, ¿qué?

"Sabes, nuestra amistad se basa en la confianza que construimos. Yo te dije lo de mi abuelo... y, al final, estamos en esto juntos. ¿No?", le transmití.

Pero, ella no quería hablar y tampoco quería tener ningún tipo de conversación.

"¿Vas a ir a hablar con tu madre acerca de tu padre?". Ella me puso atención y escuchar la palabra padre, se enojó.

"¿Cómo sabías?". Ella ya sabía la respuesta a esa pregunta, por eso, siguió hablando. "Tal vez, mi madre tenía razón, era una mala idea, lo de dualidad de mente. Hubiese sido mejor que nunca me hubiera levantado. Nada de esto estaría pasando. No tendría que soportarte y no volvería a vivir recuerdos dolorosos".

Eso dolía un poco. Quería decirle que igualmente fue su idea lo de dualidad de mente y que había sido su culpa, ella se había apresurado a querer vencer a los gemelos y salvar al Instituto. Pero... hubo un golpe, una pieza caía en su lugar de un gran y complejo rompecabezas.

—Tu madre cambió el tiempo... —dije y mis palabras sonaron extrañas como si hablara en otra lengua o fuera jerigonza. Me comencé a reír como un maniático, como un científico que descubrió algo. Grace me preguntaba qué había dicho y quería una explicación—. ¿No lo ves?

Ella negó con la cabeza. —Si hubieses quedado dormida... ¿Qué crees que hubiera pasado?

Mis padres llegaron con un imán de nevera con un objeto precolombino. ¡Interrumpiendo la conversación! Nos subimos al carro, todos en un silencio incómodo. Mi padre subió el volumen de la radio para llenar el silencio. Grace quería respuestas de lo que yo había deducido, pero no pudimos hablar ni telepáticamente, no podíamos arriesgarnos con mis padres tan cerca. Nuestras expresiones faciales nos delatarían de inmediato.

Esperamos a llegar a la casa, pero recién llegamos y de forma repentina, Grace se despidió, partiendo hacia su casa. Obviamente, agradeció por el día y todo lo que habíamos hecho. Solo me alcanzó a transmitir: "necesito respuestas y voy a obtenerlas".

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