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Shibari

Hay cosas que no esperas tener que vivir nunca.

Pese a su corta edad, Ángel ya había experimentado cosas realmente horribles y todas habían tenido lugar en los últimos días. Nadie sueña con sobrevivir a sus amigos, pero es sin duda peor cuando estos te abandonan de una forma tan traumática.

Tras la caída, la gente se había reunido en torno a lo que antes era su amiga —aunque ahora apenas parecía algo más que una enorme mancha de sangre—, la policía no tardó en venir y, tras verificar la identidad de la chica, hicieron venir a Núñez. Ángel estaba seguro de que el inspector ya estaba completamente harto de ellos y, como si quisiera confirmarlo, fue directo a ponerle unas esposas.

Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el aparato le doblase de forma dolorosa las muñecas, quiso preguntarle el motivo de su detención, ¿qué pretendía conseguir? Aunque la respuesta era evidente; no se puede estar rodeado de tantos crímenes sin tener algo que ver en ello.

Pero no era culpa suya, no había hecho nada. Maica se había tirado, Jorge también lo vio. Un momento, ¿y Jorge?

Movió la cabeza de forma frenética mientras lo metían en el coche patrulla, no estaba.

¿En qué momento se había ido? Y, sobre todo, ¿por qué?

La ansiedad se instaló en su estómago con un desagradable pinchazo, su mente funcionaba a una velocidad deslumbrante, tanto que incluso comenzó a sentirse mareado. En sus pensamientos siempre estaba él.

Jorge en el balcón, Jorge durmiendo en el suelo, Jorge despertándolo de una pesadilla, Jorge haciendo el desayuno...

La bandeja con el desayuno a medio comer de Maica resaltó en su mente, ¿era obra del chico? ¿Acaso estaba involucrado?

No, se negaba a creerlo, no podía ser él.

Sin embargo, cuanto más lo pensaba más sentido tenía. Él era quien les había puesto en contacto con la vidente, él lo había despertado de ese horrible sueño —por lo que también podría haberlo estrangulado—, él recibió todos los mensajes y hasta lo despertó el día en que perdió el teléfono —habiendo podido cogerlo—, él le había preparado el desayuno a Maica...

Sus ojos ardían por las lágrimas contenidas, ¿cómo podía ser tan estúpido? Se había fascinado ante la increíble fachada de ese chico y le había concedido pleno acceso a su vida, ahora solo estaba pagando su error.

Llegaron a la comisaría antes de lo que esperaba y lo condujeron de forma brusca hasta una mal iluminada sala de interrogatorios. Le quitaron las esposas el tiempo justo para atarle a la mesa de metal que había en medio la sala como si de un perro se tratase y lo dejaron solo.

Era un gran aficionado a las películas de policías, por lo que sabía que todos los elementos dispuestos en una sala de interrogatorios están colocados con una clara finalidad; hacer hablar a los sospechosos. La falta de ventanas era uno de esos factores, los sospechosos se alteraban cuando no se les dejaba mucho tiempo a solas, sin modo alguno de calcular el tiempo.

Miró a su derecha para verse el espejo, tenía un aspecto horrible pero lo consideró normal teniendo en cuenta lo que había tenido que vivir estos últimos días. Estaba seguro de que lo observaban al otro lado de la superficie reflectante, por lo que se limitó a esperar pacientemente la llegada de su interrogador.

Núñez apareció por la puerta a los pocos minutos.

—Bueno, gracias por venir. —Le miró levantando una ceja mientras trataba de descifrar si se trataba de una broma, lo habían retenido contra su voluntad —. Supongo que te harás una idea del porqué estás aquí.

—Eso creo, pero se están equivocando, yo no he hecho nada.

—Ya... —No le miraba, no parecía querer hacerlo, solo se limitó a colocar un pequeño artefacto sobre la mesa y accionar un botón que sobresalía en un lateral.

***

—Ha llamado usted al 112, ¿cuál es su emergencia?

—...

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

—...

—¿Señor? ¿Señora?

—...

—Puedo oírle respirar, ¿necesita ayuda?

—...

—Por favor, no ocupe la línea si no tiene algún tipo de emergencia.

*Se oye el ruido del tráfico seguido del viento y lo que parece ser un fuerte golpe*

—¿Señor? ¿Señor? ¿Se encuentra bien? Ya he mandado a alguien a su dirección, por favor, no cuelgue.

*Fin de la llamada*.

***

La grabación se detuvo y ambos permanecieron callados, mirándose fijamente como si de un duelo de poder se tratase. Núñez fue el primero en ceder.

—¿Sabes lo que es?

—¿Una llamada a emergencias? —Seguramente el inspector pensó que se estaba burlando de él, pero era la mejor respuesta que su cerebro podía dar en esos momentos.

—Sí, se hizo unos segundos antes de que tu amiga acabase en el suelo, ¿sabes con qué móvil se hizo?

—Creo que puedo imaginarlo. —Estaba notablemente pálido y no pudo evitar que la voz le temblase, no era difícil deducir a dónde quería llegar Núñez.

No necesitaba confirmación, pero aun así colocó una bolsa de pruebas frente a él que parecía contener los restos de un teléfono roto. Pese al destrozo, estaba claro que era su móvil.

—Lo perdí ayer.

—Que casualidad.

—Sé que suena fatal pero juro que es cierto. Cuando me desperté ya no estaba y no lo he visto desde entonces.

—¿Cómo es que lo tenía tu amiga?

—No lo sé... No sé por qué lo tenía Maica ni por qué ha... Saltado.

—¿Saltado? —La mirada del hombre era escéptica, no iba a contentarse con su versión.

—Sí, saltado. Yo la vi saltar desde el balcón, Jorge también lo vio, se tiró ella sola.

—Bien, ¿dónde está Jorge?

—Tampoco lo sé.

El calor comenzó a cubrir su rostro al darse cuenta de la cantidad de fallos que había en su versión. Supuestamente la verdad debería ser algo perfecto, algo que supera a cualquier otra versión con su aplastante poder. Pero en su caso estaba llena de agujeros.

—Mira, te voy a decir lo que creo yo. —Dejó la carpeta sobre la mesa con un golpe sordo y se recostó sobre la incómoda silla de metal, sin duda estaba tratando de imponer serenidad para mostrar que su teoría era más sólida que la propia realidad —. Creo que tú empujaste a Maica, de hecho, creo que también mataste a Manuel y provocaste la desaparición de Anni. Que has estado orquestando esto desde el principio, jugando el papel de la víctima inocente mientras acababas con tus amigos uno a uno. —Sentía nauseas —. Sin embargo, lo que no consigo entender es por qué secuestrar a Anni, podías solo matarla como al resto, dime, ¿por qué ella es especial?

—No... Yo no... —Los nervios amenazaban con descargar el limitado contenido de su estómago sobre la mesa —. Yo no he hecho nada, de verdad. Ha sido Jorge, estoy seguro, búsquenlo.

Era la primera vez que formulaba su hipótesis en voz alta y las palabras habían dejado un sabor amargo en su boca, no quería creerlo, no aún, pero era lo único que se le había ocurrido. Se maldijo por ser tan débil como para echarle el muerto a Jorge.

Núñez, sin embargo, no pareció creerle, ya que se limitó a suspirar y rebuscar entre los papeles de su carpeta. Finalmente dio con lo que buscaba y lo colocó frente a él.

—¿Te suena?

Se trataba de la imagen un chico con el pelo teñido de colores y unos animados ojos verdes que contenían una energía capaz de traspasar la imagen. Ángel palideció, lo conocía.

—¿Cómo ha...?

—Fue tu primera víctima, ¿no?

—¿Víctima?

La palabra sonaba tan antinatural que se vio forzado a repetirla varias veces en su mente.

El chico en cuestión se llamaba Pablo y era el secreto mejor guardado de Ángel. Nunca había hablado de él con nadie, no desde que se fue. No quería que sus amigos lo supieran y no sabía cómo decírselo a sus padres aunque sabía que no les importaría.

—Sí, Pablo fue al primero y te gustó tanto que decidiste seguir. —Comenzó a colocar más fotografías sobre la mesa, todos eran chicos jóvenes excepto una única chica, se quedó observándola.

Tenía una melena pelirroja y poseía una mirada feroz, sus ojos azules parecían indicar un profundo odio, no solo al que realizaba la fotografía, a todos los que pudiesen verla.

Sin saber por qué, sintió un escalofrío.

—Has trabajado muy rápido, eso lo reconozco, aunque hay cosas que aún no entiendo, a ver si puedes explicarme. ¿Por qué el patrón en la cuerda? ¿Tienes algún tipo de fetiche raro?

Sus ojos se abrieron como platos al comprenderlo.

—¿Cree que yo soy Shibari? No... No puede ser.

—Claro que sí. Empezaste por Pablo y seguiste con los otros. Eres bueno, eso lo admito, solo nos dejabas los cuerpos, nada con lo que trabajar. Pero hay cosas que siempre nos acaban ayudando. Aunque, como ya dije, hay cosas que no encajan, no termino de entender el tema de las mujeres. —Volvió a rebuscar hasta sacar un par de fotografías más; Anni y Maica. Verlas en esa lista de la muerte le rompió el corazón —. Solo actúas diferente con ellas, ¿por qué? ¿Acaso solo se metieron en medio? ¿Y por qué solo matar a Maica mientras que haces desaparecer a las otras?

Sus ojos volvieron a dirigirse a la chica pelirroja, ¿había sido secuestrada? Los medios nunca habían difundido la identidad de las víctimas, solo los familiares lo sabían. La policía lo había querido así, aunque él no sabía exactamente el porqué.

—Conozco a Pablo —confirmó con toda la serenidad de la que disponía —. Pero no he matado a nadie, él solo... Fue mi novio durante un tiempo.

Era la primera vez que lo decía en voz alta, la primera vez que se lo confiaba a alguien y, siendo sincero, no había sido como se imaginaba, pero tampoco había resultado tan horrible. Casi se preguntó el porqué lo había ocultado por tanto tiempo, tal vez por la vergüenza que suponía el haberle robado la pareja a otra persona.

No estaba orgulloso de ello, pero cuando conoció a Pablo, este estaba saliendo con una chica. No supo qué fue de ella, aunque estaba bastante seguro de que acabaron rompiendo —algo normal si tu novio se va con otro chico—.

—Yo ni siquiera sabía que... Él... —No podía decirlo, no podía soportar más muertes —. No lo veo desde que rompimos.

—¿Y por qué rompisteis si se puede saber?

—Yo... No lo sé la verdad.

Pero sí lo sabía. El chico había interpretado su miedo a expresar abiertamente su sexualidad como algún tipo de vergüenza de que lo viesen con él. No pudo hacerle cambiar de idea, un día solo se fue y nunca más supo de él. No respondía a sus mensajes ni llamadas —aunque ahora comprendía cuál podía ser el motivo—.

—Mira, te voy a ser franco, no tengo tiempo ni paciencia para esto, así que haznos un favor y habla. —Se inclinó sobre la mesa de modo que el chico fue capaz de ver cada una de los pequeños hilos de sangre que inundaban sus ojos —. ¿Dónde están Camila y Anni?

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