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La vidente

A veces los prejuicios distorsionan la realidad.

Ángel nunca se había considerado una persona que se dejase guiar por los prejuicios, aun así, cuando Jorge les habló de la vidente, no pudo evitar que en su mente se formase una posible imagen de la mujer. La de una persona vestida con ropa ancha y colorida, de pelos rizados y voluminosos, con ojos claros, diversos piercings y tatuajes, armada con una bandolera, que emanaba un intenso olor a incienso mientras caminaba. Sin embargo, la mujer que se había presentado a ellos como Cassandra, la vidente, no se parecía en absoluto a esa imagen.

Era alta, con una piel cubierta de un cálido bronceado y unos intensos ojos verdes. Su ropa podría haber pertenecido más a la de una persona gótica o amante del heavy metal antes que a una vidente. Llevaba una pequeña mochila de cuero negro que se retiró tras presentarse a todos y sentarse en el sofá del chico —que ahora le parecía demasiado hortera en presencia de una adulta—.

Jorge le explicó la situación mientras se escuchaban los quejidos ahogados de Maica, que seguía aterrorizada. La mujer le escuchó con atención mientras sus ojos, que recordaban a un vasto bosque perdido, escudriñaban a Ángel.

El chico notó cómo la sangre subía a su rostro mientras se sonrojaba; no le había dado tiempo a ducharse, apenas le había dado tiempo de ponerse una camiseta limpia mientras la vidente terminaba de subir las escaleras. A ella no parecía importarle, su mirada estaba cargada de una curiosidad casi infantil, como si, pese a ser la más mayor de la sala, fuese la menos seria.

—Y eso es todo —concluyó Jorge mientras se toqueteaba el piercing de la nariz (señal de que estaba nervioso)—. Lo cierto es que no estábamos seguros de llamarte después de... Lo de Manuel, pero Ángel insistió.

Sus palabras, que en cualquier otra situación le hubiesen dedicado otra mirada por parte de la vidente, consiguieron lo contrario. La mujer finalmente se centró en el chico de cabello oscuro que la había llamado, el único al que ya conocía en esa sala.

—Entonces decís que habéis invocado a un fantasma por... ¿Una aplicación? —Parecía estar a punto de estallar en una potente risa, no podía culparla, él también lo haría en su situación —. ¿Y os mandó un WhatsApp o...?

—¡Oye! ¡No seas gilipollas! —estalló Maica, provocando que todas las miradas se posasen sobre ella. Anni comenzó a sonrojarse, una vez más no parecía estar contenta con la actitud de su novia —. Te hemos contratado y vamos a pagarte, ¡ni se te ocurra burlarte de nosotros! ¡NUESTRO AMIGO HA MUERTO! —Sus palabras salieron disparadas de su interior mientras se ponía roja por la falta de aire y la saliva escapaba de su boca. No se quedó a esperar la respuesta, solo se marchó a la habitación de Ángel —que este estaba seguro de que conseguiría agenciarse— y se encerró en ella con un fuerte portazo.

—Lo siento... De verdad —se disculpó la chica de cabellos rubios mientras iba a consolar a su pareja, avergonzada por el espectáculo.

—No, tiene razón, lo siento. —Cassandra parecía decirlo de corazón. Adoptó un semblante más serio antes de volver a dirigirse a los chicos —. ¿Podéis darme más información del fantasma en sí?

—Lo cierto es que no sabemos demasiado de ella —comenzó Ángel, haciendo que los enigmáticos ojos de la mujer volviesen a centrarse en él y volviendo a provocarle un ligero rubor en las mejillas —. Decidimos jugar con la aplicación, parecía una estupidez pero... Luego empezaron a pasar cosas raras.

—¿Qué clase de cosas?

—Pues... No sé... —comenzó a titubear. De repente, comenzó a pensar en que todos los "fenómenos" que había presenciado no parecían tener importancia alguna y se sintió realmente ridículo por molestar a la vidente —. Un día estaba solo y... Todo comenzó a encenderse; la televisión, las luces, la batidora... Todos los electrodomésticos comenzaron a funcionar por sí solos.

—Ya... ¿Algo más? —preguntó la mujer, que no parecía estar del todo convencida.

—M-mi móvil, ha desaparecido. —Ambos le miraron con asombro.

—¿Es el teléfono con el que lo hicisteis? —El chico asintió —. ¿Lo has perdido o...?

—No, lo dejé en la mesilla cuando fui a dormir y al despertar no estaba, quería revisar porqué no sonó la alarma y al extender la mano... No estaba allí.

—Vale... Me gustaría ver esa aplicación, aunque sea en otro teléfono. 

Jorge le tendió su móvil —en el que ya estaba abierta la aplicación— antes de que ella pusiese terminar la frase. Sus ojos se movieron frenéticamente por la pantalla mientras observaba la sucesión de elementos que había aterrorizado a los chicos apenas unas noches antes.

—Bueno... Se ve bastante cutre a decir verdad, pero no quita el hecho de que cumple con lo justo y necesario para una sesión de ouija real, hicisteis una invocación que supongo luego cerrasteis. —Ambos chicos se miraron forzando a la vidente a preguntar —. Porque cerrasteis la sesión, ¿cierto?

—Creo que no, cuando Ángel enfocó a esa cosa todos... No sé, salimos corriendo y no hicimos nada más, apagamos el teléfono por temor a lo que pudiésemos ver.

—Entonces eso explica muchas cosas, habéis dejado que ese espíritu y todos los que pudiese haber se quede con vosotros.

—Entonces... ¿Qué podemos hacer? —preguntó el dueño de la casa dejando que los nervios jugasen con su tono.

—Lo mejor sería organizar otra sesión, de ese modo podríamos obtener más información del ente y cerrarla rezando porque no sea demasiado tarde.

—¿Y qué pasaría si es demasiado tarde?

—Que habría que recurrir a un exorcismo para que se despegue de vosotros y expulsarlo de este lugar.

El chico miró a su amigo mientras las palabras de la mujer le provocaban un escalofrío que recorrió por completo su columna vertebral. Este le devolvió la mirada sabiendo que lo único que podían hacer era rezar porque funcionase.

***

El ambiente se había ensombrecido en cuestión de segundos.

Se habían sentado en la mesa de cristal —Ángel no podía dejar de lamentar que su estreno fuese debido a un acto tan horrible— y apagado las luces dejando un par de velas como única iluminación. Como no disponían de un verdadero tablero de ouija, Cassandra se ofreció a actuar como nexo entre su mundo y el de los espíritus, de modo que estos hablarían a través de ella. La idea no había sido aclamada pero no disponían de más recursos.

—¿Todos listos? —Todos asintieron pese a la evidente palidez que cubría sus rostros, todos menos Maica, que era incapaz de dejar de temblar. Les había costado horrores lograr que la chica abandonase la seguridad del dormitorio para prestarse a una nueva sesión de ouija pero habían logrado convencerla de que era la única manera de que todo eso terminase de una vez, pese a ello, sus nervios eran palpables —. Entonces vamos allá.

Empezó extendiendo los brazos en un amplio gesto que los demás imitaron hasta tomarse de las manos, la vidente inspiró hondo antes de comenzar a hablar con una voz sonora y profunda.

—Hacemos un llamamiento a todos los seres que ahora nos escuchen, ¿hay alguien aquí con nosotros? —Soltó la mano de Maica para tomar un bolígrafo y posicionarlo de forma vertical sobre un cuaderno que le habían dejado, cerró los ojos y todos esperaron por unos instantes que parecieron eternos. Su respitación pareció estabilizarse y casi pareció haberse dormido sobre la silla de plástico.

Lentamente, comenzaron a dibujarse enormes y grotescas letras sobre el papel, deletreando una única palabra; "CAMILA". Todos se miraron con terror, hasta el punto de que tuvieron que sujetar a la chica para que no huyese aterrorizada. Esta se detuvo cuando la mujer volvió a hablar.

—¿Qué haces aquí, Camila? ¿Qué te retiene en este lugar? —Mismo procedimiento seguido de la misma respuesta tras lo que pareció un tiempo aún más largo de espera —. ¿Puedes decirnos algo que nos ayude a liberarte? —Misma respuesta sobre el papel —. ¿Qué te pasó? —De nuevo, un enorme "CAMILA" se materializó sobre el cuaderno —. ¿Hay algo que quieras decirle a Ángel?

Entonces, como si de una señal pactada se tratase, todo se detuvo. La mano de la vidente paró de moverse por el papel para quedarse completamente inmóvil, las pequeñas llamas de las velas dejaron de sacudirse con la suave brisa de la tarde, incluso los chicos cesaron sus agitadas respiraciones. Todos observaban con un mutismo casi sagrado a la mujer, que permanecía con los ojos cerrados.

Antes de que nadie pudiese percibirlo, sus dedos se cerraron con tanta fuerza alrededor de la cubierta de plástico del bolígrafo que sus nudillos se tornaron blancos y sus ojos comenzaron a moverse de forma frenética bajo los párpados. Se levantó con un movimiento súbito y su silla cayó al suelo, Jorge hizo el amago de ir a ayudarla pero Ángel le detuvo señalando su mano.

Pese a su evidente estado de trance, sus manos continuaban moviéndose de forma extrañamente coordinada. Impulsado por algún tipo de presentimiento, el chico se levantó para presionar una nueva página del cuaderno contra la punta del bolígrafo y, tal como había pensado, nuevas palabras comenzaron a aparecer sobre la hoja.

"ASESINATO, CAMILA, SECRETOS, MUERTE."

En ese momento, las velas cedieron a una brisa repentina que terminó por apagarlas y los sumió en una repentina oscuridad a la que Maica puso fin al encender rápidamente y con manos temblorosas la linterna de su teléfono.

Sin embargo, ese pequeño halo de luz no consiguió calmar los nervios de ninguno de los presentes y terminó provocando la huida de la chica entre llantos y sollozos hasta el refugio que era la habitación principal. Los chicos se quedaron en el salón, observando aquello que tanto la había perturbado.

Junto a ellos, donde segundos antes había estado sentada Anni, se encontraba una silla vacía. 

Ninguno se dio cuenta cuando Cassandra se fue corriendo con lágrimas en los ojos y el rostro terriblemente pálido, no oyeron el portazo que dio ni su acelerada carrera escaleras abajo. Solo estaban ellos, esa silla vacía y ese condenado trozo de papel.

Ejerciendo un esfuerzo sobrehumano, Ángel logró apartar la mirada de la silla para contemplar a su amigo cuyas oscuras pestañas ocultaban casi por completo sus ojos cuando bajaba la mirada para leer las siniestras palabras que se les habían sido reveladas. En ese momento lo supo; necesitaban un plan y tenía que ser realmente bueno.

Un escalofrío los recorrió. No dijeron nada, no se movieron, permanecieron inmóviles en la oscuridad, bajo la atenta mirada de la presencia de su amiga, que les había abandonado apenas unos segundos atrás y a la que ya sabían que no podrían volver a ver nunca.

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