La foto
La foto les había conmocionado.
Evidentemente, lo primero que hicieron fue ir a ver a su amiga —que casi los golpea con la raqueta— para preguntarle si era obra suya. Sus esperanzas de que la chica hubiese encontrado el teléfono y decidido gastarles una broma eran pocas pero debían intentarlo. Como sospechaban, juró no tener nada que ver.
Tras eso se pasaron la noche en vela, los turnos terminaron cuando nadie quiso dormir, se quedaron petrificados hasta la salida del sol como si hubiesen sido víctimas de un embrujo que solo la luz solar podía deshacer.
En ese momento Maica se marchó a refugiarse en la habitación de Ángel —la cual ahora parecía pertenecerle— y ambos chicos se quedaron solos. No dijeron ni hicieron nada, se limitaron a permanecer con la mirada perdida, ni siquiera las constantes súplicas de Oliver por obtener algunas caricias les sacaron de su ensoñamiento.
Finalmente, cuando el gato comenzó a maullar de forma desesperada al encontrarse con el cuenco vacío, Jorge se levantó para asistirle dejando a Ángel solo con un mar de pensamientos.
Un nuevo sentimiento le encogía el estómago, uno mucho más poderoso que el miedo y al que no conseguía poner nombre. Esa foto tenía un significado mucho más oscuro para él, era la confirmación de sus temores. No estaba loco, estaba pasando algo.
Pensó en Anni, aunque no sabía exactamente el motivo. La chica de cabellos dorados llenó su mente y le hizo sentir culpable, no por su desaparición, sino por lo que pensó nada más verla; "podría haber sido Maica".
No quería que ninguno de sus amigos sufriese, pero la actitud de la otra chica era tan compleja que sin duda preferiría tener que tratar con su novia en esos momentos.
Suspiró al pasar junto a la puerta cerrada de su habitación, deseaba más que nada descansar pero ni su mente ni su amiga le dejarían hacerlo, por lo que terminó dirigiéndose a la cocina.
—¿Te preparo algo? —preguntó Jorge desde el fregadero, donde se encontraba fregando una sartén, no entendía cómo era capaz de comer.
—No gracias... Tengo el estómago revuelto.
El chico solo asintió y continuó limpiando, Ángel se apoyó en el frigorífico mientras le observaba. La noche anterior había estado tentado a hacerle cientos de preguntas, a pedir consejo a la única persona que conocía que, pese a no ser adulta, era capaz de arreglárselas sola, pero ahora se sentía incómodo. Tal vez su incomodidad se debía a las preguntas que no se había atrevido a formular pero que continuaban dando vueltas en su mente.
Enterró esas preguntas en el fondo de su mente con un nuevo suspiro y sacó un pequeño bote de zumo de la nevera con la esperanza de que no le hiciese vomitar.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —Lanzó la pregunta al aire mientras forcejeaba con el tapón.
—Iré a ver a Cassandra esta tarde —explicó mientras se acercaba a ayudarle —. He intentado llamarla de nuevo pero no me lo coge, iré a su tienda y le pediré que nos ayude.
Asintió antes de beber dejando que el silencio se extendiese de nuevo entre ellos. Pese a la incomodidad claramente palpable, no le hubiese importado que continuase así, al menos era mejor que lo que la interrumpió.
Un sonido melodioso, un suave timbre que marcaba la llegada de un mensaje.
Ambos palidecieron mientras Jorge sacaba el teléfono y volvía a revisar la pantalla. Ángel sentía que el corazón se le saldría del pecho mientras observaban con expectación cómo cargaban los mensajes, una nueva fotografía.
Esta era mucho más oscura, tanto que ni siquiera se podía identificar el lugar donde había sido tomada —seguramente se trataba de alguna clase de zulo—. Anni estaba en ella y su cuerpo se veía extremadamente blanco por el exceso de flash empleado, no hacía falta ser médico para saber que la chica no estaba bien.
Sus ojos sin vida miraban directamente hacia la cámara, su cabeza estaba echada hacia atrás en un ángulo antinatural que dejaba entrever su cuello cortado, del cual manaba sangre que también recorría la boca.
En esos momentos, Ángel se alegró de no haber comido nada, no como su amigo que amenazaba con vomitar su desayuno en cualquier momento.
Permanecieron con las miradas fijas en la pantalla hasta que un nuevo sonido los distrajo, un suave crujido. Pese a llevar poco tiempo viviendo allí, el chico no tardó en identificarlo; era la puerta de su habitación.
Ambos corrieron para encontrarse con la puerta abierta y una pequeña bandeja con lo que parecían restos de un desayuno en el suelo, no había rastro de la chica.
Ángel dirigió una mirada a su amigo para preguntarle si era obra suya pero él no le prestaba atención. Su cabeza estaba girada hacia el pasillo y sus ojos parecían estar a punto de salirse de sus órbitas, entonces volvió a salir corriendo sin decir una sola palabra. El chico lo siguió solo para encontrarse horrorizado ante la escena que se estaba desempeñando.
Maica había salido al balcón, estaba girada hacia el interior y los observaba con la mirada perdida. Antes de que ninguno pudiese acercarse, mostró una siniestra sonrisa y se dejó caer al vacío.
Vio cómo Jorge corría hacia la barandilla pero era tarde, ambos habían visto la trayectoria que describía su cuerpo al caer. Fuera los coches pitaban con insistencia acompañados del chirrido de los neumáticos al esquivar el reciente incidente. Sin embargo, había otro ruido que consiguió captar la atención del chico por encima del resto.
Se trataba del morador de sus próximas pesadillas, un sonido melódico, un suave timbre que anunciaba la llegada de un mensaje. Se había apoderado de la escena y aislaba el resto de sonidos con una insistencia voraz.
Bajó la mirada para descubrir que el teléfono de Jorge se había quedado tendido en el suelo junto a él, no tuvo que agacharse para ver aquello que le heló la sangre por completo.
En la brillante pantalla, en el grupo donde ellos habían recibido la foto de la pobre Anni, también estaba Maica.
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