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Capítulo 2: Las arañas

Los alien no lastimaban a los animales, la única peste de la tierra éramos nosotros. En parte fue un alivio, ya que en el apuro de ser transportados por el gobierno, no pude llevar a mi gato. Lloré mucho, me rompió el corazón dejarlo, pero luego saber que los aliens tomaban a los animales y los llevaban a sus gigantes reservas con más de su especie, me dio algo de paz.

La reserva en la que estábamos eran herbívoros de la zona del país, así que mi gato no estaría por ahí.

Ahora nuestro problema era ocultar al señor y a su hijo.

Fuimos con mi hermana guiandolos a unas habitaciones que estaban de reserva, por si el gobierno mandaba a alguien más y cosas así, se instalaron y quedamos en llevarles algo de comida luego.

Ya en nuestra habitación ambas nos miramos con preocupación, seguramente ella había actuado sin pensar mucho en las consecuencias, como solía hacerlo, mientras que yo era una calculadora empedernida de las cosas. No hacía nada sin haberlo planeado antes, o haber organizado mi día.

Al día siguiente, papá seguía con sus investigaciones mientras nosotras entrenábamos, ya que no había mucho más que hacer, y tener hobbies también había pasado a ser parte del pasado... valga la redundancia.

Un joven, uno de los soldados, llamado John, se acercó a observarnos practicar a disparar al blanco. Había mejorado mi puntería pero todavía me faltaba mucho. Recordaba la primera vez que disparé un arma. Sonó tan fuerte y fue tan duro el golpe del objeto en retorno contra mí, que solo grité y la dejé caer, fue patético.

—Hey, mujeres rambo —dijo él—. Vamos a salir de expedición, y regresamos para la cena.

—¿Por qué vienes a sacarnos en cara que no podemos salir? —reclamó mi hermana.

Yo no quería salir, no gracias, aquí estaba a salvo, feliz y contenta... Sobreviviendo.

—Quizá cuando puedan darle al blanco —se burló—. Por cierto, olvidé decir que está habiendo inspección. —Sacó la tablet y escribió algo—. Anotadas.

Eso nos dejó heladas mientras él se iba. Apenas lo vimos desaparecer nos miramos asustadas y maldecimos en silencio. Fuimos corriendo a dejar las armas en sus sitios y luego corrimos a las habitaciones. Los soldados revisaban todo, tomando lista de los presentes que faltaran ser anotados en las tablets, y para nuestro horror, algo golpeó la gran entrada, asustándonos más por el momento de tensión.

—¡¿Qué fue eso?!

—¡Hay un problema señor —le dijo nuestro amigo a su superior—, detecto una señal de un marcado!

Un marcado, era aquel al que los aliens le habían puesto una especie de rastreador para localizarlo. Eso me preocupo aún más, todos aquí estábamos libres de eso, excepto quizás...

Los soldados corrieron hacia las habitaciones extra, nosotras nos miramos y corrimos también.

—¡Necesito un equipo que vaya a la gran puerta! —gritó el superior.

Pudimos ver con horror cómo los drones de los aliens se concentraban en el exterior, buscando, aunque no pudieran detectar nada, estaba segura ahora de que sabían que habían humanos aquí, por las personas que habíamos ingresado. Estaban marcados, habíamos cometido un grave error, podíamos hasta morir, ¡y todo era nuestra culpa!

Hubo un estruendo y gritamos, vi en los paneles translúcidos del techo del domo que los aliens estaban tratando de atravesar la superficie con sus extrañas armas.

—¡Plan de escape! —ordenó el superior.

Y el caos inició. Corrimos hacia el laboratorio, encontrándonos con los soldados sacando a los vecinos de la habitación en donde los habíamos escondido mientras les exigían decir cómo entraron. El señor nos vio y nos señaló. Los dos soldados voltearon a mirarnos con severidad pero seguimos con nuestro camino.

—¡Alto ahí! ¡No saben la gravedad de sus acciones!

—¡Primero escapemos y luego nos castigan! —grité desesperada.

Irrumpimos en el laboratorio y fuimos hacia papá. Él se preparaba con su equipo, guardando las cosas con su característica paciencia y cuidado, que me angustiaba más. El domo estaba hecho para darnos al menos una hora de protección, era un material muy resistente, pero ellos eran fuertes, quizá más de lo que la humanidad lo había sido alguna vez.

—¡Papá, deja te ayudo! —corrí a guardar cosas—. ¡Merly!

—¡Sí! —respondió ella, haciendo lo mismo.

Uno de los asistentes tomaba lista de las cosas que apilábamos mientras los demás guardaban y empacaban. Ellos con paciencia y nosotras con apuro.

—No vayan a romper eso —dijo uno con lentes.

—¡Qué importa, mandarán reemplazos! —tiré algunas cosas a la maleta especial de plastico negro y duro—. ¡Y se lo mandarán a tu reemplazo si tú te mueres!

El hombre no cambió de expresión. Ugh. ¡Científicos y su amor a la ciencia más que a ellos mismos!

Hubo un estruendo y gritamos. Los disparos iniciaron y supe que habían entrado. Escuché los chillidos infernales de esas criaturas, un sonido digno del apocalipsis. Para mi alivio, el piso empezó a abrirse para dejar paso a los vehículos que estaban ahí para situaciones así en las que tuviéramos que huir, cosa que ocurría por primera vez.

Las cosas del laboratorio fueron puestas en los vehículos por el sistema del domo mientras estos se asomaban del subsuelo y nos preparamos para entrar, ya que se encenderían y partirían con o sin nosotros.

Miré hacia atrás, preocupada. El domo empezaba a abrir un camino para los vehículos, y los soldados no aparecían. El centro del domo se bloquearía también para que los bichos no entraran, si es que ya no lo había hecho. Así nos daba tiempo, pero...

—Ellos saben que su misión no es huir, sino protegernos —dijo uno del equipo de papá.

Lo miré y él se veía apenado. Tensé los labios y bajé la vista. Miré de reojo a Merly y ella estaba igual. Era nuestra culpa.

Iban a morir por nuestra culpa.

Los vehículos militares se encendieron y reaccioné. Apreté los labios aún más y di un respingo cuando vi a algunos soldados aparecer por la entrada y venir corriendo, uno de ellos era John.

—¡Rápido, rápido! —grité, pero el vehículo avanzó—. ¡No!

Merly y yo nos asomamos por la ventana estirando las manos para que nos alcanzara pero era muy tarde.

—¡Cierren la ventana, estaremos bien! —gritó, quedándose atrás mientras el vehículo aceleraba mucho más.

Prefería pagar de otra forma mis malas acciones. ¿Era este el castigo? ¿O apenas empezaba?

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