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Amistades peligrosas


Han pasado dos meses desde que llegamos a Rusia y por fin domino el idioma.

Empecé enfermería en la universidad, al principio me costó bastante adaptarme y hacer amigos me ha resultado misión imposible a excepción de Aitana, mi compañera de clases. Es muy reservada y apenas habla de su familia, únicamente lo justito y porque le conté porciones de mi gran mentira de vida. Por mi parte le he tenido que contar que Aurora es mi madre y mi padre murió en un accidente laboral, me da pena mentirle porque ella si me confesó que su padre los había abandonado a ella y a su hermano, dejándolos en la más absoluta miseria.

De la señora Carmen y de Damián no hemos vuelto a saber nada, simplemente a final de mes nos pasan una cantidad bastante sobrada para vivir y listo.

Llevo días intentando contactar con mi amiga Rosa Santillana en España pero no hay forma, cada vez que llamo me salta el contestador, he intentado escribirle por redes sociales sin decirle que soy yo y tampoco da señales de vida.

Ayer en la tarde Aitana me invitó a su casa, es una mansión aunque está un poco descuidada, no tienen personal de servicio, piscina y jardín están hechos un asco, latas de cerveza y cajas de pizza por el salón tiradas, telarañas y polvo por la mayoría de los lugares, y no t dejes una luz encendida que su hermano te echa la bronca, al menos eso fue lo que me ocurrió a mí en la primera entrevista con él.

-Aitana ya estoy en casa. ¿Se puede saber por qué tienes casi todas las luces encendidas? ¡Las facturas no se pagan solas! – me pareció que estaba algo, bastante cabreado por la forma en la que le habló a su hermana.

Me asomé a la barandilla de la escalera y apoyándome en esta, yo también le grite. – ¡Fui yo quien las dejó encendidas!

Nada más escuchar mis gritos se quedó mirando en mi dirección, la verdad que muy buena cara no tenía, subió rápidamente las escaleras, se puso a mi altura y se quedó mirándome fijamente. - ¿Quién eres y que haces en mi casa?

En ese mismo momento apareció Aitana y menos mal, ese chico parecía querer asesinarme con la mirada.

-Tranquilo Esteban ella es Carolina, mi compañera de universidad y mi única amiga.

-¿Podemos hablar a solas un momento? – Le dije que encantada de conocerlo y me dirigí a la habitación de mi amiga.

Se escuchaban algunas voces más altas que otras, por lo que no siendo muy indiscreta, me enteré de parte de la conversación. Estaba claro que no le había hecho gracia encontrarse a una extraña en su casa.

-Siento que mi hermano se haya comportado de esa forma, él no es así. – la noté bastante apenada – Desde que mi padre se marchó vive amargado, son muchos los gastos y pocos los ingresos.

- No tienes que preocuparte por eso ahora. Tengo que irme, mañana en la noche si quieres podemos salir un rato. – yo no sería precisamente el alma de la fiesta, pero mi amiga necesitaba salir urgentemente, o terminaría con depresión en esa mansión comida de mierda.

-Me gustaría, aunque supongo que a mi hermano no le hará mucha gracia.

-Si es por el dinero ni te preocupes, invito yo.

-Siendo así, iremos al local donde trabaja Esteban. – acepté a regañadientes, ninguna gracia me hacía volver a verle el careto a ese ser.

Después de una mañana bastante entretenida, mi amiga y yo estuvimos ayudando a Aurora a preparar la comida. En la tarde estuvimos preparándonos para nuestra salida nocturna, que realmente no fue para nada aburrida, descubrí a una Aitana completamente desconocida para mí.

The Vángal, así es como se llama el local donde trabaja la fierecilla nocturna, es como llamo yo al hermano de mi amiga desde la tarde que lo conocí. Nada más entrar me di cuenta que no era el mejor ambiente.., las camareras iban vestidas demasiado llamativas por no decir que parecían recién salidas de cualquier prostíbulo barato, sin contar que aquella noche vimos más gente drogándose de la que había visto en mi vida.

-Aitana creo que este no es el mejor lugar para nosotras.

-No debes preocuparte, no nos pasará nada. – parecía muy segura.

Nos tomamos un par de copas y la noche estaba siendo perfecta. No habíamos visto a su hermano y la estábamos pasando bien, hasta que de un momento a otro me giré, y vi a mi amiga apuntando con un arma a un señor mayor pasado de tragos. Esteban se quedó mirando en mi dirección con los ojos saliéndoseles de las cuencas, salto la barra con maestría y fue hacía su hermana con gran ligereza.

-Aitana baja el arma inmediatamente, todo el mundo nos está mirándonos. – mi amiga parecía estar bloqueada, ni se inmutó de la presencia de su hermano.

Mi amiga, a la que yo consideraba inofensiva hasta ese preciso momento, me acababa de dejar desconcertada. Empuñaba aquel arma con tal seguridad, que pareciese lo hubiese estado haciendo toda su vida, sus ojos parecían querer asesinar a ese hombre, y por mucho que le hablaba su hermano es como si no escuchara absolutamente nada. Pasados unos interminables minutos bajo el arma y se la entregó a Esteban, lo abrazó y este se la llevó por un pasillo lateral, no sin antes pedirme que los siguiera. Entramos en una habitación con sillones y nos mantuvimos en silencio hasta que Aitana entró en sí.

-¿Por qué cojones has tenido que traer a mi hermana aquí?- este chico parecía que no sabía nada más que gritarme cada vez que me hablaba.

-Yo la invité a salir, ella fue quien decidió venir a este local. – no paraba de negar con la cabeza agachada - También me dijo que no nos pasaría nada y mírame, casi me muero del susto cuando la he visto sujetando esa arma con una seguridad que no le he visto desde que la conozco. ¿Alguno de los dos me va explicar que fue lo que pasó ahí fuera, o me vais a dejar que siga volando mi gran imaginación?

Esteban iba contestarme, solo que Aitana le tapó la boca con la palma de su mano y le dijo que nos íbamos, que más tarde ella se encargaría de hablar conmigo. Al salir cada cual estaba a lo suyo y ni rastro de aquel hombre, Esteban nos acompañó hasta la salida donde nos esperaba un taxi, Aitana entró primero y antes de que yo pudiera hacer lo mismo noté una fuerte presión en mi muñeca que me hizo girare.

-Mañana en la tarde quiero que te pases por aquí, no le digas nada a mi hermana. – tenía un semblante bastante serio.

Hasta ese preciso instante no me había fijado lo atractivo que era visto de cerca. A pesar de no darme miedo si no respeto, si es cierto que algo en mi interior me decía que tuviese cuidado con él. Todo en la vida de este chico parecía estar rodeado de un aura de misterio.

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