Al descubierto
Narrado por Esteban.
¿Sirviendo copas en The Vángal, viendo a Carolina con Roberto? Misión imposible, no estaba preparado para eso. No sabía que cojones me ocurría, cada día me gustaba menos verlos juntos. Decidí distraerme con ayuda de Ekaterina, ella siempre estaba dispuesta a complacerme cuando yo se lo pedía.
Recibí una llamada, era el jefe de la banda de narcos para los que yo y Roberto trabajábamos. Me amenazaron con matarnos, todo porque mi amigo y yo, habíamos perdido la pista de parte de un cargamento con cocaína de primera. Salí a la calle a fumarme un cigarro, e intentar pensar una escusa para evadir el problema, pero no me dio tiempo ni a encenderlo cuando unos hombres me arrastraron hasta la esquina. Me dieron la golpiza del siglo, incluso uno de ellos cuando se iban desde lejos me disparó, intenté esquivar la bala pero aún así me rozo en el costado. Recuerdo el sonido de un coche y ruido de puertas.
Con el frio que hace en Rusia sabía que no aguantaría mucho en la calle, menos en el estado en el que me encontraba. Estaba a punto de perder el conocimiento cuando unas cálidas manos me tocaron, entró su perfume por mis fosas nasales y rápidamente supe que se trataba de mi dolor de cabeza favorito, Carolina. Me pareció que lloraba, ¿por mí? no creo. Le pedí que fuese por Ekaterina, en principio me puso mala cara, finalmente aceptó. Después de eso no recuerdo nada hasta que no llegamos a la nave nueve, no perdí el conocimiento en brazos de Carolina, pero no escuchaba nada de lo que decían entre ellas.
Cuando conseguí venir más en mí, la rusa estaba hablando por mi móvil con alguien. No tenía fuerzas ni para preguntarle quién había al otro lado del teléfono.
-Era Patrik para lo de la pelea. Le he dicho que no ibas a poder, que te habían golpeado hasta dejarte inconsciente.
-No seas tonta. Así me esté muriendo va querer que pelee, les reporto más dinero que cualquier otro boxeador y él lo sabe.
-¿Y qué pretendes hacer? Así no puedes subir al ring, te partirán la cabeza en dos sin pestañear.
-Llama a Patrik, dile que intentaré ir a la pelea.
-Va ser peor si vas y no ganas. Tú mismo.
Acababa de colgar el teléfono la rusa, cuando Carolina llegó con una bolsa en la mano. Entre las dos me sacaron la ropa de la parte superior y curaron las heridas. La española se fue y mi amiga me contó que habían secuestrado a Roberto. Finalmente, el sueño me venció hasta la mañana siguiente.
Al despertar escuché a la rusa discutiendo con alguien abajo, la llamé y escuché pisadas rápidas por la escalera. Eran Patrik y sus hombres.
-La rubia me ha dicho por teléfono que podrías pelear, ¿vengo y que me encuentro? ¿Un moribundo? – esto último me lo dijo frente a mi cara, echándome el humo de su puro.
-Pelearé, nunca te he fallado. – soltó tal carcajada que todos los allí presentes nos quedamos mirándolo estupefactos.
-Tú, no vas a pelear – por un momento vi el cielo abierto, hasta que siguió hablando – Lo hará ella, dijo señalando con su cabeza hacía la puerta
Sus hombres se retiraron dejándome ver la figura de mi hermana, amordazada y atada de manos. Intenté incorporarme, cosa que me resultó imposible debido al gran dolor que tenía. Me negué innumerable veces a que ella peleara. Aitana al verme así, hizo gestos para que le quitaran la mordaza y así poder hablar.
-Pelearé. – ella no había peleado desde que murió mi madre, solo se entrenaba.
-Por fin alguien con un poco de cordura en esta familia. – maldito Patrik, me las pagaría.
-Solamente pido tres cosas. Mi hermano no presenciará la pelea, los beneficios al igual que con Esteban irán al cincuenta y no volveré a pelear si no lo deseo.
-De acuerdo. – le hizo un gesto a sus hombres para marcharse, pero antes me advirtió – Durante la pelea varios de mis hombres estarán aquí contigo vigilándote, no vaya ser que tu hermanita decida no pelear a última hora.
Cuando se marcharon le pedí a mi hermana que se marchara a la universidad y le dije que se entrenara en la tarde, quería que estuviese preparada para el combate en la noche. Tenía clarísimo que Patrik no le iba buscar una rival cualquiera, sería de las mejores.
Ustedes ya no sabrán ni a que me dedico, pero esto viene desde que éramos unos críos.
De pequeños no teníamos lujos, éramos lo que viene siendo unos muertos de hambre. Mi hermana, Roberto y yo soñábamos con tener una bonita casa, un lujoso coche y salir de aquellas chabolas de las afueras de Moscú, nos comían las ratas y la mierda. Una tarde estábamos peleando los tres en un viejo y deteriorado parque cerca de nuestro barrio, un vehículo lujoso con lunas opacas estacionó enfrente de donde estábamos y bajó la ventanilla de atrás, se asomó un hombre con un puro y nos ofreció una gran cantidad de dinero, a cambio de pelear contra niños de otros barrios. Aceptamos y nos involucramos en las peleas ilegales cada vez más con ese señor, a cambio de cada vez más porcentaje de dinero por nuestras victorias. Por las tardes nos llevaban a entrenar con niños mucho más mayores y así fue como cada vez éramos mejores. Cuando mis padres se fueron a España mi hermana y yo nos retiramos, dejamos aquello de lado hasta que al volver a Rusia, mi amigo le debía dinero aquel hombre llamado Patrik. Para que no mataran al que nosotros considerábamos como un hermano, mi hermana y yo tuvimos que pelear hasta saldar la deuda de Roberto. Desde entonces entre los tres nos ayudamos sin dudar.
Faltaba una hora para la pelea cuando recibí una llamada de un número desconocido que resultó ser mi amigo, decidí cogerlo aunque estuviesen en la puerta los hombres de Patrik vigilándome.
-¿Tú no estabas secuestrado?
-Estaba hermano, tú lo has dicho. Stabilo ha descubierto donde está la cocaína perdida, quiere que vayamos a recuperarla antes de tres días. – si no me podía mover, ¿cómo iba poder ir a recuperar la mercancía?
-Necesito que te ocupes de otra cosa mucho más importante ahora.
-Tú dirás, ¿de qué se trata?
-Aitana debe de estar a punto de subirse en el ring del corralón. Quiero que estés allí y nada más terminar la lleves a la mansión y no te separes de ella, no me fio nada de Patrik.
-¿Tu hermana está loca? Ya había conseguido salirse del mundo de las peleas, ¿qué cojones se le ha pasado por la cabeza para volver?
-Ha sido por mi maldita culpa. Ya te contaremos con calma, ahora ve donde te he dicho y cuídala.
Si la pelea de mi hermana me tenía nervioso, algo peor me entró cuando escuche a uno de los hombres que me custodiaban, decir que tenían visita. Pasaron a lo mucho tres minutos, cuando uno de los hombres entró con Carolina siendo apuntada con un arma, la empujó sobre la cama donde yo me encontraba y se marchó cerrando la puerta tras su paso. Me quedé mirándola y algo raro había en su mirada, normalmente tenía mirada angelical y en ese instante parecía estar cargada de odio.
Llevaríamos casi media hora de silencio intenso y para ser sinceros ya me estaba empezando a cansar, no despegaba mi pico porque conociéndola sabía que no tardaría en reventar y así fue.
-Defraudada, engañada, manipulada, triste y llena de rencor. – hizo otro de sus silencios, pero me mantuve callado – Así es como me siento.
-Te dije que te alejaras.
-Decidí quedarme a vuestro lado, que menos que no mentirme. ¿Por qué no contarme que os dedicáis a peleas ilegales? ¿Por qué no decirme que hay otros negocios turbios? Yo no soy una maldita chivata, no os hubiese delatado.
-¿Qué sabes tú de las peleas? Nadie tenía que haberte dicho nada.
-Nadie lo ha hecho, lo he descubierto yo solita y justo por eso estoy así. – le estaban empezando a resbalar unas lágrimas por las mejillas, me estaba empezando a sentir como una mierda – Cuando vine de la farmacia no debí escuchar una conversación de Ekaterina, pero la escuche. En la mañana pillé a tu hermana mintiéndome, esta tarde la seguí y para mi sorpresa nuestras miradas se han cruzado en el ring de aquel corralón. Tu puta rusa lo sabía todo, se encargó de restregármelo, y para rematar me encuentro con Roberto cuando salía de allí...
Nunca la había visto tan vulnerable, todo lo contrarío, siempre me plantaba cara y era indomable. Verla así solo me daban ganas de contarle todo, protegerla, limpiarle las lágrimas que le habíamos causado con nuestras mentiras, y ¿por qué no? besarla.
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