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TEETH

Los vampiros son mentiras para niños, discrepancias en las historias, el miedo hablando por sí solo, la manipulación a una sociedad, el mundo volviéndose frenético. Al menos para los demás.

     Para TaeHyung, los vampiros son el mundo extraño más cercano al suyo, son los amigos de su novio, y son su mismo novio.

     Aquella mañana, TaeHyung mira con resentimiento el calendario que se apega a la pared. A causa de la oscuridad, no puede evitar sentirse un poco incómodo, porque no alcanza a ver bien la fecha, a la cual no le ha prestado atención desde el mes pasado. Aunque sus días, desde que conoce a JungKook, son contactos, tiende a perderse entre los meses para evitar sentirse nervioso cuando las fechas se aproximan. Al ponerse de pie y recargar la mano en el armario blanco, es capaz de distinguir el día 14, encerrado con un marcador negro, como todos los demás semejantes en el resto del calendario. Un suspiro pesado sale desde el fondo de su estómago, cosa que alerta al depredador que entra por la puerta en un movimiento ágil.

     —¿Qué tienes?

     Al contrario de asustarse por la repentina entrada, TaeHyung se lamenta ser tan ruidoso a una hora tan temprana de la mañana. Apenas son las cuatro y JungKook ya está devuelta en casa.

     —No tengo nada. —Admite TaeHyung, sentándose en la cama—. Estaba viendo la fecha.
 
     JungKook no es la clase de ser que te mira sin decir una palabra. Solía serlo antes, cuando temía por su actitud y sus reacciones, pero actualmente es más la clase de novio juguetón que va de acá para allá con su celular y lanza comentarios graciosos cuando ve en el otro una actitud abatida.

     —Oh, sí. Ya llegamos a esa fecha.

     —Lo sé. —TaeHyung rasca el costado de su cuello con compasión. Sabe que no le pica, porque no es simplemente posible que le pique, pero siente la necesidad de hacerlo—. Es solo que no estoy de humor.

     JungKook se siente un tanto nervioso por eso. Su instinto es le manda a subir y bajar rápidamente el pecho, aunque sabe que no respira necesariamente y su corazón late por obra de Dios o algo así... Oh, un momento, ¿no es una blasfemia decir algo parecido? El chico se renueve incómodo en su lugar hasta sentarse al lado de TaeHyung. El chico lo observa cuidadosamente, nota en JungKook un sentimiento extraño que lo hace sentir culpable. Entonces se da cuenta de sus palabras.

     —Lo lamento. No quise decir eso. —Se apura a comentar—. No es como si lo pudieras controlar o algo así.

     —Siempre puedes encerrarme en la habitación si es tan difícil para ti.

      —No es eso. Es que hoy me siento un poco enfermo.

     —¿Qué? ¿Qué tienes? —JungKook lleva una mano hasta la frente del chico—. ¡Por Dios! —exclama, aunque de inmediato le arde un poco la lengua al decirlo, así que suelta un chillido—. ¡Estás hirviendo!

     La expresión del vampiro hace que TaeHyung suelte una carcajada sonora que entra por los oídos de JungKook hasta hacerlo sonreír con la misma intensidad que el otro. TaeHyung se rasca los ojos con impaciencia, hasta mirar fijamente a Kook, quien le dedica una mirada inocente.

     —Creo que el frío aquí eres tú, JungKook.

     —¿Tú crees? —cuestiona gracioso—. Pero, en serio, ¿te sientes mal hoy? Para ver de qué manera voy a encerrarme en la habitación.

      TaeHyung no quiere escuchar más del tema del encierro. Hay muchas razones por las que eso le parece una aberración.

     JungKook una vez al mes, no antes, ni después, sufre una clase de frenesí que lo hace sentirse tan impaciente que es capaz de triplicar todas sus fuerzas y sacar el hambre por debajo de su manga para poder devorar sin cesar a quien se lo proponga. Oh, bien, realmente no es a quien se lo proponga.

     JungKook necesita específicamente de la sangre de TaeHyung para sentirse saciado y evitar la necesidad de asesinar descaradamente a quien se le ponga enfrente.

     Esto no es una sorpresa para ninguno de los dos, y no están juntos en razón a que esto se diera antes de relacionarse. Cuando TaeHyung decidió que JungKook le pertenecería, accedió a volverse exclusivo, a estar unido de por vida al chico como su único alimento. Y es que el vampiro, al haber consumido la sangre de aquel que tiene como propiedad su corazón, se volvió completamente dependiente de él. Si TaeHyung se llega a ir, JungKook muere, así de fácil. Su cuerpo ya no acepta la sangre de cualquiera, ni siquiera se siente atraído por los diversos olores que emiten los demás humanos o animales; ya es TaeHyung, su esencia y la forma en la que su corazón late en un compás seguro, lo que necesita para vivir.

     Una vez al mes, JungKook se vuelve loco por la necesidad de consumir su sangre y beberla hasta saciarse. Es similar a la temporada reproductiva de muchos animales, es como si su corazón le pidiera estar unido a TaeHyung y hundirse en él. Sin embargo, no hay mucho que hacer cuando esto lo consume, las necesidades, a veces sexuales, exceden las capacidades humanas, y, de vez en cuando, la rudeza también forma parte del proceso.

     —Solo es un dolor de cabeza. No he dormido bien.

     —¿Estás seguro que esto está bien?

     —¿Cuándo no lo ha estado?

     JungKook observa fijamente a TaeHyung; con miedo. Sería una mentira decir que no siente tan culpable de su naturalidad como de su personalidad apresurada, porque lo hace. A veces desearía ser un muerto antes que un vampiro. Cuando mira a TaeHyung, ve en él algo que nunca podrá tener, y piensa constantemente en todo lo que jamás le podrá dar. Una cita al sol, una boda ante la iglesia, un entierro justo. Por eso preferiría estar muerto antes de ver a TaeHyung sufrir a su causa.

     —Tengo miedo de que te aburras de esto.

     —¿Aburrirme? Cuando me mordiste, creo que prometí alimentarte incluso estando en el Sol. Lo hago porque lo decidí.

     —Debe ser difícil para ti.

     —Lo fue la primera vez.

     —¿Es tan malo cuando pasa eso?

     —Tú de verdad no recuerdas nada, ¿verdad?

     —No...

     —No te pierdes de mucho, a decir verdad.

     JungKook sabe que eso no es cierto. TaeHyung suele decirle que "no es nada", que es como "otros momentos normales", también insiste constantemente en que esa clase de cosas son por las que son pareja. Pero Jeon mentiría si no dijera que ha visto cómo le quedan los brazos marcados por su agarre, o las múltiples mordidas por todo su cuello y muslos. Tanto se da cuenta de eso, que cada vez que el día del mes pasa, TaeHyung prefiere levantarse temprano por las mañanas, cuando el Sol ya ha salido y el líbido de JungKook se ha debilitado, para bañarse y presentarse con una sonrisa ante la mirada de su novio.

     Entre más tiempo pasa, JungKook puede ver cómo TaeHyung se vuelve más y más optimista ante la situación. No obstante, el vampiro se pregunta: ¿hasta cuándo va a aguantar? ¿Cuándo me va a dejar? ¿Cuántas mordidas espera tener para abandonarme? Son preguntas estúpidas, pero bastante razonables. Incluso cuando se juraron estar uno frente al otro por el resto de sus días, JungKook era el que realmente depende de él: está unido en cuerpo, corazón y alma a su novio, su sangre le llama, lo llena lo debilita y lo hace sentirse eufórico, independientemente del día, la hora o el mes.
  
     TaeHyung, muy a diferencia de lo que cree el vampiro, piensa en la situación como un momento que, más que afectarle, le favorece. Es divertido, de vez en cuando, parecer el ser dominante. Entre los dos hay muchísimas diferencias, sobretodo en el esfuerzo y determinación física que tienen. Mientras JungKook es un demonio que puede estar sin pegar un ojo, levanta el refrigerador con la mitad de su fuerza, y luce amenazador, TaeHyung es una bola de nerviosismo y flojera que termina por hacerlo ver como el segundo al mando —aunque no hay nadie en el mando en realidad—. El tener a JungKook como un ser dependiente una vez al mes, es solo una probada de poder.

     —No es como que no recuerde nada.

     Mas, no son nítidas memorias.

     —Ojalá no lo hagas.

     —¿Soy muy agresivo?

     —Ah. —Ríe TaeHyung en voz baja—. Seguro que sí.

     Cuando JungKook ve a TaeHyung salir del apartamento, prometiéndole que regresaría antes de las cinco, no puede evitar sentirse un tanto culpable. Quemándose la lengua, y sintiendo sus rodillas arder fuertemente, JungKook reza una plegaria, como siempre suele hacerlo: Dios, probablemente me odies, pero no permitas que le suceda nada.

     Y así, se dedica a esperar a TaeHyung.

[...]

Al abrir la puerta, el ambiente es tan familiar como de costumbre. TaeHyung escucha la canción favorita de JungKook, el rock indie al que se ha acostumbrado lo hace sentir mareado, pero decide no hablar nada al respecto. En cambio, asoma la cabeza por dentro, pero ve todo desordenado; desde su lugar puede distinguir su suéter favorito tirado en la mitad de la sala con todas sus demás prendas. La psicodelia de la música que genera un ambiente similar al de una fiesta de drogadictos, genera en TaeHyung un presentimiento poco común.

     Cierra la puerta, metiendo la llave en el cerrojo para evitar cualquier problema inoportuno. Ni siquiera al recorrer los ojos alrededor de la sala y cocina, encuentra al vampiro estar por ahí. Aprovecha el momento para cerrar, una a una, las ventanas y ponerle seguro. Hasta después de eso, se encamina a la habitación donde permanece encerrado, probablemente, el causante del gran desastre de casa que hay en ese momento. Aunque, justo antes de entrar, TaeHyung se recuerda a sí mismo que es necesario guardar el jarrón de la entrada porque la última vez se iba a caer.

    Camina hasta él, y lo lleva a los cajones inferiores de la cocina, para, por fin, dirigirse a la habitación.

     Se pregunta qué escena podría encontrar. La última vez, JungKook estaba tumbado en la cama, y al verlo entrar se puso tan frenético que terminaron tirados en el suelo. Una vez JungKook tenía la cabeza hundida en el lavabo del baño que rebasaba de agua. Suele hacer eso cuando la presión se incrementa y está apunto de nublarse de la realidad. No sabe qué otras cosas ha hecho, es posible que oculte los rastros de sus intentos desesperados por no perderse en la locura de sus pensamiento acelerados.

     —¿JungKook?

     Hay días en los que JungKook tiene el líbido por los cielos, otros donde es más sentimental que físico, otros donde no hace más que beber, beber, y beber. Depende de algún factor que TaeHyung no ha logrado descifrar.

     El vampiro no está ni en la cama, ni en el suelo. Además, la puerta del baño está abierta y no se ve a simole vista rastro de él.

     —¿Jeon JungKook? —llama nuevamente. Nadie contesta—. ¡Jeon JungKook!

      De la nada, JungKook está a su lado. Al sentir su presencia, TaeHyung se sorprende un poco, agitando su cuerpo en un movimiento similar al de un escalofrío. —Mierda, me asustaste.

     El chico tiene los ojos hechos una explosión de sentimientos. Está despeinado, se ve vago, cosa que no es característica de él, pues JungKook suele arreglarse muy bien porque le gusta cuidar de su aspecto. Respira con dificultad, de forma pesada, y no dice ni una sola palabra. En cambio, observa en silencio, intentando esculcar en el alma de TaeHyung. El humano hace sus ojos pequeños, quitándose el suéter y lanzándolo por ahí para llevar la mano a la frente de JungKook, quien cierra los ojos al tacto.

     —No hay fiebre —dice, intentando animar la conversación, pero él más que nadie sabe que JungKook no podría tener fiebre—. ¿Qué JungKook tengo este mes?

     No sale ni una palabra. Kook es como una estatua: callada, inmóvil, sigilosa y observadora.

     Decir que TaeHyung no está nervioso por ese comportamiento seria una mentira. Al contrario, jamás lo vio más calmado que en ese momento. Es como si el vampiro de múltiples personalidades se hubiera perdido a sí mismo y no dejara ver nada más que una capa ligera de inseguridad y duda. TaeHyung se pregunta si JungKook no está peleando muy dentro suyo por poder manejar sus propias acciones, aun cuando está dentro de ese trance profundo.

     —El JungKook callado, por lo que veo. —Acaricia su cabello suavemente—. ¿Dónde estabas escondido?

      En busca del lugar, TaeHyung revolotea los ojos de nuevo. Intenta hallar la caverna donde JungKook pudo haber estado soportando la cantidad de deseo que tiene enterrado en su corazón sin latidos. Al encontrar el armario semiabierto, supone que ahí se ha metido.

     —¿Te encerraste de nuevo ahí? —Cuestiona tranquilo—. Eso es nuevo.

     JungKook está tan acostumbrado a esa sangre, que es una necesidad que recorre su cuerpo. Es como la melodía de su canción favorita; la cual, por cierto se ha mantenido en repetición desde hace diez minutos. El vampiro conoce cada aspecto de ella, su consistencia, color y aroma; pero sobretodo su sabor. Sabe a algo que jamás podrá nadie igualar, ni saborear de la misma manera que él. No sabe a metal, sabe a delicia, deseo y propiedad. Es como si TaeHyung tuviera la capacidad única y especial de saciarlo.

     Y entre más lo piensa, la llamada de la vena del cuello del chico, es uns invitación a caer en la adicción.

      Por eso, y sin previo aviso hacia nadie, JungKook camina desde la puerta de la habitación hasta donde está TaeHyung. Sus ojos quisieran reflejar corazones salir de ellos; la pupila se le dilata cada vez que se encuentra a menos pasos. No lleva mucha fuerza en sí mismo, pero sí el suficiente impulso para abalanzarse sobre TaeHyung.

     No obstante...

     —Aún no.

     TaeHyung detiene a JungKook con una mano sujeta a su cuello, la cual no le permite moverse.

     —Tengo hambre.

     —No, no la tienes.

     —Mucha hambre.

     —Te dije que aun no, JungKook.

     El amor de TaeHyung es tan dulce como el sabor de su sangre; en días como ese, TaeHyung es lo único que conoce.

     JungKook no se vuelve agresivo, realmente. A veces es rudo, pone todo su esfuerzo y utiliza su capacidad física para intentar someterlo. Pero siempre basta una simple queja, un tono de voz alto o una negación para detenerlo. La necesidad lo vuelve dócil, manejable, lo vuelve un cable comando de la televisión, tan fácil de roer y cortar.

     —Solo un poco.

     —Me vas a matar si tomas de más.

     Con esos ojos oscuros mirándolo, TaeHyung no sabe si lo ama o lo quiere ver muerto. Sus palabras no parecen afectarle en absolutamente nada, ni siquiera puede ver un poco de aquella necesidad y hambruna irreal desvanecerse. Al contrario, JungKook luce cada vez más incontenible, es alguien que no conoce que intenta acorrarlo. Por eso, TaeHyung ni siquiera piensa en quitar su mano del cuello del tipo. No sirve de absolutamente nada, pero le ayuda a tener una vista amplia de lo que JungKook podría hacer, tal vez retenerlo más para que no se acerque.

     —No te voy a matar. —Habla calmado—. Me encanta tu sangre, ¿cómo podría matarte?

     —Es posible que ni siquiera recuerdas mi nombre ahora.

     El comentario va repleto de gracia, pero la sanguijuela de colmillos afilados no lo capta.

     —TaeHyung, TaeHyung —dice JungKook. Aquel tono de voz es una orquesta seductora repleta de celosía.

     Kim se siente un poco abrumado. De vez en cuando mira la cantidad de tiempo que corre, pero se da cuenta que no han pasado ni siquiera quince minutos. Al contrario, la noche se va haciendo cada vez más lenta. No habría forma de escapar de esa nueva personalidad, que parece inclinarse más al lado libidinoso que al sentimental.

     Pero, sin querer rendirse para aguantar lo más que se pueda, TaeHyung se mantiene quieto en su lugar.

     —Entra en razón.

     —No tengo razón justo ahora. Solo quiero comer.

     —Hablas mucho como para no estar dilucidado.

     —Quiero comer —gruñe con fuerza.

     Harto de la duración de la pelea, TaeHyung suelta el cuello de JungKook. Tiene esperanzas en que se calme, pero no puede estar más que equivocado. Algo hay en la forma liada en la que JungKook lo mira a través de sus ojos la que le hace preguntarse si va a salir vivo de esa.

     Así que, sentándose en la cama, TaeHyung quita su camisa favorita de su cuerpo. Suspira con sentimientos mezclados.

     —Demonio de la noche —habla tranquilo—, ponme las manos encima.

     «Y nunca me dejes ir».

[...]

Intenso y firme. Hay dos palabras que describen a JungKook en esos momentos, y TaeHyung jamás creyó que podría utilizarlas alguna vez con él. A través de los orbes del pelinegro hay una mirada afrodisíaca y deseosa; es como si un extraño estuviera en su cama. JungKook sigue diciendo cosas estúpidas mientras está encima suyo, con los colmillos enterrado en su clavícula; con fuerza sujeta sus muñecas y las arremete en la cama, utilizando más fuerza de la que suele usar.

     Es un juego sucio al que está sometido, no tiene la capacidad para detenlo. Comienza a sentirse un poco mareado, pero cada vez que JungKook dice que es la última mordida, y en su piel se clavan los dientes del chico, hay mariposas en su estómago.

     La luna los asecha desde una pequeña abertura de tela en la ventana. Cuando TaeHyung se ve a sí mismo en el espejo de la habitación, no puede creer la clase de expresión que tiene. Está tan avergonzado de sí mismo que casi puede soltarse a gritar, pero prefiere hundirse en sus sentimientos y concentrarse en otros aspectos llamativos de su persona.

     Hay una mancha de sangre en su playera, y JungKook ha dejado un rasguño en su costado.

     En el mismo instante que TaeHyung lleva los ojos hasta la faz del vampiro cuando él se detiene por un segundo, no encuentra señal alguna de JungKook. Al contrario, JungKook está sentado encima suyo y mirándolo por lo alto, luce como si no se conocieran. La luz le pega en la cara, hace reflejar sus ojos rojos cristalinos. TaeHyung puede asegurar que está tan drogado que apenas distingue de la realidad y sus alucinaciones. Está envuelto en un frenesí que lo tiene nublado, y no ve a su novio tirado en la cama, sino a un humano que tiene la sangre más rica que jamás haya probado.

     De pronto, ve sus propias manos: las tiene colocadas en los brazos delgados, pero fornidos, de JungKook. Justamente en donde se acomodan sus tatuajes, pero, el que más le gusta, es la gran rosa roja que se tatuó en el brazo derecho.

     —Me vas a matar —susurra bajo, para que él no se exalte.

     —No voy a matarte, mi vida.

    Habla tan bonito, pero ese corazón de leviatán tiene dientes. Demonio de la noche, tienes las manos encima de él. Nunca lo dejes ir.

     TaeHyung busca en sí mismo el latido de su corazón... sigue latiendo. JungKook aún no continúa con esa travesía, y ninguno de los dos está dispuesto a seguir. La sorpresa es que, a diferencia de otras veces, el vampiro está hecho de docilidad pero también de poder.

     Aunque ya llevan tiempo ahí, TaeHyung no está siendo drenado. Algo en esa cabeza tonta demoniaca sigue gritando que debe tener cuidado, es como si algo, o alguien, los protegiera cada vez que van a pasar unas cuantas horas de la noche dando vueltas una y otra vez. TaeHyung, ciertamente que se siente débil, pero no es para tanto.

     Es como si las plegarias de JungKook fuesen escuchadas.

     —Maldito chupasangre.

     —Te amo.

[...]

La mañana siguiente, cuando TaeHyung abre los ojos, la habitación está arreglada de una forma tan prolija que es completamente ajena a su normalidad. En su cuerpo ya no reposa la ropa manchada de sangre, y está bien recostado en la cama con una manta encima de su cuerpo.

     JungKook está a su lado, pero ya se encuentra despierto y lo mira fijamente.

     —Buenos días, demonio.

     —Buenos días, mi vida.

     «Mi vida, literalmente».

[...]

Juramento a un vampiro

Prometo ser tu comida y tu bebida,
tu oscuridad y tu color.
Seré la luz de noche de la luna, prometo ser tu dolor y tu vigor.
Pero por sobretodo prometo permanecer a tu lado,
y acompañarte incluso cuando el sol aparezca.
Y juro amarte hasta que el fin de mis días venga sobre mí,
y hasta que la tierra deje de girar.

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