32. Seis años despues.
—¡Vamos Bonnie tu puedes!—vocífero a todo el pulmón el pelirrojo desde el público.
Estaba concentrado en este torneo de karate, representando a mi dojo, necesitaba empatar el marcador ya que perdimos por un punto.
Pero al final no se me fue difícil, los años Peleando y ganando experiencia me han vuelto fuerte, no hay manera de que pierda.
—¡El ganador es Bolt! ¡Por decisión de los jurados!
La gente aclamos mi nombre y mis compañeros me abrazaron y felicitaron.
—¡ESO ES AMOR!
Gire y mire a Félix entre el público apoyándome, yo solo le envié un beso y él hizo una seña de atraparlo al aire y ponerlo en su pecho.
Maldición, amo a ese tipo.
Después del torneo, salí afuera y Félix me estaba esperando en su auto.
—¿Ya te compraste uno nuevo?—dije al ver Suzuki rojo.
—Si, no preguntes que le pasó al anterior.
—Lo se.—rei.—Lo estrellaste en la cochera de tu vecino en una noche de fiesta.
El pelirrojo tan solo se rió de haber recordado aquello, no quería burlarse y yo tampoco, pero era gracioso la manera en la que regalaron al mayor.
Subí al auto al lado de mi novio, Félix.
—Y, ¿A dónde vamos?—pregunto ansioso el pelirrojo.—¿O quieres ir a casa?—subio sus cejas de manera pícara.
—Me duele todo.—dije.—Vamos a comer algo, Sofía está en su descanso.
—Bueno, ¿A dónde?
—Vamos a la plaza.
—Ese lugar me trae recuerdos.—comento el pelirrojo.—¿Recuerdas la fuente de los deseos?
—Si.
—Fue algo tonto.—sonrió.
—¿Aún crees que me robaron el dinero en la fuente?
—Quien sabe, tal vez si, un vagabundo por hay.—respondió.
—Bueno, mientras yo te robe los besos,—implante un pequeño beso en su mejilla, estas se tornaron de a poco del mismo color que su cabello.—todo está bien.
—Si las cosas son así, eres el único ladrón que odiaria denunciar.—rei por lo bajo.
¿Cómo estarán los otros?
George trabaja en un restaurante, “The golden's”, si un nombre tonto, pero bastante buscado por la gente. Es un chef no tan famoso pero gana bastante dinero.
Su hermana, Amanda, es dueña de una tienda de cosméticos, que apenas está creciendo en este mundo.
Freddy se casó con una chica un tanto regordeta, de cabello rojo y piel albina, su nombre es Betty. El castaño espera un hijo y trabaja en una empresa.
Katherine se ha vuelto una chica punk y rebelde, que solo anda por hay con si motocicleta y viviendo la “buena vida”, pero según he oído ella es una estafadora que se hace pasar por publicista.
Sofía es secretaria de una mujer narcisista y que es diseñadora de ropa, el cabello de la chica es azul celeste y de mechones blanco.
Según Sofía, ella es un asco de persona pero es su jefa al fin y al cabo.
Yo soy novio del pelirrojo este y problemático, vivimos juntos, él trabaja como mecánico y en un restaurante para niños, donde asisten hasta animatrónicos. Yo aún sigo buscando trabajo, por ahora sigo estudiando en la universidad, tratando de graduarme como empresario en ingeniería civil. O sino, ser un profesional en el karate.
Si, así es la vida.
Ya ha pasado mucho desde la muerte del padre de Félix, pero nada malo nos ha pasado de vuelta.
El lugar en el que Félix iba a pelear de niño, aquel torneo clandestino, la policía lo descubrió y encerró a Manuel a la cárcel.
De ahí en adelante, todos seguimos con nuestra vida.
Yo y Félix fuimos a comer a la plaza con Sofía, ya que ella tenía poco tiempo libre. Después de una charla y tal y ver cuándo podríamos todos volver a reunirnos un día de estos, ella se marchó a seguir con su trabajo.
Yo y Félix decidimos ir a casa, y de camino saludar a George.
Ya en casa, lo primero que hizo el pelirrojo fue besarme de manera apasionada, comiéndose mis labios con los suyos que eran carnosos, yo correspondía en aquel beso que se volvía salvaje.
Su lengua se escabullo a mi cavidad bucal, yo introduje la mía en la suya por igual. Nuestras lenguas bailaban en una lasciva danza.
—Si yo gano en un torneo, imposible que tú me ganes en esta lucha.—susurre en su oído entre jadeos y mordí su lóbulo.
—Que no se te olvidé, que yo te enseñe a pelear.—decía el en las mismas que yo.
Félix introdujo sus manos en mi polera, y yo desabroché su cinturón, ambos caminábamos por la casa hasta llegar a la habitación.
Él me lanzó a la cama y se tiró encima mía, con el bajo sus jeans y al mismo tiempo yo bajaba los míos. Él tomó mi boxer, y yo el suyo.
—Eh, espera,—dijo.—la última vez tú hiciste el trabajo, ahora me toca a mí.—él miró mi miembro.
—No eres mejor que yo en el sexo.—comente.
—Lo se, pero creo que aprendí algo de ti.
—Era justo.—esboze una sonrisa pícara.
El beso de a poco mi formado abdomen bajando por cada segundo, aquello solo me excitó más, él noto esto y susurro algo que no entendí muy bien, pero debió ser algo pervertido. Lo digo porque lo conozco.
El beso la punta, para luego lamer con lentitud el glande, y volver a la punta para chuparla y dejar caer algo de su saliva. Seguío chupando y lamiendo la punta hasta volver al glande y implantar un beso y chupar un poco; cada movimiento era lento y cuidado. Luego jugó con mi genitales y los acariciaba.
Él me miró a los ojos, con una dulce mirada, proveniente de sus ojos amarillentos. Mi boca estaba algo abierta y no pude evitar soltar un pequeño gemido.
El pelirrojo bajo hasta mis genitales para darles una privada y masturbarme. Al cabo de unos segundos ya me corrí sin aviso.
—Debiste avisar.—se quejó el pelirrojo.
—perdón.—dije.—¿Y para que?
—Para tragarlo.
—No seas asqueroso.
—Tú lo haces.—acuso.
—No lo he vuelto a hacer.—aclare.—Y no me copies tanto.
—Como sea.—el pelirrojo me jalo de la cintura.—Sigamos, ya quiero meterla.
En ese momento fuimos interrumpidos por el sonido del teléfono. Félix hizo bufo y yo me levanté para contestar.
Es mi madre.
—hijo, ¿Cómo estás?
—Bien, madre.
Después de una pequeña plática, terminé de hablar con ella y volví a lo mío.
—En donde estábamos.
—¿Ya? Tardaste tanto que hasta me iba a masturbar viendo porno.—bromeo.
—Aja.
Me acerque al pelirrojo como un felino cuidadoso a punto de cazar a su presa.
Y bese su miembro.
—Sigamos.
—Sigamos pues.—dijo.
Esa tarde, nos la pasamos teniendo sexo, sin interrupciones. Mis gemidos se oían en el unísono, nuestros cuerpos se unían en uno, y en un momento natural de placer, llamado sexo.
Continuamos hasta que nuestros cuerpos llegará a esos orgasmos que nos fascinaban. Hasta cansarnos y no querer hacerlo más.
Un sexo en el cual las emociones pasadas revivían y eran desahogadas en la carne del placer.
En un sexo rudo y apasionante, lento y suave en donde las mordidas tenían cabida, llegamos a la eyaculación varias veces hará quedar exhausto y privados de querer hacerlo de nuevo.
Nunca pensé llegar hasta aquí.
No sé si he hecho lo que el destino me tenía deparado, yo solo seguí con mi vida y di lo mejor de mi.
No creí llegar a abrazar a este pelirrojo y no creí llegar ha ser abrazado por él en medio de la noche.
Somos nada bajo el cielo, pero seremos alguien mientras nos tengamos.
Si, puedo vivir con eso.
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