provocación.
Lisa se estaba divirtiendo de verdad. La tensión que acumuló durante los últimos días se había disipado, y estaba pasando un buen rato bailando con sus amigos. Se alegraba de verlos a todos juntos luego de tanto tiempo, y de tener una oportunidad de despejarse del trabajo. Además, en más de una ocasión había atrapado la mirada de Roseanne fija en ella, y sentirse deseada de esa forma luego de muchos meses encendía fuego en su interior y elevaba su emoción.
No había hablado mucho con ella. En realidad, se había pasado gran parte de la noche con Jisoo y Yerim, bailando como si fueran adolescentes de nuevo. En ese momento, se encontraba pegada a Yerim, moviéndose con sensualidad, y recibiendo los gritos de ánimo de su amiga a cambio. Lisa podía ser sexy sin intentarlo demasiado, y eso era algo que sus amigas sabían y trataban de sacar a la luz, recalcándole siempre que estaba "desperdiciando su potencial".
— Oye, ¿pasó algo con Rosé?— la voz de Jisoo (casi gritando) en su oído la sobresaltó.
— No, ¿por?
— Porque lleva hora y media comiéndote con los ojos.
Lalisa se sonrojó y agradeció que las luces estuvieran apagadas, porque hicieron menos notorio el calor en su rostro.
— Estás imaginando cosas.
— ¿Puedes ser sincera conmigo?
— Lo soy, Soo.
— ¿De verdad no pasó nada entre ustedes en secundaria?
— ¿A qué viene todo esto? — Lisa comenzó a ponerse a la defensiva. Jisoo la sujetó por los hombros, y Yerim observaba la escena con curiosidad.
— Era un tanto obvio que había algo. Aunque como nunca las vi hablarse en el colegio, no sabía si de verdad se gustaban, o solo era mi imaginación.
Yerim estiró su cuello por sobre el hombro de Lisa, y Jisoo rápidamente le dio un golpe en el brazo.
— No seas obvia.
— Rosé está mirando— la menor soltó con una sonrisa.
— Tendrá curiosidad sobre lo que hablamos, es todo— contestó Lisa— . No nos ha visto en seis años.
— Ya, pero me pidió que le avise cuando llegaras— replicó Yerim— . Ni siquiera se mostró muy interesada en los demás. Es obvio que te estaba esperando a ti, recién salió de la cocina cuando llegaste.
— Coincidencia. Estaba con su hermana.
Jisoo bufó.
— Sí sabes por qué los chicos dejaron de molestarte el último año, ¿cierto?
— Maduraron, supongo— tres de sus compañeros llevaban meses incomodando a Lisa. Ella no lo consideraba tan terrible y detestaba pedir ayuda, pero sus comentarios subidos de tono la hacían sentirse vulnerable y furiosa a la vez, y lo detestaba.
— Rosé los amenazó— el rostro de Lisa reflejo genuina sorpresa, y Jisoo soltó una risita—. Se supone que les dijo que nadie podía saberlo, pero yo lo vi de casualidad. Todos respetaban a Rosé, y luego entre esa gente se comenzó a saber que eras su protegida. Por eso nadie volvió a meterse contigo, ni a intentar algo siquiera. La gran mayoría pensaba que simplemente te había elegido al azar porque te vio vulnerable, pero yo te conozco y conozco la forma en la que miras a alguien cuando te gusta, y por eso siempre sentí que ahí hubo algo más.
— Yo nunca...
— Es obvio que no te diste cuenta, eras demasiado inocente en ese aspecto. Según tú, todo el mundo era bueno porque sí. Aparte, Rosé se encargó de hacerlo discreto, yo misma no creo que lo hubiera notado de no ser porque la escuché de casualidad, y a partir de ahí comencé a prestarle más atención a todo lo que hacía.
— Bueno, no debe significar nada. Le caía bien, y ya.
Jisoo rodó los ojos, y Yerim rió de nuevo. Ambas amigas se miraron, miraron de reojo a Rosé, y luego a Lisa. Jisoo se inclinó y susurró algo en el oído de Yerim, para luego retirarse rápidamente.
— Tú solo sígueme el juego— dijo la menor, e inmediatamente tomó las manos de Lalisa y las lanzó sobre su cuello. Sin darle tiempo a reaccionar, colocó sus manos en la espalda baja de la tailandesa, amenazando con tocar su trasero, y comenzó a moverse al ritmo de la música.
— ¿Yerimie, qué mierda...?
— Cállate y dame un minuto. Quiero probar algo.
Lisa estaba tan confundida que simplemente se dejó manejar por su amiga. Esperó un par de minutos, bailando incómodamente cerca (la menor era algo torpe y todo estaba resultando un enredo), hasta que sintió una mano suave en su cintura. Se separó de la coreana para encontrarse con Roseanne a su lado, mirando seriamente a la menor.
— Lalisa, ¿puedo...?
— Toda tuya, Park — contestó Yerim por ella, mientras le guiñaba un ojo a Lisa y articulaba un "te lo dije" con sus labios. Lalisa le contestó sacándole el dedo medio, a lo que la coreana respondió con una carcajada y se alejó alegremente hacia Jisoo, quien miraba la escena con una sonrisa.
La rubia puso ambas manos en la cintura de Lisa con delicadeza, mientras la miraba a los ojos, buscando el permiso que necesitaba. Cuando los ojos oscuros de Lisa le devolvieron la mirada con una sonrisa, la sujetó firmemente, pegándola a su cuerpo.
— Estás preciosa.
— Ya lo dijiste antes.
— Me pareció que no fui lo suficientemente clara.
La canción que sonaba terminó, y comenzó otra. Habían creado una playlist con música popular del año en el que se graduaron del colegio, por lo que cada tanto todo el mundo gritaba, al recordar algún tema que llevaban tiempo sin escuchar. La voz de Katy Perry inundó la sala, y Roseanne sonrió al escuchar la canción.
— Esta me hace acordar a ti— declaró, con la mirada dominante que la caracterizaba. Una de sus manos cayó levemente por el cuerpo de Lisa, quien se estremeció. Por más que esperó que Rosé no lo haya notado, su esfuerzo fue inútil, y la rubia repitió la caricia, complacida por las reacciones obtenidas.
— ¿Ah, sí?
— Sí. Me haces sentir como si viviera un sueño adolescente.
Lisa rió y sacudió la cabeza para echar su cabello hacia atrás. En el proceso dejó su cuello al descubierto, y la mirada de Rosé bajó a aquella parte.
— Aún tienes ese lunar— observó—. Lo extrañé. Es bonito.
Roseanne se lamió los labios sutilmente, y las piernas de Lalisa se debilitaron. Ya no le importaba quedar como una desesperada. Levantó sus brazos y se los echó al cuello, acercándose más a ella. Si Rosé quería coquetear, ¿quién era ella para detenerla?
— Tengo otros más bonitos todavía.
— Estoy muy al tanto de eso.
— ¿Alguno que te guste en particular?
La rubia sonrió, sabiendo que Lalisa había aceptado nuevamente su juego.
— El que tienes en tus costillas, al lado derecho— subió una de sus manos para rozar la zona, y Lisa aguantó la respiración. Los ojos de Roseanne se oscurecieron, adorando las reacciones. Se inclinó para tocar con sus labios la oreja de la otra chica— . Pero mi favorito es el que está debajo de uno de tus pechos.
Lisa tuvo que reprimir un gemido. Recordaba la adoración que Rosé le tenía a ese lunar en particular, y cómo siempre era objeto de caricias con sus labios. Estaba un poco avergonzada de haber caído tan rápidamente en su encanto, pero no podía evitar sentir que el deseo la nublaba y le pedía dejar de lado las inhibiciones.
— Sabes que esta fiesta fue una excusa para poder verte, ¿no?
— Pudiste simplemente haberme invitado a salir, Rosé.
— No me atreví a hacerlo en esos años, ¿crees que tenía la valentía ahora?— se separó ligeramente para mirarla a los ojos— Además, eso le quitaba un poco la diversión.
— ¿Eh?
— Quería tener la oportunidad de probar mis habilidades. De provocarte de nuevo— una de sus manos subió suavemente por su columna, y Lisa respiró pesadamente — , ver si aún podía causar estas reacciones. Admito que tuve mis dudas al verte. No estaba segura de cómo acercarme a una mujer como tú.
— ¿Una mujer cómo?— Lisa susurró.
— Tan hermosa. Tan imponente— acercó nuevamente su rostro al de ella—. Tan sexy.
— ¿Y qué opinas ahora?— la menor se las arregló para decir, ya que la mano de Roseanne que acariciaba su espalda no se detuvo cuando llegó a su cadera, sino que bajó suavemente por la curva de su trasero.
— Que no he perdido mi toque— Rosé sonrió ampliamente— . Me encanta ver cómo se oscurecen tus ojos. Sé lo que significa.
— Dímelo.
— Sé que quieres más— Lisa jadeó y dejó que las manos de Rosé la peguen firmemente a su cuerpo. Se movió un poco contra ella, al ritmo de la música, mientras miraba a la rubia a través de sus pestañas con fingida inocencia—. Sé que no falta mucho para que estés mojada, Lisa.
Esta vez le fue imposible detener el gemido que salió de sus labios. Aunque le encantaba este lado de Roseanne, se sintió tímida de repente. Sabía que muchos las estaban mirando, y ella siempre había sido la dulce y tierna Lisa. Quería más de Rosé, se moría de ganas por averiguar hasta dónde podía llegar esa noche, pero no lograba dejarse llevar por completo estando ahí.
— Estás un poco tensa— notó la australiana, llevando su mano nuevamente a trazar líneas en su espalda.
— ¿Me ayudas con eso?
— ¿Alguna idea en particular?
Lisa sonrió y pasó su lengua por el labio inferior, observando a Rosé bajar su mirada hacia su boca.
— Hay mucha bulla aquí. ¿Podemos ir a conversar a otro lado?
La mirada de Roseanne emanaba poder y placer. Sabía lo que (aún) causaba en Lalisa, y no podía estar más complacida de estar logrando lo que llevaba fantaseando por los últimos seis años.
— Lo que diga la princesa.
Las pupilas de Lalisa se oscurecieron aún más, y miró fijamente a Rosé con el gesto más seductor que tenía. Sentía su piel sensible y caliente ante cada roce, y sus pensamientos totalmente nublados por el placer.
Rosé tomó los brazos de la tailandesa que seguían alrededor de su cuello y suavemente los bajó, tomándola de la mano. Dio un rápido vistazo para asegurarse que nadie les estuviera prestando demasiada atención, y la llevó escaleras arriba. Lisa hizo un comentario sobre tener un deja vu, y Rosé no pudo evitar reír ante lo adorable que le resultó. Si antes pensaba que Lisa era la mujer más preciosa y encantadora que había conocido, en ese momento lo estaba reconfirmando.
La menor se adelantó, procurando darle a Roseanne una amplia vista de su cuerpo mientras subía las escaleras. El corazón se le aceleró frente a esta escena, sumado a lo sexy que era ver a Lalisa tomar la iniciativa en su propia casa. Cuando llegaron al segundo piso, Rosé tomó la mano de su acompañante e intentó dirigirla al final del largo pasadizo.
— La habitación de invitados está...
— Quiero ir a tu habitación — Lisa la interrumpió, caminando hacia la puerta correcta.
— No he renovado nada en estos años. Está todo muy viejo, la de invitados fue remodelada hace un par de meses...
— No importa.
— No quiero que pienses mal...— Roseanne se veía tímida de repente. Su habitación de adolescente se encontraba tal cual la dejó, y pensaba que Lisa se merecía un lugar más adecuado y bonito.
Lisa sonrió. Entendía el comportamiento de Rosé, y lo encontró extrañamente tierno. Vio la oportunidad de provocarla un poco más, así que se acercó con una sonrisa coqueta, y pegó su rostro al de Roseanne hasta que sus labios casi se rozaban. La rubia suspiró pesado, y Lisa, felicitándose internamente, tomó sus manos y las puso sobre su cintura, sintiendo como estas inmediatamente comenzaban a acariciar su piel por encima de la tela de su vestido. Mientras trataba de no dejarse llevar por los toques, se inclinó para susurrar con voz melosa en el oído de la mayor.
— Llévame a tu habitación, Roseanne.
Los ojos de la mayor brillaron con lujuria, y no le tomó más de cinco segundos decidirse y llevar a Lalisa de la mano hasta su habitación. Aunque cuando estaban juntas tendía a dominar, Rosé no podía negar que amaba complacer a Lisa en todo lo que ella pidiese.
Cerró la puerta detrás de ellas, y se aseguró que tuviese el seguro puesto. Volteó esperando encontrar a Lisa, con ganas de seguir sintiendo su cintura entre sus manos, pero la vio lejos de ella, sentada sobre su viejo escritorio. Se había quitado los zapatos, y balanceaba los pies con aire inocente. La luz de la calle le caía ligeramente a través de la ventana, y Roseanne se quedó sin palabras por un momento. La menor conservaba la belleza fresca y dulce de sus dieciocho años, pero sus ojos reflejaban la seguridad de una mujer. Lisa estaba maravillada porque sabía que había logrado poner nerviosa a Rosé , y desbordaba confianza en sí misma. Se sentía sexy y poderosa, pero tan sensible que sabía que una simple caricia la tendría jadeando. Y, sumado a eso, estaba esa sensación familiar de calidez en su pecho, la seguridad que sentía cuando estaba al lado de Rosé, y la tranquilidad de saber que podía mostrarse en su estado más vulnerable frente a ella, porque la cuidaría.
Rosé se acercó mientras miraba a Lalisa a los ojos. La menor tenía una sonrisa engreída, totalmente consciente de que su pequeña jugada en el pasadizo la había puesto al mando de la situación. Rosé estaba expectante a que Lisa marque la dirección de su encuentro, dispuesta a aceptar todo lo que la pelinegra propusiera. Una vez estuvo frente a ella, apoyó las manos en el borde de la mesa, una a cada lado de las piernas descubiertas de Lisa, y acercó su rostro con intención de besarla. Lisa soltó una risita y subió una de sus manos a acunar el rostro de Rosé, dejando que su pulgar acaricie los labios ajenos.
— Hey, todavía no— Roseanne suspiró, nerviosa ante esta faceta coqueta y dominante de Lisa a la que no estaba acostumbrada—. Tenemos tiempo, Rosie. Juguemos algo.
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