"Su nombre es Malcolm, y tengo un sueño con él.

No sabía que podía soñar, al menos nunca de esa manera, con emociones fuertes y palabras complicadas que, de hecho, describían lo que sentía perfectamente, incluso si en este momento no soy capaz de explicar su significado porque ya no lo sé. Palabras que él me enseñó, mi sueño, ese príncipe intelectual.

Que cursi. Borraría eso, pero no tengo goma. No lo borraría porque ya no lo siento, sino porque sé que a él no le gustaría ese nombre tan cursi.

Soñar me hace sentir real, o, bueno, soñar con alguien real con quien me relaciono a diario me hace sentir real, ya que no hay necesidad de fantasear demasiado hasta el punto de crear más de dos conversaciones sentimentales ficticias en mi cabeza, ya existía una que otra en mi vida diaria. Eso es bueno, supongo, no está nada mal sentirse vivo de vez en cuando, incluso si tu sueño está al borde de no soportarte, odiarte y considerarte nada más que un hermano molesto al mismo tiempo.

Sólo estoy escribiendo tonterías, pero lo que no es una tontería es mi sueño, Malcolm.

Él toca mi campana interna, no, la golpea y hace vibrar como loca, aveces hasta me duele lo fuerte que llega a golpearla, porque sólo la golpea cuando no es la hora apropiada de clases.

Recuerdo que se me solía olvidar que iba en un grado diferente al de él y lo seguía a sus clases antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, es bastante ridículo. Aunque, sí, ahora lo sigo y no pasa nada, pero el punto es que él me hace actuar aún más tonto de lo que ya soy.

Sigo escribiendo tonterías, mi cerebro no funciona ahora mismo. Estoy escribiendo y pensando en algo en lo que no debería pensar, así que dejaré de escribir antes de arrepentirme, y luego arrepentirme de arrepentirme de tomar mi única oportunidad de dejar de atormentar a mi mente y finalmente hacerle saber.

-Teenage Dirtbag"

-¿Stevie?

La sala de clases estaba casi vacía, dejaba una extraña sensación de algo que no debería ser. Uno como humano está acostumbrado a una sala llena de gente de su misma edad existiendo y haciendo cosas de niño inferior intelectualmente/adolescente confundido, no a la soledad. Pero con ese sentimiento de extrañeza, le llegaba algo de confort. Su explicación: odiaba a la gente de su misma edad desde que los niños se volvieron adolescentes crueles y exclusivos.

-¿Sí?-respondió en pregunta-

-¿Qué es esto?-sacudió la hoja de cuaderno en la que estaba el crípticamente estúpido y corto texto-

Stevie se acercó a la mesa 'del profesor' y examinó la hoja temblante sostenida por la mano sin pulso preciso de Malcolm. No hubo reacción ni sorpresa: ya lo había leído antes.

-Hay que... ponerlo... en... la revista-ordenó-.

Las gruesas cejas marrones junto con los inquietantes ojos celestes de Malcolm mostraron un gesto de confusión y de incredulidad paranoica y violenta, no de acción de él, sino de haberle sido ejercida a él.

-¿Por qué?-preguntó lenta y extrañadamente, casi como si su amigo le estuviera jugando una broma- No es un texto bien hecho, ¡ni siquiera una poesía! ¡Es como una estúpida carta de amor o simplemente los pensamientos desordenados de alguien, en papel!

Sí, estaba evitando lo obvio. No quería afrontarlo, lo que sugería era lo último que quería, se moriría de vergüenza con algo así siendo publicado.

-Porque... es lindo... y... aparte... no tenemos... nada más... que... publicar-Respondió en seco, pero con una actitud sumisa para dar a entender que no quería pelear más allá de que su punto era el único válido en su situación. O, menos agresivo, adornar la verdad de que, de hecho, no tenían nada más con qué rellenar la revista aparte de otros tres escritos-. Tú... dijiste que... teníamos... que publicar todo.

Wilkerson hizo una pausa y simuló leer el papel nuevamente, aunque ya cada frase extrañamente memorable, o, memorizable inconscientemente, le daba demasiadas vueltas por la cabeza como para querer leerlo con atención de nuevo. No quería actuar demasiado egocéntrico frente a Stevie, pero la curiosidad se lo comía vivo, lo llevaría a una ansiedad, de nuevo, paranoica. No podría estar en la calle tranquilo sabiendo que hay una... o un psicópata siguiéndolo entremedio de las sombras y los arbustos de su patio.

-Stevie-sacudió el papel otra vez y se lo acercó levemente-, ¿habla de mi?

Se encogió de hombros inmediatamente, Malcolm no sabía si era de incertidumbre o de astucia al saber y no querer decirle. Aunque no conocía mucho de interacción social humana debido a su experiencia, considerada casi nula comparada con la de los demás chicos, sabía que los amigos siempre eran así, ocultando secretos para su propio morbo y entretención.

-No conozco... a... ningún... otro.... Malcolm.

El mencionado peleó mentalmente con la afirmación de su amigo.

-No, puede ser una coincidencia.

Se miraron en silencio, y ambos concluyeron por telepatía que no valía la pena preocuparse más por ese estúpido texto, debían seguir con su tarea.

-Está bien-agregó Malcolm-, lo voy a transcribir, quizás a algún fanático del simple y típico drama amoroso adolescente le interese leer ese papelito. Mantente atento a la impresora.