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Capitulo 16. Feliz San Valentine...

NOTAS PREVIAS: Hola a todos, espero se encuentren bien. Quiero agradecer a todos aquellos que han estado siguiendo esta historia durante ese par de años, y aquellos que han esperado ver cómo termina. No acostumbro seguido poner notas antes del capítulo, pero éste en especial creo que lo amerita, ya que será un capítulo... Un tanto especial. Será muy importante, y espero que una vez después de haberlo leído la mayoría pueda ya entender por completo hacia dónde he querido llegar con toda esta historia (sino es que claro, ya lo adivinaron hace mucho). De aquí en adelante prácticamente ya es el Comienzo del Final. Luego de este capítulo, las cosas se irán un poco más rápidas y sin desvíos hacia el final, que yo calculó tomará tal vez unos cinco o seis capítulos más (al menos que alguno se me alargue más de la cuenta como suele pasar). Así que mejor empecemos de una vez.

TEEN TITANS

THE
SINNERS

Por
Wingzemon X

CAPITULO 16
"Feliz San Valentine..."

Sintió que tan rápido como había cerrado sus ojos, estos se habían vuelto a abrir; pero la realidad era que habían pasado al menos unas diez horas entre un momento y otro. Esas largas noches de sueño, en las que caía en su cama totalmente agotada, se estaban volviendo bastantes habituales últimamente; y siempre al despertar, se encontraba con la misma incomoda y confusa sensación. Pero no esa mañana en especial; ese despertar se sentía diferente a los otros. El cuerpo no le pesaba, ni le dolía la cabeza, ni se sentía desorientada. No tenía problemas para reconocer que se encontraba en su cama, o en el oscuro y seguro interior de su habitación, ni tampoco para recordar cómo había llegado ahí o lo que había pasado el día anterior. De hecho, se sentía... Bien. No sólo bien, se sentía realmente bien.

Raven se sentó en su cama y estiró sus brazos hacia arriba al tiempo que soltaba un ligero bostezo con el que se deshizo del poco sueño que le quedaba encima. Para ser mediados de febrero, la temperatura era perfecta: no muy caliente, no muy fría, como si fuera un día agradable de primavera. No tuvo problema alguno en levitar fuera de las sabanas y dirigirse, sin que sus pies tocaran su alfombra, hacia las cortinas que cubrían su ventanal y correrlas hacia los lados con su magia. El día estaba soleado, el cielo de un perfecto tono azul, al igual que el mar frente a la torre. Normalmente un escenario así no significaría nada para ella, pero en ese momento no pudo evitar quedarse un par de minutos frente a la vista... Y sonreír.

No sabía qué pasaba, y ni siquiera se molestaba en preguntárselo. Simplemente sintió las ganas inmensas de sonreír con entusiasmo, pero no sólo por la vista. ¿Qué más era lo que le provocaba esa extraña alegría? Por qué sí, eso era lo que sentía: alegría, energía, entusiasmo, emoción. Así era como muy seguramente Starfire siempre se sentía, como cualquier otra chica normal se sentía... Y le gustaba.

Sin razón aparente, se elevó más en el aire, y empezó a girar un poco sobre sí misma. ¿Qué era ese sonido que escuchaba mientras giraba? Eran risas... Sus risas. ¿Ella estaba riendo? Así parecía, y al igual que su sonrisa, era algo que no podía evitar. Quería saltar, bailar... ¿Que le provocaba todo eso? ¿En verdad importaba?

Se dejó caer boca arriba en la cama, haciendo que su cuerpo rebotara un poco contra el colchón. ¿Qué pensaría la gente de Azarath si la vieran así?, ¿qué pensaría Azar o su madre?, ¿qué pensarían sus amigos?, ¿qué pensaría Malchior que en esos momentos debía de estar ya ahogándose en el mar? De seguro se sorprenderían, o se sentirían confundidos. ¿Y cómo no estarlo? Después de todo, para todos ellos, no era más que la fría, sombría, amargada y callada hechicera, Raven. La chica sin emociones, sin sentimientos, con un corazón frío como el hielo. Pero la verdad, la única verdad que ninguno de ellos comprendía, era que en verdad no era nada de eso. No era una chica sin sentimientos, sino todo lo contrario. Su corazón era como el de cualquier otra persona. Sentía alegría, entusiasmo, tristeza, enojo... Podía sentirlo todo lo que cualquier otra persona podía, o incluso más. Podía... Pero no debía.

Desde niña, estuvo prácticamente atada de manos. Su maestra, Azar, le enseñó desde siempre que debía limitarse, reprimirse. Perder el control de sus sentimientos, era la llave por la cual Trigon podía tener control sobre ella, y sus poder podrían lastimarla a sí misma, y a quienes la rodeaban. Por ello, desde que tenía memoria, debía prohibirse de todo ello. Debía meditar, y tener su mente siempre clara y en control. La Raven que todos conocían, era sólo una máscara, una máscara que se había visto obligada a ponerse para protegerse. Se había acostumbrado tanto a ella, a tenerla encima, a que fuera lo único que las personas vieran de ella, que le asustaba la idea de quitársela. Pero ya no más...

Trigon estaba muerto; ella lo había eliminado. Ya no había nada, absolutamente nada que la atormentara. No tenía nada más de que preocuparse, nada más que la obligara a llevar esa máscara. Podía darse esa libertad, podía permitirse sentir, sentir como cualquier otra persona, sentir por completo y en profundidad. Y ella estaba muy consciente de qué era lo que deseaba sentir, por encima de cualquier otra cosa... Lo que deseaba sentir, era a él.

- Robin. – Se le escapó de pronto de los labios, casi sin pensarlo.

Se sentó rápidamente en la cama. La fecha de ese día se le había venido a la mente de golpe; ¿cómo pudo haberlo olvidado? Era catorce de febrero, era el día de San Valentine, el día que tanto había estado esperando.

- Los chocolates...

Se volteó sobre su hombro, y vio la caja sobre la cama; había estado a su lado toda la noche mientras dormía. Era la caja que Jared le había conseguido, de madera, negra y rosada con un listón. Ésta contenía en su interior sus cuervos de chocolate, los que le habían costado tanto esfuerzo dar vida. Habían estado ahí toda la noche, ¿y si se derritieron? La idea le preocupó mucho, y por ello alargó su brazo hacia al caja, le retiró el listón, y la tapa. Los chocolates parecían estar bien, por lo que pudo suspirar aliviada; pese a todo, parecía que había sido una noche lo suficientemente fresca.

Al retirar la tapa, la tarjeta se había caído a un lado sobre el cobertor. La tomó con sumo cuidado entre sus dedos, y la examinó... pese a que no tenía nada escrito. Era una tarjeta en blanco, la tarjeta en blanco que Jared le había dejado...

"Puedes dejarla como de parte de la una admiradora secreta, tal y como planeabas originalmente. Y de hacerlo, seguirás siendo eso, sólo una sombra oculta viendo desde lo lejos."

Sí, ese era su plan original, eso era lo que había discutido con Chico Bestia aquella tarde. Hacerle un regalo a Robin de forma desinteresada, sin que supiera que era de su parte. Firmarla como Admiradora Secreta, y dejarlo en su estudio, o en su cuarto. Pero...

"O, puedes escribirle con toda claridad De Raven para Robin, y ver qué pasa. Podría no ocurrir nada, podría ocurrir algo malo... O sería quizás tu llave a un sin número de posibilidades, una llave que está en tus manos el usarla o no. Tú eres quien decide cuál quieres..."

Sí, podría hacer eso. ¿Qué se lo impediría en realidad? De todas formas, Robin era muy listo. Los chocolates eran en forma de cuervos, y si aparecían mágicamente en algún lugar de la Torre para él, cualquiera adivinaría de inmediato que son de ella. ¿Cuál era el caso de firmar como Admiradora Secreta? ¿Qué le detenía? ¿Starfire? No era su novia, no eran nada aún. Ninguno había dicho jamás explícitamente que le gustaba el otro. ¿Qué tenía de malo entonces? Todo era tan claro en esos momentos, que incluso se rio un poco por haberlo dudado tanto. Se recostó en la cama y extendió su mano hacia el cajón del buró para buscar una pluma. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Si todo salía bien, Robin aceptaría sus sentimientos, y sólo el tiempo diría hasta donde podrían llegar. Y si los rechazaba... ¿Rechazarla?, ¿por qué la rechazaría?

Era obvio que eran el uno para el otro. ¿Cómo es que nadie lo había señalado antes? Los dos eran inteligentes, serios, fuertes, eran un perfecto complemente para otro en las batallas y en los entrenamientos. Podían confiar por completo entre ellos, y podían hablar por horas de casi cualquier tema. Ella conocía sus mayores miedos, y él los suyos. ¿Rechazarla?, no había forma de que eso pasara. En cuanto viera los chocolates con su nombre, los probaría, y en ese momento todo sería tan claro para él como lo era para ella. Eso era justo lo que pasaría; así debía de ser.

Tomó su pluma, y con una letra cursiva muy elegante y delicada, escribió justo lo que Jared le había sugerido: "De Raven para Robin". No podía ser más claro, ¿o sí? Volvió a tapar la caja, a amarrarle el listón alrededor, y por último le pegó la tarjeta, cuidando que quedara perfectamente alineada.

Apenas había comenzado a pensar en dónde los dejaría para que él pudiera encontrarlos, cuando un pensamiento le cruzó. ¿Por qué tenía que dejárselos en algún lugar? ¿No sería mejor dárselos de frente? Por supuesto que sí. ¿Por qué no hacerlo? Después de todo, estaba segura que los aceptaría. ¿No quería ver su rostro de emoción justo cuando los viera y los probara? Ya había firmado la tarjeta en blanco, tenía que llegar hasta el final. Comenzó a sentir una gran emoción. Tenía que levantarse de inmediato, arreglarse, ponerse ropa limpia e ir a buscar a Robin. De seguro ya estaba despierto, siempre se levantaba temprano. Iría hacia él, le entregaría los chocolates, y le diría de frente lo que sentía por él.

Se puso de pie de un salto y se dirigió rápidamente a su armario, abriendo sus puertas de par en par. Y entonces, justo cuando abrió las puertas, ahí estaba, asomándose entre sus capas azules y leotardos negros: el vestido, el hermoso vestido ligero de color azul celeste que Jared le había comprado. Era corto hasta la altura de las rodillas, descubierto de los hombros y sin mangas, con un lazo que rodeaba el cuello y dejaba gran parte de la espalda al aire. Era ajustado del torso, y un poco abombado en la falda. En la parte superior del armario, estaba también el sombrero de paja ancho, que también su hermano le había comprado el mismo día.

Prácticamente se había olvidado de ese atuendo. Desde que llegó del centro comercial ese día, lo había colgado, y no lo había vuelto a ver, hasta ese momento. Era como si lo hubiera estado esperando, como si lo hubiera comprado justo para ese momento. Ni siquiera lo dudo. Tomó el vestido y el sombrero, y los sacó del armario, colocándolos sobre la cama. Pensó que sería genial tener algunos zapatos que le combinaran, pero tendría que conformarse con algunos de sus botines. Se retiró sin espera su ropa de ayer, y se colocó encima el vestido de tela ligera como el aire sobre el cuerpo. Le ajustaba tan bien, como si hubiera sido hecho exactamente para su figura. Se acomodó la falda y también el área del busto para que se acomodara a la perfección. Por último, tomó el sombrero y se lo colocó sobre la cabeza.

El único espejo que tenía estaba sobre su tocador, así que tuvo arreglárselas para poder echarse un vistazo rápido. Se veía hermosa, si estaba bien que ella lo dijera. Se veía incluso más hermosa que cuando se lo probó por primera vez en el Centro Comercial, incluso más hermosa que Starfire... Ese pensamiento otra vez. Su sonrisa se esfumó un poco y pareció asustarse por ello. ¿Por qué pensaba en eso? Porque... Lo era, sí, lo era. Volvió a verse en el espejo. Por supuesto que lo era. Una chica hermosa, la más hermosa...

Se acomodó su sombrero, tomó la caja de madera de la cama, y entonces se dirigió de inmediato a la puerta. Era la hora de la verdad...

- - - -

Chico Bestia y Cyborg se encontraban en la cocina en esos momentos, preparándose algo para desayunar. El chico mitad máquina había saludado y dado los buenos días a su compañero de manera amistosa y cordial, pero éste no le respondió de la misma manera. De hecho, ni siquiera lo volteaba a ver. Le sacaba la vuelta mientras iba al refrigerador a buscar su leche de soya, y luego a la despensa para tomar el cereal que pensaba comer.

- Vamos, viejo. ¿Sigues molesto por lo de ayer? – Preguntó Cyborg directamente. – No quería hacerte sentir mal, ¿de acuerdo? Sólo no quiero que te hagas falsas ilusiones de algo que no es.

- Ese soy yo. – Murmuró con desganó el chico de piel verde, mientras se servía su cereal. – El chico de las falsas ilusiones...

Cyborg no sabía si lo decía con sarcasmo, enojo, o quizás depresión; tal vez era un poco de todo. ¿Pero qué podía hacer él al respecto? No le mentiría diciéndole que creía que la chica con la que habían peleado la tarde anterior no era Terra. Aunque lo hiciera, luego de lo que le dijo, se vería bastante falso. Chico Bestia era más fuerte de lo que todo el mundo creía. Ya se le pasaría, sólo debía darle tiempo. Por lo mismo, decidió dejar eso por la paz y concentrarse en la preparación de su omelet con salchicha, mientras él hacía lo mismo con su plato de cereal.

La puerta de la sala de estar se abrió un par de minutos después. Raven, luciendo su elegante vestido nuevo y sombrero, entró levitando a unos centímetros del suelo, sujetando su caja con los chocolates en las manos. Sus compañeros de equipo parecían tan inmiscuidos en sus desayunos, que no habían sentido su presencia.

- Buenos días, Chico Bestia. – Saludó de manera cordial, al pasar a lado de su amigo.

- Buenos días, Ra... - Volteó a verla de reojo mientras le devolvía el saludo, pero su lengua se trabó sin poder terminar su nombre.

La cuchara se le escapó de la mano, cayendo contra su plato, y su boca, que se había abierto en parte para hablar, y en parte para recibir otro bocado de cereal, se quedó en esa misma posición, inmóvil como estatua. Apenas y pudo mover lentamente la cabeza para seguirla con su mirada.

- ¿Raven? ¿Pero qué...?

La apariencia tan singular... No, había que decirlo con todas sus palabras. La apariencia tan extraña de su compañera no pasó desapercibida para el Titán. ¿Raven usando un vestido?, ¿un vestido colorido?, ¿y un sombrero de paja veraniego? ¿Qué rayos estaba pasando?

- Cyborg. – Exclamó casi con un hilo de voz sin poder quitar los ojos de Raven, que miraba con curiosidad por la sala, como si buscara algo.

- ¿Ahora ya me hablas? – Murmuró Cyborg con indiferencia, estando volteado hacia la estufa.

- Olvídate de eso. Voltea y dime que ves lo mismo que yo, y que no estoy teniendo una alucinación por leche de soya descompuesta...

- ¿De qué estás hablando?

Cyborg dejó unos momentos su sartén, se volteó hacia su compañero e irremediablemente quedó deslumbrado por la misma imagen inaudita ante él.

- ¿Raven? – Soltó con algo de incredulidad.

Al inicio sólo tenía visible la piel gris de su espalda, brazos y piernas para reconocerla. Pero al escuchar su nombre, la hechicera se volteó hacia él, y así pudo ver su rostro y asegurarse por completo de que en efecto, era Raven. Aunque eso tampoco sirvió de mucho, ya que para su total incomprensión, ella... le sonrió. Le sonrió ampliamente, de manera natural, no forzada como otras veces. Y sus ojos brillaban, y todo su rostro con general se veía mucho más relajado que de costumbre. Si, era la cara de Raven... Pero esa no podía ser realmente la cara de Raven. Jamás la había visto con esa expresión, ni con alguna remotamente parecida.

- Buenos días, Cyborg. – Le saludó con gentileza; sí, era la voz de Raven. – ¿No saben en dónde está Robin?

Ninguno le respondió de inmediato. En su lugar, ambos estaban de pie con sus bocas abiertas, viéndola fijamente, como intentando encontrar alguna explicación razonable ante lo que veían. ¿Un sueño?, ¿una alucinación?, ¿un clon extraterrestre?, ¿robot asesino? Todo era más posible que Raven usando un atuendo como ese, sonriéndoles y hablando con ese tono tan delicado. Pero, dejando todo eso a un lado, ambos debían de aceptar una cosa: se veía reamente bien... Muy bien.

- ¿Robin? – Exclamó Chico Bestia luego de un rato de silencio. – Creo que está en la enfermería...

- Con Star. - Agregó Cyborg sin poder salir de su casi transe.

Parecía que no era lo que Raven esperaba escuchar, pues en cuanto oyó esa respuesta, su jovial sonrisa de difuminó poco a poco. Se veía algo sorprendida, ¿pero por qué exactamente? Volteó su rostro hacia un lado, mirando a la alfombra debajo de ella. ¿En qué pensaba?

En ese momento, Chico Bestia pudo quitar su atención del vestido y el sombrero, y al fin notar eso que su compañera sujetaba en sus manos, esa caja negra y rosa con un listón. La miró confundido unos instantes, pero de inmediato entendió cuando el mes y día en el que estaba parado se volvió claro.

- Oye... Raven... - Exclamó entrecortado, parándose de su taburete. – ¿Eso es lo que creo que es...? ¿Acaso tú...?

Raven no lo escuchaba. Seguía con su mirada agachada, concentrada en alguna otra cosa. Sus dedos de pronto, se apretaron ligeramente contra la caja. ¿Por qué era eso? ¿Enojo quizás? Pero, ¿por qué? Fuera lo que fuera, no le duró mucho más, pues de inmediato recobró la compostura, y los volvió a ver con la misma sonrisa de antes.

- Entiendo, gracias. Iré a buscarlo ahí entonces.

Sin más, así como entró se dirigió a la puerta, seguida por los incrédulos ojos de su compañeros.

- Eso fue lo más aterrador que he visto en mi vida... - Murmuró Cyborg una vez que se fue. – ¿Por qué estará vestida así?

Hasta hace unos minutos, Chico Bestia se hubiera estado haciendo la misma pregunta. Sin embargo, tras ver el regalo que cargaba consigo, se pudo hacer de una teoría de inmediato. Después de todo, sólo él sabía lo que habían hablado aquella tarde la playa...

- ¡Raven!, ¡espera!

Chico Bestia se apresuró a la puerta para alcanzarla. Raven seguía levitando en línea recta por el pasillo, mirando fijamente al frente.

- ¿Ese es tu regalo de San Valentine? – Le preguntó su compañero al comenzar a caminar a su lado.

Hace unas semanas atrás, habían tenido una conversación, una muy inusual en la que de una u otra forma, Raven le había confesado que le gustaba alguien. Pero no cualquier alguien: le gustaba Robin, y eso era algo que la tenía muy confundida, sobre todo por el tema de que todos, o casi todos, sabían muy bien que a Robin le gustaba otra persona. Y de nuevo, no se trataba de cualquier otra persona, sino de su compañera Starfire. A su vez, ese mismo día, Chico Bestia le compartió sus pesares sobre el tema de Terra y Tammy. Él le sugirió que podría darle un regalo como Admiradora Secreta a Robin, y que tal vez eso la calmaría un poco. Ella le regresó el mismo consejo, pero tras lo ocurrido con Slade, la llega del misterioso hermano de Raven, y la búsqueda de esa otra chica que parecía ser Terra, Chico Bestia prácticamente había olvidado aquella conversación. Al parecer, Raven no.

- Sí, ¿te gusta? – Le respondió con emoción, extendiendo un poco la caja hacia él para que la viera. – Son chocolates, los hice yo misma. Pero no se lo digas a ya sabes quién. Es sorpresa.

El vestido era una cosa, pero esa actitud tan alegre y relajada que cargaba era muchísimo más extraña. Había visto a su amiga de buen humor, pero eso era algo totalmente distinto.

- Claro que no se lo diré. Pero me sorprende que... Bueno, no sabía que sí ibas... Bueno, a hacerlo...

- Hubo veces en las que dudé, pero Jared me ayudó a decidirme, y a preparar los chocolates de manera exitosa.

- ¿Jared?

- Pero no olvido que fuiste tú quien me lo sugirió en un inicio. Gracias.

- No tienes que agradecerme... ¿Pero se los piensas dar en persona? Creí que lo harías como Admiradora Secreta.

- Cambié de opinión. Es mejor así, ¿no?

- ¿Pero qué pasará con Starfire?

El andar de Raven se detuvo abruptamente ante tal cuestionamiento. Chico Bestia notó de nuevo que, parecido a cómo había ocurrido en la sala, la sola mención de Starfire hizo desaparecer esa peculiar cara de felicidad que tenía. Pero el cambio había sido incluso más drástico. Su mirada se endureció, su sonrisa se desvaneció y un aire sombrío, un tanto diferente al de siempre, la cubrió. De hecho, inclinó su cabeza un poco hacia el frente, y la sombra de su sombrero le cubrió los ojos, similar a lo que ocurría cuando traía su capucha azul puesta.

- ¿Qué hay con Starfire? – Le preguntó de manera cortante.

Chico Bestia se asustó un poco por el cambio tan abrupto de ambiente.

- Bueno... Tú sabes, lo que hablamos el otro día. Que Robin... Y ella...

- ¿Qué Robin y ella qué? – Se volteó por completo hacia él, parándose derecha, casi de forma amenazante ante él. – Ella no es su novia, ni nada parecido, ¿o sí?

- No, supongo que no... Pero en estos momentos ella está herida...

- ¡¿Y eso qué?! – Exclamó con fuerza y se le aproximó rápidamente, haciendo que él retrocediera. – ¿Por qué todo tiene que ser siempre sobre Starfire? Lo que ella siente, lo que ella opina, lo que ella hace o no hace. Éste es mi día, y éste es mi regalo. No tiene nada que ver con Starfire, ¿está bien? Además, no fue mi culpa que saliera lastimada, yo no le arroje esa roca encima, así que no tendría porque no hacer esto. Me esforcé mucho por hacer estos chocolates, y sería injusto que no se los diera a la persona a la que se los preparé.

La espalda de Chico Bestia terminó contra la pared del pasillo en su intento de crear la mayor distancia posible entre él, y la furiosa Raven que se había materializado de pronto ante él. No entendía que ocurría, ¿por qué se había puesto tan enojada de un segundo para otro? ¿Había dicho algo tan malo? Y lo que era aún más raro, hasta hace unos momentos sólo podría verse más feliz si se pusiera a saltar mientras caminaba.

- De acuerdo, te entiendo. – Murmuró con nerviosismo, alzando sus manos hacia ella. – ¿Pero por qué no esperas a mañana o...?

- ¡No quiero! – Volvió a gritar, alzando la voz. – Debo dárselos hoy. Hoy es Día de San Valentine, mi San Valentine.

Antes de que su compañero pudiera responderle algo, Raven se incorporó de nuevo, y se acomodó sus cabellos fuera del lugar, así como su sombrero.

- Con tu permiso, debo ir a buscar a Robin.

Y así, sin más, se puso de nuevo en marcha hacia la enfermería. Chico Bestia no dijo nada más, ni intentó detenerla. ¿Qué podría decirle de todas formas? Parecía muy decidida a hacer lo que quería hacer. Sin embargo, sería obvio para cualquiera que algo extraño le estaba pasando. Raven nunca se había comportado de esa forma, pero también, según lo que le había dicho en aquella ocasión, era también la primera vez que se enamoraba, y no sabía muy bien cómo lidiar con ello. ¿Podría ser sólo eso?, ¿esas reacciones tan extrañas eran debido a que no sabía cómo reaccionar en esa situación? Quizás. Pero aun así, había algo que le causaba cierta incomodidad, algo que le decía que no todo estaba bien, o se debía sólo a eso.

En el momento en el que Raven lo acorraló, y le había pronunciado esas palabas, "Hoy es Día de San Valentine, mi San Valentine", le pareció notar en ese momento algo extraño en sus ojos. Por un par de segundos, estos dejaron de ser de ese tono morado caracterizo en ella. Por esa pequeña fracción de tiempo, sus ojos le parecieron completamente... Rojos.

- - - -

Un minuto después de dejar a Chico Bestia atrás, el humor de Raven volvió a cambiar, y una vez más se encontraba tan alegre y emocionada como el momento en el que se despertó; como si esa conversación en el pasillo no hubiera ocurrido. De hecho, ya ni siquiera pensaba en ella. Mientras se acercaba más y más a la puerta a la enfermería, se concentraba más en decidir de qué manera le daría a Robin su regalo y las palabras que usaría. Se sentía tan nerviosa, que no podía evitar balbucear en voz alta.

- Robin, necesito hablar contigo de algo... No. – Pronunciaba en voz baja. – Robin, sé que Starfire está en cama, Slade escondido por ahí, y Terra destruyendo cosas, pero hoy es día de San Valentine y... No, mala forma...

Jamás había dado un regalo de San Valentine antes, y de hecho tampoco era muy buena dando regalos "normales". ¿Debía sólo dárselo sin más? ¿O tal vez debía decirle algunas palabras antes de hacerlo?, ¿o quizás hasta después? Se lamentó no haber aceptado la ayuda de Jared para decidir el cómo y el dónde entregárselo; se veía que él sabía mucho más de este tipo de cosas.

La enfermería tal vez no sería el mejor lugar para ello, en especial con Starfire ahí. Podía pedirle que salieran al pasillo, o mejor a la Terraza, eso estaría mejor.

En un abrir y cerrar de ojos, ya se encontraba de pie, justamente frente a la puerta de la enfermería, la cual se encontraba cerrada. Del otro lado se encontraba él, y de ese lado se encontraba ella, con su vestido azul, su sombrero, y una caja con cuervos de chocolate en las manos. Comenzó a sentir algo agitándose en su pecho. ¿Qué era? Colocó su mano derecha sobre éste, y entonces lo pudo sentir con claridad. Era su corazón, sacudiéndose y latiendo como nunca antes lo había hecho, ni siquiera a mitad de una pelea. Él lo sabía, todo su cuerpo lo sabía. Ese era el paso que tanto había deseado llevar acabo, y lo único que debía de hacer, era abrir esa puerta.

Respiró profundamente, inhalando y exhalando un par de veces con la intención de tranquilizarse, como lo hacía cuando meditaba. Dibujó una vez más su sonrisa en sus labios, y alzó su mirada decidida.

- Robin, Feliz... - Susurró en voz baja, intentando hacer una última prueba, antes de atravesar la puerta...

- Feliz día de San Valentine, Star. – Escuchó que alguien pronunciaba al otro lado de la puerta, tomándola por sorpresa y obligándola a callar. Esa voz... La reconoció de inmediato.

Abrió lentamente la puerta para asomarse al interior del cuarto. Starfire seguía recostada en la tercera camilla a partir de la puerta, aún con sus ojos cerrados y su rostro sereno como la había visto por última vez el día anterior. Robin estaba sentado en una silla justo a su lado, dándole la espalda a la puerta; no pareció notar en lo más mínimo que Raven estaba ahí.

El Chico Maravilla veía con seriedad a la joven pelirroja, mientras en sus manos enguantadas sostenía una pequeña caja de plástico en forma de corazón, con diferentes chocolates pequeños con envoltura roja.

- Sé que este día era importante para ti. – Prosiguió. – Por eso te compré esto. Sé que no es la gran cosa, pero estará aquí para ti cuando despiertes. – Colocó los chocolates sobre la camilla justo a su lado, y posteriormente tomó su mano con fuerza entre las suyas. – Espero que te guste y te alegré. Debes recupérate pronto, Starfire. ¿De acuerdo?

Robin había sido el primero en decirles a todos que no había nada de qué preocuparse, que el cuerpo de Starfire era fuerte, y que de seguro se recuperaría rápido. Pero lo cierto era que incluso él se encontraba preocupado. Al verla tirada, inconsciente y herida entre esos escombros, realmente se había alarmado. E incluso en esos momentos en los que aún no reaccionaba, el sentimiento era el mismo. Era algo que simplemente no podía evitar sentir...

Escuchó entonces un fuerte y estruendoso golpe a sus espaldas, que hizo a sus reflejos reaccionar. Se paró de inmediato de la silla, y se giró hacia el sitio exacto del que había venido el sonido: la puerta de entrada. No tenía ninguna teoría de qué podría ser, pero aunque hubiera intentado hacer alguna, no hubiera podido adivinar la imagen que se alzaría ante él al voltearse. Raven estaba de pie a unos centímetros de la puerta abierta, con sus ojos totalmente abiertos y sus pupilas desorbitadas; se veía pálida... Sí, incluso más de lo que normalmente se veía, y muy, muy impresionada.

- ¿Raven?, ¿te encuentras bien? – Le preguntó algo alarmado, pero sólo hasta entonces pudo reparar en el atuendo que traía puesto, ese hermoso vestido azul y sombrero de paja, y su reacción no fue muy diferente a la que Chico Bestia y Cyborg habían tenido en la sala. – ¿Raven? ¿Por... Porqué traes puesto ese...?

Inconscientemente recorrió con su mirada a su compañera desde arriba hacia abajo, para dar un vistazo completo de su apariencia. Pero entonces, se detuvo abruptamente al llegar a sus pies, pues ahí vio lo que parecía ser una caja de madera negra, que se había roto un poco al estrellarse en el piso. ¿Ese fue el golpe que había escuchado?

- ¿Por qué le compraste esos chocolates? – Escuchó que Raven le decía de pronto, obligándolo a alzar su mirada de nuevo.

Robin pareció asustarse ligeramente al notar que la mirada de su amiga había cambiado. Si hace un instante parecía sorprendida, casi atónita, ahora se veía como su expresión poco a poco comenzaba a cubrirse de cierta rabia... Su ceño se frunció, su mirada se endureció y sus labios se apretaban entre sí, creando una marcada mueca. Los utensilios y frascos que había en el lugar, comenzaron a temblar ligeramente; incluso las ventanas que daban al mar comenzaron a agitarse, y las camillas vacías a moverse un poco, rechinando sus patas contra el suelo.

- ¿Cómo dices? – Preguntó Robin, preocupado por lo que pasaba a su al rededor.

La mueca de Raven se hizo mucho más marcada. Su sombrero salió volando de su cabeza, como si el viento se lo hubiera arrancado. Su cuerpo entero se empezó a elevar un poco del suelo, y sus cabellos y la tela de su vestido a remolinear.

- ¡¿Por qué le compraste esos chocolates a Starfire?! – Repitió de nuevo, pero ahora gritando con fuerza, y haciendo que todo se agitara aún más que antes.

- ¡Raven!, ¡cálmate! – Respondió Robin apresurado, haciéndose a un lado para evitar la silla en la que hace un minuto estaba sentado, la cual había salido volando contra la pared. – ¡¿Qué es lo que ocurre?! ¿Los chocolates? Son sólo un detalle por el día de San Valentine, para Starfire...

- ¡¿Por qué a ella?! – Exclamó de ímpetu, y entonces comenzó a levitar en línea recta hacia él, pasando por encima de una de las camillas, que en cuanto estuvo sobre ella comenzó a retorcerse sobre sí misma como si fuera papel. – ¡¿Por qué le compraste chocolates a ella y a mí no me diste nada?!

- ¡¿Qué?! – Exclamó confundido el Titán, no muy seguro si era por lo que veía o por lo que escuchaba. – ¿A ti? Pero pensé que a ti no te interesaba el día de San Valentine...

- ¡Pues sí me importa!, ¡Sí me importa! – Repitió con fuerza al pasar justo sobre la segunda camilla, que sufrió el mismo destino que la primera. Raven cerró y apretó sus ojos con fuerza, y se agarró su cabeza con ambas manos, como si estuviera sufriendo. – ¡Me importa mucho una festividad tonta de corazones y chocolates! ¡¡Sí me importa!!

Gritó a todo pulmón al aire, y ese sólo grito fue suficiente para que toda la torre comenzara a temblar. Las ventanas de la enfermería explotaron en pedazos, y todos los frascos de medicinas y equipo médico comenzaron a volar y a estrellarse contra las paredes.

- ¡Raven!, ¡Tranquilízate! – Le gritaba Robin mientras se cubría con sus brazos, pues los pedazos de vidrios volaban por los aires muy cerca de él.

De pronto, el Titán sintió como su cuerpo se separaba del suelo. Su torso había sido cubierto con energía oscura, y empezó a elevarse hasta casi un metro del piso, para después aparentemente ser lanzado con violencia hacia atrás.

- ¡Ah!, ¡Raven!

El Chico Maravilla extendió sus manos intentando agarrarse de cualquier cosa, pues sentía que había sido lanzado contra las ventanas rotas. Pero no, en su lugar había caído contra una de las camillas vacías, la cual se arrastró por el suelo con él en ella, hasta quedar contra la pared. Apenas comenzó a hacer el intento siquiera de sentarse, cuando sintió que todo su cuerpo era presionado por sí sólo contra la camilla; magia oscura lo inmovilizaban de las muñecas, piernas y cabeza, como si estuviera atado.

Sin poder mover la cabeza, logró ver por el rabillo del ojo como Raven flotaba en su dirección, hasta colocarse justo sobre la camilla, y luego empezó a descender hasta sentarse sobre él. Colocó sus piernas a cada lado de sus costados, y apoyó el cuerpo contra la parte baja de su abdomen. Extendió sus manos al frente, colocándolas contra la cama a cada lado de su cabeza, manteniendo su rostro suspendido sobre el suyo a unos escasos centímetros. Ahora le sonreía... Pero no era una sonrisa de felicidad... Era algo muy diferente. Eso que veía en el rostro de su compañera en esos momentos, era algo totalmente nuevo, algo... aterrador...

- ¿Por qué ella? ¿Por qué siempre ella? – Le empezó a murmurar la hechicera en voz baja, con sus mejillas sonrosadas, y sus ojos brillando. – ¿Por qué nunca me pones a mí la atención que le pones a ella? Mírame, mírame bien, Robin...

- ¿Qué estás diciendo, Raven? No entiendo... ¿Por qué haces esto?

Raven no le hacía caso. Ella seguía hablando, mientras lo seguía sujetando con su magia contra la cama, evitando que moviera incluso un dedo.

- Yo soy más bonita, más inteligente, más poderosa que Starfire. Yo te conozco mejor que nadie, yo soy la indicada para ti, ¿qué no lo ves? ¡Si es tan obvio! – Colocó en esos momentos sus manos sobre las mejillas de Robin y acercó un poco más su rostro al suyo. – Mírame, Robin...

- Raven... - Comenzó a murmurar nervioso, mientras veía como se le iba acercando cada vez más y más, hasta que fue capaz de sentir la respiración de la joven sobre él. – Detente por favor, no sabes lo que haces... ¡ésta no eres tú!

- Ésta soy yo, ésta soy yo, Robin, la verdadera yo... Te amo Robin, te amo mucho. Robin... Robin... Bésame... por favor...

Raven siguió cortando la distancia entre ambos más y más, sin importar lo que Robin dijera o intentara decir. Cerró los ojos, y llegó a sentir por unos instantes como sus labios rozaban los de su amado compañero. Su corazón se siguió agitando con violencia, en espera del añorado primer beso con el que tanto había fantaseado...

- ¿Raven...?

Una tercera voz se escuchó de pronto en el cuarto. No era la voz de Robin, no era la voz de Raven, era...

Raven abrió sus ojos de golpe y rápidamente se separó un poco de Robin. Volteó hacia su diestra, en dirección a la otra camilla... En la que Starfire, aún recostada, la miraba fijamente, llena de asombro en sus ojos verdes, que estaban abiertos y lucidos.

- Starfire... - Susurró la hechicera en voz baja.

Starfire había despertado, y no tenía idea desde cuándo. Pero la estaba viendo fijamente, a ella, quien estaba en esos momentos sobre Robin, sometiéndolo con su magia, a unos instantes de besarlo...

El sitio se cubrió de absoluto silencio por unos segundos, en los que Raven pareció recuperar poco a poco la razón. Los objetos que seguían en movimiento, comenzaron a precipitarse de nuevo al piso, y todo volvió a lo más cercano a normalidad. Nadie se movía, nadie decía nada...

Los pasos apresurados de Cyborg y Chico Bestia se escucharon por el pasillo, y en un par de segundo ya estaban en la puerta, totalmente alarmados.

- ¡¿Qué pasó?! – Preguntó Chico Bestia de inmediato.

- ¡¿Están todos bien?! – Le siguió Cyborg.

Los dos se quedaron casi atónitos al ver el escenario, casi de guerra, ante ellos, pero incluso más al ver a Raven sobre Robin.

La joven de cabellos azules, se sobresaltó al ver a sus dos compañeros, y entonces se volvió de nuevo hacia Robin, quien seguía sujeto a la camilla. Horrorizada cuando al parecer al fin se dio cuenta de lo que había ocurrido, Raven rápidamente se apartó de Robin, elevándose en el aire, y al apartarse el chico pareció al fin ser liberado. Raven se miró sus propias manos con espanto, y ni siquiera pareció reconocerlas. Sus ojos y sus labios comenzaron a temblar, y todo su cuerpo le siguió.

- "¿Qué hice? ¡¿Qué hice?!"

Antes que cualquier pudiera decir algo más, Raven no lo pensó dos veces y de inmediato salió volando por la ventana a toda velocidad en dirección a la ciudad, para alejarse lo más pronto posible de esa torre.

- ¡Raven!, ¡Espera! – Le gritó Robin, pero ella no hizo caso. Corrió hacia la ventana, y lo único que pudo hacer es ver como se alejaba volando hasta perderla de vista.

- ¿Pero qué demonios está pasando aquí? – Exclamó Cyborg, totalmente confundido. – Starfire, ¿te encuentras bien?

La Tamaraniana aún no parecía reaccionar. Miraba hacia un lado, con su mirada perdida, y aunque sus amigos le hablaban, no los volteaba a ver, ni decía palabra alguna.

- Algo muy malo le pasa a Raven. – Señaló Robin de pronto, girándose al fin hacia su equipo. – Ha perdido el control. Debemos ir por ella, antes de que lastime a alguien.

- ¿Ir por ella? – Cuestionó Chico Bestia. – Pero es Raven, ¿nosotros que podemos hacer para detenerla?

En efecto, no sería nada sencillo, en especial si Raven tenía sus poderes fuera de control. Además, el propio Robin no era capaz de pensar con claridad, luego de esa extraña, casi aterradora, experiencia que acababa de tener. Pero de algo estaba seguro. Debían de ir por su amiga, de inmediato; costara lo que costara.

- Yo voy con ustedes. – Escucharon que Starfire añadía, sentándose en la camilla y luego poniéndose de pie.

- Claro que no. – Señaló Cyborg de inmediato. – Estuviste casi un día entero inconsciente, aún no te has recuperado por completo.

- Estoy bien. – Respondió la pelirroja con un tono apagado. No era del todo cierto, pues en realidad su cuerpo le seguía doliendo bastante, y de hecho ni siquiera recordaba muy claramente cómo había terminado herida. – No sé qué es lo que le está pasando a nuestra amiga Raven... Pero siento en lo más profundo que necesito ir con ella... Ahora mismo...

- No sé si sea lo más prudente, Starfire. – Intervino Robin, dando un paso hacia ella. – Yo... Creo que el verte podría afectarla incluso más de lo que ya está...

Starfire se viró hacia otro lado pensativa. No podía quitarse de la cabeza la primera imagen que había visto al despertar, ni las palabras que había escuchado. De pronto, divisó lo que se encontraba a los pies de Cyborg y Chico Bestia: la caja negra rota.

- ¿Qué es eso?

Todos miraron en dirección hacia donde ella señalaba. Chico Bestia de inmediato reconoció la caja de regalo que Raven traía consigo. Notó la tarjeta que seguía pegada a la tapa, e intentó agacharse y quitarla, pero Robin se le había adelantado.

El chico de antifaz se agachó a lado de la caja, y retiró con cuidado la tarjeta, leyendo lo que había escrito en ella. Pese a lo que acababa de pasar, aun así le fue sorprendente leerlo. Puso atención de nuevo a la caja, y con mucho cuidado retiró la tapa para ver su contenido. Entre los restos, pudo ver diferentes pedazos rotos de chocolate, que al parecer en conjunto formaban varias figuras en forma de cuervo.

- Viejo, ¿eso es lo que creo que es? – Escuchó que Cyborg, que estaba inclinado sobre él para ver mejor, le preguntaba sorprendido.

- Ella los hizo para ti. – Explicó Chico Bestia en voz baja.

- ¿Por qué...?

Chico Bestia abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero de inmediato se arrepintió y se volteó en otra dirección.

- Yo no soy quien debe decírtelo...

Robin miró de nuevo hacia la caja y hacia los trozos de chocolate. Momentos que había prácticamente pasado por alto en los últimos días, comenzaban a encajar en su cabeza. El día en que Raven estaba en la cocina, preparando algo, el tiempo que pasó fuera en casa de su supuesto hermano... ¿Estaba haciendo esos chocolates? ¿Para él?

Sintió en ese momento la mano de Starfire sobre su hombro.

- No importa cómo nos sintamos en estos momentos. – Escuchó que la extraterrestre susurraba. – Raven nos necesita, no hay tiempo que perder...

Robin asintió con su cabeza y entonces se volvió a poner de pie.

- Tienes razón. – Exclamó con seriedad, y le echó una mirada rápida a cada uno de sus compañeros. – Titanes... ¡Al Ataque!

- - - -

La cabeza de Raven le daba vueltas, y se le dificultaba ver con claridad. Voló sin rumbo fijo por largo rato, esquivando los edificios. Como le era posible. El sólo pasar cerca de uno, hacía que sus ventanas vibraran. El viento se remolineaba a su alrededor, e incluso las personas debajo de ella lo sentían. No podía calmarse, le era prácticamente posible tener un pensamiento congruente que no fuera una repetición en cámara lenta de todo lo que había ocurrido en la enfermería. ¿Por qué había hecho eso? Se supone que había ido ahí para darle su regalo a Robin, pero todo había terminado de esa forma tan horrible. ¿Qué le estaba pasando?, ¿Por qué no era capaz de controlarse?

Estaba tan distraída en tantas cosas, que justo cuando volvió a poner su mirada al frente, se encontró de cara con un panorámico de cigarrillos a menos de un metro de ella. Intentó frenar pero fue inútil. Su cuerpo atravesó el panorámico y luego comenzó a desplomarse como piedra hacia el suelo. Mientras caía, intentó concentrarse para volver a volar, pero de nuevo las imágenes y emociones de aquel momento la inundaban, y no era capaz de pensar en nada más. Su cuerpo, prácticamente por sí solo, se cubrió de magia oscura para protegerse, y terminó estrellándose contra el techo de un taxi, abollándolo.

- ¡¿Qué demonios...?! – Exclamó furioso el conductor del taxi, saliendo del vehículo de inmediato. El tráfico se detuvo, y los peatones que pasaban por la baqueta se detuvieron igual para ver.

La magia de Raven se esfumó, quedando simplemente recostada contra el techo del taxi, mirando de manera perdida hacia el cielo sobre ella; respiraba agitada, tal vez como resultado del miedo.

- Señorita, ¿está bien? – Cuestionó un policía que se acercó rápidamente hacia ella. Raven no respondió nada. Sólo comenzó a sentarse lentamente. – No debe de moverse, espere a que llamemos a una ambulancia...

El policía extendió sus manos hacia ella con la intención de evitar que se levantara. Sin embargo, esa sola cercanía fue suficiente para Raven reaccionara de golpe de forma violenta.

- ¡No me toquen! – Exclamó con fuerza, jalando su mano con fuerza contra las del policía. Éste salió volando hacia atrás como si lo hubieran golpeado en la cara, quedando contra uno de los vehículos cercanos al taxi. Esto hizo que todos los presentes dieran un paso hacia atrás.

- No... No me toquen... ¡No se me acerquen!

Raven se bajó del taxi lentamente, tambaleándose en cuanto sus pies volvieron a tocar el suelo. La gente la miraba con confusión y con miedo en sus caras.

- ¿No es ella Raven de los Jóvenes Titanes? – Comentó alguien entre la multitud.

- No lo creo, ¿con ese vestido? – Agregó una segunda persona.

- Pero cayó del cielo, debe de ser ella.

Se empezaron a escuchar más y más murmullos, algunos más disimulados que otros. Raven los volteó a ver, y en lugar de ver a las personas y sus caras, sólo podía ver siluetas oscuras y ojos grandes, enfocados directamente en ella. Los murmullos se hicieron más y más fuertes, y los sentía taladrando en sus oídos. Alzó sus manos, y se tapó con fuerza sus orejas, pero seguía escuchándolos; nada los hacía callar.

- ¡Cállense todos! – Comenzó a gritarles con furor. – ¡No me miren!, ¡¡Aléjense de mí!!

Los vehículos que la rodeaban se levantaron del pavimento, y salieron volando en todas direcciones. Varios de los peatones apenas y pudieron esquivar los peligrosos proyectiles, que se estrellaron contra posters de luz, paredes y aparadores.

Raven logró abrir una vez más sus ojos, sólo para ver como todos comenzaban a correr despavoridos, para alejarse de ella, así como el gran destrozo que había provocado en tan sólo unos instantes. Se abrazó con fuerza a sí misma con ambos brazos y entonces empezó a caminar con pasos pequeño por la calle. Un gran sentimiento de congoja la invadió, e incluso las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Se sentía perdida, totalmente perdida. Y sólo había un sitio al que quería ir, un sitio en el que sentía que estaría segura... Tenía que ir con él...

Siguió caminando, aunque poco a poco con más apuro en sus pasos; tenía miedo de intentar volar y volver a estrellarse. Caminó por casi una hora, hasta que al fin pudo divisar a lo lejos su añorado destino: el edificio de departamento en el que vivía Jared. Su rostro se iluminó, posiblemente por primera vez en todo ese rato. Jared la ayudaría. Era el único en el que podía confiar, el único que la entendería y no la juzgaría. Al estar con él, de seguro lograría calmarse, de seguro todo se volvería mucho más claro. Su compañía tenía ese efecto en ella, y era justamente lo que necesitaba en esos momentos; necesitaba a su hermano.

Comenzó a correr con rapidez hacia el edificio, pero a medio camino se tropezó y cayó al suelo con fuerza. Se quedó tirada unos segundos, antes de volver a sentarse a duras penas. Se raspó un poco la barbilla, las rodillas, y su vestido se había manchado; esto último pareció ser lo que más le dolió. Se suponía que ese día se debía ver hermosa, radiante. Pero ahora, se veía horrible, sucia, despeinada; todo un desastre. Con algo de frustración, alzó sus puños y los chocó con fuerza contra el asfalto. Su magia reaccionó a ese acto, y el suelo se agrietó en ramificaciones hacia los lados.

Se puso de pie y corrió de nuevo hacia el edificio. Debía de entrar por la puerta principal, subir las escaleras hasta el tercer piso y luego a la puerta del departamento de Jared. Sin embargo, no pensaba en esos momentos con mucha claridad, y hacer todo ese recorrido la pareció totalmente imposible. En su lugar, justo cuando estaba de pie frente a la fachada principal, se elevó con rapidez directo a la ventana del departamento de Jared, atravesándola sin el menor decoro. Sí, parecía una acción demasiado desesperada, pero era justamente así como se sentía: desesperada.

Una vez dentro del departamento, cayó al suelo alfombrado, y rodó por éste hasta quedar a mitad de la sala, rodeada por los trozos rotos de la ventana. Se quedó boca arriba, con los ojos cerrados, inhalando y exhalando con rapidez. Sentía como si se fuera a desmayar en cualquier momento.

- Jared. – Comenzó a pronunciar con fuerza. – Lo siento, Jared... Pero necesitaba verte... - Abrió sus ojos lentamente; el departamento estaba totalmente oscuro, a excepción de la luz que entraba por la ventana rota. – Te necesito, algo me está pasando...

Se sentó apoyándose en sus manos, y miró a todos lados, esperando ver la imagen de su hermano en algún momento, pero no fue así. Todo a su alrededor estaba oscuro; la sala estaba y la cocina estaban en completa quietud.

- ¿Jared? ¿Estás aquí?

Se paró rápidamente, y entonces caminó hacia la puerta de la habitación, con la esperanza de que estuviera ahí. Era curioso, en esos días que había pasado la mayor parte del tiempo ahí, jamás entró a la habitación. No hubo necesidad de hacerlo; después de todo, estaba ahí para preparar cuervos de chocolates.

- Jared... Lamento entrar así. – Indicó al poner su mano en la perilla. – Necesito hablar con...

Su voz calló...

Una luz anaranjada surgió del interior del cuarto, distinguiéndose con claridad entre la oscuridad del departamento. Raven estaba pasmada ante lo que veía. Se quedó hecha piedra unos instantes en la puerta, mirando de un lado a otro, intentando entender qué era lo que estaba viendo...

No era una habitación para dormir; no había cama, ni tocador, ni armario. En su lugar, había velas encendidas por todos lados, en candelabros, en el suelo, en pequeños muebles de madera. El suelo estaba cubierto de lo que parecían ser plumas blancas, y en todas las paredes había símbolos pintados en rojo; los reconocía, eran símbolos de magia negra, muy, muy antiguos. Pero el más distintivo, era el que estaba justo frente a ella, pintado en la pared, el más grande y también el más significante de todos. Las velas prácticamente formaban un camino directo hacia él.

- No... No... - Murmuró en voz baja, incrédula.

Comenzó a caminar muy lentamente hacia ese símbolo, con la esperanza que al verlo de cerca pudiera verificar que no era lo que pensaba. Pero resultó ser todo lo contrario; mientras más avanzaba, más podía cerciorarse de que su primera impresión había sido la correcta. Ese símbolo, se veía similar a una "S" o un "5" para aquellos que no lo conocieran; pero ella lo conocía muy bien... Sabía lo que era, sabía lo que significaba: la Marca de Scath... La Marca de Trigon... Los símbolos, la vela... Esa marca. Todo ese cuarto era un altar, un altar dedicado a su padre...

Sus piernas le comenzaron a temblar. Cayó de rodillas al suelo, y se hubiera desplomado por completo, si no hubiera interpuesto sus manos primero. Sus ojos comenzaron a nublarse, y sintió las lágrimas comenzar a brotar de ellos, y a caer como rocío hacia el suelo y sus manos. No podía creer que eso fuera cierto... No podía ser verdad...

"Mi nombre es Jared. Soy tu hermano, Raven..."

"Entiendo cómo te sientes, yo también me sentí confundido y asustado cuando me enteré que podría tener una hermana. Pensé que estaba solo en este mundo hasta ese momento, y me dedique en cuerpo y alma a buscarte..."

"Siempre fantasee tanto con lo que sería tener una hermana, salir a pasear con ella, comprarle cosas, platicar y reír, simplemente estar juntos..."

"Quiero que sepas que si en algún momento un chico te gusta, como tú hermano, no permitiré que nadie te lastime. Si ese tipo se aprovecha de ti, dime y le rompo la cara, y no me importa que sea Robin."

Llevó sus manos hacia su rostro, cubriéndolo por completo con ellas. No pudo contenerse más, y comenzó a llorar con todas sus fuerzas, a llorar con gran intensidad sin el menor pudor. Las lágrimas resbalaban por sus dedos y sus mejillas. Sus sollozos eran cada vez más fuertes. Todo se volvía cada vez más y más claro, como si cada lágrima sacara consigo una duda de su cuerpo. Todo encajaba de una manera tan perfecta, que era casi imposible creer que no lo hubiera visto antes. La respuesta siempre estuvo frente a ella y no la vio. ¿Cómo pudo haber pasado eso? ¿Cómo es que permitió que todo eso llegara tan lejos sin darse cuenta...?

"No tengo a dónde ir. Cómo te lo dije, estoy solo en este mundo, así que creo que no me molestaría instalarme aquí dónde vive mi hermana. ¿Tú qué dices?"

"Era mi madre, en efecto. Y la razón por la que no pudiste ver su rostro, es porque simplemente creo que ya ni lo recuerdo... Sólo su sonrisa... Esa sonrisa que siempre tenía, pero aun así..."

"No me des las gracias, que era mi deber de hermano mayor..."

"No sabía que podías reaccionar de esa forma. No te debes de avergonzar. Llorar es de humanos, después de todo..."

"Te quiero, hermana..."

De pronto, sus sollozos se fueron apagando poco a poco. Sus manos, que seguían cubriendo su rostro, comenzaron a tensarse. Cerró los dedos, apretando con fuerza sus puños. Su cuerpo empezó a temblar con violencia. Una ráfaga de viento sopló, apagando todas las velas de tajo, y dejándola en absoluta oscuridad. Retiró de golpe sus manos de su rostro, pero al hacerlo, éste ya no era el mismo; se habían materializado en él... cuatro ojos rojos que brillaban con gran fulgor.

- ¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!!

Raven gritó al aire con todas sus fuerzas. Una fiera oleada de energía oscura golpeó las cuatro paredes a su alrededor, volándolas en pedazos. La cocina, en la que había pasado tanto tiempo preparando sus amados cuervos de chocolate, quedó totalmente destruida. La sala fue cubierta de escombros, la puerta del pasillo salió disparada hacia el otro lado del pasillo. Toda la parte la pared que daba del lado de la fachada, voló en pedazos, y se desplomó a la calle.

Entre todo ese ruido y polvo, los vecinos comenzaron a salir a ver qué era lo que había pasado. Había pedazos de roca y metal por todos lados, y no podían ver nada con claridad. De pronto, algunos pudieron divisar como entre el humo de la explosión, salía volando una silueta a toda velocidad. Al estar avanzando en línea recta, el pavimento debajo de ella se abría y las ventanas de los edificios, igualmente se hacían pedazos.

- ¡¡Jared!! – Gritaba con todas sus fuerzas mientras volaba sin ningún rumbo fijo, pero con un claro objetivo en su mente: encontrar a ese malnacido...

FIN DEL CAPITULO 16

Notas del Autor:

Uff, eso fue intenso. ¿Qué les pareció? Cómo les dije, esto ya es el inicio del fin, y espero lo disfruten tanto como yo disfrutaré escribirlo. Así que nos leemos de nuevo, mucho más pronto de lo que creen... Aprovechó para promocionar que acabo de abrir una página de Facebook en la que podrán seguir mis publicaciones, así como actualizaciones ésta y de otras de mis historias y dibujos. Para los interesados, el link está en mi perfil. ¡Gracias por leer!

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