La amenaza acecha
Ted necesito tiempo para asimilar toda la información recibida: un tipo que había escapado de Azkaban venía seguramente a tomarlos de rehenes. De pronto, no supo qué hacer, pues su padrino muchas veces le contaba cosas a él pero que en verdad, no debía decir. Él mismo era quien solía tomar la decisión de si contárselo a alguien más o no, pero ahora dudaba. Si lo contaba, todos estarían avisados pero algunos se alarmarían mucho, por lo cual, esa información podría llegar al fugitivo. Si por lo contrario, para la mayoría sería un ataque sorpresa y el rendimiento de los profesores se vería afectada. Continuó pensando, pasado unos minutos levantó la cabeza y le dijo a los presentes:
– Debo darle esto a la directora.
Los tres caminaron juntos, trataron de evitar pasillos alborotados y preguntas innecesarias. El profesor Longbottom se adelantó para tocar la puerta. Se escuchó la aguda voz de la directora invitándoles a pasar. Ted trató saliva y abrió la puerta, entrando tras de él estaban los otros dos. La directora estaba con los codos sobre la mesa y con un gesto elegante les llamó a sentarse en frente suya. El extraño trío tomó asiento y Ted sacó la carta de su padrino, entregándosela a la directora:
– Pensé que esto le incumbe– añadió–, también, que no era el más indicado para tomar la decisión.
– Gracias, joven Lupin– respondió McGonagall–. Soy de Gryffinfor y valoro la valentía y el coraje– explicó–, quisiera darte el honor de saber todo lo que haré de este asunto.
La profesora encargada de la casa más famosa era una gran estratega, Ted decidió confiar en ella. Supuso también que nombrarse director no era nada fácil, por lo cual Minerva McGonagall debía estar hecha para el oficio. Espero pacientemente a que la directora volviera a hablar, mirándola fija y decididamente.
– Por lo primero, escribiré a Potter sobre lo sucedido y cómo ha llegado hasta mí, pediré en la misma carta ayuda de parte del Ministerio– la directora levantó la mano y su búho se acercó, Ted supo que todo esto era a corto plazo–. Después, alertaré a los profesores, obvio supongo– todos quisieron confiar en el manejo de duelo de magia de todos y cada uno de los educadores del colegio–. Y se prohibirá de momento las visitas a Hogsmeade y las clases de Ciudado de criaturas mágicas se darán bajo techo. Hasta nueva señal, nadie saldrá del edificio– concluyó la directora.
– Gracias por confiar en mí y en Alph– agradeció Teddy.
La semana pasó volando. A Ted se le agolpó un proyecto de Herbología con la investigación sobre magia oscura, mientras que Richard, Finn y Hughes hacían deberes de Pociones. Ted puso lo nulo que era para Herbología, lo único que salvaba la asignatura era el profesor, quien le caía bien a cualquiera y no era muy exigente. Teddy estaba sumido en sus pensamientos y al mismo tiempo su pelo se tornó azul marino. El chico no sabía exactamente si estaba más centrado en su trabajo o en su cuero cabelludo. Entonces, algo le tocó en el hombro, haciéndole perder toda la concentración acumulada.
– Oye,Ted– era Finn, quien al parecer debía tener dudas sobre Pociones–. Creo que tenías otra edición de el libro de Pociones.
– Sí, cógelo. Está en el baúl.
El cuerpo larguirucho de Finn se dirigió hacia el baúl de su compañero y comenzó a rebuscar entre las posesiones del metamorfomago. Sacó unos cuantos cachivaches y al levantar la mano no sostenía un libro, sino un rollo de pergamino. La mirada del mestizo se volvió hacia Ted:
– ¿Y esto?– trato de forzar el rollo para abrirlo, pero este no cedió–. En la cubierta solo pone: Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta, los proveedores de ayuda mágica a los traviesos se enorgullecen en presentar el Mapa del Merodeador. Qué cosa más extraña– comentó.
– ¿No será algo de Sortilegios Weasley?– propuso Richard.
– Pero los gerentes de la tienda son dos Weasley, no cuatro– contradijo Hughes.
– Umm... sinceramente no tengo ni idea– confesó el propietario–. Me lo dio James. Y cambiando de tema, ¿no teníais una montaña de deberes de Pociones?
Tras eso, todos volvieron a centrarse en su trabajo. Era casi de noche cuando los cuatro acabaron con sus cosas. Alph regresó de la biblioteca junto a Harley. Ambos también parecían cansados. Ya reunidos los seis, se dirigieron hacia el Gran Comedor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro