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27

Dakota

Todo el pelotón fue reagrupado e indicado permanecer dentro de sus habitaciones correspondientes hasta nuevo aviso por parte del sargento mientras que Dakota custodiaba la única entrada y salida del lugar. No permitiría que ninguno enfermara. No lo permitiría, no después de lo acontecido en Damasco.

Años atrás...

El pelotón Hawk habían logrado burlar a las violentas personas que los hostigaban, alcanzando un lugar seguro. Mismo en donde Grace y Dakota fueron puestos en cuarentena siendo observados y atendidos de inmediato. El estado de ambos se deterioraba conforme pasaban los minutos; cada vez que tosían parecía ser la última ocasión que lo harían, llegando inclusive a expulsar sangre.

Robert había pasado a verlos en variadas ocasiones, en la última de ellas viéndose incluso más preocupado y un poco distraído. Mientras dos de sus soldados se encontraban resguardados, los demás armaban un perímetro y colocaban trampas antes de tener que rechazar un ataque al lugar. Dakota sólo lo vio irse otra vez para no volverlo a ver dentro de un largo tiempo. Todo a su alrededor parecía transcurrir tan lento que se asemejaba a una eternidad para él y Grace, pero al menos se tenían el uno al otro.

El soldado había optado por quedarse en espera con tal de que su compañera fuera la primera en ser ayudada. Lamentablemente el personal encargado de su salud no tenían muy claro cómo proceder más que seguir los protocolos establecidos para evitar más posibles contagios. Todos ellos se encontraban frente a una enfermedad tan rara y mortífera, una tan agresiva que te hacía padecer malestar desde los primeros diez minutos de estar expuesto, desarrollándose dentro de su huésped dolorosamente y a una gran velocidad. El personal se puso en marcha con su conocimiento general de enfermedades con síntomas similares, al menos para mantenerlos estables.

El moribundo Dakota se recostó de lado en el catre. A pesar de que lo único que tenía que hacer en esos momentos era mantener el menor movimiento posible, sólo lo hizo con el único fin de ver mejor a Grace. Aquella mujer de un incalculable valor emocional para él se encontraba tan débil y pálida. Era de tal manera que apenas Grace pudo dirigir la mirada a él.

—¿No creés que deberíamos exigir unas vacaciones? —comentó Dakota entre pausas para respirar, tratando de animarla de alguna manera —. Ver el mar... o simplemente estar sentados viendo programas de subastadores y compradores inexpertos y estúpidos.

Ella sonrió con debilidad.

—O... podríamos ser esos estúpidos —replicó con aquella sonrisa poco a poco cediendo al cansancio.

Dakota deseó echar una carcajada, pero en lugar de eso tosió más veces de las deseadas.

—Cualquier cosa es mejor contigo —le dijo luego de retomar el aliento, viendo como una cortina azul los separaba visualmente pero eso no sería un obstáculo para él.

El soldado pese a su situación, siguió hablando sobre cualquier cosa mientras que ella trataba de reír con sus comentarios. Con el pasar de los minutos el eco de los estruendos volvieron a ser un foco de preocupación para las dos desgastadas personas. El poco personal del lugar los abandonó en busca de un refugio, exceptuando a un par de ellos que se escondieron cerca de aquellos dos para asegurar su supervivencia.

No escuchando algo más que un largo tiroteo entre los que creía que era su pelotón y los hombres armados que tiempo atrás les habían dado persecución. Dakota no evitaba pensar en todos los posibles resultados de aquello, en su mayoría malos escenarios. Una sola cosa, más importante que todo aquello, interrumpió sus pensamientos. Alzó la vista al escuchar como Grace se esforzaba por respirar, a su vez que su monitor cardíaco encargado de indicar su pulso había aumentado drásticamente.

Los médicos con la cabeza baja llegaron lo más rápido que pudieron para auxiliarla. No obstante, pese a sus intentos el monitor dejó de registrar su pulso en compañía de un abrumador zumbido que invadió por completo a Dakota, quien desde la sombra de la cortina podía ver cómo trataban de reanimarla. Fue tan largo el tiempo que lo intentaron sin éxito alguno que aquellas personas se rindieron, alejándose de la mujer que iluminaba los días de su pareja.

—No, no, ¡no! —gritó Dakota con las pocas fuerzas que le quedaban, impotente.

Con sus gritos y poco aire que pasaba a sus pulmones, Dakota comenzó a toser y expulsar sangre al mismo tiempo, ahora atrayendo la atención de los médicos hacia él. No obstante, gracias a la postura en su camilla que había adquirido para poder hablar y ver a su amada, había sido lo que le salvó la vida al evitar que se ahogara con su propia sangre. Por ello los doctores evitaron que se moviera y le dieron toda la ayuda posible para que pudiera seguir con vida al final de aquella fatídica noche. En esos momentos Dakota deseaba morir para acompañarla, pero los médicos sólo cumplían con su deber tal cual como él lo solía hacer allá afuera.

  

Actualmente...

Recordando todos esos momentos del pasado, después de la muerte de Grace, también hizo memoria de como se había encargado de entregar personalmente las pertenencias de ella a su familia. Además de procurar por ellos como si se tratara de la suya, eso contando con pagar los tratamientos contra el cáncer de su padre. Era lo menos que podía hacer, o eso era en lo que por lo menos tenía control alguno. Tiempo después y a pesar de todos los esfuerzos de la familia, el cáncer terminó por ganar esa batalla. Los tratamientos eran efectivos pero los ánimos del viejo estaba por los suelos.

«—No era que él no quisiera sobrellevar la muerte, si no que, cuando se pierde un hijo se pierde todo...—», dijo una vez la amable madre de Grace, en el velorio de su esposo. Luego a eso Dakota no volvió a saber nada de ella.

Los fuertes golpes a la puerta llamaron su atención, alejándolo de los recuerdos y las tragedias.

—Escuchamos que tienes un fuerte dentro de otro fuerte. ¿Podrían ingresar los soldados favoritos de inteligencia? —inquirió el hombre al otro lado de la puerta. Dakota ya creía saber de quienes se trataban.

—Entonces creo que me cortarán la cabeza por no poder darme el lujo de recibir a la realeza —replicó. Aquel hombre se carcajeó.

—Vamos, amigo. Nosotros no estamos enfermos —el sargento siguió sin acceder a abrir la puerta —. Los filtros de aire de nuestra armadura nos ha protegido de esa cosa que ronda por la ciudad.

Dakota pensó un momento y luego abrió la puerta, no porque confiara en las palabras del otro, sino que tenía la esperanza de que tuvieran nuevas noticias sobre su objetivo antes de que todo empeorara.

Los soldados con la armadura de un tono negruzco, entraron con sus armas afuera y claramente equipados con su casco. Ninguno de ellos habló a excepción de su líder.

—¿Noticias nuevas? —preguntó Dakota, no dejando que ninguno pasara de los tres metros después de la puerta. El líder asintió.

—Se encuentra en el lugar al que tanto llaman "Santuario". Regresó ahí después de que su plan comenzó a ser un éxito —informó —. Les recomiendo un ataque rápido y preciso —posterior a eso, el sargento los dejó pasar y luego salió a pedir cierto equipamiento para que les facilitara un poco su trabajo.

  

  

  
Allison

  

—¿Qué tal ahora? —preguntó Lee, indicando que su compañera hiciera un movimiento para saber si la calibración estaba correcta. Allison cerró su puño con fuerza y brusquedad. —. Un intento más... —susurró el hombre de ojos rasgados.

Con unas herramientas delgadas y precisas, Lee siguió ajustando el brazo de Allison por los complicados controles de éste, hasta que por fin logró calibrarlo de la manera correcta basado en la prueba y error.

—Gracias, Lee —dijo Allison a la vez que hizo un asentimiento.

La mujer movió el casquillo que simulaba ser un caballo en el juego de ajedrez que armó con Mack para pasar el rato con su mano izquierda, por alguna forma, aún no devolviéndole el uso a su prótesis.
Su contrincante continuó callado, completamente concentrado en el juego. Cuando iba a mover su alfil, Acker tropezó con el juego y lanzó todas las piezas y el tablero al suelo.

Allison alzó la vista un poco nerviosa a aquel hombre. Ahora su expresión era completamente diferente. Por un momento era como si se tratara de un extraño por su peculiar seriedad y silencio.

—Gracias a tí también, Acker —se quejó. Éste se giró a ella e hizo una reverencia, acto seguido de seguir su curso hasta llegar a un lugar lejano y permanecer ahí de la misma forma en la que llegó.

La cabo no había sido la única en notar la extrañeza de Acker, si no que también todos los presentes pero sólo Sade se acercó a él para hablarle.

Aquellos dos cuyo juego fue interrumpido abruptamente se fueron en la tarea de recoger las piezas. Justo cuando Mack y Allison estaban terminando de armar el tablero de nueva cuenta, el sargento entró en el lugar dirigiéndose a todos ellos junto a un robot sirviente que le había ayudado a cargar unas especie de maletas negro azabache aparentemente pesadas.

—Los necesito para acabar con nuestra misión. Un grupo vendrá conmigo y los demás darán apoyo a la fortaleza por si todo se va abajo —indicó y les pasó a cada uno una maleta —. Como es de costumbre —susurró para sí mismo.

—Acker no puede maniobrar, señor —anunció Sade, por el estado en que su compañero se encontraba. Dakota miró a todos y apuntó a Allison.

—Por supuesto que no —coincidió, cruzando miradas con Acker. Ninguno de los dos estaba interesado en discutir —. Cabo, vienes con nosotros —señaló a Allison, entregándole una maleta. Ella hizo un saludo rápido y la recogió.

Los soldados principales de la misión abrieron las maletas y se colocaron lo que parecía ser un Exo-esqueleto parte por parte, en conjunto de un casco táctico con un visor templado.

—Activen sus Exo —indicó el sargento después. Todos pasaron la orden, y cuando lo ejecutaron, hubo un sonido de encendido en cada traje. Posterior a eso, placas metálicas cubrieron ciertas partes de su cuerpo, otorgándoles más armadura y resistencia.

En los HUD de cada uno aparecieron los nombres de cada soldado aliado a su alrededor, además de su rango y de la munición a su disposición. En la parte superior de su HUD también estaba añadido las opciones de canales de conversación privada, charlas a exteriores y grupal, en la que sólo los pocos miembros del pelotón con un Exo podrían hablar entre sí sin que personas fuera de su grupo pudiera escucharlos.

El sargento les señaló a todos seguirlo al sólo mover su mano. Poco después de salir del edificio su orden se vio casi anulada, pues el Comandante Riks hizo su aparición con un avanzado cubre bocas que limitada el paso de contaminantes. Inmediatamente ordenó que se detuvieran, pero ninguno hizo nada hasta que la orden vino de Dakota al alzar su puño y mantenerlo estático.

—Buenas madrugadas, sargento —saludó el comandante, al parecer no muy contento después de lo sucedido —. Tenemos que inspeccionar a su pelotón. Ya sabe, para evitar más contagios.

El sargento asintió. El grupo que le seguía conformado por Sade, Luke, Mack y North retiraron momentáneamente sus cascos. Luego pasó otro soldado con un aparato para escanear el rostro completo de cada uno, con el mismo artefacto lanzando los resultados de dicho escaneo en cuestión de segundos en una subpantalla que se proyectaba sobre el antebrazo del hombre que lo manipulaba. Cuando el médico se acercó a Dakota para obtener sus datos, notó una anomalía leve, pero significativa. A diferencia de los demás, a éste individuo le solicitó que respirara hondo y exhalara lento para confirmar lo que él creía y Dakota ya sabía. Estaba enfermo.

Con ese par de palabras se dirigió a Riks e hizo que los pesados párpados de este hombre posiblemente, por primera vez en mucho tiempo, se alzaran más de lo que su cansancio y la edad le permitían.

—No soy contagioso —aclaró el rubio, seguro ante todo. El comandante negó sucesivamente, después susurró la orden a un par de sus hombres para que se lo llevaran a cuarentena.

Dakota se negó a ser aislado con personas que realmente eran contagiosas, y dejar desprotegidos a todo su equipo. Un soldado le apuntó con su arma obligándolo a moverse, inconscientemente provocando que los otros soldados reaccionaran como no era anticipado para ellos.

—¡Baja esa maldita arma! —saltó Sade a defenderlo, alzando su escopeta.

Los demás presentes tomaron un arma a su alcance y apuntaron a quien creían una amenaza, asimismo su pequeño conflicto se prolongaba de poco en poco por cada persona que desenfundaba, terminando por apuntarse entre sí como si se tratase de enemigos.

—Bajen esas armas, soldados —ordenó Riks. Sade estuvo por volver a alterarse hasta notó que la orden estaba dirigida a los infantes que lo acompañaban.

El comandante retiró su mascarilla y se acercó a Dakota.

—Más te vale no estarlo. Porque si yo muero, tendrán algo más de que preocuparse además de la insurrección —susurró. Había corrido el riesgo sólo para comprobar la veracidad de las palabras del hombre frente a él.

Apenas una sonrisa efímera hizo su aparición en el rostro del sargento. Lo que había escuchado fue claramente una amenaza.

—Cuide sus palabras. Podrían ser las últimas —replicó Dakota, en el mismo tono. Seguido de eso ordenó a su grupo seguir con su camino.

Nunca antes el sargento había sido irrespetuoso con alguien mayor a su rango, mas sin embargo recibió una amenaza, y cómo tal, respondió ante ella.

Todos comenzaron a avanzar a una gran velocidad gracias a los Exo. Seguido de saltar de pared en pared hasta alcanzar el último piso de los edificios. Allison se sentía invencible con todo esa fuerza y agilidad, con toda aquella armadura metálica que cubría puntos vitales de su cuerpo sentía que podría con todo. Probablemente no era la única con esa misma sensación.

El reducido grupo siguió saltando de un techo a otro hasta llegar a una cercana posición al "Santuario" en el menor tiempo de lo esperado. North se quedó ahí para ser su tercer ojo, acompañado de Sade para limpiar junto a él el frente del lugar. Mientras tanto los demás se infiltrarían y darían punto final a la Milicia.

Hubo un gran silencio antes de que el sargento diera más indicaciones, en el que cada uno colocó un silenciador a su arma. Esto para evitar ser divisados por el enemigo.

—Seremos tres grupos. El auxiliar —Dakota apuntó a la piromana y al francotirador —, el de inteligencia —apuntó a Luke y Mack. Para terminar se señaló a sí mismo junto a Allison —, y nosotros seremos el de asalto —todos asintieron y aguardaron a la señal de salida de Sade.

La piromana usó fuegos pirotécnicos baratos y sucesivos. Los encendió y los lanzó calle abajo para simular el sonido de un tiroteo. Las personas que esperaban en la entrada del lugar se acercaron a curiosear por el mismo lugar del que provenía el ruido, asomándose con cuidado. Lentos y con algo de pavor, llegaron a la calle solitaria no encontrando nada más que aquellos petardos usados. Uno de ellos, aunque dudoso, tomó la radio para informar de ningún tipo de problema. Posteriormente a eso recibieron una muerte instantánea cuando una bala atravesó sus cráneos. Sade bajó hasta los cuerpos y los ocultó debajo de los vehículos aparcados ahí mismo.

North alzó la mano en señal de que su trabajo estaba hecho y que podrían proseguir. Aquellos soldados descendieron de sus lugares y disminuyeron su visibilidad por las calles por medio de deshacerse de las lámparas que los iluminaban. A cada guardia que veían al frente pronto era eliminado por el grupo auxiliar. Sólo los operativos se encargarían de esconder el cuerpo y toda la posible evidencia. Sin duda, un buen plan.

El equipo del sargento ingresó sin problema por la entrada principal, seguido de Allison. Registraron cada habitación para neutralizar posibles amenazas y los cuatro soldados partieron caminos, cada uno para reanudar su objetivo principal. El de Dakota y Allison: acabar con Noia  Khanna.

Llegaron hasta la sala más grande de la estructura. Antes de entrar notificaron a North y Sade de su próximo movimiento, solo para anticiparse a cualquier cosa.

Dakota alzó su mano e hizo una cuenta atrás desde tres. Cuando cerró su puño, Allison abrió la puerta con rapidez y apuntó al interior. Al final se centró en la única mujer que se encontraba ahí, de espaldas. Por esa ocasión, Allison no estaba dispuesta a vacilar a la hora de tirar del gatillo de su arma. Noia había llegado al extremo de hacer que matarán y otros inocentes murieran para joder a sus verdaderos enemigos, y eso era inaceptable.

—¡Cuidado! —Dakota se interpuso entre ella y otra mujer que iba a emboscarla, recién entrando también en el lugar. Aún con la fuerza que les brindaba el exo-esqueleto, no fue suficiente para detener a la misteriosa persona que los atacó por sorpresa.

Allison disparó en varias ocasiones contra su atacante, mas las balas rebotaron en la piel de su objetivo. Observó de reojo como su sargento era superado y derribado, acto seguido de ser apuntado con su propia arma. A segundos de que Dakota fuera ejecutado, ella se lanzó contra su atacante con duros golpes en puntos vulnerables que, gracias a Mack, había aprendido.

Había bajado su guardia un poco, pero lo suficiente para Allison.

La cabo lanzó su puño derecho directo al rostro de aquella mujer, y repitió. El primero fue un éxito, pero el siguiente fue detenido por la simple mano de la agresora.

—Buen intento —se burló aquella mujer, acompañando sus palabras con una sonrisa divertida. Seguido de eso comenzó a torcer la muñeca de Allison con la suficiente fuerza como para doblegar su brazo metálico y obligarla a quedar de rodillas. De otro contundente golpe a su casco hizo que cayera finalmente al suelo con un crujido y un insoportable dolor de cabeza.

Dakota siguió dando pelea hasta llegar a la misma situación que su compañera.

—¿En serio soy tan odiosa como para que envíen hombres de metal —habló Noia con completa seguridad. No se había movido ni un sólo instante de su lugar, siquiera para presenciar la pelea —, y tan interesante como para que quieran saber mis secretos? —finalizó su pregunta. Desde un dispositivo en su antebrazo proyectó en vivo y en directo las imágenes del equipo de inteligencia robando toda la información que vieran importante de la terminal a la que habían accedido.

Dakota trató de desenfundar otra arma para asesinar a Noia, pero sólo logró que la otra mujer rompiera algunos de sus dedos al posar bruscamente su pie sobre él en el proceso.

Un gritó lleno de dolor se escuchó a oídos de Allison.

—Fue esa maldita escoria, ¿no es así? —inquirió Noia nuevamente, con un notable desprecio hacia esa persona encargada del ejército de una cuarta parte de la ciudad.

Ninguno de los dos soldados presentes contestó. Al contrario, siempre buscaban la oportunidad para eliminarla.

—Sargento, tenemos todo lo importante pero hay... algo que deberíamos reconsiderar —informó Mack, a la vez que era transmitido desde el antebrazo de su no tan hospitalaria anfitriona. Allison y Dakota se preocuparon más de lo que ya estaban. Antes de que Mack diera los detalles, se encontró con una cuenta en regresiva de una autodestrucción del sistema en el que operaba. —. ¡Bomba! —avisó a su compañero. Las imágenes se detuvieron desde ahí.

La explosión que se había originado pisos abajo, sacudió el edificio por completo. En el acto, pequeñas partículas de polvo se desprendieron del techo y las paredes, cayendo sobre los residentes del lugar. Noia por primera vez desde su encuentro con los que se suponía que serían sus asesinos se movió, dando cortos y algo ruidosos pasos a ellos dos. Después sólo se arrodilló para ver su reflejo en el agrietado visor de Allison.

—"Hay que quitar una vida para salvar a otras" —susurró con aflicción en su voz. Posteriormente volvió a alzarse —. ¿Qué ganaron quitando la de mi hermana? —cuestionó en un siseo, cambiando su dolor por un claro odio y resentimiento recorriendo su ser.

Dakota hizo su intento de levantarse por nueva ocasión, mas aquella invencible mujer lo mantenía en el suelo con sólo apoyar la planta de su pie en él.

—¿Qué ganas tú matando a todas esas personas? —replicó, con un notable esfuerzo continúo por incorporarse.

—Creo que todos nosotros ya lo sabemos.

Noia, únicamente cruzando miradas con su escolta, le ordenó que los dejara ahí con un regalo de despedida. Khanna fue la primera en salir y su guardia le siguió después de propiciarles duros golpes a los soldados, manteniéndolos poco más de tiempo en el suelo y además dejándoles no muy lejos de ellos una bomba de tiempo y movimiento.

El avanzado artefacto dejado atrás era tan peligroso como escaso por esos años. Mayormente lo que hacía que la bomba detonara eran los intentos de sus víctimas por escapar; con cada paso un número en el contador disminuía. Una excelente arma contra la impaciencia y desesperación.

—North, hubo una explosión con Luke y Mack y el objetivo irá directo a ustedes. Repito, el objetivo va a ustedes —el sargento se alzó con algo de dolor, y levantó con cuidado a Allison para no reducir mucho su tiempo de escape. Miró aquel diminuto artefacto que estaba por matarlos, luego sus ojos se centraron en el cristal más cercano a ellos —. Cuando te diga corre, tú corres directo a esa ventana —dijo a su compañera. Ella asintió, aunque dudosa.

Con un cuidadoso movimiento de su mano hizo una cuenta regresiva.

—Corre.

Ambos corrieron lo más rápido que pudieron. El dispositivo explotó al final de su camino, pero no fue más que un empujón para ellos dos que los impulsó más. Los dos soldados atravesaron el cristal y aterrizaron con brusquedad al otro techo del edifico de al lado. Allison gruñó segundos después de su aterrizaje, y se fijó en su sargento. Su acompañante acomodó algunos de sus dedos y cubrió su mano con vendas que en cuestión de un minuto comenzaron a tornarse de un color rojizo.

—Maldita... cosa —se quejó en voz baja, al tratar de incorporarse de pie para contemplar como el edificio del que habían escapado comenzaba a consumirse en las llamas.

Tuvo un punzante dolor en su pantorrilla. Al verificarlo se llevó la sorpresa de tener un cristal incrustado ahí mismo entre un pequeño espacio en el que dos placas del exo-esqueleto estaban cerca de tocarse.

—Mierda —murmuró, prosiguiendo por retirarse el remanente cristalino mientras apretaba su mandíbula para reducir el dolor.

El sargento se acercó a ella e hizo lo básico para evitar que perdiera más sangre, luego la levantó para ayudarla a caminar apoyando su brazo izquierdo sobre sus hombros. Poco después, su compañera decidió que podía seguir por sí sola. Con su visor agrietado y la cálida sangre bajando de su frente, Allison caminó sin mucha dificultad. De momento la adrenalina era la cura a todos sus males.

—Sade —llamó Dakota, esperando que contestara de inmediato para una búsqueda rápida del equipo de inteligencia antes de que las ardientes llamas obstruyeran el paso en el edificio.

—Me temo que no puede contestar de momento, señor. Está ocupada ayudando a los nuestros —respondió North. En la parte superior derecha del HUD de aquel par de soldados en carrera, apareció el concentrado rostro del rubio informando desde su posición. —. Señor, no he tenido contacto con nada. Empiezo a sospechar que el cazador está siendo cazado —mencionó, preocupado. Por su experiencia en la caza podría decir cuando se sentía acechado por otro depredador.

Allison escuchó como Dakota maldijo en una sola ocasión con cierta frustración.

—Nosotros terminaremos con esto —anunció después —. Ustedes retrocedan a la fortaleza por refuerzos y un médico para el que lo necesite.

—Recibido —contestó el francotirador, arrugando un poco la frente por pensar que los estaría abandonando. Segundos después cortaron la comunicación.

Los dos soldados avanzaron de un techo a otro buscando a su objetivo, y por suerte la encontraron entre las calles con su escolta. La siguieron de manera sigilosa, esperando tener el momento para el disparo perfecto. Poco después, North los alcanzó a pesar de que se le había dado otra orden.

—¿Cómo están los demás? —cuestionó Dakota, poco preocupado por su presencia.

—Luke fue quien recibió la peor parte —aclaró su subordinado.

El sargento no expresó nada gracias al visor templado de su casco, aún así debía seguir con el peso de posiblemente perder a uno de sus amigos y compañeros. Incluso ya llegaba a pensar en aquella horrible situación en que se cuestionaba qué le diría a sus familiares. Pronto sus pensamientos fueron interrumpidos.

Lugareños salieron de sus hogares para contemplar con suma preocupación como el Santuario ardía en las llamas, pero al tener contacto visual con Noia, pareciera que toda su preocupación se disipara y tuvieran la obligación de seguirla a donde fuera. La gente comenzó a correr la voz sobre la presencia de la líder de la Milicia. No pasó mucho para que esas mismas personas aguardaran entre las calles con la intención de saber qué tenía que decir Noia al respecto.

La mujer en un gran espacio abierto, decidió aclarar muchas cosas con su pueblo. Pero la manera y la repentina forma en que lo haría no parecía ser segura para sí misma, o para alguno de sus espectadores.

—Déme la orden y todo estará hecho —pidió North, ya preparando e instalando su rifle sobre una superficie estable.

—Cuando quieras —le dijo Dakota, mirando de momento su mano vendada. Sentía un inmenso dolor, tanto que no sabía diferenciar cuando hacía el intento de mover sus dedos y cuando no.

La mira telescópica de uno de los gemelos se enfocó directamente al pecho de su objetivo, estaba seguro de que sería una muerte rápida e indolora. A un segundo de disparar y sin poder parar su acción, pudo notar como Noia sonrió. Justo después de eso cayó al suelo.

—Mierda... —susurró. Ya había mencionado que se sentía acechado, pero al menos esperaba recibir una bala. No obstante, en cuanto tiró del gatillo se dio cuenta de que había caído en la trampa de su depredador.

—¿No le diste? —preguntó Allison al instante. Había sido la primera pregunta que llegó a su mente con la simple palabra que soltó su compañero.

La mujer que escoltaba con anterioridad a Noia, divisó a los hombres de metal y los señaló con su dedo. Las pocas personas que no se habían lanzado en intentar a ayudar a la chica que yacía sin vida en el suelo, mirando en su dirección.

—¡Asesinos! Es hora de acabar con ellos de una buena vez —ordenó con un grito a todos los valientes para que se enfrentaran a los asesinos de su líder. Después subió a los techos con agilidad, asiendo auxiliada por sus otros dos brazos plegables, buscando con la mirada a aquellos soldados que llevaban siguiéndolas recientemente.

—Vámonos. Ahora —ordenó Dakota, desenfundando una pistola que pudiera sujetar y manejar con facilidad con su mano izquierda.

North y Allison lo siguieron, con el primero de ellos avanzando sin mirar atrás a excepción de su compañera, quién se fijó en la mujer que con anterioridad se habían enfrentado. Cuando tuvieron contacto visual ésta sonrió y pasó su pulgar por cuello de un extremo a otro. Estaba claro lo que quería dar a entender.
 
 
 
(...)
 
 

—¿Tenemos lo que buscamos, Anders? —inquirió la pequeña esfera naranja flotante.

—Sí, Anders —contestó la otra esfera azul que revoloteaba alrededor de Shiva y los bots que estaban encargados de restaurarla.

—Suprime su memoria.

La esfera azul parpadeó, acatando la orden en el instante. Una pantalla holográfica se proyecto ingresando los comandos necesarios para llevar a cabo su orden.

—¿Deberíamos dejarlos vivos? —preguntó en otra ocasión su compañero, iluminando un poco a su alrededor.

—Aún son esenciales. Morirán cuando dejen de serlo.

—Está bien, Anders —contempló el procedimiento un momento antes de desvanecerse.

La otra bola de luz continúo con su encargo en ese lugar al mismo tiempo en que hablaba a través de Lia con Morrigan y sus acompañantes.

...

 

—La otra tú está cerca. Muy cerca —dijo Lia, siendo la voz de Anders, sin cambiar su sonrisa —. Eres la única que se ha dividido en dos y ni siquiera esas partes están trabajando juntas. Interesante.

Morrigan frunció el ceño, mirando fijamente a la cyborg frente a ella.

—¿Cómo sabes eso?

La expresión de Lia cambió súbitamente a una de sorpresa.

—No estamos totalmente aislados del mundo. Sabemos tanto como estamos seguros de que la Tierra no es el centro del universo —respondió al instante —. Ahora me pregunto cómo tú no sabías de tu remanente.

—Estoy lejos de poseer cualidades de un ser omnipresente —sostuvo su mirada a Lia sin expresar mucho en su rostro.

Morrigan dio dos zancadas hacia el pasillo en el que aguardaban sus dos seguidores.

—¿Dónde está ese... "remanente"? —inquirió deteniéndose en su lugar.

Lia extendió su mano con brevedad a ella, transmitiendo la información de su paradero sin necesidad de manipular algún dispositivo. Sólo lo pasó de una mente a otra. Morrigan revisó los datos y luego salió a los pasillos, pidiéndole a sus seguidores que se quedaran con sólo alzar su mano a ellos mientras ella se dirigía a la salida. Sólo uno de ellos se quedó inquieto, teniendo una loca idea.

...

Le tomó un par de minutos a Morrigan moverse entre todo el caos y gente furiosa, observando las llamas del Santuario apenas siendo apasiguadas por los grandes esfuerzos de los citadinos. Avanzando colocando su capucha, sintiendo alguna especie de escalofrío cuando una figura metálica y esbelta pasó a su lado. Aquello que se cubría a sí mismo con una gran manta oscura detuvo su andada al aparentemente haber sentido lo mismo. Alzó su mirada a Morrigan y su visor de un vívido púrpura reflejó el rostro de la androide.

—No puedes ser yo —dijeron al unísono con similares voces.

En otra ocasión mantuvieron fijas sus miradas, como si supieran lo que cada una pensaría.

La risa de una mujer ajena a ellas dos hizo que centraran su atención a otro punto, más específicamente en una Kali que entraba al edificio con apenas un indicio de haber peleado con alguien. El odio que ambas sentía ante Kali era igual, por lo que otra vez voltearon a verse y sin necesidad de un intercambio de palabras avanzaron en su misma dirección, pasando de las personas e ingresando a escondidas al edificio.

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