26
Allison
Luego de un largo tiempo observando como Ray se hacía de una buena cantidad de dinero y lo devolvía para seguir ganándoles gracias a la buena fortuna que había tocado su mano, Allison se levantó de su lugar para ver desde otro ángulo la soberbia de la peliroja crecer. Súbitamente los ecos de armas siendo disparadas hicieron que todos agacharan levemente la cabeza como parte de una reacción que se había vuelto casi natural. Arrojaron las cartas al suelo y abandonaron el juego, rápidamente buscando sus botas y su equipo.
Allison corrió a su habitación, un poco desorientada. No obstante, gracias a los entrenamientos nocturnos que recibió en Golden Chappel ya tenía una forma automática de responder. Sade entró después de ella.
—Rápido, Black —le dijo con seriedad.
La cabo respondió con un solo asentimiento tomando su fiel pistola y los cartuchos de la misma. Posteriormente el edificio quedó a oscuras y Allison soltó su arma de manera inconscientemente e hizo lo posible por hacer un movimiento con su brazo pero era inútil, su brazo respondía adecuadamente a sus deseos pero el gusto no duraba más de cinco segundos antes de dejar de hacerlo.
La energía de reserva regresó la iluminación a la estructura. Sade devolvió su vista en su compañera, preocupándose al ver la mitad de su brazo derecho tomando un color metálico; su forma original.
—Black, ¿qué ocurre contigo? —inquirió al ver el extraño comportamiento que la cabo estaba expresando corporalmente.
—No... puedo controlarlo —respondió, sujetando su brazo en un vano intento por averiguar qué era lo que ocurría. Al no tener éxito lo dejó de lado y recogió su pistola con su única mano operativa.
—¿Cómo...? —Sade expresó en voz alta la misma pregunta que todas ellas tenían en mente, después vio como Ray trató de entablar comunicación por la radio. Por desgracia sólo había estática y se apagaba de vez en cuando. —. ¿Un inhibidor? —se preguntó a sí misma en voz baja.
Acker soltó una carcajada silenciosa. Ambas mujeres se giraron en su dirección, sorprendidas de no haber notado la presencia del soldado en una primer instancia.
—Eso... No afecta en lo absoluto... —hizo una pauta para eructar —. La prótesis de Block... Tiene que t-tratarse de... —alargó la última sílaba buscando decir aquello que surcaba por su cabeza y poco capacidad tenía de expresarlo —... Un... Una carga P...
Sade rodó los ojos seguido de una clara negación con la cabeza, únicamente siendo notado por la cabo, quien se veía extrañada por su comportamiento dado a que no hace mucho los había visto muy juntos.
—PEM. Eso es lo que quieres decir —completó su compañera para ahorrarle el mínimo esfuerzo.
—¡Así es, tontas! —Acker alzó la voz, acto seguido de seguirse recargando en el marco de la puerta.
Allison, procesando aquello en unos cuantos segundos, arrugó la frente al caer en cuanta el como Acker había pronunciado su apellido.
—¿Me llamaste "Block"?
Sin tiempo para que el borracho llegara a contestar, entró Nathan para asegurar la habitación e indicar que salieran de ahí para reagruparse debido a que la radio no se encontraba funcional. El pequeño grupo salió con rumbo al comedor para reunirse con el sargento y los restantes integrantes del pelotón, todos ellos acompañados de otro reducido equipo conformado por siete personas. La clase de uniforme que poseían era de avanzada tecnología de sigilo táctico de un tono oscuro con la insignia de su rango en el hombro derecho. Era obvio que se encontraban frente a un grupo de reconocimiento, entrenados especialmente por Inteligencia para que —además de no morir en combate y sobrevivir en situaciones imposibles—, se trataran de sólo un susurro entre las sombras.
—Ustedes hagan lo que mejor saben hacer, que es disparar y matar. Nosotros nos encargaremos de hacer lo que nos diferencia de los demás —indicó el líder del reducido grupo, antes de que todos ellos activarán sus dispositivos de camuflaje y los hiciera completamente invisibles.
—Miller, Ray. Háganse con dos Cyclops —ordenó el sargento, movilizando a cada miembro del pelotón para hacerle frente al ataque —. North y South, los necesito en el lugar más alto que encuentren y nos brinden apoyo —los hermanos asintieron e inmediatamente se movilizaron para tomar su posición —. El resto me seguirá.
—Sí, señor —respondieron al unísono, confirmando a su superior que la orden había sido captada con claridad.
Dakota les señaló salir, viendo a cada uno de ellos hacerlo. Antes de que el último también les acompañara, extendió su brazo y detuvo a Acker al mismo tiempo que lo miraba con reproche. Ambos cruzaron miradas un momento. El soldado en estado de ebriedad sintió el peso de su mirada sumándole más aquel sentimiento de lo patético que era. En aquel silencioso momento el sargento palmeó ligeramente con condescendencia el pecho de su compañero.
—No estás en el mejor estado para ayudar —declaró, siguiendo a los demás y dejando Acker atrás.
Éste mismo soldado dejó salir un frustrado resoplido.
(***)
Dimitri y Yeti caminaban por las solitarias calles rumbo a las coordenadas recibidas pero, aunque ninguno de los dos lo expresara, un sexto sentido les advertía que algo andaba mal. Durante todo su transcurso no habían divisado una sola alma. No obstante, en cuanto llegaron a su destino el único civil que encontraron transitando por ahí corrió rápidamente a buscar un escondite en cuanto escuchó los ecos de disparos en la lejanía.
Sin dudarlo una vez más ambos soldados desenfundaron sus pistolas y buscaron una cobertura.
—¡Cuidado! —exclamó Dimitri, apuntando su arma a la mujer que en cuestión de un instante descendió de uno de los techos convirtiendo ambos de sus brazos en largas cuchillas.
Ambos abrieron fuego, al mismo tiempo en que retrocedían para mantener la distancia de su atacante. Para su desgracia ninguna de las balas lograba gran cosa; su piel parecía repeler todos los proyectiles, desviándolos con las curvaturas de su cuerpo o quedando aplastadas sobre su férrea piel. La encapuchada lanzó un grito de furia y, en algo parecido a una danza mientras una lluvia de plomo se precipitaba, logró acercarse a Ava y patear su arma lejos con un movimiento lleno de gracia. A un sólo paso de ejecutarla fue derribada por Dimitri que al correr tomó el suficiente impulso para lanzar todo su peso sobre ella, haciéndola enfurecer aún más. En otro momento Dimitri fue pateado con suma fuerza, lanzándolo hasta el otro extremo del lugar. Ese mismo aguerrido hombre dejó salir un quejido, recuperando el aliento. En cuestión de segundos, agradeciendo en otra ocasión su antigüo entrenamiento como tirador, volvió a retomar su arma del suelo para abrir fuego cediendole algo de tiempo a Yeti para recuperar la suya e imitar su acción.
Nuevamente todas las balas rebotaron de su resistente cuerpo, y sin nada que pudiera detenerla de cumplir con su cometido lentamente se levantó y avanzó a su primer víctima arrastrando la puntas de ambas cuchillas por el suelo provocando un irritante ruido metálico.
—¡Arriba! —le ordenó Yeti corriendo a su compañero. Posteriormente empleó la fuerza que le brindaban sus aumentos para levantarlo sin problema por las prendas del suelo.
Momentos antes de que la asesina arremetiera otra vez contra ellos, ambos de sus brazos quedaron congelados e inesperadamente comenzó a gruñir de dolor a la vez que algo la obligaba torcer su cuello. Su rostro, aunque antes ansioso de cobrarse una vida, mostraba muecas de resistencia contra aquello que de un rápido y brusco movimiento hizo crujir su garganta, concediendole una muerte instantánea. El cuerpo de la asesina cayó al suelo y detrás de ella apareció Morrigan, mirando con curiosidad a aquella cyborg de piel blindada. Se retiró su casco y llevó su atención en los dos soldados cuya confusión era aparente.
—Mis sospechas fueron ciertas... —susurró, sujetando su casco contra su cintura —. Necesitaré de su ayuda otra vez. Síganme, por favor.
Ambos continuaron escuchando los disparos en la lejanía.
—¿Qué demonios está pasando? —Yeti fue la primera en abrir la boca, aún alterada.
—Como ya debes de tener una idea, las cosas se salieron de control —respondió al instante, volviendo a colocarse su casco —. Y ahora nos toca enderezarlo un poco.
(***)
Miller ayudaba a instalar a su amiga peliroja en una cápsula de control remoto conectado directamente a un Cyclop. Mientras Ray se acomodaba dentro él cerraba la tapa de metal y aseguraba el cristal que podría protegerla de posibles intrusiones, revisando después sus signos vitales una vez la chica estuviera conectada neuronalmente con el Mecha. Una vez terminado él se haría con otro.
Abriendo la cápsula y justo antes de acomodarse en su interior, su atención fue robada por un actualizado modelo de Soldado de Asalto en un estado inactivo, listo para despegarse y recibir ordenes. Bajó de la cápsula de un salto y se aproximó al robot con una loca idea clavada en su mente tomando el chip de datos que contenía a Morrigan, acto seguido de insertarlo en la nuca del mismo. Inmediatamente aquel robot comenzó a activarse por su cuenta como si de un maniquí poseído se tratara. El visor de la unidad de asalto cambió su oscura tonalidad por un vívido púrpura. Morrigan ya había hecho con el control de su nuevo cuerpo.
Los primeros movimientos del ser metálico fueron extender sus extremidades como si de un cadáver recién despertara de su profundo sueño. Llevó una sola mano frente al visor y el mismo llevó a cabo una subrutina de escaneo a su alrededor, remarcando en un contorno difuso e intermitente entre verde y rojo al soldado de carne y hueso que yacía a escasos metros.
—No creí que fueras a hacer algo así —expresó con cierta sorpresa, observando su otra mano.
—La mejor manera de confiar en alguien es confianzo —respondió Miller, volviendo a lo que realmente había acudido a tal lugar —. Además, no podré protegerte en este momento.
Morrigan tornó su atención hacia el hombre que podía perderlo todo por su simple interacción y convivencia.
—Tiempo atrás te habría llamado estúpido por confiar en alguien como yo... —expresó regulando la tonalidad de voz a una de su agrado.
Miller detuvo lo suyo unos momentos, sosteniendo su casco con firmeza y desviando su mirada a Morrigan, únicamente encontrándose a sí mismo reflejado en su visor.
—¿Y ahora?
El visor frontal de datos del cuerpo robótico con ayuda de la propia creencia de la inteligencia artificial que lo ocupaba determinó con certeza la asignación Aliado del soldado que no sólo una vez le había brindado de su ayuda, convirtiendo los intermitentes cambios de colores en un continuó y agradable contorno verdoso.
—Sólo puedo agradecerte por darme una oportunidad más.
El hombre le sonrió al instante, demostrándole en otra ocasión aquella fe ciega que tenía en ella. Posteriormente se colocó su casco e ingresó a la cápsula, recostándose en la misma mientras veía como la tapa de metal con cristal se cernía sobre él y lo aseguraba dentro. Poco tiempo después y de manera remota logró controlar al gran Cyclop a un par de metros lejos de su cápsula.
Con Morrigan viendo como el Mecha abandonaba el lugar, dio sus primeros pasos sin dificultad y sin prisa alguna, al mismo tiempo conociendo su nuevo cuerpo y las capacidades a las que podría sacarles provecho. Seguido de eso avanzó hacia el exterior, chocando con uno que otro androide y otros soldados de asalto que buscaban repeler el ataque.
—Tardaste mucho —reprendió Ray a su compañero, a lo lejos de Morrigan.
El Cyclop que controlaba Miller, se detuvo un momento al ver a su amiga en la salida. Después de todo el tiempo que ella pasó en su compañía, finalmente era libre. Toda responsabilidad caía en sí sobre si se quedaba o se desaparecía en medio del tiroteo. Tras eso continuó con su andada para llegar lo antes posible a la posición de su pelotón.
La unidades pesadas llegaron en el menor tiempo posible con el resto del de soldados. En cuando hicieron su aparición muchos de los atacantes acudieron a los Molotovs en un vano intento de intentar derribarlos. Su simple presencia e inmunidad a convencionales armas y objetos arrojadizos causó gran intimidación, la suficiente para hacerlos retroceder de poco en poco.
Allison mantuvo el brazo defectuoso a un costado de su cuerpo para no interferir en la precisión de sus disparos. Ya había notificado de su problema al sargento, pero no había tiempo suficiente para tratarla. Sus órdenes eran claras: debían de detener el ataque al que se habían visto obligados a interferir. La cabo tomó cobertura para rápidamente recargar su arma con poca torpeza, por suerte no tuvo la dificulta que creía para hacerlo un par de veces más. Retomó su lugar apuntando a su siguiente objetivo y quedándose completamente congelada al divisarlo entre la mirilla del arma.
Un niño armado con un rifle que le superaba en tamaño se ubicaba frente a su cañón.
«—Es un niño, no puedo hacerlo...—», habló dentro de sí. Mas sin embargo, él significaba un peligro para los demás, incluso para ella misma. Si no hacía algo aquel pequeño terminaría por matar a alguien más. Allison abandonó su estado de conmoción, apuntando fijamente el cañón de su arma a su nuevo objetivo. Su mano comenzó a temblar en cada intento de sí misma por convencerse de que aquello era lo mejor y lo necesario.
Seguía sin poder hacerlo.
«—¡Tengo que disparar!—», alegó segundos después, sujetando con fuerza el mango de su arma. La mujer arrugó la frente, culpándose con anticipación por lo que estaba por hacer con su dedo apretando con lentitud el gatillo.
—¡Allison! —llamó Mack al ver el gran error que estaba por cometer, no logrando abandonar su cobertura para evitar que disparara.
La mujer volteó a verlo al instante con la pena pesando sobre sus hombros. Una secuencia de disparos cerca de su posición le hizo retornar su vista para ver como el niño y muchos otros caían al suelo al mismo tiempo en que los demás atacantes se daban en la retirada. Inmediatamente soltó su agarre y se dejó caer al suelo con grandes olas de pensamientos inundando su cabeza. Nunca antes en su vida se había sentido tan aliviada y a la vez tan arrepentida por lo que vio y estuvo por hacer.
—Se están largando —anunció Acker sin una pizca de entusiasmo por la radio, haciendo que Allison dejara sus pensamientos y levantara la vista una vez más para presenciar a su compañero no despegar su mirada de aquel pálido niño al que él mismo le había arrebatado la vida.
Aquella forma en que lo veía lleno de odio, dolor y al mismo tiempo de determinación sin duda no lo olvidaría en mucho tiempo, pues estaba frente a una de las pocas y verdaderas caras de aquel apático hombre que se había empeñado en hacerle la vida difícil a varios de los nuevos.
—¿Por qué se marchan? —preguntó el sargento, ignorando el hecho de que Acker había desobedecido una orden directa. Sus enemigos ya habían abarcado bastante terreno y causado tantas bajas aliadas como para irse sin más.
—Sargento, ¿los perseguimos? —preguntó Ray. La voz de la pelirroja sonó robótica.
Dakota observó brevemente a los Cyclops que ella y Miller manejaban. Por suerte para ellos dos sus atacantes no poseían suficiente calibre para derribarlos, solamente dejando las marcas del metal lijado gracias al choque y rebote de las balas y manchas opacas en el armazón.
—No. Sólo aseguren la entrada.
Después de que los Cyclops se retiraron a cumplir con su orden, llevó sus ojos un hombre que se acercaba a ellos, aparentemente herido. Durante su torpe transcurso tosió y expulsó sangre de su boca, como si se estuviese ahogando. Al verlo con más detalle determinó que no se encontraba herido de bala, únicamente teniendo una larga cortada en la palma de su mano.
—Necesitamos ayuda... —le escuchó decir con dificultad, tratando de tomar tanto aire pudiera.
El hombre cayó de rodillas y siguió expulsando más sangre, poniendo en un estado de alerta al sargento. Nathan preparó sus cosas para ir a dar apoyo en una situación como aquella.
—Se están ahogando con su propia sangre... —susurró con dolor y desesperación.
El sargento detuvo a su soldado y apuntó su arma al otro mal herido. Esas palabras habían sido suficientes para que el sargento no dudara de su instinto e interviniera.
—Retrocede —indicó con seriedad.
El hombre, confuso, se arrastró poco más para explicar el estado de los demás. Una bala impactó en el suelo, a pocos centímetros de sus manos.
—Te dije que retrocedieras —recalcó, con su arma fija en él mientras todo el pelotón observaba con desconcierto.
El soldado siguió suplicando a los demás por ayuda. Luke se alzó de su lugar para tratar de hablar con el sargento sobre lo que parecía que hacía, con la necesidad de alegar aquella locura que le apuntara y amenazara a una persona que acudía en su auxilio.
—Esos bastardos... —murmuró, empujando a Luke atrás —. Debe de estar enfermo —aclaró a todos los presentes.
—¿De qué? —indagó Lee, siendo testigo de como aquel herido hombre se retorcía en el suelo de dolor.
Dakota recordó con exactitud aquella ocasión en la que contrajo una peligrosa enfermedad que le causaba asfixia. Para un par de los recientes miembros del pelotón parecía ser que el sargento había perdido la razón pero para aquellos que llevan más que solo un par de años luchando codo a codo sabían a lo que se refería.
—Órdenes, sargento —solicitó Titán, haciendo que Luke y Lee retrocedieran más.
—Regresemos a nuestros aposentos. Un grupo recoja a North y South, otro a Miller y Ray —indicó sin dejar de apuntar a aquel hombre —. Eviten todo contacto con las demás personas —añadió con suma seriedad.
Todos crearon tres grupos; los dos que iban a recoger a sus compañeros y otro que se dirigió directamente a los dormitorios. El sargento dejó de apuntar al insistente hombre y se dio la vuelta sin siquiera enfundar su arma. Ahora el peligro, aquella amenaza que CyberTec quería eliminar por el bien de la propia humanidad, era incluso peor de lo que él imaginaba. Por suerte para todo su pelotón, él estaba ahí para cuidar de todos ellos.
(***)
Todavía aprovechando la oscuridad de la noche Yeti, Dimitri y la mujer robótica, su principal guía, Morrigan, arribaron a la último lugar en el que Shiva estuvo antes de que se perdiera su señal, encontrando a ésta última mirando con sus ojos perdidos a los soldados capturando y ejecutando a los hostiles rezagados que se habían levantado en armas contra ellos.
—Señora... —llamó Yeti, también viendo un poco del todo caos que se había provocado.
—Shiva —Morrigan también trató de llamar su atención al siquiera ver movimiento alguno por su parte ante su inesperada llegada.
Con aquel silencio todos ellos intuyeron que definitivamente las cosas estaban más torcidas de lo que parecían, y aquello fue corroborado por Morrigan al girar el cuerpo de Shiva y observar una daga incrustrada en su pecho. Sus ojos vacíos sorprendieron a Yeti, quien no evitó dar un par de pasos atrás, no creyendo lo que veía.
—Llegamos tarde... —susurró la androide, tomando aquella cuchilla de su pecho y cerrando sus ojos mostrando cierta tristeza y respeto —. Todavía podemos hacer algo más...
—Necesitamos respuestas, Morrigan —exigió Dimitri, pasando un lado de Ava y posando por segundos su mano sobre su hombro en un intento por tranquilizarla un poco —. ¿Quién provocó todo esto?
La androide recogió el cuerpo de su compañera caída en sus brazos.
—Pronto lo sabrán —contestó, un poco alicaída y dio la vuelta —. Lo prometo.
Pese a sus respuestas, aquel hombre estaba lejos de estar satisfecho. Mostrando ser completamente otra cara de la moneda comparado a Yeti, quien todavía estaba más que dispuesta a seguirla aunque tuviera la misma necesidad de comprender lo que sucedía.
—No tengo tiempo para esto. ¿Me van a ayudar a evitar que este problema crezca o no? —cuestionó saliendo del lugar.
Dimitri dejó salir un suspiro y se giró sobre sus talones, dando la espalda en una clara respuesta de negación. Ava lo veía con mucha atención sabiendo que él no deseaba continuar, y con su propia mirada silenciosa le pidió que pese a ello lo hiciera. El francotirador gruñó con brevedad disgustandole toda aquella situación en la que estaban envueltos para después asentir con la cabeza, accediendo a su petición. Ambos se dieron en la tarea de seguirla.
En cuestión de veinte minutos, gracias al paso constante de todos ellos, llegaron hasta la abandonada instalación de CyberTec para rescatar lo que se pudiera de Shiva. Morrigan movió varios objetos y escombros a un lado para entrar sin problemas. Yeti se le adelantó para despejar una mesa donde su Morrigan pudiera dejar a Shiva. Por otro lado Dimitri, mantuvo su distancia no perdiendo de vista a sus compañeras y a la vez se mantenía atento a su alrededor.
El cuerpo inerte de Shiva fue dejado con cuidado y las dos mujeres en su cercanía buscaron posibles heridas que pudiera tener. Al no encontrar nada más, Morrigan retrocedió y miró fijamente a un proyector holográfico que parecía haberse mantenido intacto con el pasar de los años.
—Anders, necesito tu asistencia —llamó.
Dos esferas flotantes y luminosas aparecieron en ese mismo holo-proyector; una de color naranja y otra de azul. Las dos personas que le hacían compañía quedaron sin palabras al ver finalmente aquello por lo que Shiva había acudido a buscar allí mismo no mucho tiempo atrás.
—Siempre estuvo aquí... —dijo Ava en voz baja, sorprendida.
—Puede que nos estén siguiendo —añadió Morrigan sin más, haciendo caso omiso al comentario de Yeti.
—No habrá problema —respondió una voz masculina, correspondiente a la esfera naranja cuya imagen simplemente se desvaneció en un parpadeo.
Entre otros escombros algo comenzó a alzarse, haciendo que Ava y Dimitri inmediatamente fijaran sus armas en su dirección. Un robot con abolladuras y pintura desgastada en su armazón se asomó entre todo aquello que lo había sepultado, mirando inicialmente a las dos personas que amenazaban con dispararle.
—Bajen sus armas. No es una amenaza —ordenó Morrigan con una semblante imperturbable.
Aquellos dos lo hicieron sin cuestionarlo y sólo observaron como aquel robot se marchaba.
La esfera azul se movió hasta la posición de Morrigan. Por consiguiente comenzó a examinar y evaluar el porcentaje de daño que la creación de la doctora Rion había recibido. Pese a que el sistema de Shiva, gracias a escudos especializados, habían resistido cierta parte del pulso electromagnético, aquello no fue la garantía para que gran parte de lo más preciado de su ser se desvaneciera al momento en que su núcleo se detuvo con el ataque preciso en su pecho.
—Sus memorias están intactas pero una considerable parte de todo lo demás se ha perdido —anunció, llamando al mismo tiempo a bots asistentes de un atemorizante aspecto, como si se tratasen de zombies, para que la auxiliaran —. Nos encargaremos desde aquí. No me interrumpan y no hagan nada que amerite una eliminación completa —advirtió finalmente, dedicando sus palabras a los dos humanos que se encontraban presentes.
Los bots levantaron el cuerpo y se lo llevaron a otro lugar, siendo seguidos por la esfera azul que comandaba a cada uno de ellos.
Una mujer con algunos cables conectados en varios puntos de su cuerpo que servían como extremidades adicionales, apareció al fondo del pasillo para hablar de algo importante. Morrigan identificó a la desconocida como una científica que había viajado meses atrás para averiguar lo que había pasado en la instalación y había desaparecido misteriosamente en el proceso.
—¿Lia? —encaró Morrigan, confusa de ver aquella mujer en el lugar.
—No. Lia es ahora parte de mí —respondió al instante, dando a entender que se trataba de Anders.
—¿Qué demonios le hicieron? —cuestionó Dimitri, casi horrorizado por lo que veía.
Yeti miró estupefacta, notando que dicha persona ahora era más máquina que humana.
—¿Me permite unos minutos? —consultó la mujer —. Me parece interesante que uno de tus remanentes siga por ahí
—¿Remanentes? —Morrigan mostró no tener idea de lo que le había mencionado.
La expresión de Lia cambió de un serio rostro a tener una sonrisa complacida de lado a lado, lista para revelarle aquello que la androide había dejado atrás.
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