26. Tierra indómita
El alba era fría en los bosques de Nyx y traía el aroma de los árboles y la humedad. Inquira sacudió sus bolsas para asegurarse de que ninguna serpiente se quedaba dormitando entre su impedimenta, pero en última instancia decidió permitir a una permanecer allí dentro, por precaución. Recogió su lanza e inició de nuevo su viaje. Los árboles pasaban entre la suave neblina como en un sueño y el día le recordaba a tantos amaneceres brumosos en Clípea, cuando arma en mano cazaba a indeseables de toda calaña. Tanta tristeza, tanto dolor en los rostros de las mujeres, jóvenes y ancianas, que acudían a buscar algo de solaz en la venganza, algo de justicia en su lamento... Inquira no sabía nada sobre la justicia, ni le interesaba, pero Tea había dicho que así se cubriría las espaldas y además aquella era la única forma de mantener la práctica.
Inspiró con fuerza y sus pulmones se llenaron con el aire puro y abandonado del antiguo imperio. Cerró los ojos y sonrió. Estaba feliz. Los últimos diez años parecían recuerdos difuminados en los jirones de niebla, su espíritu consumido por la impaciencia, la insatisfacción, la desazón de la espera. Todo quedaba atrás.
Volvía a ser libre, volvía a ser quien era en realidad. En soledad, en el camino, haciendo lo que mejor sabía hacer. El bosque fue ampliándose ante su vista y poco a poco el dosel vegetal se volvía menos espeso según avanzaba hacia sus lindes. Se detuvo al borde mismo de un precipicio y observó el mundo bajo su mirada. El bosque se extendía a sus pies, una sábana verde y plateada sobre la tierra, y más allá, las llanuras, los caminos y las lejanas torres de Umbra, la que una vez fuese capital del mayor imperio del Escudo. Hacía allí encaminaría sus pasos y allí podría presentar batalla en condiciones. Marco había resultado ser digno de su fama, un rival al que merecía la pena enfrentar, y la sola idea provocaba deliciosos escalofríos a lo largo de su espina dorsal. Había estado tantos años buscando la forma de acercarse a aquel hombre, aquella leyenda, y al final resultaba que el mejor general de Nyx iba a su vez tras sus pasos. La sola idea llenaba su pecho de algo parecido al orgullo.
Poco a poco, con cuidado, inició el descenso por el borde del acantilado, asegurando los pies en la roca desnuda y los ocasionales arbustos, mientras el viento de las llanuras azotaba su rostro. Un grito como un cuerno de guerra interrumpió su descenso. Con cuidado Inquira se volvió y observó la figura del titán entre los jirones de lejana niebla, apenas una silueta perfilada en el alba, pero idéntica a las que vieron en Calvaria. Otro grito como un trueno retumbó levantando ecos lejanos mientras la aparición continuaba su paseo sin rumbo más allá del horizonte. Inquira, aún sonriendo, terminó su descenso. Nyx había cautivado sus sentidos, la peor de sus pesadillas mezclada con sus más dulces sueños. Saltó al suelo para aterrizar sobre unas matas, se levantó y dejó que un grito eufórico escapase de su garganta, declarando la guerra a todos los demonios de las tierras de Nadie. Luego reemprendió el camino, usando su lanza como cayado, a través de los bosques neblinosos, cantando para sí presa de la más pura felicidad.
Los demonios respondieron a su desafío tres mañanas más tarde, mientras dormitaba en lo alto de una peña. Había pasado la noche allí arriba, cabeceando sin llegar a ceder al sueño, descansando solo a medias como llevaba haciendo cada noche desde la posada. El calor de la noche había dejado paso a la mañana fresca y amable, y su cuerpo molido empezaba a amoldarse a las particularidades de su improvisado jergón cuando oyó unos pasos silenciosos.
Giró hasta tumbarse sobre el vientre y esperó en silencio, ignorando los gritos de incomodidad de cada tendón de su cuerpo. Eran tres de aquellos endriagos, con las cabezas gachas y olfateado, siguiendo un rastro tenue en la humedad del bosque. Inquira sonrió para sus adentros. Su olfato no debía ser tan bueno como el de un perro de verdad si aún no podían captar su olor. Valoró su situación. Podía dejarlos pasar, incluso si captaban su presencia, no podrían trepar a la roca con sus patas de perro. Pero un enemigo menos era un enemigo menos y aquella era una buena oportunidad para aprender más sobre aquellas criaturas.
Tratando de hacer el menor ruido posible, abrió con cuidado la bolsa y sacó a la adormilada serpiente, y la arrojó sobre los lobos. Los aullidos de pánico no tardaron en dejarse oír, y silenciaron su rápido descenso por la pared de piedra y musgo.
Rodeó la peña despacio y observó a los endriagos. La serpiente había aterrizado sobre el lomo de uno de ellos y se movía despacio, bufando nerviosa, intentando descubrir dónde estaba. Aquel endriago estaba quieto y pálido, temblando sin atreverse a hacer un movimiento, mientras que los otros dos habían retrocedido temerosos, sin perder de vista al reptil, dándole la espalda a Inquira.
El más cercano se volvió al oír los pasos a su espalda, y recibió una lanzada en pleno rostro que lo derribó al segundo, con el cráneo destrozado. Los otros dos se volvieron deprisa al escuchar el chasquido de la carne y el hueso, el de la serpiente con una mirada desorbitada por el terror, el otro con la hostilidad empañada por la duda. Inquira se acercó a ellos, lanza en ristre, prestando atención a cada movimiento, mientras el endriago derribado sufría los últimos estertores. Pasó junto a la bestia paralizada por la víbora sin volverse y se acercó al que estaba libre. El endriago bajó la cabeza y se tensó, amenazante, mientras Inquira balanceaba la lanza ante su rostro. Luego la bestia miró a un lado y a otro y huyó.
No llegó muy lejos. La lanza hirió su costado en el mismo momento en que se giraba, desgarrándole una pata. Herida, la bestia se giró enfurecida, y la segunda lanzada se hundió en su pecho. La fiera empujó, trato de retroceder, rugió, mordió y lloró, pero Inquira la mantuvo ensartada hasta que sus piernas cedieron a la pérdida de sangre. Se disponía a poner punto final a sus miserias cuando le llegó un lamento pesaroso desde su espalda
—Por favor, no quiero morir.
Inquira se volvió hacia el último de los endriagos, aún con la serpiente sobre el lomo. El rostro de la fiera era de muda suplica, congestionado por el terror. Había elegido la voz de una mujer para rogar por su vida, lo cual le sacó una sonrisa.
—Por favor. Te lo ruego.
—Mira. No es nada personal. —Se colocó frente a frente con la criatura, con la lanza lista, contradiciendo su tono conciliador—. Pero apuesto a que, si vuelves solo, o sola, esa loba vuestra tampoco se lo va a tomar bien.
El endriago palideció y sus temblores se intensificaron, así como sus lloriqueos. La serpiente se deslizó sobre su testa provocándole un respingo aterrado y siseó junto al oído de la fiera. Su expresión cambió de aquel miedo lloriqueante a un terror primario, y se arrojó sobre Inquira con un rugido. La partesana se hundió en su paladar y salió por la nuca.
Inquira chasqueó la lengua con fastidio y procedió a la difícil tarea de extraer su lanza de entre aquella carne muerta. Atrapó a la molesta y confusa serpiente y volvió a meterla en su bolsa, ignorando el silbido de protesta del ofidio. La lanza salió al segundo tirón, y ya se disponía a abandonar el claro cuando el endriago que yacía desangrándose llamó su atención.
—Lancero... —gorgoteó con cansancio—. Lancero, acércate.
—Hay que ver lo charlatanes que os volvéis cuando vais a afrontar la muerte —recriminó Inquira acercándose a él—. ¿Quieres un salmo? Conozco un par preciosos, una delicia para el alma moribunda.
La bestia giró pesadamente la testa hasta quedar mirando a quien le había matado, y algo de lo que vio debió gustarle, pues aún moribundo, sonrió.
—Sí, no me equivocaba. La misma voz, la misma mirada, la misma maldita sonrisa. Ahora escúchame. No me queda tiempo, pero quiero venganza. —Un gruñido de dolor retorció su rostro, pero siguió hablando con voz cansada—. La loba no es nuestra líder, solo una barbara tarabajando en su nombre. Él solo sale de sus sombras para cazar, como siempre hizo, pero esta vez, esta vez puede que sea él quien caiga cazado. Cada vez cuesta más recordarlo, pero todos nosotros fuimos humanos, hace mucho tiempo, y eso sigue ahí, dentro nuestro. Cuando le encuentres, cuando veas a ese gusano, recuerda que es cobarde, y que no sabe luchar. Nunca supo. Solo sabe parecer más grande de lo que es, pero cuando hundas tu lanza en su carne, sentirá el miedo. Asegúrate de matarlo.
—¿Estas encargándome que mate a vuestro líder, mi moribundo amigo?
—Tu podrás. Tu eres como él, peor que él. —Una sonrisa ensangrentada luchó por reclamar aquel rostro contrito, cargada con un odio profundo. Inquira había visto aquella mueca antes en mujeres de luto, justo mientras su ofensor expiraba en las calles de Clípea—. Han sido muchos años de terror, pero ahora ya no importa nada. Esa serpiente tuya... mientras la lleves a la vista, ninguno de los nuestros te tocara. Ese es mi regalo...
Su voz fue muriendo con aquellas últimas palabras y sus ojos se cerraron despacio, mientras su agónica respiración se ralentizaba, sumiéndose despacio en el último sueño.
Inquira permaneció observando al animal, reflexionando, hasta que aquel murió. Eran bestias, pero no sabían luchar como tales. Sin duda inteligentes, pero también cobardes, una amenaza en grupos grandes, pero inofensivos de uno en uno. Recordó la expresión desencajada de la bestia ante la serpiente y decidió que valía la pena dar algo de crédito a las palabras del moribundo. Algo había sacado de todo aquello.
Murmuró una rápida plegaria entre dientes y retomó su camino bosque adentro, silbando alegremente mientras se encaminaba hacia Umbra.
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Capitulo corto, esta vez. Es lo que hay, poco a poco, paso a paso, tiempo al tiempo.
O no, en realidad. La verdad es que podría subir el siguiente ahora mismo... Hmmm... ¿Que hago, que hago? ¿Una semana mas de espera o lo subo ya, y a tomar por saco? ¿Sugerencias?
En fin, se supone que yo iba a preguntar ya la semana pasada, pero con las fiestas todo se torció un poco y publiqué a toda leche, conque vamos con ello ahora:
· ¿Se entiende todo hasta esta parte? ¿Algo que sea confuso?
· ¿Algún personaje favorito? ¿Alguno que no cuadre?
· Con lo dicho hasta ahora ¿Cual de los dos grupos es más interesante?
Espero vuestras respuestas. Y si no, vuestros comentarios. Y si no, vuestras lecturas.
¡Cualquiera de las tres cosas me alegra el día!
¡Un saludo!
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