Luna Graham giró la cabeza solo cuando estuvo lo suficientemente segura de que Daniel ya no la estaba mirando y al verle marchar no pudo evitar padecer un escalofrío recorriendo premuroso todo su cuerpo.

— ¿Lista? — le preguntó Carlos antes de dejar caer su mano contra el pomo de la puerta.

Ella asintió tras suponerle un enorme esfuerzo poder apartar la vista de aquel chico de ojos aceitunados y sin más dilación, ambos entraron en el aula sin ser conscientes de que dos extraños personajes habían irrumpido en el instituto.

Un joven de negro posaba sobre el tejado con un cuervo descansando dócilmente en su hombro. Otro chico recargaba sin ninguna dificultad la munición de una Colt, encontrándose sus pies descalzos pegados firmemente cuan ventosas al techo de los baños.

Y allá afuera, en torno al instituto Shakespeare, un conjunto de sombras sin reflejo se movían sigilosas como bestias que aguardan atrapar a su presa sin ésta ser consciente de su fatal desgracia.