15. Punto y aparte
— Mmmm... — me escuché a mí mismo murmurar.
¿Qué ha pasado? Agg... ¿Dónde leñes estoy? Piensa, Daniel. Piensa por una vez en tu vida.
Noté moverse a mi propio cuerpo contra lo que parecía tratarse de una superficie mullida, blanda y cálida a causa del calor que yo mismo transmitía. Por consiguiente, padecí de un cosquilleo que se extendió por cada una de mis extremidades (como ondas en el agua) al yo hacer el más leve movimiento.
Abre los ojos, Daniel. Oriéntate, gruñó mi fuero interno.
Me costó un gran esfuerzo poder abrir los párpados, como si me los hubiesen cosido por ambos bordes con un hilo de lo más áspero y esta sensación aumentó conforme me enderezaba sobre una cama. Creí que todo cuanto había vivido las últimas horas no había sido más que una pesadilla en la cual existía únicamente lo paranormal junto con una jauría de chicos endemoniados y sombras locas en aquel viejo teatro abandonado. Encontrándome yo atrapado en su interior. Y Luna. Piers. Y... ese joven tan, tan, tan raro.
Sacudí la cabeza, eso ya no importaba. Todo había sido un mal sueño, seguramente ahora despertaría en mi habitación y con un poco de suerte tendría algo suelto para pedir a domicilio una pizza bien cargada de queso y beicon. Me lo merecía. No obstante, mi ilusión aminoró de golpe al abrir los ojos y comprobar que no me encontraba dentro de mi apartamento. Sino en una habitación que jamás había visto antes.
— ¿Dónde estoy? — pregunté desorientado, llevándome ambas manos a la cabeza.
Todo me era confuso.
— Yo... — contuve la respiración en un intento por reflexionar.
Lo último que lograba recordar era que una vez Cuervo nos dio aquel aviso perdí por completo el conocimiento. Lo demás era borroso. Pese a mis incansables esfuerzos por querer liberarme de las lagunas que nublaban cada rincón dentro de mi cabeza, no conseguí ningún resultado. Pestañeé varias veces al pasear la mirada, comprobando que en aquella habitación no había nadie excepto yo. Hice una mueca mientras continuaba enfocando la vista a mí alrededor y pronto caí en la cuenta que me encontraba dentro de una de esas casas de madera que suelen alquilarse en verano y están alejadas de todo bicho viviente en alguna montaña de mala muerte. La habitación en sí era algo inquietante. Nunca me había gustado la decoración de las casas antiguas y desgraciadamente aquella habitación era la prueba viviente de ello. Retratos de mujeres y hombres con ropas de otras épocas colgaban de las paredes, pareciendo que por mucho que me moviese de un lado a otro en el colchón siempre era yo su punto de mira. También los había de extrañas criaturas o parajes desolados. Los muebles de madera oscura y con detalles florales se conservaban en buen estado. Una enorme alfombra con forma circular se encontraba en el centro de la habitación en donde misteriosamente habían sido puestas mis botas junto con los calcetines sobresaliendo en éstas. El lugar olía a ese pesado aroma de cuando una casa lleva cerrada por mucho tiempo. Y no solo eso, ignoraba la última vez que alguien había limpiado allí dentro.
Apoyé la cabeza contra el cabecero de la cama que se elevaba hasta formar una extraña y abstracta torre, intentando averiguar la razón de cómo había podido llegar a parar ahí. Impulsado por un acto reflejo, me palpé el muslo y fue entonces cuando descubrí que alguien había hecho una excelente labor al vendarme la zona. Aún sobre las vendas podía apreciarse cierta sangre ya coagulada. Pese a todo no me dolía. Con otra mano temblorosa busqué a tientas cuan ciego (pues mis ojos aún no se habían adaptado lo suficiente a la luz que alumbraba la habitación) un espejo u otro objeto similar con la intención de saber en qué estado me encontraba. Pero fue en vano y en un intento por averiguar si podía andar con normalidad, me deshice rápidamente de las mantas y sábanas que me cubrían como a una auténtica cebolla y por consiguiente, estampé con decisión los pies desnudos contra el suelo de madera. Tal contacto frío hizo que los encogiera por unos segundos antes de enderezarme por completo. Di un paso. Luego le siguió otro. Aparentemente, no había ningún problema. Podía caminar con total tranquilidad. Eso me levantó el ánimo de nuevo.
¿Habrá algún teléfono por aquí? ¿Quién me habrá traído a este lugar? ¿Piers? Y de ser así...
— ¿Dónde se habrá metido ese maldito mocoso? — dije con una voz aguda, débil y gangosa, creyéndola incluso la de un extraño.
Una alarma resonó dentro de mi cabeza al tiempo que sentía un complejo torbellino de emociones burbujeando en mi estómago. Y entonces, el mundo se detuvo como si una mano invisible me hubiese golpeado en la cara. ¿Y si le había pasado algo?
— Mierda — murmuré, encaminándome a toda velocidad hacia la ventana como si solo tras ella fuese a encontrarle.
Imposible, más bien son los demás quienes deben tener cuidado de no toparse con él. En el teatro se parecía a una bestia descontrolada, no tuvo ningún remordimiento de apretar el gatillo contra una chica de quince años.
Cerré los ojos para luego abrirlos. El sol estaba ya en sus últimas y los pequeños rayos de luz se entremetían con travesura entre las cortinas color salmón, originando formas abstractas en la pared y brillos fantasmales en las miradas de los tipos y tipas en los cuadros. Era cuestión de minutos que el sol pronto decayese sobre las montañas y por tanto anocheciese. Resoplé. Sabía que la casa estaba alejada, pero no... tantísimo. Por más que mirase solo alcanzaba a ver campo. Era imposible ver otra cosa que no fueran árboles, matojos o arbustos. Todo era verde. Al reparar en mi propio reflejo en el cristal de la ventana no pude dar crédito de ello. Estaba tan horrible que apenas era capaz de reconocerme a mí mismo. Unas ojeras demasiado moradas, unos puntos en la frente, los labios blanquecinos y la nariz tan hinchada que parecía una patata caliente a punto de explotar. Sin olvidar el desastre en el muslo. Cortesía de aquel jodido teatro. Seguro que ninguna de mis clientas hubiese querido tener nada conmigo ante tales pintas.
— Me han curado las heridas, ¿quién?
Arrastré sigiloso los pies por la superficie, no queriendo descubrir mi posición. Aún no sabía el por qué estaba allí y mucho menos si los habitantes de esa casa, si es que los había, eran amistosos o no. Respiré profundamente al acercarse mi mano al pomo de brillante cristal de la puerta cuando me pareció percibir un ruido. Apenas audible, aunque no lo suficiente como para que mi oído no lo captase desde un principio. Eso me detuvo e hizo que mantuviese el brazo suspendido en el aire a medio camino. Quizás había sido la madera. La casa era vieja y eso siempre pasaba factura. Con premura, giré el rostro, sin embargo no había nadie. No había nada. Tampoco allá fuera en la ventana. ¿Acaso se había tratado de mi imaginación?
¡Arrea!
Giré el pomo con cautela, intentando que la puerta chirriase lo menos posible y en cuestión de segundos me encontré de morros con un amplio pasillo con varias puertas a sus costados. Aquello parecía no tener fin. También hallé más cuadros extraños por lo que no pude evitar fruncir el ceño.
¿Quién ha decorado esta casa? ¿Frankenstein colocado?
No me entusiasmaba en absoluto la idea de salir afuera. El hecho de buscar ayuda a oscuras en alguna casa vecina no me parecía del todo sensato ya que mi sentido de la orientación era horrible y a saber en donde acabaría metiendo los pies. Si solía perderme en el metro... en ese bosque no quise ni pensarlo. Pulsé un interruptor sin llegar a ocurrir nada, tal y como hube esperado desde un principio, no había corriente eléctrica. No es que me diese miedo o algo parecido, pero si ahora siendo de día me inquietaba inspeccionar cada estancia del lugar con una vela en la noche sería peor. Y a juzgar por la cantidad de puertas, eso y que había unas escaleras que conducirían seguramente a la primera planta, tendría para rato.
Resoplé malhumorado.
No olvides que te persiguen demonios, si te encuentran aquí estarás perdido...
— Sí, señor. Las cosas con calma — gruñí.
En esos precisos instantes me sentía como una de esas tías rubias y pechugonas que salían en las pelis de terror y preguntaban la típica frase "¿hay alguien ahí?" y tan pronto lo hacían eran asesinadas. Puse los ojos en blanco. ¿Por qué siempre actuaban de una manera tan estúpida? Parecía que pedían a gritos ser pilladas, tan solo les faltaba mandar señales de humo.
No seas idiota, a ti no te va a pasar nada de nada.
— Mierda, si ni siquiera sé donde me encuentro — murmuré.
Tampoco tenía a mano mi teléfono móvil y si la corriente eléctrica brillaba por su ausencia era evidente que tampoco habría línea telefónica. Durante varios e intensos minutos eché un detenido vistazo a cada una de sus estancias. Aparte de suciedad, solo hallé más y más habitaciones, aseos y despachos atestados de libros demasiado aburridos como para echarles un vistazo. En la primera planta se encontraba un amplio salón junto con la cocina. Por otro lado, el sótano estaba repleto de troncos de madera y trastos viejos. Pese a mi ardua búsqueda no encontré a nadie. Eso o algo fuera de lo normal. Estaba solo. Completamente solo. Volví a mirar a través de las cortinas de una de las ventanas del salón. Ya empezaba a oscurecer y es por ello que rebusqué entre los bolsillos traseros de mi pantalón vaquero. Afortunadamente, mi mechero seguía allí. Con prisa, encendí unas cuantas velas y al comprobar que con eso no sería suficiente, bajé de nuevo las escaleras del sótano. Entonces, reparé en algo que no hice antes...
Una caja de regalo se hallaba bajo una estantería, sobresaliendo parte de su mitad. Curioso, me agaché con la intención de sacarla de su escondite y pronto caí en la cuenta del nauseabundo olor que la acompañaba.
— Es insoportable — susurré con la nariz arrugada —, ¿qué habrán metido aquí dentro?
Quizás no debería haberme dejado llevar por la curiosidad, pues la escena en sí resultó macabra, abandonándome por completo la fuerza en las piernas y creí inclusive en todo el cuerpo nada más levantar la tapa. A la centésima de segundo de ver su interior reaccioné lanzando la caja lo más lejos posible de mí, volando frente a mis ojos su contenido. Me taponé la nariz con un brazo mientras observaba sin habla dos manos amputadas cayendo a cámara lenta sobre las baldas de madera. Eran reales. No había duda, aunque ya eran notables en ellas los efectos de la descomposición. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando creí que éstas me eran familiares.
— ¿Qué clase de e-enfermo vive aquí? — gruñí al arrastrarme de ellas tanto como pude antes de intentar incorporarme, lo cual me llevó unos minutos a causa del shock —. ¿Qué será lo próximo? ¿¡Un fiambre en la nevera!?
Aún con la impresión latente en mi pecho, ignoré con un sobrehumano esfuerzo el asunto y pronto regresé a la primera planta, cargando conmigo una serie de troncos. Cerré la puerta del sótano con candado pues me invadió el miedo irracional de que aquellas manos escalasen uno a uno los peldaños hasta ceñirse violentamente sobre mi pescuezo. Me sentí a mí mismo un manojo de nervios al volver a pensar que éstas me eran muy familiares.
Cálmate, Daniel Sanz.
Opté por echar encima de la leña las fotos de los marcos que descansaban sobre la repisa (no era momento para lamentarse de nada) y acto seguido, les prendí fuego con el mechero. En breve, el fuego chisporroteó vigoroso en la chimenea. Me senté frente a ella con los brazos extendidos al frente. Pese a que cada una de las ventanas se encontraba cerrada a cal y canto, había cierto frío flotando en el interior de la casa. Estiré y encogí las manos en un intento por calentarlas y luego hice igual con los pies.
— Con un poco de suerte todo pasará pronto y en cuanto quiera darme cuenta será de día.
Ya, claro. ¿Y si los demonios te encuentran antes? Con todo lo que has pasado ya deberías darte por enterado que no estás a salvo ni debajo de las piedras, protestó súbitamente mi fuero interno.
Eso me hizo apretar insistentemente los puños hasta dejarlos desfallecer contra el suelo.
— Ya lo sé — murmuré y fruto de mi frustración me dejé caer de espaldas con los brazos estirados en forma de uve al igual que las piernas.
En esta casa no hay nada con lo que pueda defenderme. Aparte de unos cuantos tenedores y cucharas en la cocina. Por más que miré no encontré ni un solo cuchillo y en el sótano tampoco di con algo parecido. Tragué saliva, creyéndola en verdad una bola de metal cayendo en picado por mi garganta. Mierda, no pienso bajar ahí otra vez...
Entrecrucé las manos contra el pecho. ¿Cómo se suponía que iba a defenderme si alguna otra sombra o demonio me sorprendía? Ante aquella duda y pese a saber hasta donde era capaz de llevarle su propia locura, volví a preguntarme cual sería el paradero de Piers y el por qué me había dejado allí solo.
— Aunque fuese terriblemente insoportable al menos me sentía algo seguro con él revoloteando a mi alrededor — susurré con una risa desganada escapándoseme de entre los labios.
Debes estar majara. Nadie en su sano juicio quiere a un niño psicópata a su lado. Y mucho menos uno que te considera su padre.
No supe si reír o lamentarme al recordar aquello. El momento en que Cuervo acusó a Piers de verme de ese modo.
No tiene ningún sentido. No nos habíamos visto antes. ¿Pero entonces por qué me ve como su padre? Además él es un demonio. Yo un humano. Nunca tendríamos que haber intercambiado una sola palabra. Él me estuvo ocultando algo...
Suspiré.
¿Qué pude llegar a hacer para que alguien como él me dedicase una sonrisa en lugar de agujero en el cráneo?
Mi cuerpo se encogió al visualizar en mi mente los balazos que Piers hubo recibido por intentar protegerme.
¿Qué pude llegar a hacer para que alguien como él diese la espalda a toda su gente, incluso su propia familia, por alguien que pertenece a otra que él detesta?
Levanté las cejas al unísono al sonar de repente el cuco del salón, anunciando las seis en punto de la tarde. Una pequeña puerta frontal en el reloj antiguo se abrió y acelerado salió de ella un feo y deforme pájaro al ritmo de las campanadas. Por fortuna me sentía bien descansado y podría mantenerme despierto el resto de la noche sin ningún problema.
Aún tengo tantas dudas... ¿De dónde vienen los demonios? Ese tipo raro dijo algo sobre tres familias y también otra palabra... ¿Abismais? Sí, era así. ¿Será el mundo en que viven? Y sobre todo y la duda más importante, ¿cómo leñes llegué aquí? ¿Por cuánto tiempo dormí? Esta costumbre de despertar en sitios raros empieza a sacarme de quicio. Primero un maletero, ahora esta casa, ¿qué será lo próximo? ¿Un acuario repleto de pirañas? Por favor, que alguien me meta un tiro, pensé esto último irónico.
Observé detenidamente el techo mientras intentaba hacer a un lado tales quebraderos de cabeza.
Lamentarse no sirve de nada. Nunca.
No sé por cuánto tiempo estuve en esa posición, mirando ensimismado el techo pese a que en realidad no le prestaba ninguna atención cuando me di cuenta de algo tirado en uno de los sofás que se encontraban tras mi figura. En concreto, una especie de libro. Durante unos momentos me mantuve quieto pues la experiencia anterior con respecto a aquella caja de regalo me había hecho aprender la lección de no husmear en donde no me llamaban. ¿Quién me decía a mí que no saldría de ese libro un vete tú a saber qué? Me aparté instintivamente de él.
Eso o que me arranque el dedo de cuajo al intentar abrirlo. ¡Maldito Piers!, ¡desde que te presentaste en mi vida esta se ha vuelto una completa locura! ¡Y yo aún más loco de lo que por sí era!
Allá afuera, las copas de los árboles se mecieron bajo la brumosa luz de la luna que descansaba sobre la bóveda oscura que vestía las alturas, cubriendo el denso follaje y alrededores.
Tamborileé los dedos.
— ¿Um? — susurré ya que desde un principio el libro no había hecho nada raro ni dado indicios de ello.
Tiene que ser solo eso. Un libro sin más, ¿no?
Tras meditarlo concienzudamente, me arrastré con cierto escándalo hasta tener dicho objeto a mi alcance y apresarlo entre los dedos de mis pies. Al abrirse accidentalmente la portada de éste me di cuenta de que en realidad no se trataba de un libro normal y corriente. Sino un diario. Fruncí el entrecejo.
Ajá...
Me encorvé hasta conseguir sentarme sobre mi propio trasero y acto seguido, fui a sostener el diario entre mis manos.
— Esto está mal — me dije conforme me centraba en la primera página, encogiéndome de hombros.
Pude apreciar que la caligrafía presente en ésta era redonda y grande, como la que practica un niño de primaria en su libro de ortografía escolar. Pese a todo, tenía un toque de exquisita elegancia que hacía sombra a los aspectos mencionados antes.
— En fin, ya me lamentaré más tarde. Para que luego diga espagueti que no leo — murmuré.
Como un bólido me lancé al sofá y una vez me acomodé sobre éste comencé dicha lectura.
« Querido diario:
Hoy padre se encuentra de un humor peor que de costumbre. Apenas me dirige la palabra, ni siquiera me mira y evita encontrarse conmigo como si mi presencia fuese algo peor que la muerte... Los días y las noches pasan y cada vez siento que me asfixio más entre las paredes de este condenado castillo... ya que mis hermanos tienen que atender asuntos de mayor importancia a jugar conmigo con espadas de madera. A menudo pienso que debí ser adoptado, mi hermano Jack suele decírmelo cada vez que tiene oportunidad. Eso explicaría el por qué no me parezco a mis progenitores ni heredé su piel albina o cabellos claros. Soy la oveja negra de esta familia ».
Apoyé el mentón sobre una de mis manos.
« Conozco al detalle todas y cada una de las razones por las que padre se muestra tan irascible y por primera vez en mi vida no le culpo de su comportamiento. El giro que últimamente están tomando las cosas le impide dormir. Un giro que llevará a nuestra estirpe a la perdición. El mundo que apenas tuve tiempo de conocer no volverá a ser el de antes. Las tres Familias están en constante alerta y cada representante real se reúne a menudo junto con padre, planificando nuevos contraataques contra los malvados humanos que destruyen sin compasión nuestro hogar ».
Hice una breve pausa al mismo tiempo que me llevaba un cigarrillo a los labios, tras encenderlo al inclinarme precavido junto a la chimenea regresé al sofá. Por consiguiente, retomé la lectura con tremenda intriga, incapaz de resistirme.
« El abuelo me contó que no hace mucho tiempo eran los humanos quienes poblaron la tierra que ahora nuestros pies pisan, siendo los dueños y soberanos de ella. En aquella época nuestra estirpe eran simples sombras, entes oscuros que se alimentaban de los malos sentimientos encerrados en el corazón humano y cuya única función era hacerles caer en lo más hondo. Que fracasasen en todos los sentidos. Éramos, por así decirlos, seres sin forma, sin sentimientos, sin sentido común. Lo que hoy en día conocemos como Surux, pero aún más primitivos y con menor volumen ».
Con los Surux debe referirse a la sombra que nos atacó a Luna y a mí, pensé con una nube de tabaco ocultando efímeramente mi rostro.
« El abuelo me dijo que todos nosotros somos hijos de la noche y que nuestra madre es la luna. Cuando ella se alza en el firmamento y derrama una sola lágrima, ésta pasara a ser el corazón de un demonio. Un corazón inocente que irradia la misma luz plateada que da fama a nuestra madre. Sin embargo, aquel corazón se vuelve oscuro al caer en tierra. Contaminado por los pecados que van ligados a los humanos y de ahí se vuelve malvado y odioso. El abuelo me explicó que de esta teoría deriva la razón de nuestro comportamiento con respecto a ellos. Como una especie de venganza al condenarnos a vivir malditos ».
¿Hijos de la luna? ¿En serio?, me rasqué el mentón.
« Fueron tres las sombras que destacaron por encima del resto. Las mismas cuyos apellidos dieron origen a las tres Familias que desde ese momento y hasta ahora reinan en Abismais. Así pues, se encuentran los Grimson, los Dorothien y los Dahl. La superioridad que tuvieron en cuanto al resto fue debido a que lograron encontrar la manera de volverse más fuertes ».
¿Los Dahl?, ¿los Grimson?, ¿los Dorothien? Piers era uno de estos y el tipo raro también. Sin yo saberlo me he estado codeando con príncipes demonios.
Soy tan afortunado que debería ponerlo en mi currículum, pensé con sarcasmo, haciendo salir acelerado el humo del tabaco de entre mis orificios nasales.
« Recuerdo al abuelo fruncir sus labios al confesarme el método que todos ellos usaron... pactos. Los pactos de unión permiten a un demonio estar ligado a ese humano y por tanto alimentarse de su energía vital. Una energía que al demonio en forma de sombra le permite adquirir fuerzas hasta que dicho humano termina haciéndose un montón de polvo y huesos. ¿Por qué entonces se exponían los humanos ante semejante sacrificio? Esos monos peludos siempre han sido una raza tan débil... que en cuanto se les prometía fortuna, mujeres y poder se les nublaba el poco sentido del que ya eran poseedores. Finalmente, una vez la sombra demoniaca se alimentaba por completo de esa energía y le seguían unas cuantas más, iba tomando forma hasta completarse su físico por completo. La respuesta a que nuestro aspecto sea similar al de los humanos se debe únicamente a este método. No obstante, nuestro verdadero ser sigue intacto dentro del cuerpo físico. Dotándonos de un poder que nuestra madre luna nos regaló al expulsarnos de sus entrañas. Y los tres primeros entre nosotros en conseguir aquellos resultados fueron los que se hicieron llamar a sí mismos Marco Dahl, Peter Grimson y Elisabeth Dorothien. Sin embargo, ningún demonio admitirá nunca tal hecho, dado que se considera una auténtica deshonra puesto que la raza humana es la más simple e insignificante del planeta. Y esto se demostró cuando la nuestra tomó el control de la tierra, la hizo renacer y florecer como nunca antes lo hizo con el nombre de Abismais y tomó por esclavos a los humanos ».
Solté un suspiro, la lectura se me estaba haciendo más rara de leer que una revista de quinceañeras. ¿Quería decir eso que de aquí a un tiempo los demonios se harían con el control de todo y nosotros pasaríamos a un papel secundario? ¿A ser sus esclavos? Entrecerré los ojos, sinceramente ahora no me disgustaba la idea esa de ser aquel supuesto rebelde del que todos me culpaban. Porque si lo era como me imaginaba, negándome a la hora de limpiarle el trasero a una de esas cosas tampoco se me hacía tan horrible. El escrito terminaba ahí y a continuación se mostraban varios dibujos de bolas oscuras, lunas llenas y muñecos hechos a base de líneas rectas y circunferencias que supuestamente mostraban el cómo era una mujer y hombre humano. Incluso... había una "lista negra" con los nombres de quienes el supuesto dueño del diario pensaba hacer desaparecer del mapa. Definitivamente, estaba leyendo las memorias de un demonio. Sin titubear un solo segundo, pasé las páginas hasta concentrarme en otra anécdota esperando ser leída.
« Pese a que le odio profundamente me siento mal por padre. Ante todo, soy un príncipe y debo actuar como tal ».
Hice una breve pausa al reparar en una palabra en concreto. ¿Cuál príncipe podría ser? Desconocía a los miembros de cada Familia, pero descarté rápidamente la idea de que fuese Piers. Y en cuanto a Cuervo... no me lo imaginaba haciendo ningún diario. Más bien un libro de torturas y magia negra.
« Sin embargo, nadie me toma en serio, aún me siguen viendo como a un niño. ¡Que les parta un trueno! No pienso quedarme de brazos cruzados sin hacer nada. Vivimos en una guerra continua puesto que la fiereza con que los humanos se han rebelado ha tomado la vida de muchos de los nuestros. Quiero demostrarles a todos de lo que soy capaz, es por eso que entreno a escondidas con la vieja espada que perteneció en su día al abuelo ».
Otra anotación.
« No se por qué lo he hecho, pero me he quedado mirando a padre un buen rato mientras dormía antes de partir a lomos de mi caballo en busca de aquel humano rebelde que lidera al resto ».
Empiezo a plantearme seriamente cobrar por los derechos de mi persona, pensé al volver a leer la palabra rebelde.
« Aquel que ha manchado sus manos con tanta sangre de los nuestros. Aquel que atemoriza a las mujeres y niños de mi pueblo. Aquel que odio y deseo acabar con su vida con mis propias manos antes de que sea demasiado tarde ».
Aplasté la colilla contra el brazo del sofá.
Um, ¿tan malo seré?, susurró mi conciencia sobrecogida ante tales acusaciones contra mi yo futuro.
Me mordisqueé el labio.
« Cabalgué durante toda la noche en compañía de nuestra madre que me guiaba y velaba en el camino que se fue abriendo ante mis ojos. Conocía el paradero del rebelde y sus tropas, los espías de padre se lo habían hecho saber aquel día al alba. Habían hecho del Bosque de los Lamentos su refugio ».
Pasé página, bailoteándome la lengua entre los dientes.
« Desgraciadamente, cuando llegué al lugar en concreto no encontré nada. Tan solo indicios de que un grupo numeroso se había marchado apenas hacía pocas horas. La leña del fuego aún estaba caliente y se podían apreciar ciertas huellas sobre la tierra húmeda. Pese a todo, seguí su rastro... No iba a parar hasta encontrarle... No conseguiría esquivarme tan fácilmente... ».
De nuevo otra anotación, la cual me di cuenta que era la última pues las demás páginas estaban arrancadas.
« Lo intenté, intenté de veras matar a ese hijo de perra. Pero esos humanos lograron sorprenderme y encerraron en una celda. Desconozco cuantas lunas y soles llevo aquí dentro. Solo sé que tengo hambre, frío y sed e ignoro por cuánto tiempo podré aguantar. He oído a uno de esos humanos que el rebelde pronto se presentará y entonces... desearé no haber ido tras ellos.....................................».
La última letra del "ellos" estaba más grande con respecto a las otras y tras ésta una línea de continuos puntos dejaba en suspense qué es lo que le habría ocurrido a dicho demonio. Dejé caer el libro al suelo y entonces acomodé la cabeza contra unos cuantos cojines, repasando cada palabra, coma y tilde. ¿De verdad todo lo que había leído era cierto? ¿Era ese el verdadero origen de unas criaturas que siempre creí irreales? ¿Chupándonos a nosotros la energía mediante falsos pactos? Súbitamente, mi mente visualizó el símbolo que Luna y Cuervo compartían y al que Piers se hubo referido a él como pacto. Me quedé petrificado.
¿Y si ella acabase así...?
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