
|CATORCE|
EL FIN DE LA OSCURIDAD
En un concurrido bar de un hotel, un mago bebía enérgicamente el tercer trago de la noche bajo la atenta mirada de una mujer de rizados cabellos caoba. Las perlas blancas de su boca, al descubierto, parecían deslumbrar al hombre de gafas oscuras. En medio de su conversación una insistente vibración proveniente del bolsillo izquierdo del pantalón, lo distrae.
—Contesta —Dice la mujer pasando un rizo tras su oreja —Es la quinta vez que te llaman, debe ser importante.
El hombre suspira molesto, dejándolo sonar —No te preocupes, es mi esposa. Se está volviendo loca.
—Yo también me volvería loca si mi esposo estuviera bebiendo en el bar de un hotel acompañado de una mujer como yo —dice acercándose hasta susurrar la última palabra en su oído.
El hombre traga saliva mientras ve como el barman guiña un ojo con picardía. El anillo en su bolsillo parece pesar media tonelada de un momento a otro cuando los labios de la mujer se deslizan muy cerca de su oreja.
—Me estaría volviendo loca —repite, su tibio aliento choca contra la piel de Harry. Su piel se vuelve de gallina. El teléfono en su mano vibra otra vez, sobresaltándolo. El vaso de whisky se derrama sobre la falda del vestido rojo.
—¡Oh, no! ¡Lo siento! No era mi intención...
La mujer sonríe, sin una pisca de enojo en su coqueta mirada —Creo que debería ir a mi habitación a cambiarme, ¿gustarías acompañarme?
El teléfono se ilumina otra vez.
—Acompáñame cuando termines tu charla, estaré esperándote —Dejó un beso marcado en su mejilla y una llave electrónica en su mano.
Harry la observa caminar hacia el vestíbulo sacudiendo la cadera y atrayendo miradas. Está a punto de seguirla cuando el teléfono, ese maldito aparato, vibra otra vez. Resopla por la nariz, deslizando su dedo índice por la pantalla antes de acercarlo a su oído.
—Ginny —Dice sin molestarse en saludar— te he pedido cientos de veces que no me llames cuando estoy trabajando, podría estar en medio de una misión y tu llamada podría costarme la vi...
—Harry Potter... —Interrumpe una voz femenina que obviamente no es la de su esposa. Se escucha débil como si estuviera lejos del teléfono y luchara por pronunciar las palabras correctamente. —Harry...
—Sí, soy yo... ¿Quién habla?
—La madre de tu hija —Harry guarda silencio. Una parte de su cerebro confundido le exige que cuelgue la llamada, mientras que otra parte se encuentra horrorizada por lo que implica — Necesito tu ayuda... Ellos... ellos saben...
—¿Qué saben? —Exige— ¿Quién eres?
—Saben donde esta Lily.
Lily
Harry sale rápidamente del bar sin pagar ni disculparse con la guapa mujer que lo espera en la habitación 101.
El barman sigue sonriendo mientras ve como escapa sin pagar lo que consumió en las últimas horas. Toma su teléfono y escribe un mensaje antes de seguir con su trabajo.
A Dante Kellog se le revolvió el estomago cuando una de las mujeres se le acerco. Él realmente odiaba cuando ellas se acercaban. Desde su forma de caminar hasta las voces alteradas, todo lo enfermaba. Quizá esa era la idea, no las llamaban Damas Enfermas por nada. Eran seres extraños, obedecían sin dudar ni preguntar cada palabra que salía de los labios de Ágatha.
La Dama Enferma no se quito la máscara, solo se acerco invadiendo su espacio personal clavando sus pequeños ojos vacíos en él.
—Es hora —Dijo antes de dar media vuelta y perderse entre la oscuridad del pasillo.
Dante se estremeció. Por un segundo todo lo que oyó fue el latir acelerado de su corazón y la sangre golpear contra sus orejas. Llevo la mano a su cinturón donde un revolver pequeño, una varita torcida y un walkie talkie colgaban. Agarró la varita y la llevo hasta su cuello antes de bajarla y tomar el walkie talkie.
—Iniciando procedimiento veintitrés —Anunció— Tiempo máximo catorce minutos. Ya saben cómo proceder.
Desde el segundo piso la Primera Dama Enferma, Ágatha, acelero el paso por los sucios pasillos, evitando pisar los escombros. Sabía bien cuál era su trabajo, no era la primera vez que tenían que evacuar, pero si era la primera vez que el procedimiento 23 se ponía en marcha. Trató de tranquilizarse mientras pasaba frente a tres Verdugos, que la siguieron cargando ligeras armas de fuego en sus manos y un pesado rifle de caza en la espalda.
—Saben que hacer —Dijo sin mirarlos.
Ellos desaparecieron en el siguiente pasillo.
Caminó sola hasta la habitación donde dejaron a los últimos experimentos. La puerta tenia marcado el numero 7 con aerosol rojo y un candado que impedía que los no autorizados entraran. Se agacho hasta que una de las llaves que colgaban de un cordel en su cuello pudo llegar a la cerradura. Los siete niños se encontraban dormidos. Era bueno, pues debía ser rápida, y no contaba con mucho tiempo.
Antes de que pudiera moverse de su wolkie tolkie se pudo escuchar unas palabras que la dejaron momentáneamente congelada
—Los muggles que capturaron no eran tan muggles... Deberías mejorar la seguridad, Ágatha.
La mujer tomó el comunicador —Que descaro de tu parte, vieja amiga. Nos abandonas como si nada y luego vuelves como una simple muggle, ¿No sientes vergüenza?
—¿Vergüenza? No, ¿Por qué debería? El "muggle" que capturaste es el ahijado mismísimo Harry Potter, ¿Cuánto tiempo crees que tarde en localizarlo?
—Mierda —escupió Ágatha. No por lo que dijo, si no por lo que significaba. —¿Dónde estás? ¡Muestra tu cara, cobarde!
—Secuestraste a mi hija y te atreves a llamarme así...
Escuchó como los verdugos disparaban sus armas. Por el pasillo las Damas Enfermas corrían antes de desaparecer cargando a los targets más importantes. Los Esbirros debían estar encargándose de los experimentos fallidos.
—Ágatha —Dijo Kellog entrando a la habitación respirando agitado con la varita el su mano. El arma en su cinturón ya no estaba. Extendió su mano ensangrentada— Ven. Tenemos que salir.
La Dama Enferma camino hasta el pasillo y estiro su mano.
—¡ÁGATHA! —Gritó una voz familiar desde el extremo del pasillo. Volteo para ver a su vieja aprendiz vestida como antes. Se veía mayor, y más cansada.
Ágatha se quito la máscara dejando ver sus pómulos marcados en aquella piel de terciopelo —Hola Astoria —Sonrió mostrando sus dientes perfectos —¡Piensa rápido! —Lanzo su máscara a la cara de la mujer antes de tomar la mano de Dante, desapareciendo con él.
Astoria lanzó la máscara al suelo gritando de frustración antes de ser derivada por un rayo rojo, justo en su espalda.
—¡Eh! —Gritó Ivonne, quien la había derribado, en un tono sorprendido— ¿Es Astoria Malfoy?
—¡Lo averiguaremos después! —Exclama Teddy batiéndose a duelo con una Dama Enferma y esquivando disparos de un esbirro— ¡CENTRATE, IVONNE!
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero ya no tengo miedo. Tampoco hambre, aunque aún siento el frió. Cuando devolvieron a Cassy la dejaron encadenada junto a mí. Lo cual no es tan malo, si me estiro lo suficiente nuestras rodillas se rozan.
—Intenta otra vez —Pidió mi amiga.
Pie de derecho contra el suelo.
Pie izquierdo contra el suelo.
Rodillas apuntando al techo.
Envuelvo mis manos en la cadena y tiro de ella para darme algo de apoyo.
Es inútil, pienso cuando las sombras me empujan contra la pared.
¿Cuánto tiempo hemos estado encerradas? Estoy cubierta de sangre, que no sé si es mía, y tampoco estoy segura de cómo termine bañada en ella. Tengo el pelo seco, lleno de tierra y apestoso, es bastante asqueroso puesto que parece más un lampazo que otra cosa. Las arañas han hecho lo que han querido conmigo, tengo tantas picaduras que no me asombraría si también me usaran de incubadora para sus huevos. Palabras y gritos sueltos, como si fueran serpientes, se deslizan de nuevo a mi cabeza, enredándome. Tal vez era la falta de comida lo que hacía que alucinara, que me confundiera, perdiera y recuperara la conciencia con rapidez. Tengo mucho sueño.
Me siento confundida y mareada, apenas puedo abrir los ojos llenos de lagañas cuando ese horrible ruido me obliga a mirar al alrededor. Una enorme sombra se mueve serpenteando por el cuarto. Alumbrando con una linterna se acerca a mí, sosteniendo en alto algo grande de apariencia pesada. Me muevo, inquieta y llena de miedo, cuando la sombra se me empezó a acercar más y más. Al llegar frente a mí, me doy cuenta de que es un Verdugo.
¡MAMI!, Es lo único que logro pensar, el miedo me abraza.
El Verdugo levanta el objeto y golpea la pared, ese lugar donde las cadenas se enganchan, tras de mí. Chillo, retorciéndome como un cerdo, y entonces algo extraño pasa. No me golpea, ni a la pared tras de mí. Golpea un vidrio que esta donde se supone hay una pared, este se parte en mil pedazos cayendo cual lluvia sobre nosotras y el niño que no se mueve.
Mis brazos y los de Cassy caen a delante. Los grilletes siguen rodeando mis muñecas, y las cadenas caen pesadamente alrededor. El Verdugo entra al cuartucho tras el vidrio y toma todo lo que puede cargar antes de salir corriendo dejando la puerta abierta.
En un intento desesperado por quitar los grilletes los golpeo contra el suelo. Una y otra vez. Finalmente, el oxido es mi aliado y se rompen lo suficiente para que pueda sacarlos con mis dientes.
Escupo en el suelo, mientras escucho como los otros niños me suplican ayuda. Me arrastro como puedo hasta Cassy y como nos fue posible corrimos sin mirar atrás.
Salimos por un pasillo oscuro, esquivamos duelos, personas y escombros. Bajamos escaleras y empujamos una pesada puerta. Solo sé que debo correr y no detenerme por nada, no me importaba nada más.
El cielo iluminándose por el alba, me da esperanzas. Una sensación burbujeante nace dentro de mí.
—Dame tu mano —murmuro con la voz ronca.
—No me sueltes —Pidió Cassy, uniendo su mano con la mía.
—Nunca.
Escuchamos varios gritos. Cassy trato de mirar a tras, por instinto supongo, porque no podía ver mucho con los ojos como los tenia. Pero no le di oportunidad, eche a correr tirándola conmigo para que siguiera mi paso. Siento la adrenalina burbujear en mis venas.
Corro, tan rápido como me es posible. No tengo idea de a dónde voy, pero ¿Quién necesita una dirección cuando el viento helado te golpea en la cara, cuando sientes la libertad en el aire y tu pecho arde con el fuego abrazador de la esperanza?
No sé donde estoy. No sé a dónde voy. Pero, sé que no volveré atrás.
Mis piernas duelen mientras mis pulmones arden, de mi boca solo salen jadeos acompañados por horribles toses que se convierten en arcadas. Me detengo solo por eso, suelto la mano de Cassy y escucho como su cuerpo choca contra la tierra.
Mis piernas seden y chocan contra el pasto. Mis pies están cubiertos de tierra, barro y sangre. Una brisa fría sacude mis cabellos, mi risa se la lleva el viento mezclándose con los cantos de las aves.
Dejo caer mi espalda contra la hierba amarillenta. Ya no puedo volver a levantarme. Un pequeño rayo de sol logra colarse entre los árboles para calentar mi mejilla. Exhalo un suspiro, satisfecha.
—Cumpliste tu promesa —Murmura Cassy sin aliento.
No la mire —Te lo dije— Respondí, sabiendo que solo fue suerte.
Estábamos solas a pocos metros de una vía de tren abandonada. El viento soplaba, los pájaros cantaban y en el cielo el sol de la mañana parece sonreírnos.
Respire profundo. Mis ojos se cierran, las comisuras de mis labios se elevan, el latido de mi corazón desacelera al tiempo que mi mente se nubla y mis sentidos se apagan.
Soy libre, pensé por última vez antes de dormirme.
Algo parecido al maullido de un gato se escucha a la distancia.
¿Qué importa?
Capitulo editado 24/09/2018
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Capitulo re-editado 24/01/2018
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