Capítulo 4
MEGHAN
Me caí de la cama cuando Agnes llamó a la puerta varias veces.
-Ya voy – grité antes de levantarme y quitarme el cómodo camisón para remplazarlo por el vestido verde oscuro que aplastaba mis pechos de tal manera que no me dejaba respirar ¡Que divertido!
Cuando, luego de acomodar mi cabello, abrí la puerta me encontré con dos pares de ojos azules, además de los color miel de mis hermanos y los oscuros de Ione.
Agnes entró a la habitación sin pedir permiso y se sentó en mi cama, los dos desconocidos, Ione y Aleix pasaron también.
- ¿Quelle merde Agnes? - le grité dándome vuelta hacia ella. Agnes se encogió en su lugar por un segundo, pero luego levantó la cabeza y me miró con serenidad.
-Meghan, ellos son Nathan Nicholas y Félix Alphonse Patel, los hijos de Lior, y han venido... luego de casi matarme... – Agnes le echó una helada mirada al más alto – a apoyarte.
No pude arrojarme sobre Agnes porque Aleix me abrazó por atrás, evitando que pueda matar a mi hermana, me revolví en enloquecida en los brazos de mi hermano, pateando y arañando el aire para soltarme de su agarre. Era consciente como la habitación empezaba a temblar y de cómo los dos desconocidos me miraban con desconfianza. Incluso percibí un pequeño movimiento en Nathan, que llevaba su mano rápidamente al cinturón donde sobresalía la empuñadura de su cuchillo
Agnes permaneció sentada con falsa tranquilidad en mi cama mientras me sostenía la mirada con una determinación que desconocía.
-No puedes casarte con el príncipe de Iggia, Meghan – siguió Agnes, yo detuve súbitamente mis intentos de escape y Aleix aflojó el agarre sobre mí.
-Espera... ¿Qué? - empujé a Aleix y miré a Agnes – yo no quiero casarme... pero ¿no poder? ¿Por qué?
Aleix suspiró atrás mío.
-Por tu afinidad, supongo que si fuera Agnes sería mucho menos grave... pero tú puedes literalmente levantar a los muertos ¿Qué creerán los demás? Te matarían en un segundo.
Su respuesta me indignó, no quería casarme, pero que no pudiese casarme por mi condición dañaba a mi frágil orgullo.
-Yo los mataría antes.
El rubio hizo un ruidito y pegó un pequeño salto en su lugar, el más alto, por otro lado, tensó su cuerpo y apretó la mandíbula aun con su mano en la empuñadura, sus reacciones me divirtieron.
Ione suspiró, como si ya no supiese que hacer con mi explosivo y turbio carácter.
-No puedes ir por el mundo matando a todo aquel que te tenga miedo, el ser humano es así, las cosas que no entiende las extermina. Ellos no te entienden, y su primer instinto será matarte, Meghan.
Miré algo confundida, primero a Ione, y luego a Agnes.
- ¿Y qué harán para detener la boda?
-No tan rápido – el rubio, Félix, sacó algo de su cinturón, una funda de cuero donde sobresalía una empuñadura de metal, me la entregó con algo de recelo, como si temiese que la usara en él. Yo quite el arma de su envoltorio, era una filosa daga, con una hoja brillante y ondulada, de doble filo – es por si no estamos cerca – explicó el.
El otro chico, Nathan, me miraba como si fuera una bestia que había que matar y yo le sostuve la mirada con frialdad, apretando la funda que albergaba la daga. Sus ojos azules me penetraban el alma, buscando algún rastro de maldad, que seguramente encontraría. No apartó la vista ni siquiera cuando Aleix se aclaró la garganta.
Aleix me miró fijamente como regañándome.
-Agnes hizo un plan, te sacaremos unos días antes del compromiso y Nathan e Izaak se quedarán contigo en la cabaña del bosque, inventaremos una historia de que has escapado, y luego de que las cosas se calmen nosotros encontraremos alguna manera de que vuelvas a entrar al pueblo...
-Es el peor plan del mundo – miré a Agnes sin poder creer que ella hubiese ideado ese fiasco de plan – literalmente me exiliaran.
Agnes se sonrojó hasta las orejas y desvió la mirada.
-Yo solo di la idea de Nathan, Félix y la cabaña de Izaak...
-Es lo único bueno, no pueden decir que me escapé... – observé a Aleix pensativa – tienen que decir que me capturaron... es el único modo de que pueda volver al reino.
-No – Nathan habló por primera vez, su voz era mucho más grave que la de su hermano – nos culparan a nosotros, seremos los únicos que faltaran en el pueblo, y cuando vuelvas a entrar te harán muchas preguntas ¿Cómo sabemos que no mentirás al respecto y darás vuelta la situación? – sus ojos fríos me contemplaron con asco.
-No lo saben – susurré yo mirándolo fijamente, divirtiéndome de lo sorpresiva que le había resultado mi respuesta, no pude evitar sonreír.
-Meghan – me advirtió Agnes, su mirada era severa, pero yo la ignoré y me acerqué lentamente a Nathan, di vueltas a su alrededor.
Pero en un rápido movimiento él me empujó por los hombros, mi espalda chocó contra la pared de mi cuarto. Nathan levanto la daga que había tenido enfraudada en dirección a mi garganta, Félix y Aleix lograron sujetarlo antes de que el filo llegara a mi piel.
- ¡Nathan! - el susurro de Félix era de advertencia, costaba creer que él era el menor.
- ¡Está loco! - grité tocando mi espalda y apartándome de él lo más que podía.
La respiración del azabache era descontrolada, su pecho subía y bajaba con rapidez, con la mirada gacha aflojando toda la tensión que tenía en su cuerpo.
Aleix lo soltó y Agnes, que se había petrificado en su lugar me miró con una severidad que casi me asusta. Casi. Félix puso una mano sobre el hombro de su hermano.
-Lo estabas provocando – gruñó este.
Apreté los labios.
-Cuando sea el momento, Meghan – Agnes logró recuperar la voz – diremos que te han matado, a ti y a Nathan – la habitación estuvo en silencio unos cuantos segundos –, podrán decirle a su padre la verdad – dijo luego mirando a los hermanos Patel.
Félix le hecho una mirada desconfiada a Nathan, quien intentaba recuperar su ritmo normal de respiración, dudoso volvió a ver a mi hermana.
Agnes, aun sentada tenía el mentón en alto, segura de su plan y por un momento sentí que se parecía a mí, tal vez por lo erguida y determinada que parecía, pero descarté ese sentimiento rápidamente, Agnes no era tan cruel y despiadada como yo. Decir que era parecida a ella era tal vez peor que cualquier insulto.
-Está bien – Nathan habló - pero lo hacemos solo por nuestro padre.
Agnes asintió y compuso una pequeña sonrisa.
-Muchas gracias – agradeció Aleix antes de que mi hermana o yo pudiésemos articular una palabra – pero ya es hora de la cena y nuestros padres sospecharán si nos ven juntos.
-Iré a buscar a el Señor Ashsorrow – Agnes se levantó precipitadamente.
Aleix levantó una de sus espesas cejas castañas observando a nuestra hermana. Yo la mire burlona, Agnes se sonrojó hasta las orejas y salió sin decir nada de mi cuarto.
Nathan y Félix pronto se fueron, Ione se marchó no sin antes dirigirme una fría mirada, estaba sola con Aleix.
El me miraba, parado en el otro lado de la habitación, serio, como si hubiera hecho algo muy malo. Él no era como Agnes, era muy difícil de leer, su expresión era la misma de siempre: relajado, neutral, con la mandíbula en una línea perfecta y los ojos color miel de aspecto cansado. Me costó descifrar porque estaba preocupado, y me costó descifrar que estaba preocupado.
-No debí provocar a Nathan – dije luego de pesar por un momento como expresarme –, no debí hacer eso con personas que se ofrecieron a ayudarme... lo siento – murmuré.
Aleix asintió, no del todo satisfecho.
- ¿De verdad lo sientes?
-Yo...
-Por una vez Meghan, déjame hablar – me sorprendió la dureza de su voz – Agnes, Ione y yo estamos haciendo todo por protegerte – iba a interrumpir, pero el me observó tan serio que reconsideré mis intenciones –, porque tú no puedes sola, por más de que creas que tu soledad y tú son suficientes, no lo son. Ser valiente no es hacer todo por tu cuenta. Ser valiente es aceptar la ayuda de los que te rodean cuando la necesitas.
-Pero... - balbucee – ¿Por qué dejan tanto por mí?
Aleix suspiró.
-Somos tus hermanos, Meghan. Te amamos y haríamos todo por ti. Pero tienes que dejarte proteger, no queremos que termines muerta, y tampoco lo quieres tu.
Asentí con la cabeza y observé como la expresión relajada de Aleix volvía, remplazando su seriedad anterior. Aleix abandonó mi habitación, no sin antes echarme una mirada. Yo me preparé emocionalmente para lo que iba a ser la cena de esta noche.
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