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Capítulo 1

MEGHAN

Alisé los pliegues de mi vestido azul con impaciencia. Los detestaba. Aborrecía los vestidos. La manera en que aprisionaba mi cuerpo y enderezaba mi columna con el único propósito de que yo pareciera más delgada, que marcara aún más mi cintura o como el escote tenía el propósito de desviar la mirada de cada hombre con el que me cruzaba. Malditos cerdos.

Estaba parada frente a la entrada que se encontraba en la fuerte muralla de piedra, podía ver el bosque, olerlo, era tan desconocido, tan misterioso, los árboles se movían de un lado al otro con la brisa, retándome a adentrarme en sus entrañas cual canto de sirena.

Esperaba, con mi paciencia llegando a su fin, la llegada del señor Ashsorrow, noble aristócrata de un reino que no estaba muy lejos de aquí, padre quería casarme con el heredero de allí, y así ampliar y unificar nuestros reinos. La idea me provocaba nauseas, no conocía al desafortunado chico, y siempre había pensado que gobernaría sola, sin tener que depender de ningún hombre que determinara cuanto valgo por mi forma de sentarme, caminar o vestirme.

Pero eran fantasías que nunca cumpliría.

El repiqueteo de cascos en el sendero sinuoso anunció la llegada del carruaje negro e inmaculado. Arrastrado por dos caballos blancos cruzó el camino de tierra con agilidad y gracia, dirigiéndose a la entrada de la ciudad. Me aparté para no ser pisada por los magníficas y robustas criaturas que cruzaron la entrada trotando. Siempre me habían atraído, su manera de correr, libres, sin preocupaciones, sin ataduras. Ojalá fuera un caballo, para huir rápido y sin culpa de este lugar.

El conductor se bajó de su lugar y abrió la puerta del carruaje. Alguien llegaba hasta donde me encontraba, y me percaté de que era Agnes, con su vestido bordo arrugado, las mejillas rojas y la respiración agitada de tanto correr, el cabello castaño, tan diferente al mío, atado firmemente en un complicado moño y con su mejor sonrisa dibujada en su rostro. Se alisó el vestido rápidamente cuando del carruaje se bajó un hombre.

Decir que era atractivo era quedarse corto. Esperaba a un señor irritante, rollizo, posiblemente calvo, y excesivamente amable, no a esto.

Era consciente de que Agnes se quedaba sin aire a mi izquierda. Y no podía culparla. Sir Ashsorrow era bastante apuesto. Su cabello era de un rubio cenizo, de un color parecido a la arena, con unos ojos que no sabría diferenciar entre grises o verdes. Traía un traje que se ajustaba a la perfección con su figura alta y su anchura de hombros, con una capa de viaje azul oscuro.

Sir Ashsorrow se acercó a nosotras, con una sonrisa en su atractivo rostro, y se inclinó, regalándonos una reverencia. Le pegué un codazo a Agnes que estaba in pestañar, clavada en el suelo y quieta en su lugar como un firme roble, ambas inclinamos la cabeza.

-Señoritas Fontaine – su acento lo delataba, se notaba que hablaba más ingles que francés.

La voz de mi hermana me sorprendió.

-Señor Ashsorrow – saludó educadamente.

El Señor Ashsorrow sonrío, alternando la mirada entre mi hermana, para pasarla a mí, con sus misteriosos ojos llenos de creciente curiosidad.

-Llámenme Blake – dijo Sir Ash... Blake.

Agnes estaba algo sorprendida, y abrió la boca sin poder ocultarlo, su cara siempre era el reflejo de lo que sentía, era como un libro abierto, solo tenías que saber leerlo.

-Se nota que respeta las etiquetas, Señorita Fontaine, pero prefiero mi nombre de pila... al menos que le moleste – una de sus cejas rubias se subió mínimamente.

Me aclaré la garganta al ver que mi hermana no contestaría.

-No es para nada ninguna molestia, Blake – saboree el deje de burla que había en mi voz sin que me importara lo descortés o cruel que pudiese llegar a ser.

Blake tampoco sabía cómo ocultar la sorpresa de su perfecto rostro, pero a diferencia de Agnes, si sabía transformarlo rápidamente. Su expresión cambio a una de creciente intriga.

-Y usted debe ser Meghan Fontaine ¿O me equivoco? - preguntó con paciencia, examinándome como si fuera una rareza... lo que en realidad si era.

-La misma – confirmé alzando el mentón con orgullo. Esta vez fue el turno de Agnes de darme un codazo.

-Señor Ash... Blake – se corrigió rápidamente –, ¿Nos permitiría acompañarlo al castillo?

Otra gran sonrisa se presentó en los labios de Blake, mientras el conductor del carruaje daba media vuelta y regresaba por el mismo camino por donde había llegado.

-Sería un placer, mademoiselle Fontaine – pronunció con suavidad.

No pude evitar hacer una mueca de burla a Agnes cuando esta se sonrojó hasta las orejas y dio media vuelta rápidamente para que ninguno de los dos se diese cuenta del rojo de sus mejillas. Pero el ensanchamiento de la sonrisa de Blake me confirmo que yo no era la única que había visto el evidente rubor de mi hermana.

Las personas nos miraban al pasar, con los ojos hambrientos por saber el porqué de que un forastero nos visitase, un forastero bastante atractivo que atraía la mirada de cada mujer con la que nos cruzábamos.

Agnes saludaba, de los tres, Aleix, ella y yo, Agnes era la más social y simpática, debió de haber nacido con una sonrisa dibujada en su rostro, que esperanzaba hasta a el más aterrado.

Yo caminaba al lado de Blake, nosotros íbamos unos pasos por atrás de mi rápida hermana, Blake movía la cabeza a todos lados, absorbiendo cada mínimo detalle que percibía, memorizando cada lugar por el que pasábamos, con sus ojos levemente entusiasmados por el gran cambio de ambiente.

Observé a Blake al llegar al pie de las escaleras de mármol blanco y sonreí al ver su gran cara de sorpresa.

El castillo era de cristal y el mismo material que las escaleras, duro, inmaculadamente blanco, luminoso y frío. Tenía una linda forma, la de un semicilindro interrumpido por un área en donde se extendía hacia ambos lados, haciéndose más ancho. Si lo miraras desde arriba sería un semicírculo unido a un trapecio y dos cilindros más en los vértices del trapecio.

La torre principal, que era el semicírculo, era donde se encontraban la entrada, las habitaciones de los guardias y el almacenamiento de armas. Siempre he querido entrar a curiosear, pero mi padre lo tenía estrictamente prohibido para cualquiera que no formara parte de la guardia.

Por otro lado, la parte del ''trapecio'' estaba bordeado de habitaciones comunes para huéspedes (como el caso de Blake), las habitaciones reales (las nuestras), las habitaciones para los nobles (familiares de nuestros padres), un área donde había algunas cataplasmas y ungüentos de emergencia, al lado de ese almacén estaba la habitación del médico real, Lior, las cocinas y muchas áreas de almacenamiento para casos de urgencias. Las otras dos torres, oeste y este, eran torres vigías, se puede ver todo el reino desde allí.

Luego, en el centro de las paredes de mármol y ventanas de cristal, rodeado de todas esas habitaciones estaba el comedor y los tronos. Los tronos eran usados solo en momentos de declaraciones de nuevas leyes, días festivos o para recibir a los invitados, ya que era lo primero que se veía al pasar por la puerta.

Y eso es lo que vimos los tres. Padre estaba sentado con esa sonrisa de bienvenida totalmente falsa con una capa roja como la sangre fresca, y madre en su trono se acomodaba con una sonrisa, tampoco muy sincera, vestida con su vestido blanco con puntillas y detalles en plateado. El único que parecía verdaderamente amable era Aleix, pero esa calidez es habitual en él.

Cuando Blake puso un pie en la sala hizo una gran reverencia, lo que dejo complacidos tanto a padre como a madre.

-Bienvenido a Lumières, la ciudad de la luz – dijo la voz grave y ''cálida'' de padre.

Blake hizo otra reverencia.

-Gracias por darme alojamiento, Majesté.

Madre compuso otra de sus encantadoramente falsas sonrisas.

- ¿Cuándo tendremos el placer de conocer a el príncipe Chevalier?

-Pronto, Su Majestad, solo que el Rey de Iggia aguarda de momento ya que su esposa esta débil de salud – Blake inclinó la cabeza con un deje de preocupación en su rostro.

Aleix estaba callado, tenía la boca cerrada mientras miraba la conversación.

-Hijos, queridos, ¿podrían ir a sus habitaciones mientras hablamos con Sir Ashsorrow? - el tono de madre era falsamente dulcificado.

Aleix asintió y se dirigió a las escaleras de mármol que subían a los niveles superiores obedientemente, seguido de Agnes y de una yo que esperaba a subir para saltar de la alegría.

-Tu no, Meghan, querida – padre arruinó mis esperanzas y baje los escalones que había subido de mala gana.

Mi madre me miró con desaprobación y continúe bajando con una sonrisa más falsa que mi madre y con ''elegancia''. Luego me senté con suavidad en el mullido trono con asiento de terciopelo. El mío era de bronce, al igual que el de Aleix y Agnes. Solo que los tres tenían distintas gemas, las mías eran zafiros, azules, el trono de él o la primogénita, el de Aleix, el segundo, era de rubíes y el de Agnes era de verdes esmeraldas.

Los tronos de padre y madre eran de oro y de plata respectivamente, ambos con diamantes incrustados.

Pretendí estar alegre con estar allí para escuchar las noticias que Blake tuviese que dar, pero la verdad, era que quería escabullirme de allí, e ir a hablar con Lior, mi único amigo y el médico real.

-El príncipe me envía a confirmar su matrimonio con Meghan Heloise, Sus Majestades – empezó Blake.

Reprimí un gruñido. Aún tenía la esperanza de que fuera a Agnes a quien querían casar. Pero tendría que someterme al matrimonio con una persona que ni siquiera conocía, el bendito chico saldría corriendo al saber que era.

Padre y madre me miraron, desaprobatoriamente a como estaba sentada. Con las piernas cruzadas, el codo apoyado en la rodilla y el mentón en la mano. Oh por Dios, ¿una princesa sentándose mal?, mejor córtenle la cabeza, noten mi sarcasmo por favor.

Enderece mi espalda con una mueca de enojo. La mirada de Blake y mis padres estaba sobre mí.

- ¿Qué esperan? ¿Si o no? ¿Cuál será la respuesta que defina el resto de mi vida? - comenté arrastrando las palabras con falsa despreocupación, saboreándolas, degustando la expresión de sobresalto de mis padres al ver mi brusquedad y la sorpresa de Blake, que sabiamente decidió callarse – Podría gobernar yo sola.

-Ya hablamos de esto Meghan Heloise Fontaine – dijo entre dientes mi madre – ya sabes que no puedes. Una mujer no es lo suficientemente capaz como para tener en orden al reino.

La sangre me hirvió, sabía que no debía cruzar la raya o mi ira se desataría incontroladamente. Pero deseaba que mis padres me tomaran en serio, que escucharan por una vez lo que tenía que decir.

Sé que soy mujer, que según la sociedad no soy capaz de hacer nada bien, que es más competente que un hombre gobierne, pero si tan solo supiesen las cosas que soy capaz de hacer... el poder que manejo, que con un chasquido de mis ''inútiles'' dedos podría hacerlos ver lo peligrosa que puedo ser de enemiga...

- ¡Que Aleix gobierne! - protesté ya jugando con fuego – no quiero casarme – me quejé - siempre lo han sabido.

-Eso no es escusa Meghan – la voz de mi padre era una amenaza – La respuesta es sí, te casaras con Mathis Chevalier, ahora lleva a nuestro invitado a su habitación.

-No – mis padres se sorprendieron de mi firmeza –, no pueden casarme en contra de mi voluntad – mi voz sonó tres veces más alta y me levanté de mi trono con la mirada fija en mi padre –, que me obligues solo hará que recurra a medios más... - busque una palabra que definiera el terror que podía llegar a causar – interesantes.

Mi madre se tensó y mi padre me miro impasible. Yo subí las escaleras luego de mirarlos con desafío una última vez, Blake se apresuró a seguir mis pasos por los pasillos con alfombras azules y ventanas de cristal, acompañadas de candelabros para iluminar el lugar.

- ¿No te quieres casar? - preguntó estupefacto Blake.

- ¿No te ha quedado claro?

-Es solo que... - Blake sacudió la cabeza, notablemente confundido – Todas las mujeres se quieren casar.

Me di vuelta quedando cara a cara con él, Blake soltó un corto juramento por mi repentina reacción.

-Pues estas admirando una de las excepciones – sonreí igual de falsa que mi madre – Hay mujeres que creen que hay cosas más importantes que casarse, tener hijos y cumplir con todos los malditos deseos de nuestros futuros maridos. Yo no voy a lamer el piso por donde pasé ese príncipe - escupí cambiando de expresión a una de repulsión - Ahora Blake Ashsorrow hágame el favor de llevarlo a su habitación – terminé con una última falsa sonrisa y seguí caminando por el ya tenuemente iluminado y frío pasillo de mármol blanco. 

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