03
Seungkwan se encontraba afuera del salón de inglés, acompañado por Hansol y por Wonwoo. La clase había acabado hace unos minutos y el americano ya lo estaba esperando en cuanto salió. Jeonghan aún no aparecía, motivo que les impedía abandonar por completo las instalaciones.
—Puedo darte lecciones otra vez, Kwannie —le dijo Vernon a Seungkwan cariñosamente y sonriéndole de una manera tonta.
—¿Saben que? Hagan lo que quieran —murmuró Wonwoo sin pensar. Cuando notó que había hablado en voz alta su rostro enrojeció violentamente—. Es decir... conseguí un tutor —se excusó.
—¿No estudiarás con nosotros? —la carita de su amigo lo hizo dudar por milésimas de segundo, pero aún así se resistió ante la adorable tentación.
Vernon solo lo miraba con paciencia, esperaba que el mayor desapareciera de una buena vez. El chico coreano no entendía que si de una guerra se trataba, Vernon llevaba la delantera aún sin luchar.
—Lo siento, pero este chico es realmente bueno en el idioma —mintió —. Incluso es mejor que Vernon.
—¡Nadie es mejor que Hansol! —alegó Seungkwan y la sonrisa del mencionado no se hizo esperar. Wonwoo deseó poder borrarle la sonrisa de la cara de un puñetazo.
Wonwoo era un poco... agresivo. Lo era aún más cuando se trataba de cuidar a su pequeño círculo social de tres personas, porque Vernon definitivamente no estaba incluido.
El chico alto que había ganado el último lugar de la clase salió del salón en ese momento. Llevaba un gafete colgado de su cuello con la credencial de identificación de la escuela. "Kim Mingyu", era lo que decía.
—¡Mingyu lo es! —exclamó jalando del brazo al gigantón.
El chico pareció perdido unos momentos. Era nuevo en la escuela y se alegraba de que ahora alguien quisiera ser su amigo, aunque no tenía remota idea de quién era.
—Hola, soy Mingyu —se presentó, olvidando que anteriormente lo había hecho en la clase, y Seungkwan hizo una mueca.
—Si, ya lo sabemos. Vámonos, nuevo mejor amigo —dijo Wonwoo sacándole la lengua en un gesto infantil a un fastidiado Seungkwan.
Jeonghan llegó poco después, teniendo que aguantar los lloriqueos que su amigo menor le daba a Vernon, alegando que Wonwoo lo había cambiado sin escrúpulos.
—Deberían adelantarse, mis cosas siguen regadas en el salón —les comunicó Jeonghan a los menores.
—¿Seguro? Podemos esperarte —aseguró Seungkwan.
Jeonghan le sonrió con cariño. —En serio.
Los dos menores parecieron seguir las pisadas de Jeon y Jeonghan tuvo camino libre en el aula. Se sorprendió de encontrarse con el profesor Hong terminando de recoger sus utensilios y no pudo evitar dejar salir un ruidito de la impresión.
Jisoo lo notó de inmediato y le ofreció una cálida sonrisa que lo hacía rejuvenecer 10 años. ¿Era normal percibir a un adulto como alguien tan pequeño y adorable como un niño?, Jeonghan no lo creía.
—Lo siento, profesor Hong. No sabía que seguía aquí.
—Puedes llamarme Joshua, Jeonghan —dijo el hombre cerrando el maletín que aún se encontraba sobre el ancho escritorio de madera.
El chico ladeó la cabeza. ¿Joshua?
—¿No se llamaba Jisoo? —dudó.
El maestro dejó salir una sutil risa que hizo a las mejillas de Jeonghan enrojecer suavemente de manera infundada.
—Puedes llamarme Joshua —repitió.
Jeonghan asintió con duda mientras se disponía a recoger sus cosas. Terminó por aventar todo sin orden alguno dentro de su mochila. Joshua no había despegado la mirada de él todo el rato y había algo extraño que, en lugar de hacerlo sentir nervioso o intimidado, lo hacía sentir expectante.
—Hasta mañana, Joshua —se atrevió a decir el rubio antes de salir del salón. Parecía que el hombre lo había esperado todo ese rato.
Jisoo sonrió una vez más. —Hasta mañana, Jeonghan.
Aunque era difícil de creer, Minghao había adquirido el gusto por pasar grandes ratos en la biblioteca de la escuela gracias a Wonwoo. Sí, aquel chico que amenazaba a todos con romperles la nariz parecía ser un aficionado a la lectura de artículos científicos con propósitos meramente informativos.
Con silencio entró al amplio lugar. El olor a páginas de libros viejos y restos de grafito atacó sus sentidos de inmediato. La bibliotecaria permanecía en silencio leyendo un libro con un lomo que estaba a milímetros de desbaratarse, sin importarle realmente nada de lo que los demás hacían. El chico se asomó a aquel trozo de corcho que se proclamaba "muro de los anuncios" antes de centrar su atención en un trozo de papel anaranjado que se mantenía chueco y pegado con la ayuda de una tachuela.
"Si no quieres que se sepa, no lo hagas", decía escrito en chino con letra temblorosa pero firme, ¿tenía sentido?
Minghao alzó una de sus cejas. Aunque podía haberlo escrito cualquiera, la caligrafía tan fluida le hacía pensar que alguien del mismo país en el que había nacido era el responsable de aquel proverbio mal centrado.
Cuando vio en la mesa del medio a un chico concentrado en escribir sobre una hoja igual de naranja sonrió con suficiencia, pues no había tenido ni siquiera que esforzarse un poco.
Tomó asiento frente a su nuevo descubrimiento, escribía a la par de su lectura sobre jergas coreanas básicas para extranjeros. Minghao quiso burlarse. No lo hizo recordando cuánto trabajo le había costado a él aprender el idioma desde cero. Sus amigos siempre lo habían ayudado a estudiar, incluso aquellos días en el que comunicarse era un infierno porque no entendían nada del intercambio de palabras que realizaban.
Se preguntaba si el chico tendría amigos.
Levantó su mano con la intención de llamar su atención, quería tocar su hombro y preguntarle su nombre. No hizo falta que lo hiciera puesto que, a mitad del camino que había tomado su muñeca, un chico escandaloso y de ojos pequeños hizo aparición.
—¡Jun! —Minghao apenas y había rozado su hombro en cuanto el chico, chino en su sospecha, levantó la vista y encontró su mirada. Apartó la mano tan rápido como pudo. —¡Wen Junhui! —la bibliotecaria calló al de ojos diminutos antes de que siguiera perturbando el ambiente.
El chico que antes ocupaba el asiento de enfrente levantó sus cosas mientras se acercaba a la salida de la biblioteca a lado del otro escandaloso.
Minghao los observó a detalle. Uno estaba seguro que era chino, sus sospechas eran obvias después de escuchar la estructura de ese nombre; el otro estaba en la clase de inglés básico de sus amigos, era pálido y de un rubio tan claro como el de Jeonghan. Pero si ese chico estaba aquí significaba que sus amigos ya habían terminado aquella clase, ¿cuánto tiempo había pasado mientras se encontraba sentado admirando la vista que le regalaba el chino?
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