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Té y Helado

A Arthur Kirkland no le gusta el helado, en realidad a él no le gustan muchas cosas dulces, pero entre todo lo que odia lo que se lleva el premio es el helado, no le gusta la textura, no le gusta la propaganda, le dolía la cabeza con solo comerlo, pero la razón por la que más detesta el helado, es que su estúpido novio lo amaba demasiado, ¡parecía que lo amaba más que a él!, detestaba ver como sonreía tan alegre al estar comiendo esa porquería, como siempre andaba con un bote de helado, odiaba que si quería estar junto a él en un sillón, los dos juntos pasándola bien, el maldito idiota tendría que ir por ese postre para llevarlo al sillón y quedar con las manos todas pegajosas y asquerosas.

Pero por más que le repugne el helado, no podía evitar que el americano tuviera esa adicción, como la que él mismo tiene con el té, aunque no negaría que por más que el sabor de la nieve le provocara nauseas, ese sabor en los labios del americano le enloquecía, por más que odiara ese producto lácteo, jamás podría rechazar los labios del menor, odiaba el dulce, pero los labios del oji-azul eran tan adictivos para él que jamás se negaría a probarlo, lo hacían perderse completamente, eran dulces y suaves, no empalagoso ni rasposos, eran simplemente perfectos para él.

A Alfred F. Jones no le gusta el té, se podría decir que lo detesta, ¿a quién diablos le gusta esa agua con sabor a calcetín?, la respuesta, a su novio. Podría decir que amaba muchas cosas de Arthur Kirkland, amaba sus ojos verdes, su piel blanca, sus raras sonrisas, todo lo relacionado al inglés de su vida, pero detestaba que siempre estaba tomando esa agua de calcetín, pero por más que detestara el sabor y olor de ese menjunje, no podía odiar sentir ese sabor cuando los labios del mayor le rozaban, ya sea un roce suave y tímido, a un roce salvaje y húmedo, amaba los besos de éste y la sensación que sus labios le provocaban y por más que no le gustara la adicción de su novio, no podría dejar de pensar en el dulce sabor que se crea cuando sus labios se juntan.

Té y Helado.

Una rara combinación que algunos pueden tomar asquerosa, pero para ellos era el mismo sabor del paraíso, una mezcla que solo se crea cuando ambos juntan sus labios, una receta que es su máximo secreto y que no compartirán con nadie. 

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