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... el que te extrañará.

Sintió el fino, pero irrompible hilo del destino ser cortado por la muerte cuando aquella persona que juró proteger más que a nadie sobre la tierra, fue arrebatada de su lado. Siendo testigo de cómo esa noche las tinieblas cubrieron sus ojos marrones, con el manto de la inconsciencia, lo vio sonreír por última vez, susurrando débilmente sus últimas palabras.

—Te voy a extrañar...

—No... Ji-Jimin... por... por favor... no... —suplicó, a pesar de que él se encontraba tan adolorido como el otro. Sin embargo, ya no había nada que hacer. Por más que quisiera, las fuerzas que no tenía se lo impedían.

Cuando despertó, muchos días después, se halló en un hospital, en el área de cuidados intensivos. Su corazón se regocijó de alegría al saber que Jimin también se encontraba allí. Lo supo al ver a su suegro, acongojado, caminando por los pasillos, yendo y viniendo. Ni siquiera pensó en perder el tiempo. Con pies descalzos, corrió hasta llegar a donde su corazón se lo indicó.

«Habitación 133»

Al encontrar la puerta entreabierta de aquel cuarto, una extraña sensación lo envolvió, sintiéndola presionar su pecho al pensar en el estado en que lo encontraría. Más allá de eso, sabía que, pasara lo que pasara, debía ser fuerte hasta el final. Todo se veía como una segunda oportunidad del destino y ni en sus sueños más locos pensaría siquiera en desperdiciarla, dejando que sus temores ganaran. No cuando sabía que podría volver a tener entre sus brazos a la persona que más amó, ama y amará en la vida. O bueno... al menos una de ellas.

Cuando al fin lo vio, su pecho vibró de alegría y una enorme sonrisa adornó sus finos labios. Cosa que no duró mucho al percatarse de las intensas lágrimas de aquel joven. Jimin se encontraba con su madre, aún con una venda en su cabeza, hundido entre los brazos de la mujer, sintiendo su corazón sangrar luego de enterarse, hacía solo minutos, que había perdido a su mitad, a aquel ser que lo complementaba como ninguno; a su único y verdadero amor.

Al caer en la cuenta, él no hizo nada más que sonreír con tristeza. Se acercó a su amado y acarició sus naranjos cabellos suavemente, causándole un escalofrío, logrando misteriosamente que sus sollozos cesaran por unos instantes.

—Qué bueno que las cosas resultaron así, miJiminnie —susurró Yoongi, viéndolo mirar hacia sus costados como si buscara algo. Como si quisiera encontrarlo... pero no pudiera. Porque lo cierto era... que jamás volvería ahacerlo. 

—Creo que soy yo... el que te extrañará. 

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