92. EL MEJOR REGALO.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Efesios 5
18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu.
Narra Deimond:
Estoy profundamente dormido soñando con ya saben quién, cuando la puerta se abre haciendo que me despierte.
—¡Feliz cumpleaños a ti! —canta mi madre con una torta en sus manos —¡Feliz cumpleaños, feliz cumpleaños, feliz cumpleaños a ti!.
Me siento en la cama soñoliento y recibo la torta en mis manos, voy a soplar las velas pero mi madre me lo impide.
—¡Espera! —dice —primero pide un deseo.
Asiento con mi cabeza y cierro los ojos para pedir el deseo.
Sé que esto es algo muy infantil, aún así lo hago y deseo lo que todos estos años he estado deseando, solo que está vez lo hago de manera diferente con el anhelo de que se cumpla.
«Dios si tú de verdad existes cosa que no dudo y si me oyes, concédeme encontrar a Linda».
Abro los ojos y soplo las velitas.
—¿Que deseaste? —pregunta mi madre curiosa.
—deseé encontrar a Linda —le respondo.
—¿Linda tu primera novia?.—pregunta emocionada.
Yo asiento.
—osea que si la encuentras, ¿Te casarías con ella? —pregunta.
—por supuesto —respondo —si la encuentro me casare con ella.
—entonces deseo que tú deseo se haga realidad y haré todo porque sea así, hasta ahora ha sido mi nuera favorita.
Es verdad, mi madre trata a todas mis novias con hipocresía, pero con Linda fue diferente, supongo que fue por ser mi primer novia.
Horas después.
A pesar de que mi mamá insistió en que me tomara el día libre por causa de mis cumpleaños, yo me negué y me vine a la empresa a trabajar, tampoco quise que me hicieran una celebración por lo alto.
Ya no quiero llamar la atención como antes, solo quiero que Linda este aquí, no es más lo que pido.
Me encuentro concentrado en mi trabajo cuando se escucha un alboroto afuera.
Es como si el presidente de la República hubiera llegado.
—¿Que está pasando afuera? —le preguntó a mi secretaria por teléfono.
—lo que pasa es que la estrella de Hollywood junto al cantante más famoso de música urbana acaban de llegar a la empresa. —responde emocionada.
«Hasta mi secretaria cae rendida a los pies de ellos».
Todo pensé, menos que anduvieran tan desocupados J3 y J5.
—¡Hola brother! —saluda Fabricio irrumpiendo en mi oficina seguido por Jason.
—feliz cumpleaños —dice Jason con indiferencia.
—gracias —respondo con frialdad —ahora si me permiten voy a seguir trabajando, así que les pido el favor de retirarsen —trato de ser amable.
El que ellos estén aquí en mi cumpleaños, no es nada bueno, ¿Quien sabe que estarán tramando?.
—solo vine a traerte un regalo —dice Fabricio poniendo una pequeña torta bien decorada en mi escritorio.
—gracias —le digo sin mirarlo —ahora ya se pueden ir.
—no hasta que la pruebes. —dice Jason entregándome una pequeña cuchara.
Me quedo mirando la torta y medito si en comer o no.
—¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti! —comienzan a cantar los dos al mismo tiempo.
—¡Cállense! —les ordenó.
Ellos lo hacen con más fuerza.
—no hasta que pruebes la torta. —dice Fabricio con resolución.
No me queda de otra para quitarmelos de encima.
Meto la cuchara y como un pedazo.
Él sabor es tan asqueroso, sabe a pura tierra entre otras cosas.
Arrugó mi rostro y voy a escupir cuando de repente termino con la torta estampada en la cara.
Él gracioso fue Jason.
Lo primero que hago es limpiarme los ojos.
Tengo tanta rabia que los pienso tirar a ambos desde la terraza.
«¿Cómo es posible que después de tantos años, aún no terminen de madurar?».
—y este es mi regalo —dice Jason sacando una botella de agua y echandomela en la cabeza.
«Los voy a matar con mis propias manos».
Me pongo de pie secandome el rostro y salgo tras ellos, los cuales salen corriendo mientras se burlan de mi.
Apenas asomo la cabeza fuera de la oficina, todos mis empleados me miran y se comienzan a reír aunque algunos lo disimulan.
Por mi buena imagen tuve que volver a mi oficina y dejar que esos idiotas se salieran con la suya, pero eso sí, cuando cumplan ellos años, indefectiblemente me vengare.
Afortunadamente en mi oficina tengo una pequeña habitación en la cual hay un baño y también tiene un closet donde guardo ropa por si algo y una pequeña cama para descansar.
Aquí entre nos, para eso no era la cama, pero en estos momentos no logro superar lo de Linda así que permanece de lujo, porque ni siquiera puedo dormir ahí.
Entro me ducho y me cambio de ropa.
Vuelvo a la oficina y me siento tratando de que se me quite el enojo para volver a trabajar.
Minutos después.
Cuando finalmente siento que puedo concentrarme timbra el teléfono.
Lo tomo.
—¿Si? —contesto.
—joven Morgan —me habla la secretaria —el joven Klen está aquí, viene a verlo.
«Lo que me faltaba».
«Otro desocupado».
—dile que pase —respondo.
Me pongo de pie y me arremango la camisa.
Lo que es hoy, le voy a enseñar a respetar.
—hola Dei...
No lo dejo terminar de hablar porque de inmediato me abalanzo sobre él.
Erick me esquiva.
—¡Yo solo vine a felicitarte! —me dice corriendo alrededor de mi oficina.
—¡Pues me importa un bledo tus felicitaciones! —digo corriendo tras él.
Erick mete su mano en el bolsillo, saca una pequeña caja sin dejar de huir de mi y la depósita en el escritorio, luego sale huyendo de la oficina.
«Cobarde».
Apenas se va, abro la caja con desconfianza.
Es un reloj de lujo, por cierto muy costoso.
«Por fin alguien da algo bueno».
«Solo me falta el regalo de Jak».
El resto de tiempo pasa de manera tortuosa, ni deseos me dió de ir a almorzar porque todavía tenía el sabor de esa asquerosa torta en mi boca.
«Solo a Fabricio se le ocurre, pero esperé y vera».
Ni siquiera con enjuague bucal se me quitó el sabor ese, pero bueno, en juego largo hay venganza.
Finalmente cuando ya se acerca la hora de salir de trabajar, me entero que aún falta algunos papeles por revisar para poder firmarlos.
Por lo visto saldré de aquí a las siete o más tarde, como casi todos los días.
Creo que me voy a volver viejo de tanto trabajar.
«¿En qué momento me volví así?».
Se suponía que yo iba a llevar una vida de diversión con muchas mujeres, que iba a salir de trabajar para ir a los clubes, pero no.
Aunque las mujeres sigan rendidas a mis pies, yo ya no puedo copiarles, por la sencilla y única razón de estar buscando a Linda.
Pero cuando la encuentre, no la pienso dejar ni un solo momento, por cuánto ella es la causante de mi actual condición.
Él teléfono timbra haciendo que deje de pensar en Linda por un momento.
Pensándolo bien, ahora mi vida solo se resume en una palabra y ya.
Linda.
—diga —contesto.
—jefe lo necesitan en la sala de juntas los miembros principales del grupo empresarial. —me informa la secretaria.
El solo saber que tengo que pararme de aquí para atenderlos a ellos y luego volver a aquí mismo, me da guayabo.
—digales que vengan a mi oficina —le contesto.
—lo siento —dice ella —ellos insisten en que es un tema bastante complejo y solo lo discutirán en la sala de juntas.
Corto la llamada, suspiro con agotamiento y me paro de mi lugar.
Salgo de la oficina y voy a la sala de juntas.
«¿Que tema es tan importante como para no ser discutido en mi oficina?».
Llegó a la sala de juntas y me encuentro con la puerta perfectamente cerrada.
—permitame —dice la secretaria abriendo la puerta por mi.
«Creo que debo conseguirme una asistente, a la secretaria le toca de todo un poquito».
—¿Es enserio? —digo al ver las luces apagadas.
Miro a la secretaria dispuesto a darle un repelo, pero entonces las luces se comienzan a prender.
—¡Feliz cumpleaños! —gritan todos mis empleados.
Les dedicó una sonrisa.
La verdad es que esto no me lo esperaba de ellos, incluso se ven más felices que el cumpleañero mismo.
«Ojalá Linda estuviera aquí conmigo, todo sería perfecto».
En el lugar donde yo siempre me siento hay una torta inmensa, en la cual hay el número de velitas conforme al número de mis años cumpleaños.
Todos me hacen calle de honor hasta llegar ahí.
Me siento en medio de los aplausos de todos.
Con solo ver la torta, me acuerdo de la torta de Fabricio y siento arcadas, pero lo disimuló muy bien.
—muchas gracias —les digo a todos —no me lo esperaba.
—gracias a usted por ser el mejor jefe esforzado y trabajador —dice uno de ellos —muchos de los jefes se recargan en los empleados, pero usted no es así, trabaja igual o más duro que nosostros.
«Si supiera que es para no pensar en Linda».
Sonrió ante su reconocimiento.
Y así sucesivamente todos comenzaron a decirme palabras bonitas, y considerando que en mi empresa hay más de cincuenta empleados, ya se imaginarán a qué horas vine saliendo de ahí.
Luego de ello cantaron el cumpleaños feliz, después repartieron la torta y finalmente a alguien en vez de gaseosa se le ocurrió traer champán.
Trate de ser lo más prudente posible para tomar, no quiero terminar ebrio delante de todos mis empleados ya que después no me tendrán respeto.
Tiempo después.
—usted sabe que yo lo quiero mucho —me dice el gerente el cual ya está perdido en tragos.
—yo también —le digo —pero deje de abrazarme.
Le hago señas a uno de mis hombres para que lo quite de mi.
Apenas lo quitan siento que puedo respirar.
Me paro de mi lugar y salgo en medio de todos los presentes, ya la mayoría están borrachos.
Es un alivio saber que mañana es día libre, ya que van a ser la una de la mañana.
Cuando finalmente creo que soy libre, siento a alguien que me abraza por la espalda.
—no se vaya jefecito —me dice la que se encarga del aseo.
La pobre está más borracha que quién sabe que.
Mis hombres la quitan de mi afortunadamente.
—¡Espere! —me dice con su lengua trabada al ver que me voy a ir.
La volteo a mirar y siento asco y lastima por su actual estado.
Definitivamente una mujer borracha se ve peor que un hombre borracho.
—tengo que decirle esto —continua hablando —porque si no lo hago hoy, nunca lo podré hacer.
Ruedo los ojos.
—usted siempre me ha gustado —sigue hablando —es la razón por la que he despreciado todas las oportunidades de matrimonio que he tenido, porque aspiró a que usted sea mi hombre.
No sé si reírme o irme a preparar su carta de renuncia por acoso.
Es una vieja con más de treinta años, cuando yo todavía no llego a los 25 y dice que me quiere.
«Nooo, cuales».
Me doy vuelta y continuo con mi camino.
—¡Espere! —me llama —¡Yo sé que usted también siente lo mismo que yo!.
Bufo.
«Pobre ilusa, soñar no cuesta nada».
Camino hacia la salida dejando todo atrás.
Al llegar abajo y salir de la empresa, siento la brisa acariciar mi rostro.
Cierro por un momento los ojos y me dejó llevar.
—feliz cumpleaños —hablan a mi lado.
Abro los ojos y veo a Jak.
Creo que ha estado ahí parado desde que llegué, solo que no me había dado cuenta.
No le contesto nada.
La verdad es que sigo enfadado con él, por cuánto no me dice en dónde está Linda.
—te traje un regalo —me dice como si así me fuera a contentar.
—ni siquiera te molestes —le digo. —no lo necesito.
—¿Seguro? —pregunta.
—muy seguro —respondo.
—pues es una pena —suspira —el regalo tenía que ver con Linda.
Apenas dice eso, lo volteo a mirar con la mirada que mira un niño cuando le dan lo que quiere.
—¿Que es? —pregunto rápidamente.
—espera un momento —dice tecleando en su teléfono —he logrado convencer a Linda para que hable contigo —responde.
Mi corazón comienza a saltar de la felicidad.
Es imposible que en mi rostro no aparezca una gran sonrisa.
Me siento el hombre más dichoso del mundo.
«Por fin».
«Finalmente la voy a poder ver».
—¿Dónde está? —pregunto.
Me pellizco disimuladamente para asegurarme que no sea otro odioso sueño, pero al parecer esto si es real.
En ese momento mi teléfono comienza a timbrar.
—es ella —dice Jak.
Tomo la llamada rápidamente.
—¿Linda? —pregunto inmediatamente.
Se toma su tiempo para responder, mientras yo siento que el corazón se me va a salir por la agonía de esperar.
—hola Deimond —saluda finalmente.
Es la inconfundible voz de Linda.
Mi amada Linda.
Fin de la narración.
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