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89. PUM.

Santa Biblia Reina Valera 1960 - Proverbios 16
28 El hombre perverso levanta contienda,
Y el chismoso aparta a los mejores amigos.


Jak está parado en la puerta.

Me quedo atónita mirándolo por un momento.

Él trae su teléfono en la mano, el cual está llamando al mío, me mira y mira mi teléfono, puedo ver tristeza en esa mirada y lo peor es que no tengo excusa alguna.

—yo...yo...—definitivamente no sé qué decir.

Él me mira atento a mi respuesta.

Yo al no saber que decir, bajo mi mirada al suelo, él entra a la habitación y se acerca a mi, da un suspiro y toma mis manos entre las suyas.

—no pude seguir trabajando —me dice con tono suave —estaba muy preocupado por ti al ver que no contestabas mis llamadas.

Con una de sus manos levanta mi rostro con mucha delicadeza para que lo miré.

—¿Te pasa algo? —pregunta. —¿Todo está bien?.

Puedo ver la angustia notable en sus ojos.

Yo asiento y miró hacia otro lado.

Él me abraza fuertemente y depósita un beso en mi cabeza.

—por favor —suena triste —no dejes que Deimond te llene la cabeza de cosas que no son.

Me aparto de él al recordar todo lo que Deimond me dijo.

—¿Como sabes que Deimond estuvo aquí? —le pregunto.

Eso significa que lo que dijo Deimond es verdad, el me tiene muy vigilada, es como si no confiara en mi.

—es imposible que no lo sepa —responde —tu eres mi prioridad después de Dios, así que es obvio que estaré siempre pendiente de ti.

—y ¿Como sabes que él me dijo cosas que no son? —le sigo preguntando —¿Acaso las cámaras también tienen micrófono?.

Inmediatamente puedo ver su incomodidad con esta pregunta.

—no, —responde él serio —no lo tienen, pero conozco a Deimond y sé que quiere estorbar mi vida y que mejor forma que tocando la niña de mis ojos.

En mi mente comienza un debate.

«No sé a quién creerle, Jak no es mentiroso, pero Deimond se veía muy sincero».

—no lo sé —digo agotada —por ahora solo quiero estar sola, vuelve a la empresa.

La verdad es que no quiero discutir con Jak, se siente agobiante e incómodo.

Él se queda parado en el mismo lugar, así que yo paso por su lado y me voy.

Fin de la narración.

Días después.

Anoche tuve una noche de perros, al pobre Duncan le tocó amanecer en mi habitación acostado en el suelo ya que tuve unas pesadillas horribles.

Soñaba que ese desgraciado que me hizo tanto daño, volvía a hacer lo mismo y yo no me podía defender.

«Lo odio tanto».

Creo que todas las torturas que Mibsan le hizo, no son suficientes para pagar por el daño que me causo.

Aunque Mibsan se encargó de que muriera de la peor manera.

Cuando murió, ya no tenía extremidades, solo tenía el tronco con la cabeza, cabe aclarar que ni ojos, ni nariz y ni orejas tenía ya.

Pensar en ello, hace que me tranquilice un poco, pero solo un poco.

Creo que la única forma de estar en paz, es matando a esa bruja Úrsula con mis propias manos.

Me siento en la cama con el cabello hecho un desastre.

Miró el suéter rojo que llevo puesto y me lleno de indignación.

Duncan fue el que me lo puso anoche, debido a que estaba temblando, pero él bien sabe que yo odio todo color que no sea negro.

Aún así insiste en que el rojo me queda bien y no sé de dónde saco este suéter, porque yo solo tengo ropa negra.

Lo busco con la mirada por toda la habitación, pero no hay ni rastro de él.

—¡Duncan! —comienzo a gritar. —¡Dun...!

Recuerdo que Elizabeth está dormida y me callo.

Me levanto silenciosamente y voy a la cuna en donde descansa Elizabeth, duerme profundamente.

La pobre de mi niña no puede dormir bien, cuando esas pesadillas me atormentan.

Hay veces que quiero mandarla a otra habitación, pero siento que está muy pequeña aún.

Depósito un pequeño beso en su frente, la acobijo más y salgo de la habitación, cierro la puerta tras mi.

—¡Duncan! —comienzo a gritar cuando ya estoy lejos de la puerta —¡Duncan!.

Bajo las escaleras gritando su nombre, llegó a la sala y no hay nadie.

—¡Duncan! —entro a la cocina y me sirvo un vaso de leche.

—¡Dun...! —me comienzo a tomar el vaso de leche.

«¿En donde se abra metido ese bueno para nada».

Terminó de tomarme el vaso de leche y voy hacia afuera y entonces lo encuentro.

Está sentado en el auto con la puerta abierta, se mira que está pensativo y tiene la mirada perdida.


Me preguntó: ¿En qué puede estar pensando, cuando su único deber es cuidar de mi siempre y por siempre?.

—¡Duncan! —lo llamó.

Él reacciona y vuelve en si, inmediatamente me mira.

—si jefa —me dice.

—¿Por qué diablos tengo un suéter rojo puesto? —le pregunto molesta.

Puedo ver cómo los demás escoltas están atentos al sermón que le voy a dar a Duncan.

—es porque le queda bien bonito —responde.

Le doy una mirada fulminante.

—hoy amaneció de buen humor ¿Cierto? —le pregunto acercándome a él.

Lo agarro a puños.

Él lo único que hace es taparse con los brazos.

—¡No vuelvas a...a...a hacer eso! —lo regaño mientras le sigo dando golpes —¡¿Entendiste?, ¿Entendiste?!.

—si señorita entendí —responde —pero por favor no me pegué más.

Escucho las risillas de los demás escoltas, volteo a verlos y estos inmediatamente ponen caras serias y endurecidas.

Dejó de pegarle a Duncan.

—¡Muévase a buscarme ropa que me voy a bañar! —le digo antes de irme.

—¿Que quiere que le busque? —pregunta siguiéndome.

—busqueme el vestido negro —le digo un poco más calmada.

Duncan se detiene.

Volteo a verlo y se está rascando la cabeza.

—¿Hay algo malo con mi orden? —le pregunto dispuesta a darle más golpes.

—es que todos sus vestidos son negros —responde con frustración.

Media hora después.

Salgo del baño dispuesta a vestirme, pero Duncan tiene el vestido equivocado, o bueno es ese, pero no dejaré que él tenga la razón.

Se lo quito de las manos y le doy con el mismo.

—no sirves para nada —le digo bajo para no despertar a Elizabeth —quitate, yo misma me encargo.

Él se va.

Yo abro la puerta del clóset y saco otro vestido negro y me lo pongo.


Miró la cuna y Elizabeth ya ha despertado.

—duerme más, mi corazón —digo acariciando su mejilla.

Ella niega con la cabeza.

—quelo la cama —dice.

Me inclino y la levantó en brazos, luego la pongo en la cama en donde se vuelve a quedar dormida.

Salgo de la habitación y me dirijo al comedor a ver si el inútil de Duncan ya hizo algo de comer.

Apenas comienzo a bajar las escaleras, me encuentro con Jak el cual está sentado en un mueble de la sala y tiene cara de pocos amigos.

—hola Jak —saludo con una amplia sonrisa.

Corro hacia él y me tiró en sus brazos.

Es una gran cosa que Emily no esté, podría ponerse celosa.

—¿Que te trae por aquí?. —dejo de abrazarlo.

Él suspiro agotado.

Tal parece que el matrimonio no le ha sentado muy bien que digamos.

—vine a ver a mi hija.

—entonces vamos —le digo —ella todavía está dormida.

Me prendo de su brazo y ambos subimos las escaleras.

—me alegra mucho que vinieras a verme —digo suspirando —desde que te casaste me tenías abandonada.

Jak no dice nada.

—¿Que tal está mi hermana?.

Jak vuelve a suspirar.

—no me la preguntes —dice.

«Definitivamente algo anda mal en su matrimonio».

—¿Quieres algo de tomar? —le pregunto.

—no —responde —solo quiero pasar un rato agradable con Elizabeth, eso es todo.

—de acuerdo, como tú quieras.

Cuando Jak viene a ver a Elizabeth, está se pone muy contenta y él la trata como si de verdad fuera su hija, deberían de ver lo tierno que es.

No me imagino cuando tenga los propios con Emily.

Entramos a la habitación y mi cara que traía una gran sonrisa, ahora se transforma en horror.

«Ojalá no hubiera traído a Jak a mi habitación».

Trato de correr hacia Elizabeth y quitarle el arma con la que está jugando, pero Jak es más rápido y llega primero.

La niña ríe y le apunta con ella.

Ya sabe bien como coger un arma.

Yo no le he enseñado eso, pero supongo que lo aprende de las películas que nos vemos.

—pum —le dice a Jak.

Jak le quita el arma.

—ven cariño —le dice —con esas cosas no se juega.

La revisa y se da cuenta que está llena de balas, me dedica una mirada fulminante, luego mira a la niña y sonríe como si nada.

—papi te trajo un regalo —le dice.

Elizabeth se pone super emocionada.

Jak se quita el bolso que trae y saca una caja sorpresa la cual se puede abrir por todos lados y en cada lado hay algo diferente, se parece mucho a un rompecabezas.

—¡Yupiiiiiiii! —dice Elizabeth super feliz.

—ahora vuelvo —le dice Jak, luego me toma del brazo y sale conmigo de la habitación cerrando la puerta.

—me puedes explicar lo que acabe de presenciar hace un momento —me dice Jak súper molesto. —¿Te imaginas lo que pasará si Elizabeth le hubiera quitado el seguro al arma?.

—te hubiera matado —respondo.

—se hubiera podido hacer daño a si misma —contesta —nunca más vuelvas a dejar eso al alcance de la niña —me advierte.

Yo bajo la cabeza y asiento.

Jak entra nuevamente a la habitación, yo me quedo afuera, solo escucho las risas de él y Elizabeth.

Los dejo solos y me voy al comedor en dónde me siento en silencio como perro regañado.

Ni forma de quejarme porque Jak tiene toda la razón, debo de estar más pendiente de Elizabeth.

—aqui está su desayuno —dice Duncan saliendo de la cocina con el desayuno en las manos, trae un delantal puesto.

Lo pone en la mesa frente a mi.

Yo saco mi teléfono y comienzo a mirar novedades, mientras disfruto de los panqueques que Duncan a preparado.

Para ser hombre, cocina bastante bien.

Yo también cocino, pero no me queda tan bien como a él.

Una hora después.

Estoy en la habitación de entrenamiento ejercitandome en el tiro al blanco, cuando siento una mirada sobre mi.

Volteo a ver y veo a Jak parado en el marco de la puerta.

No sé cuánto tiempo lleva ahí, solo se limita a verme en silencio.

Me saco las malacas y voy hacia él.

—¿Todo bien? —pregunto al estar frente a él.

Él niega con la cabeza.

—¿A qué no sabes de dónde vengo? —me dice.

—¿De dónde? —pregunto.

Él suspira con frustración y pasa las manos por su cabello.

—vengo de consejería para el hogar ¿Puedes creerlo?. —dice indignado.

—supongo que es normal después de casado. —le contesto.

—¡No! —se apresura a decir —no es normal, es por culpa de Deimond que lo único que hace es meterle cucarachas en la cabeza a Emily, lo peor de todo es que ella prefiere creerle a él antes que a mí.

Lo miro con compasión.

Increíble todo lo que ese sujeto puede hacer y yo que antes creía que era un alma de Dios.

Según por lo que me he enterado, parece un perro faldero detrás de la pobre e inocente Emily.

—ya sabía yo que J2 era malo y he aquí está confirmado —le digo.

Paso por su lado y salgo de la habitación de entrenamiento.

—todo esto lo está haciendo por tí —me dice Jak.

Me detengo de golpe al escuchar ello y volteo a verlo.

No sé porque, pero mi corazón comenzó a latir más de lo normal.

Me indigna que mi corazón sea tan tonto y que de alguna manera pueda ser afectado por palabras así.

—¿Que tiene que ver eso conmigo? —pregunto confundida e indiferente.

—todo —responde —él me advirtió que si no le decía tu paradero, entonces no sería amable conmigo y lo está cumpliendo al tocar la niña de mis ojos.

Me tomo unos segundos para asimilarlo todo.

No puedo creer que Deimond este haciendo todo este alboroto solo por mi.

«¿Es que acaso no lo supera aún?».

«¿Acaso no entiende que lo nuestro ya es pasado y que nuestros caminos no se pueden cruzar, mucho menos unir?».

—creo que ya no puedo más con esto —dice Jak agotado.

—entonces arruinale la vida —le contesto —tu eres experto en hacer eso, no entiendo porque lo aguantas.

—porque es mi amigo —alega.

—vaya que gran amigo el que tienes que se mete en tu matrimonio. —me burló.

—yo lo hice antes, además él lo único que quiere es saber tu paradero y entonces me dejara en paz —dice.

«Ojalá no esté pensando en hacer un intercambio o algo así».

—cosa que nunca harás —le digo seria.

Él me mira y me dedica una sonrisa de boca cerrada.

—lo siento mucho Linda —dice acercándose a mi —pero si me ponen a escoger entre mi matrimonio y tú, obviamente ya sabes a quien escogería —dice pasando por mi lado.

Lo sigo angustiada.

«Que no sea lo que estoy pensando».

—¿A quien escogerías? —le preguntó aunque ya creo saber la respuesta.

—escogería mi matrimonio —responde muy seguro.

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