71. ¿YA NO TE ACUERDAS?
Nota: hola a todos 🤗🤗🤗🤗.
Bendiciones.
Espero que estén juiciosos.
Volví por aquí nuevamente a saludarlos jajajaja.
Estaba esperando a que YesicaLpez342 me alcanzará para saludarla y ya lo hizo, así que quiero extenderte mis saludos.
Que Dios te bendiga grandemente.
Quiero decirte que eres bienvenida a mi historia y que anhelo de manera muy especial que puedas ser edificada a través de ella, ya que esté libro lo he creado con ese motivo.
La idea es reflejar a Dios por encima de todo.
También quiero darte las gracias por darle una oportunidad a este libro.
Por sacar parte de tu tiempo para leerlo.
Ello es algo muy valioso, de verdad que lo aprecio.
También me alegro leer tu comentario.
Muchas gracias 🥰🥰🥰.
Cualquier inquietud, no dudes en escribirme 😊😊😊.
Soy toda oídos.
Bueno, pues no siendo más, aquí les dejo otro pedacito de la historia.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Jeremías 2
2 Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.
Narra Fares:
Un año después.
Desciendo de mi auto y camino como cualquier transeúnte por la acera de una calle.
Aparentemente ante los ojos de las demás personas, soy como uno más, pero yo sé que no es así.
Lo bueno es que son muy pocos los que realmente conocen mi verdadera cara.
—muy buenas tardes —saludo al entrar en una droguería.
—muy buenas tardes —la señora que atiende me devuelve el saludo —¿En que le puedo colaborar?.
—me vende una caja de paracetamol —le pido.
—con gusto —dice la señora y comienza a buscar la caja.
En ese momento otro mortal más, entra a la droguería.
—buenas tardes —saluda.
Esa voz se me hace muy familiar.
—buenas tardes —saluda la señora mientras busca la caja de pastillas en la vitrina.
Miró de reojo y si es la persona que yo creo.
«¿Como es posible que habiendo tantas droguerías, justo tenía que entrar a la misma que yo entre?».
«Lo más es que yo teniendo hombres que podrían comprar las pastillas, se me ocurrió la gran idea de hacerlo yo».
Miro para otro lado al sentir su mirada sobre mi.
«Ojalá no me reconozca».
—aquí están sus pastillas —dice la señora.
—gracias —le digo pagando con un billete de buen valor.
Me doy vuelta y salgo de la droguería apresuradamente.
Ver ese hombre ahí me hace sentir un cargo de conciencia.
—¡Espere las vueltas! —me llama la señora.
—¡Quédese con el cambio! —le digo sin detenerme.
Camino apresuradamente hacia mi carro.
«No sé porque tengo tanto miedo».
Si fuera un sicario encargado de matarme, entonces no huiría, sino que le haría frente.
Pero ahora me encuentro huyendo de la persona que jamás imaginé huir.
«Se supone que el vive en otro país, ¿Que hace aquí?».
Abro la puerta de mi auto, cuando escucho pasos detrás de mí.
Es inevitable no mandar la mano a mi revolver que descansa en mi cintura.
—Fares —pronuncia mi nombre.
Ya sé quién es.
Es el mismo hombre de la droguería, él que hace unos años atrás, antes de la desgracia de mi familia, se acercó a mí y a mi difunta esposa y nos dijo que Dios nos estaba llamando para su obra, que nos necesitaba.
En veces siento un martillar en mi corazón y me preguntó que hubiera pasado sino me hubiera negado.
Tal vez mi familia aún estuviera unida.
Me volteo y lo miro.
Puedo ver tristeza en su mirada, de alguna manera, para él no soy como para las demás personas, él no me mira así.
—pastor —lo saludo.
El frunce el seño y se acerca más a mi.
De verdad que hubiera preferido que me hubieran hecho un atentado, que encontrarme con él.
—¿Que ha pasado contigo Fares? —me pregunta. —ya no eres igual.
Bajo mi mirada al suelo porque soy incapaz de sostenerle la mirada.
El fue el varón que muchas veces me sentó y me indico el camino, el que muchas veces derramó lágrimas por mi en un altar, él que aprobó mi matrimonio con Alice, él que velo por mi vida espiritual hasta el último momento que lo trasladaron.
Pensé que no volvería a saber de él y e aquí parado frente a mi.
—no ha pasado nada pastor —le respondo.
—ahora me mientes en mi propia cara —dice disgustado.
«No me diga que va a empezar a regañarme en plena calle».
«Se supone que yo ya no soy su oveja».
—si no ha pasado nada —sigue hablando —entonces dime ¿Dónde está tu esposa?, ¿En donde están tus hijos?.
El dolor por la perdida de mi esposa se hace presente y me siento culpable por la situación actual de mis hijos, es como si le echara sal a la herida.
Levantó mi mirada hacia él, lo miro fijamente.
—tu Dios arruinó mi familia —le respondo.
Puedo ver la latente molestia en su cara.
—ahora resulta que solo es mi Dios —dice con ironía —¿Ya te olvidaste de todas las cosas hermosas que Él te permitió experimentar?, como su gloria, ¿Ya no te acuerdas de aquellos momentos preciosos en donde lo único que hacías era postrarte en su altar y llorar hasta que te faltaban las lagrimas, porque su Santo Espíritu te ministraba?.
Siento que ya no puedo seguir escuchando más, es inevitable no recordar todos aquellos momentos hermosos que pase en la presencia de Dios.
—¿También te olvidaste que él fue quien te saco de la miseria? y te puso en un lugar de honor y te dio renombre.
—¡Siiii!, lo recuerdo —digo desesperado —pero ese mismo Dios, un día le dio por destruir lo que yo más amo.
—no, —me contesta —Él no destruyó tu familia, tu la destruiste solito, porque preferiste el oro y la gloria del hombre, antes que el servicio a Dios.
Me apresuró a subir a mi auto, ya que no puedo hacerle frente a este hombre.
Es increíble que si fueran diez que vinieran a atacarme, los enfrentaría sin ningún problema.
Pero un hombre que solo carga una Biblia, hace que tenga que salir corriendo.
Comienzo a encender el auto rápidamente, el pastor se acerca a la ventana.
—pero ¿Sabes que Fares? —me sigue diciendo —a pesar de haber tocado fondo, Dios te sigue amando y te puede dar la salvación a ti y a tus hijos.
No le contesto nada, solo arranco dejándolo ahí parado.
«¿Por qué tenía que encontrarmelo?».
Llegó a la mansión que por cierto volví a construir en el mismo lugar de la explosión, idéntica a como era antes.
Lo primero que hago es buscar un trago fuerte que me quite esto tan horrible que estoy sintiendo en mi pecho.
Es como si de alguna manera las palabras de aquel pastor fueran como fuego.
«Jeremías 23
29 ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?»
Viene a mi mente aquel versículo que tanto me repitió mi madre cuando era pequeño.
Aún no entiendo porque sigo recordando la biblia, cuando estoy tan lejos de Dios.
Saco una pastilla de la caja y me la tomo con agua, luego me recuesto en el mueble con el anhelo de descansar.
Me comienzo a quedar dormido cuando el teléfono timbra.
Lo saco de mi bolsillo y miró la pantalla.
Es el señor Xian.
Pues que se friegue porque no voy a responder, estoy muy cansado y solo quiero descansar.
Dejó que el teléfono timbre hasta que mi jefe se canse, pero al final él que termina cansándose soy yo.
Tomo la llamada.
—¿Por qué no contestas rápido? —me reclama.
—estaba ocupado —miento con descaro.
No estoy de humor para atender al jefe.
—estabas ocupado viendo cómo el teléfono timbraba —me dice.
«Si que me conoce bien».
No por nada somos los mejores amigos.
—¿Que quieres? —le pregunto —no te atrevas a mandarme a algo, porque este es mi día de descanso y lo sabes bien.
—lo sé Fares, lo sé, pero es que...—no lo dejo terminar.
—¿Es que acaso en la iglesia no te enseñan a tratar a los trabajadores? —le pregunto molesto.
—si que lo hacen —me dice —pero en tu caso es diferente.
—¿Que? —le digo —¿Es que yo soy tu esclavo?.
—no es eso —se defiende —sabes que te pago muy bien por lo que haces.
—me pagas bien, solo para que no abra mi boca a los medios de comunicación y les diga que tú eres un aprovechado.
—¡Yaaaa! —me regaña —deja de quejarte, solo te estás haciendo la víctima.
Pongo el teléfono en silencio y me río.
Una vez que otra que haga drama, no hace daño, en especial si se trata de mi jefe.
—¿Por qué silencias el teléfono? —me pregunta.
—eso no te incumbe —le respondo —el teléfono es mío y yo hago lo que quiera.
—okey, okey —me dice —ya sé que estás de mal genio, pero no es necesario que te desquites conmigo, ahora quiero que me hagas un grande favor.
—he dicho que no —decreto.
Minutos después.
Voy en mi auto a cumplir la tarea que Jum-Jak me ha encomendado.
No lo iba a hacer, pero me terminó convenciendo.
Me mando a cuidar de la seguridad de su esposa que está en casa, ya que no confía en nadie más que no sea yo, se la pasa diciendo que entre los escoltas hay un traidor, pero que no sabe quién es.
Llegó a la mansión de los Xian.
Varios de los hombres de Xian, protegen la entrada, apenas reconocen mi auto, me abren el portón de par en par.
Detengo el auto al pasar por el lado de ellos.
—¿La señora Veranice está? —pregunto.
—si jefe —me responden.
No sé en qué momento me convertí en jefe de ellos, ya que yo no les pago ni un solo peso, pero si mato a todo aquel que hace las cosas mal.
Sigo conduciendo hasta llegar al parqueadero donde dejo mi auto.
Me acomodo la corbata que está un poco torcida y salgo.
Me detengo al escuchar unas risitas.
—¿Si lo has visto que es bien guapo? —dice una empleada a la otra.
—¿Quien?, —pregunta la otra —¿Él señor Xian?.
—nooo —responde la primera —ese ya está casado y solo tiene ojos para su esposa.
«Típico de las empleadas, ponerse a chismear cuando no tienen nada más que hacer».
—¿Entonces? —dice la segunda.
—el señor Fares —responde la primera —si lo viste que anda como quiere.
«Eso no me lo esperaba de ellas».
—¿Pero ese no es que está casado?.
—¡Estaba, estaba! —aclara la primera —así que tenemos esperanzas.
«Sigan soñando».
Sigo mi camino y ellas apenas me ven se callan de golpe.
«Como si las paredes no tuvieran oídos».
—muy buenas tardes señor Fares —saludan a la vez.
No me tomo la molestia de responder.
Entro a la mansión y a la primera persona que veo es a Veranice sentada en un cómodo mueble en la sala, disfrutando de la lectura bíblica.
Apenas me oye llegar, levanta su mirada para ver quién es.
—hola Fares —saluda con su perfecta sonrisa iluminada.
Algo que la caracteriza a ella, es que siempre está sonriendo, no importa el momento difícil que este pasando.
Con regularidad su hijo la hace llorar, se ha convertido como un aguijón para ella, aún así ella sigue adelante, cosa que realmente admiro.
Cuando se siente sin fuerzas, lo primero que hace es irse al templo ayunar.
Nadie sabe que ella lo hace, solo yo porque Jum-Jak me a encomendado seguirla a todos lados.
No porque desconfíe de ella, sino porque teme que alguien le haga algún mal.
De un momento para acá ha estado con un mal presentimiento.
La cuida ahora más que nunca, como a la niña de sus ojos.
«Tal vez yo también debí de haber cuidado más de mi Alice».
—¡Fares! —me llama Veranice al ver que me he ido en mis pensamientos.
—hola Veranice —la saludo y trato de sonreír igual que ella, solo que a mí no me sale tan natural.
—¿Que te trae por aquí? —pregunta alizando con su mano la parte baja de su largo vestido, que por cierto le queda muy bien.
De no ser porque la quiero como a la hermana que nunca tuve, me habría casado con ella y abría dejado a Jum-Jak viendo un chispero.
La mayoría de amigos de infancia siempre me preguntaron ello.
Que porque no me casaba con ella, siendo que hacíamos una pareja perfecta y siempre andábamos juntos.
La respuesta siempre fue la misma y lo sigue siendo hasta ahora.
Nunca la he visto como una mujer, sino como a una hermana.
—¿No es este tu día de descanso? —sigue preguntando.
—lo es —le respondo —pero ya sabes cómo es tu esposo.
Ella niega con la cabeza indignada.
Unos cuantos cabellos se salen de su orquilla, adornando su hermoso rostro.
Que la quiera como mi hermana, no significa que no vea lo hermosa que es.
—me parece el colmo que te sigas dejando manipular por él —dice ella —deberías denunciarlo.
—no puedo —digo sentándome a su lado y fingiendo ser víctima —él tiene mucho poder, me hundirá y seré yo él que me pudra en la cárcel.
—de ninguna manera —rebate ella —yo saldría a tu favor.
Bufo.
—tu te dejas seducir por él —le digo molesto.
—¡Eso jamás! —dice ella haciéndose la ofendida.
—eso decías antes de casarte y mírate ahora, —la miró de pies a cabeza —comvertida en la señora Xian.
Ella ríe.
—pero eso es otra cosa. —se defiende.
—es lo mismo.
Ella se rinde en la discusión y ambos comenzamos a reír.
Me encanta pasar tiempo con ella, cada vez que Jum-Jak me contrata para cuidarla, lo disfruto al máximo.
Estar con ella me trae mucha tranquilidad.
La veo como ríe de manera inocente.
A pesar de ser ya una mujer casada y madre, aún así sigue siendo inocente, dulce y amable.
Aún siendo la señora Xian y teniendo tanto poder, sigue siendo una mujer humilde que no le duelen las manos para tomar la escoba o para cocinar.
Incluso se niega a contratar un jardinero, ella misma se encarga de su jardín, es cosa de admirar.
—disculpen —interrumpe una empleada —vine a traer el correo.
—descuida —dice ella sin dejar de reír.
Lo toma en sus manos y abre el sobre.
De inmediato su sonrisa se borró y se le escaparon de salir las lagrimas, mientras sus manos temblaban con la carta.
Me apresure y se la quité de las manos para ver lo que decía.
Simplemente no lo podía creer.
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