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65. FELIZ CUMPLEAÑOS

Santa Biblia Reina Valera 1960 - Proverbios 4
7 Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;
Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.



—¡No puedes ir por el mundo despertando a la gente se esa manera! —le gritó.

Por un momento se me olvidó que con un solo puñetazo me puede mandar a dormir nuevamente.

Aunque hasta ahora no me a golpeado como tal, solo intento matarme, pero no es más, nótese el sarcasmo.

—si mató a mi antojo, ¿Por qué no voy a poder despertar a mi hermano de la manera que yo quiera?. —dice como si nada, encogiéndose de hombros.

«Eso tiene lógica».

«Lo dice con tanta normalidad, como si matar no fuese algo malo».

Me paro de mal genio de la cama y yo creo que ustedes se levantarían de la misma manera si los despertarán de esa forma.

Minutos después.

Estoy sentado tratando de disfrutar al máximo de mi delicioso desayuno, pero créanme que con mi hermano al lado, eso no es posible.

«Con esa cara de cólico que tiene, lo arruina todo».

«Será mejor si hago de cuenta que él no está».

Miró hacia la cocina y justo sale la cocinera con su delantal habitual.

A veces me da pesar de ella, al ver que siempre trae el mismo delantal.

Mi hermano es tan tacaño que ni para eso tiene, al menos debería darle un semanario de delantales.

Le dedicó una de mis mejores sonrisas como saludo.

Ella me sonríe de vuelta.

Yo le picó el ojo.

Ella lo intenta pero fracasa.

Miró disimuladamente a Mibsan y este está bastante entretenido comiendo su tostada.

Yo sigo comiendo mi desayuno, solo que lo hago despacio para retrasar un poco aquellas aburridas clases.

Aunque no sé qué es mejor, escuchar las clases aburridas del profesor, o desayunar con Mibsan.

¿Que opinan ustedes?.

¿Cual opción escogerían?.

—joven Zuar —habla la cocinera a mi lado, mientras juega con su delantal.

—¿Si? —la miró con una sonrisa.

—¿Desea más tostaditas?. —pregunta amablemente.

«Ojalá hubieran más personas como ella».

—si por favor —respondo.

—en seguida vuelvo —dice antes de correr hacia la cocina.

Vuelvo a mirar a Mibsan, pero este sigue concentrado en su tostada, lo curioso es que no la ha probado.

Siempre es lo mismo, se sienta a observar la comida, nunca lo veo comer, solo mira la comida en silencio.

Pero de repente cuando me descuido y vuelvo a verlo, ya se ha acabado todo.

¿Acaso eso no es extraño?.

Aunque aquí entre nos, él es extraño.

De repente deja de mirar su tostada y me mira a mi con esa mirada asesina que se manda, inmediatamente desvío mi mirada hacia otro lado.

«Este hombre es terrorífico».

«Una película de terror le queda pequeña».

—aquí están sus tostaditas —dice la cocinera amablemente poniendo las tostadas en mi plato —¿Quiere más juguito también?.

—si por favor —vuelvo a responder.

—ya vuelvo —dice antes de irse a la cocina.

Me quedo mirandola ya que no hay otra cosa más entretenida que hacer, hasta que un golpe en la mesa me hace mirar a Mibsan.

Como les dije hace un momento, así fue, ya se acabó todo el desayuno, después de tenerlo entero.

—¿Se puede saber que se trae el jovencito con la cocinera?. —pregunta molesto.

Se dan cuenta.

Como dije hace unos días, él se enoja por todo, hasta porque me hice amigo de la cocinera.

—nada —le respondo con indiferencia —solo estoy siendo amable.

—me vio cara de bobo —se enoja más

«Si le respondo malo y si me quedo callado también».

¿Quien lo entiende?.

—¿Cree que no me he dado cuenta como le coquetea en mi propia cara? —sigue hablando.

«Osea que se dio cuenta».

—¿Quieres que le vuele los cesos? —pregunta.

El solo imaginarlo, hace que mi estómago se revuelva y ya no quiera comer más.

Había olvidado que él mata a su antojo.

—¿Y qué tiene de malo si me gusta la cocinera? —se me ocurre preguntar.

—¡Todo! —responde poniéndose en pie —eres un mocoso que hasta pararse de la cama le cuesta, ¿Cómo va a estar pensando en novia?, cuando uno de sus mayores deleites es dormir, aparte de ello es una vieja y se que solo lo haces para molestarme, —me mira fijamente haciendo que tenga escalofríos —pero recuerda, aquí la única afectada en gran manera sería ella, así que si de pronto desaparece como tus profesores privados, es tu culpa.

Bajo mi mirada sin contestar nada, no quiero que la maten, de verdad que la muchacha me cae bien.

Me pongo en pie y me dirijo hacia mis clases privadas.

—joven Zuar —me habla la cocinera llegando con el jugo en sus manos —¿No va a terminar de desayunar? —pregunta preocupada.

—no, —respondo sin mirarla —ya no tengo hambre.

Llegó al estudio en donde recibo las clases, allí se encuentra el profesor caminando de un lado a otro con nerviosismo.

—ya llegue —le digo.

Él da un brinco.

—ay joven Zuar, me asusto —dice con voz temblorosa.

Al principio él no era así, vivía muy contento porque mi hermano le pagaba el doble de lo que le pagaban normalmente.

Pero luego se enteró que todos los profesores que me han enseñado antes de él, han sido cruelmente asesinados.

Por eso ahora se la pasa temblando y me enseña como nunca.

Tomo mi lugar y lo miro con aburrimiento.

—ho...hoy —tartamudea —va...vamos a estar abriendo el...el libro en la página 233.

Toma el libro en sus manos, pero debido al temblor que tiene en ellas, este se cae al suelo.

Horas después.

Estoy a punto de morir de aburrimiento debido a esta clase tan fatal.

—digame que entendió todo lo que le enseñé —dice el profesor esperanzado.

—no se preocupe —le contesto —yo entendí.

Lo único que quiero es que de las clases por terminadas.

No sé quien sufre más, él enseñándome, o yo, tratando de no dormirme escuchándolo.

—¿Que entendió? —me pregunta.

Doy un suspiro, me acomodo en la silla, mientras que el profesor me mira atentamente esperando mi respuesta, siento que en estos últimos días se ve muy agotado y bastante medroso.

La única que se le ve bastante normal y que sonríe sin ningún problema, es la cocinera, siento que de algún modo, la pobre no sabe a qué se dedica mi hermano.

—entendí que mi hermano es un tonto que quiere controlarme a su antojo —le respondo —pero yo no me pienso dejar más de él.

Eso no tenía nada que ver con la clase de hoy, pero yo quería decirlo en voz alta.

El profesor palideció al escuchar mi respuesta, miró la hora en su reloj y se llenó de más horror, ya que el reloj si mis cálculos no me engañan, está marcando cinco para las doce.

—joven Zuar —dice angustiado —eso no fue lo que yo le ens...

La puerta se abre y él deja de hablar, incluso creo que está conteniendo la respiración.

—lamento molestar —dice la cocinera asomando su cabeza por la puerta.

El profesor suelta el aire que tenía contenido.

—su hermano ya está aquí y lo espera para almorzar —termina de informarme la cocinera.

—de acuerdo —digo poniéndome en pie y caminando hacia la puerta.

—pero...pero —dice el profesor con pánico.

Salgo del estudio dejándolo con la palabra en la boca.

Obviamente no lo voy a hacer matar, solamente quiero gastarle una pequeña broma.

Llegó a la mesa y como siempre Mibsan se dedica a ver su comida en silencio, ni siquiera se molesta en mirarme.

«Me preguntó, ¿Que pasara por su mente?».

«¿Por qué siempre es tan callado y tiene esa cara de cólico?».

Tomo mi lugar en la mesa a la espera de mi comida, atento a que Mibsan me pregunté por la clase de hoy.

Se oyen pasos, me giro a ver y es la cocinera que trae en una bandeja mi almuerzo.

Es una joven bastante bonita, aunque no es mi tipo, también es mayor que yo, creo que le quedaría bien a Mibsan, pero este ni siquiera la mira.

Tal vez sea porque ella tiene 18 y el 15, aunque ya está a punto de cumplir los 16, solo que no sé cuándo los cumple, lo escuché de uno de sus escoltas más cercanos.

—aquí está su almuerzo —dice ella con una sonrisa en los labios.

—gracias —me limito a decir.

Ella se va y nuevamente reina el silencio sepulcral en este comedor.

Espero un poco más a que Mibsan me pregunté por las clases de hoy, pero no dice nada.

A veces creo que él en realidad no viene, solo manda el cuerpo.

Es extraño, pero parece que solo está su cuerpo, ya que su mirada que aparentemente está en la comida, mirándolo bien, la tiene perdida.

Es una mirada vacía.

Una mirada que da miedo y causa escalofríos.

«Tal vez de lo malo que es, se ha quedado sin alma».

Levanta su mirada y está se encuentra con la mía, yo inmediatamente miró mi comida.

«Si no lo miro, él no me ve».

No vuelvo a mirar en su dirección y me dedico a saborear mi comida.

Hasta que de pronto Mibsan deslizó un sobre por la mesa y lo puso a mi lado.

Lo volteo a mirar con desconfianza y este solo se limita a ver su plato que ya está vacío.

Tomo el sobre en mis manos y lo abro.

Casi se me salen los ojos de las órbitas al ver tanto dinero.

—¿Y esto? —pregunto sorprendido.

«Acaso se va a morir y por eso me está dando dinero».

—feliz cumpleaños —se limita a decir.

Ni siquiera yo sabía que hoy era mi fecha de nacimiento


Narra Annie:

Estoy acostada en mi cama, abrazada a un peluche, con la mirada puesta en la nada.

Desde que Eldad murió, me la he pasado deprimida, no he ido a clases y ni ánimo me da de comer.

No hay día que no lo recuerde, lo llevo en todo momento en mis pensamientos, no puedo olvidarlo.

Siento que esté sentimiento de culpa me va a matar.

«Perdoname Eldad, por haber causado tu muerte».

Cada día me lamento más y más por lo que hice, desearía poder devolver el tiempo y no hacer algo tan tonto como eso.

Me paro de la cama sin mucho ánimo y camino hacia la puerta, pero apenas tocó el pomo de la puerta, de inmediato me llega un recuerdo.

«No debería salir así despeinada».

Eldad siempre me decía eso, cada vez que abría la puerta con el cabello hecho un desastre.

Me acerco al tocador y comienzo a arreglarlo, luego abro el clóset y saco un mini vestido, me lo pongo y me miró en el espejo.

«Una niña de tan solo trece años, no debería de vestir así».

Las palabras de Eldad retumban en mi mente, voy al clóset y busco otra prenda que ponerme sin ánimos de bañarme.

Hoy cumplo catorce años, supongo que donde Eldad viviera aún, ya no me miraría de la misma manera.

Lo curioso de cumplir años hoy, es que según mi padre me ha dicho, no soy la única cumpleañera.

Hoy también cumple mi hermano mellizo, obviamente.

Además mis hermanos mayores que cumplen años hoy también, de los cuales hace mucho que no sé nada,  me comunicaba con Mibsan, pero mi padre nos cortó la comunicación.

Mi padre también está de cumpleaños hoy.

Que gran coincidencia.

Mi padre ya me llamo me felicitó y me mandó una nueva tarjeta de crédito repleta de dinero, para que gaste en lo que yo quiera.

Se supone que debería de estar dichosa, ya que el dinero es algo que amo demasiado, pero en estos momentos ni siquiera eso me levanta los ánimos.

«Ojalá pudiera resucitar a Eldad».

La tristeza me inunda al saber que eso es imposible, pero luego la mente se me ilumina.

«Tal vez no pueda resucitarlo, pero puedo hacer algo por él».

Me cambio de ropa rápidamente y abro la puerta.

Los escoltas como de costumbre, están ahí parados.

—necesito que localicen a la hermana de Eldad —les ordenó.

Fin de la narración.

Días después.

El tiempo a ido pasando dolorosamente para mi, aunque en estos días J1 me ha dejado en paz, siempre y cuando acate sus órdenes.

Aún así sigo triste porque Deimond no ha despertado, lo bueno es que ya no le tienen ese tubo por la boca, tampoco tiene tantos cables en el cuerpo.

Entre más pasan los días, se ve más su mejoría.

Desde que Deimond se accidentó, no he vuelto a clases, estudio de manera virtual y me la paso todo el tiempo en el hospital, solo voy a casa para ducharme.

—Deimond —lo llamó mientras peino su cabello con mis dedos.

A pesar de estar en coma, sigue siendo muy guapo, hay veces que tengo la impresión de que él es el que no quiere despertar.

—¿Hasta cuando estarás dormido? —le pregunto —¿Acaso crees que voy a cuidarte siempre?, ¿No te da dolor oírme sufrir?.

Me quedo en silencio al ver que él no va a responderme.

Tomo una de sus manos como de costumbre y la entrelazó con la mía y recuesto mi cabeza sobre su cama.

A pesar de las órdenes de J1, terminó quedándome incómodamente dormida ahí.

Sé que cuando despierte, voy a despertar con dolor de cuello, ya que estoy sentada en un mueble, con la cabeza reclinada en la cama de Deimond, pero no me importa.

Horas después.

Siento que acarician mi rostro de manera delicada, las manos que lo hacen, se sienten extremadamente sueves y su toque me es muy familiar.

Poco a poco me voy despertando y aquellas caricias se sienten mucho más reales.

Abro mis ojos alarmada, levantándome, el dolor de cuello de una hace presencia.

Quedo atónita al ver a Deimond con los ojos abiertos.

Él era el que me mimaba.

Parpadeo varias veces y me limpio los ojos, para ver si no es algo de mi imaginación, incluso me pellizco para despertar, pero no es un sueño.

—hasta que por fin despertaste —dice con su radiante sonrisa.

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