50. LO QUE CALLAMOS LA FAMILIA GONZÁLEZ
Santa Biblia Reina Valera 1960 - 1 Samuel 19
17 Entonces Saúl dijo a Mical: ¿Por qué me has engañado así, y has dejado escapar a mi enemigo? Y Mical respondió a Saúl: Porque él me dijo: Déjame ir; si no, yo te mataré.
Lo miro atenta a todos sus movimientos, es casi imposible no desconfiar de él, considerando todo lo que me ha hecho.
Aunque en estos días no se ha metido conmigo, no significa que halla cambiado.
Lo peor de todo es que estamos completamente solos, no hay nadie más.
Mi único consuelo es que el rector llegue pronto ya que no se me hace ilusión seguir un minuto más con este lunático.
Su aura es tan pesada que se me hace imposible respirar normalmente.
Quisiera no tener miedo, pero es imposible sabiendo quién es él.
«Es un monstruo con cara de ángel».
Pero a pesar de lo nerviosa que estoy, trato que el no sé de cuenta de mi estado y me revisto de valentía para hablarle.
—¡Quítate de mi camino! —le ordenó.
El niega con la cabeza.
—¿Que quieres? —le pregunto molesta.
El suspira e inclina su rostro.
—quiero pedirte una disculpa —dice en voz baja.
Lo miro fijamente a ver si está fingiendo, pero no tiene ni una pizca de diversión en su rostro, está muy serio.
—¡¿Que?! —pregunto para confirmar sus palabras.
—perdón —vuelve a decir.
Lo miro incrédula.
«¿J1 pidiendo perdón?».
«Esto hay que grabarlo».
—sé que no me comporte de la mejor manera contigo al principio —sigue hablando al ver mi incredulidad —así que quiero pedirte disculpas, me he dado cuenta de que tú eres una chica especial.
«Esto sí que no me lo creo».
«¿Desde cuándo se volvió tan humilde?».
«Como si esas cosas pasarán».
—si eso es todo, le podrías quitar el seguro a la puerta —le digo con indiferencia —el rector no tarda en llegar.
—no va a llegar —me contesta —yo le pedí al rector que te trajera aquí.
«Así que todo fue una trampa».
Me lleno de indignación al ver que un viejo cómo lo es el rector se preste para esta clase de cosas.
El timbre comienza a sonar anunciando la entrada a clases.
—con permiso —le digo molesta.
Paso por su lado y el se corre de la puerta para que pueda salir.
—¿Entonces si aceptas mis disculpas? —pregunta.
—no lo creo —le respondo terminando de salir sin tomarme la molestia siquiera de verlo.
«Cada vez me cae más mal».
«Ojalá su arrepentimiento no sea fingido».
Comienzo a caminar rápidamente hacia las escaleras para llegar a mi aula de clase pero para colmo de males me encuentro con J5 y J3.
J3 viene en mi dirección masticando chiclé mientras se mira con J5 y ambos comparten miradas cómplices.
Miró hacia a mi alrededor y no hay más nadie.
«Esto no me gusta nada».
Siento que me van a volver a molestar.
Trato de caminar como si nada, pero es imposible que mi caminar no mengue a medida que me acerco a ellos.
J5 me estudia de pies a cabeza y lo hace de una forma tan carnal, hace que me sienta desnuda.
No sé si son cosas mías, pero en estos días su mirada sobre mi se ha extendido por mucho tiempo.
A mi memoria llegan los recuerdos de hace una semana atrás.
Me acuerdo de aquella pobre chica llamada Leila.
Una chica inocente de las cosas, a la cual ilusionó y luego de dormir con ella y contarle a todo el colegio, la dejó votada como si de un juguete se tratara.
La pobre incluso se le arrodilló pidiéndole que no la dejara.
Estaba tan enamorada de él.
El en cambio le dijo que si seguía insistiendo y le llegaba a sacar la paciencia, iba a publicar el vídeo de ellos dos haciendo yo no sé que cosas.
«Es todo un degenerado».
Cuando ya están lo suficientemente cerca de mi, trato en lo posible de no tener contacto con la mirada de ellos y me aferró a aquel dicho que dice:
Si yo no los veo, ellos tampoco me ven.
«Ojalá así fuera».
Paso por el lado de ellos y es imposible que mis fosas nasales no se llenen del fuerte perfume de J5 el cual pasa por mi lado rosandome.
Se que lo hace de aposta porque el pasillo es bastante ancho.
Cuando pensé que saldría ilesa de esta situación, mis pies se enredaron sin saber cómo, solo sé que de un momento a otro me fui al suelo.
Me hubiera dado tremendo golpe de no ser por unos fuertes brazos que me sostuvieron.
Veo quién fue el que me sostuvo y mi estómago se revuelve.
«Que asco».
«A cuántas chicas no habrá tocado».
—¿Estas bien? —me pregunta J5 aparentemente preocupado.
—estoy bien —digo soltándome de su agarre.
Me hubiera gustado hacerlo de una sola, pero el muy terrible se aprovechó de su fuerza para soltarme lentamente haciendo que las arcadas que tenía en mi estómago se hicieran mayor.
—ten cuidado para la próxima Linda —susurro en mi oído.
Lo fulminó con la mirada y me alejo de él corriendo rápidamente hacia las escaleras.
Siento como mis mejillas se ha calentado ante tal acción.
En mi mente solo puedo pensar ¿Como fue que me caí?.
«No me lo explicó, yo iba bien».
Otra cosa que no entiendo es,.¿Desde cuándo J5 es amable conmigo?.
El J5 que yo conozco me habría empujado para que cayera más rápido.
«Esto es algo muy nuevo».
Terminando de bajar las escaleras me encuentro con Deimond que al verme se detiene.
—vine a buscarte —me dice —estaba preocupado porque no llegabas pronto, ¿Que paso?, ¿Por qué tardaste tanto?.
Me pica la lengua por contarle todo, pero me trago las palabras al recordar lo que pasó la última vez que se enfrentó a J1, no quiero que por mi culpa termine mal.
Además eso es algo de lo que yo misma me puedo encargar.
—no pasó nada —le respondo lo más convincente posible —es solo que el rector se puso a atender a otro alumno.
Veo como su semblante se relaja ante mi respuesta.
«Se lo ha creído».
Me siento un poco mal por mentirle, pero no lo hago con intenciones malas, además es una mentira blanca.
—entonces vamos —dice rodeando mis hombros con su brazo —por un momento pensé que eran los J5 que te habían jugado una mala pasada.
Yo rio ante sus suposiciones, aunque a decir verdad no está muy lejos de lo que realmente paso.
—eso ya es parte del pasado —le digo tranquilizándolo.
El suspira y deja de caminar.
—lo sé —me contesta —es solo que Jak no se rinde tan fácilmente —dice preocupado —si se llega a meter contigo, no dudes en avisarme —me mira con mirada suplicante —yo no quiero que el se meta en nuestra relación.
Acarició su mejilla con mi mano al ver la angustia que tiene.
—no te preocupes —le digo —nada ni nadie podrá destruir nuestro amor.
—si te llegará a perder —dice con sus ojos cristalizados —jamas volvería a ser feliz, tampoco le daría mi corazón a nadie más.
Verlo así hacia que mi corazón se derritiera.
Por veces tengo el presentimiento de que el amor que el siente por mí es mucho mayor que el mío.
—tranquilo —digo parándome en puntillas y rodeando su cuello con mis brazos —jamas me separaré de ti.
—¿Lo prometes? —pregunta correspondiendo a mi abrazo.
—lo prometo —digo con los ojos cerrados, sin dejar de abrazarlo, restándole importancia.
Día siguiente.
Suena la alarma de mi teléfono anunciandome que tengo que ir a estudiar e interrumpiendo el agradable sueño que estaba teniendo, que por cierto no recuerdo que era, solo sé que era bueno.
Me arruncho en las cobijas con la intención de dormir un poco más, pero luego recuerdo que ayer Deimond llegó y me encontró en pijama, porque mamá lo dejo subir a mi habitación.
Fue algo muy vergonzoso, no pienso permitir que algo así vuelva a repetirse.
Me quito las cobijas con mucho pesar.
—no te preocupes camita —le digo a la cama al ponerme en pie —en la noche volveremos a estar juntas, solo tu y yo.
Me voy a sacar el uniforme del closet.
El teléfono vibra anunciado la llegada de un mensaje.
Me devuelvo y me tiró boca bajo en la cama hundiendome en el edredón, tomo el teléfono que está en la cabecera.
Abro el mensaje.
Deimond: Buenos días mi princesa 😘😘😘.
Rio al ver las caritas que ha mandado.
Tiene que contentarse con mandarme picos, ya que hasta el sol de hoy no le he dado un solo beso.
Me da mucha pena hacerlo y cuando ha estado a punto de robarme uno, como ayer, siempre aparece alguien y nos interrumpe.
Linda: Buenos días 🤗🤗🤗.
Le escribo de vuelta.
Me comienzo a parar para ir a sacar el uniforme pero el teléfono vuelve a vibrar.
Es imposible no volverme a ver el teléfono.
Deimond: ¿Cómo amaneciste mi chica hermosa?.
Linda: Bien y tu qué haces?.
Deimond: Disfruto mi desayuno para ir a recogerte.
«Cierto, tengo que alistarme».
Deimond: ¿Ya viste la historia que subí a facebook?
Salgo de Whatsapp y me voy a ver la historia.
Chillo de la emoción al ver lo que ha publicado en su historia.
Son varias fotos de los dos, las cuales vienen con fecha y también describe el momento con palabras hermosas.
Doy un gran suspiro y cierro los ojos recordando todos los momentos hermosos junto a él.
La puerta se abre de golpe haciendo que pegue un brinco.
Fue tanto el susto que quede sentada en la cama y no sé cómo.
Es mi mamá.
Está parada en la puerta con el delantal que tiene dibujitos de vaca, tiene una mano en la cintura y en la otra mano tiene la cuchara de revolver la sopa.
—¿Que? —digo sin quitar mi mirada de la cuchara sopera.
No me explico porque tiene que irrumpir en mi habitación de esa manera y con una cuchara sopera en la mano.
—en mis tiempos se tocaba la puerta —le digo al ver que solo me mira y no dice nada.
—lo dices como si fueras mayor que yo —rueda los ojos.
—¿Que haces con esa cuchara sopera aquí?. —le preguntó confundida.
—pues estaba revolviendo la sopa —me responde. —pero recordé que ayer Deimond te encontró en la cama así que vine a ver qué ya estuvieras despierta.
Ahora todo tiene lógica.
Lo único malo es que yo detesto la sopa de mamá, no es que no me guste, es solo que a ella siempre le quedan fatal.
Tengo el presentimiento de que en uno de estos días va a terminar intoxicandonos a mi y a papá.
Lo peor de todo es que se ha obsesionado en hacer sopas, pudiendo hacer otra cosa.
—¿Otra vez sopa?. —pregunto con frustración.
—si —responde.
—¿No has pensado que lo de hacer sopas no es tu vocación?. —le preguntó.
Ella ríe con ironía.
No le gusta nada, que yo hablé mal de sus sopas.
Pero yo prefiero decirle la verdad y no como papá que por miedo a que le pegue, dice que está rica, así tosa de lo salada que está.
—¿Y tú no has pensado en ir a alistarte antes de que Deimond llegue? —me pregunta de vuelta y para colmo de males me lanza la cuchara sopera.
¿Han escuchado que las mamás tienen buena puntería, cuando se trata de pegarlen a uno?.
Pues si que la tienen, tuve que esquivarla.
Luego me apresuro a coger la cuchara sopera, antes que mamá lo haga primero y me pegue con ella.
«Y pensar que todo esto es por decirle la verdad».
Corro hacia la ventana y la tiró.
—¡Linda! —dice mamá corriendo hacia mi.
Yo soy más rápida que ella y me encierro en el baño antes de que me pegue, solo aspiró a que cuando salga no me vaya a estar esperando.
Minutos después.
Salgo del baño con cautela de que mamá no me esté esperando.
Por fortuna ya se ha ido a continuar haciendo su horrible sopa.
Sé que es malo hablar de la comida, pero yo que culpa si esa sopa es horrible.
Cuando no está salada, está quemada o de lo contrario cruda, o peor aún, le echa mucha pimienta.
Pienso que de esta situación podríamos crear un programa el cual se llamaría:
LO QUE CALLAMOS LA FAMILIA GONZÁLEZ.
Me siento en el tocador y comienzo a secarme el cabello con el secador.
El teléfono comienza a vibrar.
Lo tomo y veo que es un número desconocido.
Corto la llamada, pero vuelve a insistir.
Decido ignorarlo y continuar con lo mío, pero después de tanta insistencia, decido tomar la llamada.
—hola, ¿Con quién? —pregunto con desconfianza.
—hola Linda —saludó.
Lo odio tanto que de inmediato reconocí su voz.
Es J1.
Narra Deimond.
Una hora antes.
Me apresuró a salir de mi casa más temprano de lo habitual para ir a recoger a Linda.
Desde que somos novios o mejor desde que la conocí, ya no soy el mismo, ahora sonrío más y lo que siento en mi corazón nadie me lo puede quitar, ni siquiera la burla de los chicos.
El que ella halla aceptado ser mi novia, hace que sea el hombre más dichoso del mundo, de haber sabido que una golpiza de Jak iba a hacer que ella se sensibilizara conmigo y confiara en mi, me hubiera hecho golpear mucho más antes.
—¡Adiós mamá! —grito saliendo de casa.
—¡Mi beso! —grita ella.
Volteó a verla y le tiró un beso en el aire.
—¡Te amo mamá!.
—yo también —me grita de vuelta.
El chófer ya está listo, lo saludo y subo al auto.
—¿Vamos para la casa de la señorita González? —pregunta el chófer.
—por supuesto —le respondo.
Ya está acostumbrado de que siempre nos desviamos para ir allá.
Los chicos no les hace gracia ello, porque no puedo llegar en orden con ellos ya que siempre llegamos en orden numérico.
Lo curioso es que los terribles siempre me esperan, para llegar en el orden numérico de siempre.
Al principio Linda se sentía muy incomoda con los recibimientos que nos hacían todas las chicas del colegio cada vez que llegábamos, pero después se acostumbro.
Minutos después.
Llegamos a casa de Linda.
Con solo ver la casa ya estoy suspirando y mi corazón está saltando.
«Linda, mi amada Linda».
No veo la hora en que entre a la universidad y me gradué para ser todo un hombre preparado y poder darle un buen futuro a Linda y así pedirle matrimonio y ser felices por siempre, como en los cuentos de hadas.
Cada vez que estoy con ella, hace que me sienta el príncipe azul de uno de esos cuentos, junto a mi princesa rosada.
Sé que es cursi lo que pienso, pero el amor me tiene así, completamente tonto.
Si Jak me escuchará decir algo así, seguro se vomitaría.
Me bajo del auto silbando una canción de amor, tocó a la puerta.
Espero unos segundos, pero nadie abre, así que vuelvo a tocar.
La puerta se abre y me deja ver a una Linda que tiene los ojos rojos de llorar.
Mi corazón se encoge al verla así.
«¿Que pudo haberle pasado?».
—¿Que paso? —pregunto e intento abrazarla pero ella se aleja.
—Deimond —me dice en medio del llanto —quiero que terminemos.
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