48. ¿DONDE ESTÁN MIS HIJOS?
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Isaías 1
15 Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
No sé si saltar, llorar, gritar de la felicidad o hacer ambas cosas.
Pues llorando ya estoy, solo que ahora es de felicidad.
Deimond me mira atento a la espera de mi respuesta.
¿Que creen que diré?.
¿Si o no?.
Obviamente diré que...
—Linda —me susurra Gracia para que solo yo lo oiga —dile que no.
La miro sin comprender nada, pero vuelvo a mirar a Deimond y al ver su rostro encantador y sus ojos de gato adorables, los cuales están atentos a qué yo responda y al considerar que yo también estoy perdidamente enamorada de él, ya se que respuesta dar.
—si —le respondo.
Gracia inmediatamente se va, no pude detenerla porque estaba en el momento más feliz de toda mi existencia y no lo pensaba arruinar yendo en busca de ella.
Deimond se pone en pie rápidamente, se acerca, pone ambas manos sobre mi cintura y me acerca más acortando la poca distancia que quedaba, es entonces cuando me doy cuenta de sus intenciones al quedarse viendo fijamente mis labios.
Mi corazón se detiene por una milésima de segundo y no sé que hacer.
Yo jamás he besado a alguien, no tengo ni idea de cómo es eso.
Si me lo he imaginado, pero solo eso.
De la imaginación al hecho hay mucho trecho.
Quisiera pensar más pero Deimond no me da tiempo y se aproxima a mis labios.
Es entonces cuando recuerdo que todo el colegio está presenciando está escena y mis mejillas se ponen súper calientes.
Lo único que se me ocurrió fue esquivar su beso y ocultar mi rostro en su cuello.
No es que no quiera besarlo, es solo que tengo muchos nervios y no quiero hacerlo frente a todos.
Deimond se inclina un poco más y es entonces cuando siento sus labios sobre mi mejilla depositando un beso.
Fue algo muy corto, pero para mí fue eterno.
Sentí una sensación que no logro explicar.
Fue como electricidad, como si una corriente hubiera pasado por todo mi cuerpo y finalizado en mi corazón.
El alejo sus labios de mi mejilla pero yo seguía sintiendo esa sensación como si todavía sus labios estuvieran ahí.
Mi corazón latió más rápido de lo normal y sentía que me iba a dar algo.
Si esto se siente con un beso en la mejilla, no me lo imagino en la boca.
El timbre sonó y todos comenzaron a irse a sus clases, excepto nosotros que seguíamos abrazados.
Es entonces cuando en mi mente surge una rara y extraña pregunta.
«¿Hice lo correcto?».
Me quedo meditando en la respuesta.
Deimond se aparta de mi y pasa su brazo por mis hombros.
—vamos a clases —me dice con su radiante sonrisa.
Entonces me doy cuenta de la respuesta a mi pregunta.
«Por supuesto que si».
«Deimond es lo mejor que me ha podido pasar».
Yo abrazo a Deimond y comienzo a caminar con el hacia las clases sintiéndome la mujer más afortunada del mundo al haber cautivado el corazón de el chico más guapo del grupo de los J5 y de todo el colegio.
«¿Que más le puedo pedir a la vida?».
«Ya soy feliz».
Narra Zuar:
Quisiera salir corriendo de donde estoy, siento que me quedan solo minutos de vida.
Estoy en una carretera solitaria y tenebrosa esperando la mercancía de ese tal Bestia.
Finalmente cedí a hacer esto, sabotear su mercancía, no porque lo quiera lo hago por la purita necesidad aunque en este momento estoy temblando y solo quiero escapar por mi vida.
El único consuelo que me queda son las palabras de Garra.
«No hagas nada tonto actúa natural y nadie se dará cuenta de que eres un reemplazo».
Ojalá sea así como el dijo.
En estos momentos me estoy haciendo pasar por un empleado de Bestia ya que el verdadero se lo llevaron los de la banda y me dejaron a mi como reemplazo a la espera del camión que trae la mercancía.
«Ojalá ese carro se vare y no llegue, así me libraré de este trabajo».
A lo lejos vislumbró una luz que cada vez se hace mayor, inmediatamente me pongo la capucha para que así no me reconozca, aunque lo más seguro es que el no distinga al verdadero empleado.
Por el sonido del motor deduzco que es un camión, apenas llega a donde estoy se detiene.
El cristal de la ventana baja y veo al chófer, un hombre un poco mayor como de unos cuarenta años.
El solo hecho de saber lo que ahora me toca hacer, me da pena de ese hombre y no quiero hacerlo.
Garra me dio órdenes explícitas de matarlo, pero no sé si tenga el valor de hacerlo, jamás he matado a alguien, ni siquiera a un perro, ¿Como podría matar a un ser humano?.
Lo malo es que Garra no me dio otra opción, es ese señor o soy yo, así de sencillo.
—¡Oye! —me grita el hombre.
—¿Si? —lo miró saliendo de mis pensamientos.
—¿Te estoy preguntando si eres Paco?.
Paco es el chico que se llevó la banda.
—¡Si! —asenti con la cabeza —yo soy Paco.
—entonces súbase —me dice abriendo la puerta del camión.
«Si tan solo supiera que esta es su perdición».
Subo al camión y disimuladamente mando mi mano a la puñaleta que guarde en mi cintura para percatarme de no haberla perdido.
Efectivamente ahí está.
Ojalá la hubiera perdido, así no tendría con que matar a este señor, pero ahora no tengo excusa.
El carro comienza a andar y es cuando sé que ya es hora de matarlo.
No puedo permitir que avance más con la mercancía.
Lo miro por última vez antes de sacar la navaja de mi cintura.
El comienza a silbar una canción tranquilamente, sin saber que en contados minutos dejara de ser y pasara a mejor vida.
«Solo tienes que claverle la navaja en el corazón con todas tus fuerzas».
Recuerdo las instrucciones que Garra me dio.
Tomo aire y mando mi mano a la cintura.
Justo cuando tocó la navaja el hombre habla.
—¡Muchacho! —me dice haciendo que me sobresalté —pasame los papeles que están encima de tu cabeza.
Dejó la navaja en su lugar y miró hacia arriba.
Hay como una especie de cajón donde se encuentran unos papeles.
Meto la mano y saco los papeles.
—busca entre ellos la tecnomecanica. —me dice.
Comienzo a buscar y es entonces cuando recuerdo un pequeño detalle.
No sé leer.
Entre todos esos papeles me encontré la foto de una agradable niña por cierto muy hermosa, se parece un poco a mi hermana melliza.
El solo pensar en ella y recordarla hace que mi corazón duela, ella y yo éramos muy unidos.
Inmediatamente comienzo a recordar el infierno que vivimos en ese horrible orfanato.
Jamás olvidaré todo lo que esa vieja bruja nos hacía.
—esa es mi hija —dice el hombre con una sonrisa al verme viendo la foto —hoy está cumpliendo años, pienso hacer esta última entrega para ir a celebrarcelos.
«¿Por qué diablos me tenía que contar ello?».
«Ahora se me va a hacer más difícil matarlo».
—aveces uno por los hijos hace tantas cosas —sigue hablando con su mirada fija en la carretera mientras sonríe.
Pongo los papeles en su lugar y vuelvo a mandar mi mano a la navaja.
—es mi única hija —continua —por esa razón quiero darle todo y anhelo compartir con ella muchos momentos lindos, a mi mujer le habían dicho que no podía tener hijos, pero esperamos con paciencia y ahora podemos ver nuestro milagro.
Mi corazón se aprieta más al escucharlo hablar.
«Quisiera no matarlo».
No quiero dejar a esa niña huérfana y a esa esposa viuda, pero si no lo hago, el muerto sere yo.
Tomo la navaja en mi mano y la saco de mi cintura.
—por cierto —dice el hombre volteando a verme.
Disimuladamente escondí la navaja.
—¿Que es lo que viene en esas cajas Paco? —me pregunta inocentemente.
«Un momento».
«¿Como así?».
«¿Es que acaso no sabe?».
—¿No lo sabe? —le pregunto.
—no —responde —solo me dijeron que era una entrega especial, pero no sé que sea.
Ahora me siento más culpable por querer matarlo, ya que el pobre no tiene velas en este entierro.
Por un momento creí que trabajaba para Bestia pero no.
De haber sido ese el caso, no me sintiera tan mal al matarlo.
Pero ahora me siento un monstruo al matar a una persona inocente.
—¿Que pasa muchacho? —me pregunta —te ves ido.
—es que estoy a punto de hacer algo muy malo —le respondo inconscientemente. —y no sé si hacerlo o no.
—pues si sabes que es malo, no lo hagas, ¿Por qué habrías de manchar tu conciencia por el resto de tu vida?.
Me mando las manos a la cabeza desesperado ya que no halló otra opción.
—no tengo otra salida —digo frustrado.
—siempre habrá otra salida.
—¡No! —alzo la voz.
Ya decidido está vez saco la navaja para matarlo aunque creo que esto me va a doler más a mi.
—podría detener el auto —le pido.
La verdad es que no sé manejar y no se me hace gracia caer por el alcantarillado.
—por supuesto —dice soltando un suspiro de alivio —finalmente hemos llegado —anuncia.
Ahora sí que se apoderó de mí el verdadero terror, un escalofrío recorre todo mi ser y comienzo a temblar.
—¡Imposible! —digo para mi mismo.
—si es posible —dice él —esta es la dirección que me dieron.
—no —digo horrorizado —podría avanzar un poco más —pido aterrado.
Pero en ese momento comienzan a llegar muchos autos y hombres con cara de malos se bajan de ellos.
Mi corazón se acelera aún más, al ver que me van a matar apenas vean que no soy Paco.
El señor frunce el ceño al ver lo medroso que estoy, abre sus labios para decir algo, pero en ese momento alguien abre mi puerta.
El frio de la noche de inmediato impacta contra mi y hace que mi temblor sea mayor.
Miró al sujeto que ha abierto la puerta, este también me mira de pies a cabeza, lleva un cigarro en la boca, aspira su humo y me lo hecha en la cara.
—no te quedes ahí sentado —me dice tirando el cigarrillo al suelo y pisandolo —ayudanos a bajar la mercancía.
Abro mi boca para negarme, pero aquel hombre barbado me saca del camión de un solo jalón y me lleva con él.
Tengo tanto miedo que no puedo ocultar el temblor de todo mi cuerpo.
Es obvio que ya la embarré.
Trato de resistirme, pero este hombre me arrastra con el.
Estoy tan asustado que ni siquiera puedo respirar bien.
Quiero soltarme de su agarre, pero su grande mano rodea todo mi delgado brazo, es entonces cuando me doy cuenta de lo frágil que soy e indefenso.
—¡No por favor! —ruego.
Las lagrimas salen de mis ojos y no me importa que me vea llorar, ya que se trata de suplicar por mi vida.
El se voltea a verme y me mira con desprecio.
En ese momento el camión se va y este sujeto me tira contra el suelo haciendo que mi cabeza se golpeé fuertemente.
Trato de pararme pero el dolor me lo impide, e inmediatamente me comienzo a marear.
Veo borrosamente como muchos hombres comienzan a rodearme.
—parece que ese Garra nos ha mandado carne fresca hoy, —escucho a alguien decir mientras mis ojos se cierran —esta tan mal que ahora le toca mandar mocosos.
—se ve taaan tierno —se burla uno.
Todo se vuelve negro para mí y pierdo totalmente el conocimiento.
«Sé que este es mi fin».
Narra Fares:
Camino calmadamente por mi casa, sin preocupación alguna hasta que escucho su voz.
—¡Fares! —me llama con ese tono característico de ella.
Mi corazón se detiene por un momento y no logro expresar lo que siento.
«No puedo creer que sea la voz de ella».
Corro hacia donde escucho su voz.
Llegó a la sala y la miró incrédulo.
Definitivamente si es ella.
Mi amada Alice.
Lleva un vestido largo el cual la hace ver preciosísima, se nota que al transcurrir de los años ella se ha cuidado muy bien.
Aún así luce un poco delgada y unas ojeras se alcanzan a apreciar debajo de sus ojos.
Ella se ve un poco triste.
«Pero... ¿Como es posible esto?».
«Si se supone que ella murió».
«O al menos eso es lo que siempre he creído».
Me acerco a ella y para estar mar seguro de que no sea un fantasma, la tocó.
«Pero si, es real».
«Si está viva».
Increíblemente pero cierto.
—¡Oh mi Alice! —exclamo supremamente feliz —¡Estas viva!.
Trato de abrazarla pero ella se aleja y me da una mirada dolida, haciendo que mi corazón se estruje dentro de mi.
Vuelvo a intentar acercarme, pero ella se vuelve a alejar.
«No lo entiendo».
«¿Por que no quiere que yo la abracé?».
«¿Acaso ya no me quiere?».
«Mi amor por ella sigue intacto».
«¿Ya se olvidó de todos los momentos lindos que pasamos juntos?».
De repente la triste realidad llega a mi y hace que flaquee.
Comienzo a recordar lo que hice.
Recuerdo como le fui infiel.
Pero vamos, eso no se le puede llamar infidelidad.
¿O si?.
Pero si yo supuse que ella estaba muerta.
De haber sabido que ella seguía viva jamás le habría sido desleal.
—perdoname Alice —le ruego.
Aunque no sé si ella sepa de mi aventura.
Ella niega con la cabeza y lágrimas ruedan por sus mejillas.
«No puede ser, ella si lo sabe».
No sé cómo pero lo sabe, yo jamás pude encubrirle algo a ella, de alguna manera siempre se terminaba enterando.
Me acerco para abrazarla y consolarla pero mis brazos se quedan extendidos porque ella inmediatamente se aparta de mi.
—¡No me toques! —me dice con asco.
Siento que mi corazón se parte en pedazos.
Que la mujer que he amado toda la vida me trate así es algo horrible que no puedo soportar.
—tus manos están manchadas de sangre —me dice con la voz quebrada.
Miró mis manos y efectivamente tienen sangre.
No me explico cómo pasó, yo las tenía limpias.
Trato de limpiarlas en el pantalón, pero aquella sangre está pegada, está seca, es imposible de borrar por más que lo intente.
Me giro para ir a lavarme, pero Alice me llama.
—¡Fares! —pronuncia mi nombre con dolor.
Volteó a verla y su rostro está empapado en lágrimas y un dolor profundo traspasa su mirada.
Me duele tanto verla así que prefiero mirar hacia otro lado, lo más duro es que esto es por mi culpa.
—¡Fares! —me vuelve a llamar.
Vuelvo a mirarla y ella hace una pregunta que destroza mi corazón.
—¿Donde están mis hijos?.
Eso me cayó como un baldado de agua fría y comencé a temblar literalmente, al darme cuenta de que no cumplí bien mi labor como padre, ya que algunos de mis hijos les ha tocado defenderse por su propia cuenta.
Pero tampoco puedo ayudarlos en demasía ya que mi enemiga sigue viva y puede acabar con ellos al darse cuenta de que no murieron.
Abro mi boca para responder pero la vuelvo a cerrar.
No tengo el valor de decirle que Mibsan es un sicario y narcotraficante.
Zuar es un ladronzuelo habitante de calle.
Annie la tengo viviendo en un internado lejos de aquí.
Y Linda, ella...
—¿Donde? —vuelve Alice a preguntar interrumpiéndo mis pensamientos.
—ellos están... —me siño de valor para responder, pero entonces todo desaparece a mi alrededor, quedando completamente solo.
Abro mis ojos y es entonces cuando me doy cuenta de que todo ha sido un sueño.
Un simple sueño que se veía bastante real.
Lo primero que hago es llamar a los encargados de la seguridad de mis hijos para saber dónde están.
Minutos después.
—su hijo Mibsan cada vez se vuelve mucho más poderoso —me informa uno de mis hombres —en vez de cuidarlo a él, tenemos que cuidarnos de él, es un asesino a sangre fría, tiene traumatizada a la gente y a las autoridades con los atroces asesinatos que ha cometido, lo hace con todo aquel que le estorba en el camino.
Respiró hondo al escuchar esa información.
Mibsan cada vez se hunde más en la perdición de este mundo, cada vez tengo menos esperanzas de cambiarlo.
—¿Como está Linda? —le pregunto.
En estos días he estado de viaje y ni siquiera la he visto.
—Linda sigue en el mismo colegio, incluso logro que el joven Xian no la moleste, aparte de ello le informo que ya tiene yerno.
—¡Que! —exclamo.
—la joven Linda está noviando con el joven Morgan.
«Lo que me faltaba».
—¿Y Annie? —pregunto.
—la señorita Annie está creciendo que da miedo, cabe recalcar que se cree la dueña del internado, a todo mundo tiene doblegado a sus pies, incluso una que otra vez se ha escapado, pero solo se divierte y no es más.
—encarguesen de controlar el dinero que maneja para que así no se crezca en demasía —le ordenó.
—como usted mandé jefe.
—¿Y Zuar? —pregunto por último.
—Zuar... —se queda pensativo.
Ese silencio me comienza a preocupar.
—¿Que pasa con Zuar? —le pregunto parándome del sofá en donde estoy sentado.
—el...el se estaba metiendo en donde no debía, comenzó a trabajar en la banda que le está estorbando el camino a Mibsan, así que decidimos prestarle mayor atención, pero justo hoy me acaban de notificar que mataron a los que le seguían el rastro de cerca, se sospecha que fueron los hombres de Mibsan por cuánto el quiso sabotear su mercancía.
El escuchar ello hace que comience a temer lo peor.
Si ha caído en manos de Mibsan, nadie me garantiza que en estos momentos este vivo.
No sé si Mibsan sepa que es tener misericordia por su hermano y peor aún, no sé si lo reconozca.
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