27. IMPOSIBLE
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Proverbios 14
20 El pobre es odioso aun a su amigo;
Pero muchos son los que aman al rico.
Me quedo contemplando la mesa en la que me siento con Deimond, está totalmente vacía, excepto por mi trabajo que está ahí, no hay rastro de él por ninguna parte.
Tampoco lo encontré en los pasillos.
«¿A donde pudo haber ido?».
Lo curioso es que no tarde nada en volver y ya el trabajo está totalmente terminado, sigo sin entender como le hace para ser tan eficiente.
Tomo el trabajo, lo guardo en mi mochila y antes de que suene el timbre, desido dar otra vuelta para tomar un poco más de aíre.
Minutos después.
Estoy en el baño respondiendo los mensajes de papá y mamá cuando entran más chicas al baño.
—¡Ash, que rabia! —escucho a una gritar mientras golpea el lavamanos. —no entiendo como es que se va a fijar en esa granuja.
Decido no prestar atención y sigo hablando con papá.
Linda: no te preocupes papá, ya te dije todo está bien.
Le escribo.
—yo tampoco me explico cómo es que esa aparecida vino a ganarse el corazón de uno de nuestros chicos —habla otra chica.
Papá: de acuerdo, pero si algo pasa, no dudes en avisarme, por cierto ¿Te molestaría tomar un taxi para regresar a casa?, es que hoy tengo una reunión larga y me temo que no podré recogerte.
Linda: descuida papá.
—deberiamos de darle una lección para que aprenda a respetar y sepa cuál es su sitio —habla la primera muy segura de si misma.
«No me gustaría estar en el lugar de la pobre chica de la que hablan».
Aunque a decir verdad me vale quien sea.
—no podemos —se apresura a decir la otra —¿Es que acaso no sabes que él ya la seleccionó para si y nadie puede tocarla?, ¿Quieres convertirte en el blanco de los J5?.
Tal parece que los J5 no son un juego, según como los tratan y el miedo que les tienen.
La primera calla.
Yo guardo mi teléfono y salgo del baño, no soy de las que les gusta estar escuchando chismes aunque se oye un poco interesante, pero en fin, no me incumbe nada que tenga que ver con ese grupito.
—tienes razón —responde al final la primera —pero es que es la primera vez que él se fija en...
Deja de hablar apenas yo me acerco al lavamanos que está a su lado y me comienzo a lavar las manos.
Es la misma rubia que me dijo ayer que estaba en problemas.
Nuestras miradas se conectan pero al instante ella la desvía hacia otro lado.
Veo a la otra chica y está está pálida como un papel, es como si las hubiera sorprendido con las manos en la masa.
—¿Me ayudas con el delineador? —le dice la rubia, que por cierto lleva un cinturón de falda.
—claro Shiney —responde la otra y se apresura a buscar en su cartera.
Cierro la llave y paso por el lado de ellas sin ponerles mucho cuidado.
A la salida me encuentro con otras más que me miran como si me hubiera salido un tercer ojo, pero lo dejo pasar.
Supongo que esto siempre les pasa a los nuevos, ¿No?.
Camino ante la atenta mirada de algunos, otros simplemente prefieren ignorame, aún así siempre se forma un silencio incómodo cuando paso por el lado de ellos.
De repente todos los que venían por el pasillo riendo y hablando de temas triviales, se callan totalmente, haciendo que halla un silencio sepulcral.
Muchos de ellos bajan la mirada al suelo.
Una chica abrió su boca pero la cerro de golpe, mientras miraba al frente sin parpadear.
No pierdo mi tiempo y miro hacia ahí, para ver si es que se trata de algún fantasma.
Inmediatamente me encuentro con las miradas de los J5.
Vienen caminando hacia mi.
Aquel chico de cabellos negros a llevado su dedo índice a sus labios, haciendo silenciosamente, shs.
Es por eso que no están gritando y tampoco se mueven de sus lugares.
No sé si es que eso es una ley ¿O qué?.
Aún así me quedo parada en mi lugar, esperando a que estos terminen de pasar.
No es que sea cobarde pero...
Ash, ¿A quien trato de engañar?.
La verdad es que me da un poco de miedo.
Aparte de guapos, tienden a ser un poco terroríficos.
Pero solo un poco.
Justo cuando llegan a mi lado, vuelven a detenerse, haciendo que mis fosas nasales se llenen de su extravagante pero a la vez atrayente perfume.
Es difícil no sentirse intimidado al tenerlos tan cerca y contando que ellos son bien altos y yo un poco bajita.
Pero solo un poco.
Aún así no me dejó intimidar y los miro a los ojos.
La mirada que más escalofrío me dió, fue la de aquel chico moreno, que si mal no estoy, es conocido como J5.
El me mira de pies a cabeza, sin darle pena detenerse en algunas partes que no debería de ver tanto.
Luego mira al otro chico de cabellos negros que es conocido como J4.
—me imagino la cara de J1 cuando se entere de esto —le dice.
J4 rueda los ojos restandole importancia.
Entonces J5 volvió su mirada hacia mi.
Era una mirada tan penetrante que sentía que podía ver hasta mis huesos.
—veamos hasta cuándo te dura la dicha —me dijo en voz baja, antes de seguir su camino juntamente con los otros.
Quise preguntar a qué se refería, ya que no estaba entendiendo que rayos era lo que estaba pasando.
Pero mi lengua se quedó pegada a mi paladar y no pude decir nada, solo me límite a verlos irse, lo mismo que hacían los demás.
Cuando finalmente se perdieron de vista, todo mundo pudo volver a respirar y comenzaron a hablar como si nada y a seguir su camino, excepto yo que aún no salía de mi asombro y terror.
Era tanto que ni siquiera podía moverme.
«¿Quien se creen para intimidar a la gente así?».
No es que este exagerando.
Esos chicos realmente hacen dar miedo cuando se lo proponen.
En especial ese J5.
«Pero... ¿Por qué intimidarme a mi?».
Me tomo unos segundos para terminarme de reponerme.
Todos pasan por mi lado y me ignoran totalmente.
El timbre suena anunciado la entrada a clases nuevamente.
Comienzo a caminar en dirección al salón, mientras mi cabeza está a explotar por tantas dudas.
Yo lo único que quiero es ser normal.
Mi intención nunca ha sido llamar la atención de nadie, mucho menos de los J5.
Al entrar al salón, lo primero que captó es el puesto vacío de Deimond.
Supongo que a de venir en camino, posiblemente esté en el primer piso.
Lo curioso es que durante mi vagar alrededor del colegio, no lo ví.
Me siento y me dedico a mirar la pantalla del teléfono, mientras que los demás bromean entre ellos o cuentan algún chiste.
A pesar de estar rodeada de tanta gente, me siento fuera de lugar.
Es como si...
—buenos días —saluda una profesora de aproximadamente unos 30 años. —soy la profesora de estadística, mi nombre es Isha.
Unas risillas se escucharon al fondo del salón, pero con una sola mirada de la profesora, se callaron.
—bueno —continúa la profesora —como les decía, hoy vamos a hablar de un punto muy importante en la estadística como lo es...
Saco mi cuaderno y comienzo a escribir.
Cada nada miro hacia la puerta, con la esperanza de ver a Deimond entrar, pero no llega.
La clase siguió avanzando y él no llegaba.
De pronto la profesora noto mi vista hacia la puerta y se fue y la cerro.
Fue entonces cuando capte otro pequeño pero importante detalle.
El bolso de Deimond tampoco está.
«Tal parece que se fue del colegio».
No les voy a negar que sentí un poco de tristeza, ya que es el único chico con el que me relaciono, y si no está, significa que no tendré con quien hablar y eso es bastante aburrido y frustrante.
No entiendo porque de alguna manera me siento tan cercana a él, siendo que apenas lo distinguí ayer.
Tal vez sea por la forma tan bella que tiene de ser.
Porque a pesar de ser un chico tan codiciado, no se cree el dueño del colegio, como los tales J5 esos, tampoco es un altivo egocéntrico.
Además tiene un estilo único de comportarse y una sonrisa que cautiva a cualquiera.
Lo curioso es que desde que llegué, no le he visto sonreír a nadie más que no sea yo.
Un momento...
«¿Por qué estoy pensando tanto en él?».
«¿Será que me gusta?».
«NO».
«IMPOSIBLE».
Apenas lo distinguí ayer, es inaudito enamorarse tan pronto.
Pero es que esa sonrisa lo cambia todo y además...
«¡Haber Linda!».
Me abofeteo mentalmente para volver a la realidad.
«¿Que cara pondría mi madre, si un chico así de guapo va a la casa a pedir mi mano?».
Sigo fantaseando.
«¡Suficiente!».
«Vine a estudiar, vine a estudiar».
Me repito mentalmente, concentrándome en lo que la profesora dice.
Horas después.
No entiendo por qué el techo de mi casa es blanco, debería de tener una constelación, así se vería bien lindo por la noche.
Estoy acostada en la cama sin mas que hacer que mirar el techo.
Es cierto que tengo tareas y que me encerré en mi habitación para hacerlas, pero no tengo ganas, además todavía hay plazo.
Por ahora voy a pensar en como crearme una constelación, así evito pensar en Deimond que desapareció misteriosamente del colegio.
Lo más extraño es que a todos les pareció muy normal, ni siquiera los profesores lo extrañaron y ahora que hablamos de ellos, tampoco lo llaman a lista, simplemente lo saludan.
«Es un poco extraño».
Por veces he llegado a creer que es el hijo de la rectora.
Hablando de otro tema.
¿Recuerdan que les dije que ese colegio pertenece a los Xian, que fue fundado por ellos y que allí estudia el hijo menor de ellos?.
Pues verán.
Está es la hora que no lo he visto.
¿O tal vez es un chico tan humilde que pasa como cualquier otro?.
Aunque según lo poco que he averiguado, el está en décimo, osea en mi mismo grado, pero hasta el sol de hoy, jamás he escuchado su nombre cuando llaman a lista.
La puerta se abre de repente, haciendo que rápidamente me siente en la cama, pero lamentablemente mi madre ya me vio acostada.
Trae una bandeja en sus manos con unas galletitas y chocolate con leche.
—¿Y yo que pensé que mi niña estaba agotada de estudiar? —comenta dejando la bandeja en la mesita de noche.
Pienso en una mentira, pero la descarto.
Al final siempre termina descubriendome.
Se sienta a mi lado en la cama.
—apenas es tu segundo día y ya andas toda pensativa —dice analizando mi rostro —¿Tan mal te tiene ese chico guapo que conociste?.
La miro con el ceño fruncido.
—no sé de qué me hablas —le respondo —creo que deberíamos llevarte al siquiatra.
Mi madre comienza a reír.
—tu padre ya me lo conto todo —me contesta —así que desembucha.
«Traidor».
Los hombres nunca pueden guardar un secreto, y luego dicen que las chismosas somos nosotras las mujeres.
Al ver que no tengo otra alternativa y que no me la voy a quitar de encima, decido darle su nombre.
—se llama Deimond Morgan —le comento —y no me tiene mal, es simplemente un amigo.
Esperé a que dijera algo al respecto, no me atrevía a mirarla, no quería que dijera que mi mirada decía otra cosa.
Esperé, esperé y esperé, pero no dijo absolutamente nada.
Levanto mi mirada hacia ella y está atónita.
—mamá —la llamo.
Pero no responde.
Es como si le hubiera nombrado el nombre de lucifer.
—¡Mamá! —la sacudo mientras le soplo el rostro.
Es entonces cuando da un grito de emoción.
—¡No puede ser! —exclama, por poco y me deja sorda. —Apenas acabas de llegar y ya te llevas bien con el hijo de uno de los hombres más importantes del país, definitivamente mi hija es muy de buenas.
«Vaya, eso sí que no lo sabía yo».
Ahora entiendo porque su nombre se me hacía tan familiar, posiblemente lo oí en las noticias.
—tienes que invitarlo a venir —dice mi madre víctima de la emoción.
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