18. ¿SERÁ QUE SI ME OYE?
Nota: hola mis amados lectores, mil bendiciones, espero que estén disfrutando mucho la historia, me pasó por aquí una vez más para agradecerles por su grande apoyo.
Créamen que sin la ayuda de Dios y ustedes, no sería esto posible.
Así que se han ganado una parte en mi corazón.
Los amo.
También he venido porque quiero saludar a un nuevo lector, como lo es el hn Richard Campos.
Bienvenido a este libro, siéntete como en casa, espero que puedas disfrutarlo grandemente.
Y así sucesivamente saludo a todos mis lectores.
Gracias por sacarmen una sonrisa con sus comentarios.
No siendo más los dejo para que sigan disfrutando de la narración de Fares.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Salmos 115
2 ¿Por qué han de decir las gentes:
Dónde está ahora su Dios?
3 Nuestro Dios está en los cielos;
Todo lo que quiso ha hecho.
4 Los ídolos de ellos son plata y oro,
Obra de manos de hombres.
5 Tienen boca, mas no hablan;
Tienen ojos, mas no ven;
6 Orejas tienen, mas no oyen;
Tienen narices, mas no huelen;
7 Manos tienen, mas no palpan;
Tienen pies, mas no andan;
No hablan con su garganta.
Mis hombres al ver la reacción de Mibsan, también reaccionaron rápidamente apuntandole con armas.
Yo me apresure a mirarlos para darles a entender que no se les fuera a ocurrir algo gracioso.
Fue entonces cuando él disparo.
Su disparo fue tan certero, que se me hizo increíble que yo siguiera en pie, fue entonces cuando uno de mis hombres cayó al piso.
Jamás había sentido la muerte tan cerca.
¿Quién iba a pensar que lo sabría con mi hijo?.
Voltee a mirarlo y este seguía apuntandome.
—no es gracioso matar personas a la luz del día —le recriminé.
El río sin ganas.
—tampoco es gracioso que vengas a hacer de padre preocupado, cuando ni tu mismo te lo crees. —me respondió.
Por lo visto no tenía sentido hablar con Mibsan, no en estos momentos, que estaba tan exaltado en ira.
—si lo que quieres es que me vaya, entonces lo haré, espero hablar contigo cuando estés más calmado. —le dije.
Quise darme la vuelta pero este volvió a apuntar a otro de mis hombres.
Pude ver sus intenciones y antes de que disparase me puse al frente.
—si vas a matar a alguien, mátame a mi —le dije muy seguro.
No lo hice porque me importará la vida de mis hombres como tal, lo hice porque al paso que iba nos iba a causar grandes problemas en plena calle.
Era una gran cosa que mis hombres tuvieran un buen espacio controlado de tal modo que la gente no se diera cuenta de lo que estaba pasando.
El apretó su arma pero pude ver cómo su mano tembló, mire sus ojos y pude ver duda en ellos.
Se que a pesar de que me este odiando, aún así no intentará nada contra su padre.
—ganas no me faltan —contesto —aún así se que vives para cobrar venganza, así que estamos en el mismo barco, no puedo matarte, pero por ahora quiero que te largues, no soporto ver tu cara.
Bajó el arma y la guardo.
Luego se dió media vuelta y comenzó a alejarse.
Mire a mis hombres y estos comenzaron a encargarse del cadáver.
Mientras tanto sentía que una parte de mi, se iba con aquel adolescente, haciendo que de alguna manera me sintiera miserable.
Aún así guardo la esperanza de que lo volveré a ver, estoy más que seguro.
Pero está vez no seré yo el que lo busque.
¿Saben por qué estoy tan seguro?
Porque familia, es familia.
Además no pienso perderlo de vista.
Jamás volveré a descuidar a mis hijos, yo mismo me encargaré y asegúrate de que estén bien.
Fin de la narración.
—¿Ya hija, ya estás lista? —grita mi mamá desde las escaleras —ya nos vamos, apúrate que vamos tarde.
—voy —le grito en respuesta.
La verdad es que ya estoy lista, pero no quiero ir, no quiero moverme del sillón en el que estoy sentada en mi habitación.
Me encuentro frente a mi computadora, debatiendome en investigar o no.
Desde que tuve aquel encuentro con ese chico, no he podido vivir en paz.
Siento que de alguna manera el estaba diciendo la verdad, pero no le hallo lógica a ello.
Víctima de la curiosidad, escribo en la computadora.
¿Quien es Montreal?.
Como era de esperarse me salieron un poconon de personajes, así que lo único que hice fue subir y subir con el mauser, sabiendo que no tenía tanto tiempo como para ponerme a investigar todos esas familias.
Hasta que de pronto llegue a uno en especial que decía:
LA HISTORIA JAMÁS CONTADA DE MONTREAL.
No sé por qué pero le dí click a esa historia y vaya sorpresa mía, al leer lo que decía.
Todos miran está imagen.
(Aparece una foto de un gran empresario junto a su guardaespaldas por así decirlo).
Siempre se fijan en el primer hombre exitoso, pero jamás se dan cuenta del varón que le sigue y de su desgarradora historia...
Quedé sin palabras, asombrada, al terminar de leer.
Está historia se parecía mucho a la que describió aquel joven.
Hablaba de una explosión que ocurrió hace ocho años, e incluso ahí hay una niña llamada Linda.
Pero es imposible que yo sea ella.
En primer lugar, porque es imposible nacer en dos familias a la misma vez.
Eso sería inaudito.
De no ser...
Imposible.
Ya me estoy comenzando a hacer una película.
En segundo lugar, no puede ser por cuánto aquella pequeña murió en esa explosión.
Pero lo más curioso y extraño, es que ahí también hay un pequeño llamado con el mismo nombre de aquel adolescente y eso hace que piense muchas cosas.
O que me haga una película en la cabeza.
—Lindaaaa —vuelve a gritar mi madre, está vez con menos paciencia.
Apagó el portátil, tomo mi cartera y salgo de la habitación.
Mi madre me mira de arriba abajo.
—por tu culpa vamos tarde —me reprocha.
Yo no le respondo nada, simplemente camino hacia la salida donde está el coche esperando.
La verdad es que tampoco quería ir, pero esto es obligatorio, no me queda de otra.
Minutos después.
Mientras el coche avanza, no puedo dejar de pensar en aquella información que encontré.
Será, será...
Será que...
Que estoy en el lugar equivocado.
Siempre he pensado que esté no es mi lugar, incluso por veces siento que está no es mi familia.
Me siento rara, extraña.
Además esos sueños raros y recuerdos raros que tengo siempre me confunden.
No entiendo porque no recuerdo todo lo que me han hablado de mi infancia, si no otras cosas que no tienen nada que ver.
Para colmo de males, aparece este chico, el cual dice conocerme, y desde esa vez que lo ví, no he podido sacarlo de mi cabeza, de alguna manera que no logro explicar, siento que está conectado conmigo.
—Linda —me grita mi madre haciendo que me sobresalté.
Frunzo el ceño y la miro con molestia.
—no es necesario que grites, —le digo —estamos en el mismo auto.
Papá me mira por el espejo retrovisor y sonríe.
—¿Entoces por qué rayos no me respondes, te llevo hablando desde hace rato?, ¿Que es aquello que te trae tan distraída? —pregunta.
—nada, no es nada —le respondo, me niego a decirle la verdad.
Si se lo digo, me tendrá por loca, luego me llevará al sicólogo y hará que me den mucha más medicación.
Es lo que siempre pasa, cuando le digo que me siento fuera de lugar.
—tal vez estás así porque no has visto a York —dice sacando sus propias conclusiones.
Ojalá fuera por eso, no estaría tan preocupada.
—hemos llegado —anuncia mi papá.
Me apresuro a bajar del auto antes de que mi mamá vuelva a regañarme.
Me quedo contemplando el gran edificio que es la iglesia, me imagino todo el trabajo que le costó a los constructores para dejar algo tan hermoso.
Aunque mi madre dice que está capilla, no se compara en nada con el Vaticano, dice que es inmenso y excelsa, lleno de cosas super lujosas, y que no hay otro lugar más rico en oro que ese.
Incluso prometió ir este año a Roma, dice que quiere darle sus respetos al Papa.
Además quiere que me dé su bendición para que sea más exitosa.
Se dice que él es tan santo, que tocar su mano, es como tocar la mano de Dios.
Mejor dicho es él reemplazo de Dios aquí en la tierra.
También es infalible.
Jamás se equivoca.
—vamos —dice mi madre tomándome del brazo —no vinimos a contemplar la construcción.
Yo asiento con la cabeza y camino con ella hacia adentro, ante la atenta mirada de muchas personas.
Entramos y gracias a Dios el servicio aún no ha comenzado.
Dónde ya hubiera comenzado, tendría que aguantar la cantaleta de mamá diciendo que por mi culpa habíamos llegado tarde.
Me siento a su lado como toda niña juiciosa, ella se arrodilla y comienza a hacer sus oraciones.
Yo por mi parte me pongo los audífonos y comienzo a oír música mientras comienza el servicio.
Recuesto mi espalda en la silla tomando una postura cómoda y cierro los ojos.
Estaba comenzandome a relajar, cuando siento una mano sobre mi hombro sacudiéndome.
—ni se te ocurra quedarte dormida —me advierte mi madre —estamos en la casa de Dios.
Abro los ojos y la miro con molestia.
—no voy a quedarme dormida —le contesto.
—si, como no —dice incrédula —acompañame a rezarle al divino niño —me invita jalandome.
—no, no —le digo —yo le rezo desde aquí.
—de ninguna manera —rebate —vas a venir conmigo o de lo contrario olvídate de ir de compras más tarde.
Ni modo.
Me tocó dejar mi cómoda posición y hacer lo que ella quería.
Fuimos hasta donde estaba el divino niño y nos arrodillamos frente a él.
Me quedo unos minutos mirandolo.
«¿Será que si me oye?»
—¿Que esperas que no rezas? —me codea mi madre.
—¿Que le digo? —pregunto levantando una ceja.
—niña, niña —dice mi madre rodando los ojos —parece como si no hubieras hecho la primera comunión, repite conmigo: Divino niño Jesús.
—Divino niño Jesús —repito.
—Bendecinos con amor —vuelve a hablar mi madre.
—Bendecinos con amor —vuelvo a repetir.
Media hora después.
—aaaaamén.. —dice el padre.
Mientras tanto yo voy en mi quinto bostezo, si hay algo que me causa sueño, es venir a misa.
No es porque la tenga en poco, ni nada de eso.
Es solo que...
Me siento fuera de lugar.
Cómo si no perteneciera a esto.
Mis ojos están a punto de cerrarse, pero los codazos de mi mamá, hacen que haga un sobreesfuerzo por mantenerlos abiertos.
—no seas irreverente —dice mi madre sin dejar de ver al frente.
—amados hermanos —dice el sacerdote —los invitó a estar de pie, vamos a rogar por las benditas ánimas de nuestros seres queridos, que donde quiera que estén, siempre nos están protegiendo.
Me pongo de pie e inclinó mi rostro, cierro los ojos tratando de hacer la oración, pero entonces comienzo a ver algo.
Me veo a mi misma, pero en versión pequeña, en un lugar lleno de gente que no cesa de aplaudir y cantar, al frente veo a un hombre trajeado y a varias personas que están cantando, entre ellas hay una mujer que canta muy hermoso.
Ese lugar se parece mucho a un templo, pero lo curioso es que no tiene ninguna imagen, así que lo descarto completamente.
Además no cantan como nosotros cantamos.
De pronto todo se vuelve negro y un dolor de cabeza se comienza a apoderar de mi.
Instantáneamente abro los ojos y me mando los dedos a las cienes, haciéndome masajes.
—¿Te duele la cabeza? —pregunta papá.
Yo asiento, mientras siento como este va en aumento.
—son solo excusas para no estar en la misa —habla mi madre.
—ve al auto a descansar —me ordena mi padre.
Yo asiento y comienzo a salir.
Mi madre me detiene del brazo.
—¿Te tomaste la pasta de la mañana? —pregunta.
Yo niego.
—y luego te quejas. —suspira con impaciencia.
Ella me suelta y yo sigo mi camino.
—iré contigo —me dice siguiéndome.
—tranquila —digo volviendome a ella —yo puedo llegar sola al auto.
La verdad es que no quiero que me acompañe y luego se esté quejando que por mi culpa se perdió el servicio.
Eso es bastante molesto.
Llegó al auto y efectivamente lo primero que hago es tomarme esa pastilla, luego cierro los ojos esperando a que se me pase.
Apenas los cierro, veo al chico del callejón sin salida.
Me mira con una mirada de decepción y puedo escuchar sus palabras.
«Eres una traidora».
Aún mi corazón duele al recordar aquello.
«¿Quien será aquella chica que él busca?».
«¿Será la Linda Montreal de aquella historia que me leí?».
«¿Pero por qué la busca, si ella está muerta?».
Abro mis ojos tratando de disipar esos pensamientos, pero dí un tremendo grito al ver aquel mismo chico parado en la ventana de los puestos traseros, dónde estaba yo.
Solo que el estaba en la ventana derecha y yo estaba en el puesto izquierdo.
Afortunadamente los vidrios son polarizados y no puede ver nada para dentro.
Aún así, creo que si oyó mi grito.
Cierro y abro los ojos con la esperanza y el anhelo de que solo sea una mala pasada de mi imaginación.
Pero lamentablemente es real.
Ese chico si está realmente ahí parado.
Lo peor de todo es que se esfuerza en mirar por la ventana, y parece como si de verdad me estuviera viendo.
Pero eso es imposible, porque los vidrios son polarizados.
Pero yo miro que su mirada está clavada en mi.
«¿Cómo puede ser eso posible?».
Mi corazón está latiendo súper rápido y me cuesta controlar la respiración.
Siento que voy a tener un ataque de nervios.
Tomo el teléfono con manos temblorosas, busco rápidamente el número de mi madre y la llamo.
El teléfono comienza a timbrar.
Miro al chico y este sigue en la misma posición.
«¿Por qué diablos la alarma del auto no suena?».
—¿Si? —finalmente toma la llamada.
—necesito que salgas urgentemente —digo entre dientes, con miedo de que él me escuche —hay alguien afuera que...
—lo siento pero me temo que estás equivocada —escucho la voz de Tirsa.
Miro la pantalla del celular y efectivamente e llamado al número equivocado.
Busco nuevamente el número de mamá y lo marco.
El sudor me corre por la cien y no ceso de temblar.
Hasta el dolor de cabeza se me quitó.
Mi pecho no cesa de subir y bajar, siento que de alguna manera el aire ya no llega a mis pulmones.
—¿Hola? —contesta mamá al primer tono.
—hay...hay —digo al borde del llanto —hay un chi...chico a...a la ventana.
Miro hacia la ventana, pero ya no hay nadie.
—¿Como así? —pregunta mamá —repitelo que no te entendí nada.
Las lágrimas brotan de mis ojos, mientras siento que voy a ahogarme.
—ha...ha...ha...—tomo el aire que más puedo para continuar —había un...un... chi...
—respira cariño, respira —me habla mi madre —respira como te enseño el médico.
Yo asiento y comienzo a tomar aire por la nariz y botarlo por la boca.
—vamos mi cielo —sigue hablando mi mamá —piensa en algo bonito, mamá ya va para allá.
Yo asiento con la cabeza mientras que trato de imaginar algo bonito, solo que tengo miedo de cerrar los ojos y ver algo feo.
—mira el cielo mi amor —sigue hablando mi madre —mira las aves que vuelan libremente por los cielos.
Vuelvo mi rostro hacia mi ventana con la intención de hacer lo que mi madre dice, pero entonces me encuentro con ese chico y lo peor no es eso.
Lo peor es que está intentando abrir la puerta.
El teléfono se me cae de las manos y mis pulmones se cierran totalmente y comienzo a ver todo borroso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro