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12. ¿RECUERDAS?

Santa Biblia Reina Valera 1960 - Eclesiastés 1
11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.



Narra Fares:

Después de la muerte de mi madre, decidí buscar a Dios con toda mi alma.

El fue mi refugio y mi consuelo en esos días que me quede solo.

Me gusta estar en todo, no hay culto que me pierda, no hay actividad en la que no aparezca, siempre procuro estar en todo.

Así pasó el tiempo, hasta que llegó el día inesperado, el día que jamás imaginé que fuera a llegar.

El pastor me llamo y me dijo que si le quería servir de lleno a Dios en su obra.

Eso fue como un baldado de agua fría con hielo.

Para ese entonces ya estaba trabajando para Jum, y ya me había dejado llevar por el encanto del dinero y las comodidades, aunque no del todo.

—lo siento pastor, pero soy un hombre soltero, no me veo trabajando solo en la obra de Dios, para ello se requiere que sean dos.

Esa fue la respuesta que le di aquel día.

Me pregunto si hice mal.

Tantas almas perdiéndose y yo negándome a ir por ellas.

Pero oh vamos.

Si hay gente que sufre, esos son los pastores.

La mayoría de gente se le llena la boca diciendo que son unos ladrones, pero yo he visto de cerca sus necesidades y me he dado cuenta de que no todos tienen gran bendición económica.

Y ni hablar de los que se van de misioneros a un país extraño, donde no quieren la palabra de Dios, donde predicar es un delito, que en algunos casos se paga con la muerte.

Después de lo que me dijo el pastor, no descuide su obra, siempre estuve presto a servir.

Aunque Jum siempre cuestionó mi fe, y quiso quitarme el tiempo que era de Dios, con todo y eso, yo me mantuve muy leal.

Pasados los años, tuve la oportunidad y el privilegio de casarme con una bellísima mujer como lo era Alice.

Un día cualquiera, el pastor nuevo que había llegado, nos llamó a ambos y nos hizo la misma pregunta.

—a ustedes ¿Les gustaría servir en el pastorado?.

Por un instante pensé que se había puesto de acuerdo con el otro pastor, pero no era así.

Pude vislumbrar un brillo especial en los ojos de mi amada al escuchar esa pregunta.

Por lo visto ella estaría encantada en irse a servir a Dios.

Pero yo no, no soportaría ver a mi amada pasar necesidades, de ninguna manera.

Jamás.

—lo siento pastor —fue lo que le respondí —pero en estos momentos estoy recién casado y no se que me deparé el destino más adelante.

Meneo mi cabeza dispersando aquellos recuerdos, ahora en esta situación en la que me encuentro, lo que menos quiero es acordarme de Dios mucho menos de servirle.

Tristemente por donde paso y en el país en el que me encuentro refugiado, todo lo que me encuentro, me hace recordar a Dios.

Estoy en Colombia.

¿Ustedes tienen presente la ciudad de pitalito?.

O mejor aún.

¿El corregimiento de criollos y la vereda del palmar?.

Pues ahí no es.

¿Tienen presente a Paicol?.

Pues ahí tampoco es.

Estoy en la capital de Colombia.

Bogotá.

Incluso la joven que conocí, la cual se llama Raquel, también me recuerda a Dios y es cristiana.

En estos momentos la estoy acompañando en una tienda de vestidos de novia, porque está comprometida para casarse.

Aunque tiene mas cara de estar comprando ropa de luto, que un vestido de novia.

La tienda está repleta de vestidos hermosos, me hace recordar la vez que estabamos buscando el vestido de novia con Alice.

«Y pensar que ahora ya no está a mi lado».

«Que me he quedado completamente solo».

Que ni siquiera me puedo acercar a mis hijos porque todos mis movimientos están monitoreados.

Con solo hacer una llamada, la señora Úrsula se dará cuenta de la existencia de mis hijos.

Tengo que quedarme quieto, vivir la vida normal de cualquier ciudadano, lo bueno es que será por poco tiempo.

El tiempo ya se me ha agotado.

Ya me estoy terminando de preparar, para volver a hacer presencia en el mundo de los grandes y luego de que cobre mi venganza, podré volver a estar al lado de mis hijos nuevamente.

Solo que la señora Úrsula es muy inteligente, y está muy protegida a causa de tantos enemigos que tiene.

Aparte de ello, no será fácil matar a la mamá de mi mejor amigo, por así decirlo.

Salgo de mis pensamientos de golpe, al ver a Raquel salir del vestidor.

Trae un precioso vestido blanco, que hace que me quedé sin palabras.

Por unos cuantos segundos, vislumbre a Alice en el vestido.

Tuve que parparear varias veces para ver qué se trataba de Raquel.

Olvidarme de Alice a sido lo más duro de todo, incluso al principio tuve que tomar mucha medicación, ahora he aprendido a soportar el dolor.

Aquel dolor ha hecho que me vuelva más fuerte, y que cada día me despierte con más fuerzas de luchar por esta venganza, la cual no se va a lograr en un día, ni en meses, si no en años.

Pero como dice el dicho:

El qué persevera alcanza.

Raquel camina hacia la pequeña tarima que hay y sube en ella con estremo cuidado de no enredarse con la cola, para enseñarme como le queda el vestido.

No voy a negar que se ve muy hermosa.

«Es una pena que su prometido no esté aquí».

«Pero bueno».

«Estoy yo».

Sin pensarlo me pongo de pie y me acerco para observarla mejor.

Estiró mi mano y con suma delicadeza, levantó el velo que cubre su rostro.

Sus mejillas inmediatamente se pusieron de color turquesa.

Se que aunque ella me trate como a una persona común y corriente, está atraída por mi y no la culpo por ello, ya que tendría que ser asexual para no gustarle un coreano.

Aunque si supiera el caos tan terrible que es mi vida, tal vez, pero muy tal vez, cambiaría de parecer.

—te ves preciosa —comento en voz baja, estando bastante cerca de ella.

Ella comienza a temblar, y baja la cabeza esquivando mi mirada.

No puedo evitarlo e intento tomar un mechón de su cabello.

Ella se percata de ello y retrocede.

Con tan mala suerte que terminó fuera de la pequeña tarima.

Por poco se cae.

Pero como tengo buenos reflejos y también por instinto, la tomé por la cintura, haciendo que la pequeña distancia que ella había querido agrandar, ahora hubiera desaparecido.

Su mirada se encontró con la mía y en mi se despertó algo que hace mucho no sentía.

O tal vez desde el primer día que la vi lo sentí.

Es quizás porque me recuerda de alguna forma a Alice, no sé, pero hay algo.

Puedo sentir el temblor de su cuerpo, y la dificultad que tiene para respirar, al estar tan cerca el uno del otro.

Inevitablemente, sin saber porque o tal vez siendo consciente, baje mi mirada a sus labios.

—ustedes hacen muy bonita pareja —comento alguien.

Inmediatamente la tensión desaparece, ella se estabiliza y yo la suelto como si me estuviera quemando.

Ella baja su cabeza incapaz de mirarme, yo miro a la persona que habló.

Es la tenderá.

Le doy una sonrisa de boca cerrada.

—ella no es mi pareja —le aclaro.

—¿Nooo? —dice incrédula —pero si estaban taaan juntos.

—creo que voy a cambiarme —anuncia Raquel llena de vergüenza, antes de salir corriendo hacia los vestidores.

La tiendera me mira de pies a cabeza sin ningún disimulo.

Ya me estoy comenzando a acostumbrar a ello.

La mayoría de colombianas, por no decir todas, están locas por los coreanos.

Incluso muchas me han hecho propuestas indecentes.

Hay veces que temo más porque alguna loca obsesionada me secuestre, que de la misma señora Úrsula.

—lo que pasa es que ella estaba a punto de caerse y la sostuve —le explico.

Aunque ni se para que lo hago, me da igual que piense lo que se le venga en gana.

Tal vez lo hago por el testimonio de Raquel.

Ella sigue mirandome como si me fuera a comer, incluso pasa su lengua por sus labios, haciendo que me ponga incómodo.

—¿Eso quiere decir que es soltero? —pregunta con una gran sonrisa.


Fin de la narración

Días después.

Abro los ojos, sintiendo un fuerte dolor de cabeza.

Me siento muy cansada y tengo demasiado sueño que incluso me cuesta mantener los ojos abiertos.

Mi cuerpo parece ser el de otra persona, porque no lo siento, escasamente puedo medio mover la cabeza.

Lo primero que veo es una habitación blanca, con una mesita pequeña que contiene un jarrón de flores.

Estoy en una cama, acobijada con una manta blanca, tengo una cosa que me cubre la boca y mi brazo derecho tiene una aguja clavada, conectada a una manguerilla, la cual va hacia una bolsa que está en un palo a mi cabecera.

A mi lado izquierdo hay una mujer dormida aferrada a mi mano.

«¿Que está pasando aquí?».

«¿Por qué estoy aquí?».

«¿Que es todo esto?».

Trato de responderme a mi misma, pero no encuentro respuestas.

Solo me limito a mirar, tratando de no dormirme y también intento moverme.

Por más esfuerzo que hice, no lo logré, solo pude mover un dedo de mi mano izquierda.

Eso fue más que suficiente para que aquella mujer despertará.

Inmediatamente levantó su mirada hacia mi.

Sus ojos están hinchados y su cabello luce despeinado.

Sus ojos se cristalizaron al verme, pero a la vez sonríe y comienza a gritar, haciendo que mi cabeza quiera estallar.

—amor —llama —doctor, despertó, despertó.

Inmediatamente entran dos hombres a la habitación, uno tiene vata blanca.

—esto es un milagro —dice el de vaya blanca, mandándose las manos a la cabeza.

El otro comienza a llorar y besa mi mano.

—haz vuelto a la vida mi amor —me dice.

«No entiendo ¿Porque me dice amor?».

La mujer también se inclina y deposita un beso en mi frente, sin dejar de llorar.

Lágrimas caen sobre mi.

—sabía que no nos ibas a dejar solos —me dice secándose las lágrimas con el dorso de su mano —tu estás destinada para grandes cosas.

Vuelve a besarme la frente.

«No entiendo ¿Por qué me hablan así?».

Pero no puedo decir nada, porque esa cosa que tengo en la boca me lo impide.

Aún así lo intento, pero no me sale voz.

—no te esfuerces mi niña —dice el hombre que beso mi mano —ya habrá tiempo para hablar, por ahora tienes que recuperarte.

Abraza a la mujer y le da un beso en la boca.

—me siento el padre más feliz del mundo —dice mientras llora.

—y yo la mamá más feliz —le responde ella.

«Ni siquiera entiendo¿Por qué lloran?».

Horas después.

Finalmente he podido mover mi cuerpo, lo primero que hago es quitarme esa cosa que no me deja hablar.

Desde que me desperté, un sinnúmero de personas han entrado a verme y me han traído muchas cosas.

—¿Que pasa? —es lo primero que sale de mi boca —¿Por qué estoy así? Y ¿Quienes son ustedes? —pregunto al hombre y a la mujer que no se han apartado de mi lado.

Ambos se sorprenden al escucharme hablar, se miran el uno al otro y luego me miran a mi.

—somos tus padres cariño —dicen a la misma vez.

—¿Mis padres? —vuelvo a hablar frunciendo el ceño.

No recuerdo haber tenido padres o saber qué es eso exactamente.

—doctor —grita la mujer, haciendo que me tape los oídos, por el dolor de cabeza.

Inmediatamente aparece el otro hombre de vata blanca.

—¿Que pasa? —pregunta.

—¿Por qué ella nos desconoce? —pregunta el otro hombre.

El hombre de vata blanca se acercó a mí.

Con sus dedos, abre más mis ojos y me alumbra, luego me pone un aparato en el pecho.

Ellos otros están atentos a sus movimientos.

El levanta varios dedos frente a mi.

—¿Sabes cuántos dedos tengo aquí?.

Yo niego con la cabeza.

—¿Sabes quién soy?.

Yo vuelvo a negar.

—¿Sabes como se llama ella? —señala a la mujer.

—no —le respondo.

—¿Y él? —señala al hombre.

—no —vuelvo a responder.

—¿Al menos recuerdas algo antes de estar aquí?.

Nuevamente niego con la cabeza.

El mira a la mujer y al hombre.

—me temo que su hija ha perdido la memoria. —les dice.

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