39. Tú Eres Mi Momento
📅 MÁS TARDE
📅 𝑷𝒍𝒂𝒚𝒂 𝒅𝒆 𝑫𝒂𝒚𝒕𝒐𝒏𝒂 𝒃𝒆𝒂𝒄𝒉
Nico bebía un extraño líquido de color rosado que le habían dado en la barra libre. Simplemente con enseñar su acreditación y todos los deportistas tenían bebidas ilimitadas. Miraba por todos lados intentando buscar a Sara sin mucho éxito. O bien no había venido, o no la veía entre tanta gente. La había visto 5 escasos minutos durante la cena y aun así, no había podido apartar sus ojos de ella. Tenía unas ganas enormes de verla. Lo necesitaba. Para quitarse esta desazón que tenía en su cuerpo por su causa y para desengañarse de una vez, que lo que estaba sintiendo no era tan fuerte como él pensaba.
- ¿Qué buscas Nicolás? -le preguntó su amigo Pablo dándole un empujón con su hombro. El sevillano bebía de su vaso, pero a un ritmo más tranquilo que el resto de sus amigos.
- Nada. ¿porqué? -le contestó él fingiendo indiferencia.
- A mi no me engañas. No le has quitado el ojo de encima a la malagueña mientras cenábamos.
Nico esbozó una pequeña sonrisa y bebió de nuevo de su vaso. Su amigo y compañero Pedri se acercó a ellos llevando otro en su mano.
- ¿De qué habláis par de dos? -les preguntó el canario. Hacía solo unos minutos que le había realizado una videollamada a Naira, su mujer, y ya la echaba de menos.
- Que aquí mi primo, que se ha enamorao de la malagueña -le dijo Gavi señalando a su compañero Nicolás.
- ¿De Sara Cruz? -le preguntó Pedri alzando una de sus cejas- buena mediapunta. En el Barcelona lo hace de puta madre igual que en la selección.
-No estoy enamorado -les dijo Nico mirando de nuevo hacia las escaleras- pero me gusta ¿vale? sólo eso.
- Por eso se te va a partir el cuello de tanto mirar para todos lados -se burló Pablo.
- Tú calla Gavira, o te recuerdo otra vez que te pasaste el vuelo comiéndole la boca a su compañera de habitación -le reprochó Nico.
- Joder, ni me la nombres -les dijo el sevillano con cara de asco
- ¿Y eso? -le preguntó Pedri bebiendo el también de esa bebida rosa que tan bien entraba en el cuerpo- joder, no me contáis nada cabrones.
- Nada, que querían usarme para hacerse viral -le contestó él con fingida prepotencia- pero, la calé pronto y la mandé a tomar por culo.
- A ver, Pablo -le dijo Pedri, el que siempre era la voz de la conciencia- que Terry ya es conocida por jugar en el Barcelona. No lo flipes tanto.
- Pues yo no tenía ni puta idea de quien era. Conozco mejor a las del Madrid que a ella. Como a esa -Pablo les señaló con su vaso a una chica de larga melena castaña clara que charlaba animadamente con otra chica- Noelia Casado, portera del Madrid y de la Selección. Y está buena que te cagas.
- Y mayor que tú -apuntilló Nico pues de sobra era conocida la afición de Pablo por las chicas mayores que él.
- El amor no tiene edad Nicolás. Por cierto, ¿esa no es tu rubia?
Nico siguió el dedo de Pablo. Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver a Sara avanzar entre la gente. La boca se le secó y sintió que las pulsaciones se le aceleraban. Estaba guapísima. Llevaba el pelo suelo y los rizos le caían por la espalda en cascada. Su cuerpo embutido en una falda negra que le llegaba a mitad del muslo y un top de tirantes que dejaba su ombligo al aire. Guapa era poco para lo que él pensaba de ella.
Y si, todo lo que había sentido en el avión, volvía a sentirlo de nuevo multiplicado por mil. Porque Sara le gustaba, y mucho. Y sabía que poco a poco este sentimiento iría a más. Y no iba a hacer nada para evitarlo.
Sara miró alrededor. Había mucha gente. Demasiada. Reconoció a algunos deportistas. Algunos más famosos que bailaban y bebían siendo uno más de la fiesta. Se giró buscando a Terry la cual hacia un cuarto de hora que había ido a por una bebida y aún no volvía. Resopló pensando que no había sido buena idea venir, hasta que lo vio. Allí estaba Nico. Con sus manos en los bolsillos y mirándola fijamente a ella. Se mordió los labios y sonrío cuando le hizo un gesto con la mano para que fuera hacia él. No se lo pensó. Ya le daba igual Terry. Que se buscara la vida.
- Se te cae la baba, Nicolás -le dijo Pablo al ver como su amigo le sonreía a la chica, la cual caminaba directamente hacia él.
- Vete a la mierda, Gavira.
Nico caminó unos pasos hacia ella alejándose de sus dos amigos que reían a sus espaldas. En cuanto llegó hacia él, Sara se arrojó a sus brazos y se dieron un largo abrazo que los dejó sorprendidos a los dos.
- ¡Dios lo que me alegro de verte! -le dijo la chica muy alegre no queriendo separarse aún de sus brazos.
- ¿Has venido sola? -le preguntó él algo preocupado de que ella estuviera aquí sin nadie.
- No, qué va. Con Terry. Pero se ha largado a por bebida y me ha dejado sola. Paso de ella, la verdad -Sara encogió sus hombros y soltó una carcajada.
- ¿Quieres? -le dijo Nico ofreciéndole la bebida de su vaso.
- ¿Qué es? -le preguntó ella cogiendo lo que él le daba algo sorprendida por el color de la bebida.
- No preguntes. Un líquido rosa que sube mucho. Pablito se ha bebido ya dos.
Nico señaló a su amigo mientras ella probaba ese "líquido rosa". A Sara le supo dulce pero también un poco fuerte a medida que bajaba por su garganta.
- Pues está bueno -le admitió relamiéndose los labios. A Nico no le pasó desapercibido la forma en que la lengua de la chica acariciaba sus rosados labios para perderse de nuevo dentro de su boca.
- ¿Quieres que te traiga uno? -le dijo él mientras hacia ademán de irse. Sara lo agarró del brazo deteniendo su marcha.
- Mejor vamos los dos. No quiero estar aquí sola -le rogó ella, pues estar entre tanta gente la abrumaba.
La malagueña se enganchó de su brazo y lo siguió esquivando gente. Parecía increíble que toda la gente que estaba aquí, bebiendo, dándolo todo bailando y desfasando como el que más, en un par de días tendrían que darlo todo compitiendo en unas Olimpiadas. Llegaron a zona de la barra y Nico enganchó a Sara poniéndola a su lado mientras pedía dos bebidas. La malagueña miró a su alrededor, moviendo sus pies al ritmo de la música.
Divisó a Terry bailando muy alegre con un chico moreno que la agarraba de la cintura como si se conocieran de toda la vida. Sara negó con la cabeza y volvió su vista a Nico, el cual ponía en su mano una bebida. Ella miró el contenido con una mueca en su cara.
- Es verde -le dijo a Nico soltando una carcajada.
-Lo sé -contestó él. Alzó su vaso y lo chocó con el de ella- por nosotros. Porque este momento permanezca siempre en nuestro recuerdo.
- ¿Qué momento, Nico? -le dijo ella con una sonrisa algo traviesa. Deseaba provocarlo y ver de lo que él gallego era capaz, y a poder ser, con ella.
Nico arqueó una de sus cejas y la agarró de la cintura. La giró hasta quedar detrás de él, acercándola a su cuerpo. Le apartó el pelo del cuello, mientras ella aguantaba la respiración. No sabía lo que él iba a hacer. Pero le daba igual. Sólo quería seguir sintiendo sus manos en su cuerpo.
- Mira hacia adelante, Sara -le dijo él a la vez que las yemas de sus dedos le rozaban lentamente el cuello- estamos a miles de kilómetros de casa, viviendo una experiencia que jamás volveremos a tener nunca en la vida. El mar como testigo. Arriba, la luna.
Sara miró hacia arriba para ver que, efectivamente, la luna iluminaba la playa. Giro un poco su cara y se encontró con los labios de Nico a centímetros de los suyos. Su aliento cosquilleaba en su mejilla haciendo que todo su cuerpo se estremeciera a causa de ello.
- Abajo, nosotros, simples mortales que quieren alcanzar la gloria -siguió diciéndole Nico- y tú, el destino que me ha hecho coincidir contigo.
Sara se relamió los labios cuando sintió la boca de Nico aún más cerca de la suya. No podía apartar su mirada de él. Es que no quería hacerlo. Él bajó los labios hasta rozar su hombro desnudo. Fue un beso que a ella le quemó la piel y erizó cada centímetro de su cuerpo. Sus labios estaban calientes y eran suaves. Y deseó tener esos labios besando los suyos.
Se separó de él muy despacio hasta colocarse delante suya. Se miraron. Con esa mirada que le das al chico que te gusta y con el que sabes que va a pasar algo aunque ninguno diga nada. Tragó saliva perdida en él. En sus ojos. En esa boca que la invitaba a ser besada. Solo unos centímetros y la atraparía entre sus labios.
- ¡Hombre! Si está aquí el pequeño Nicolás.
Unai Simón. El portero de la selección. El hombre más serio del mundo, pero el más gracioso con dos copas de más. Se acercó hacia ellos rodeando los hombros de Nicolás con su brazo. Lle revolvió el pelo fastidiando al gallego. Tuvieron que soportar al vasco unos minutos hasta que Pedri y Gavi llegaron al rescate.
- Una lituana de halterofilia me ha dicho que le encantaría levantarme -les dijo Pablo bastante indignado, provocando las carcajadas de Pedri.
- ¡Es que eres tan mono! -le dijo el canario apretando sus mejilla- lo que no sé es como has entendido lo que te decía.
- Por gestos. Y no me preguntéis porque me niego a repetirlos -expresó Pablo con su típica cara de asco tan habitual en él.
- Ay, Gavira, conocido en el mundo entero por su guapura y hermosura -el canario les hizo reír una vez más. Giró su cabeza para mirar a Sara ofrenciéndole una amplia sonrisa- hola, soy Pedri, aunque ya nos conocemos de cuando hicimos lo de las camisetas.
- Es cierto. Me alegro de volver a verte -Sara se acercó a él y le dio dos cariñosos besos.
La música subió de volumen y de pronto la gente empezó a gritar como loca. Había un pequeño escenario justo en una esquina y sin que nadie lo esperara, Armin Van Buuren, el afamado DJ, apareció agitando sus brazos.
- ¡Oh, dios mío! ¡Es Armin Van Buuren! -Sara empezó a saltar y a dar palmas mientras las primeras notas de "Heading up night" empezaron a sonar.
Caminaron un poco entre la gente hasta estar más cerca del escenario. Los futuros deportistas olímpicos agitaban sus brazos al ritmo de la música con movimientos enloquecidos. Sara agitaba sus caderas y su cabeza al igual que los demás. Se giró para mirar a Nico, el cual no la perdía de vista, hechizado con sus movimientos. Pedri le dio un codazo y le hizo un gesto con la cabeza para que fuera a bailar con ella.
- Nicolás, que la vida está llena de oportunidades y hay trenes que solo pasan una vez -le aconsejó el canario empujándolo un poco hacia donde estaba Sara.
El gallego se acercó, y sin pensarlo, puso sus brazos alrededor de su cintura. Los deslizó lentamente hasta rozar la piel desnuda de su estómago. Ella se agarró a esos brazos que la sujetaban, no queriendo soltarse jamás de ellos. Sus caderas fueron las que marcaron el ritmo. Sus brazos los que se deslizaron por los antebrazos de Nico hasta alcanzar con una de sus manos, su cuello. Cuando el ritmo de la música se hizo más intenso, el gallego fue más allá y puso su cabeza en los hombros de la chica moviéndose al mismo ritmo que ella.
Deseo.
Las ganas que se tenían el uno al otro.
Los besos que se debían.
Las caricias que querían que ardieran en su piel
Sara se dio la vuelta y puso ambas manos en el cuello de Nico moviéndose los dos a la vez. Mientras sentían que a su alrededor no había nadie. Sólo ellos. Solo sus ojos que se miraban y que tanto querían decirse. El chico subió su mano por su espalda desnuda recorriendo lentamente su columna vertebral mientras todo a su alrededor se llenaba de serpentinas y de confeti de colores. Sara movía de un lado a otro su cuerpo fundiéndose aún más con el de Nico. Como si con sus cuerpos quisieran decirse lo que no se atrevían con sus palabras.
Nico miró a Sara y se perdió en sus ojos. Porque si, lo estaba, estaba ya perdido en ella. Acercó su boca a su oído dejando un pequeño beso justo en esa parte más sensible.
- Este es otro de esos momentos, Sara.
Ella alzó su mirada y se mordió los labios algo nerviosa. Porque su cercanía la ponía así.
- Y tú eres mi momento, Nico.
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