35. Tú eres mi hogar
No puedo dejar de mirarla. Cada paso. Cada mirada y cada sonrisa cuando descubre algo nuevo de mi casa. Su mano sujeta la mía cuando recorremos habitación por habitación. Es la única chica que ha estado en esta casa. La única que quería tener en ella.
- Esa foto nos la hizo Pedri en el comedor.
Sara señala una de las fotos que están en mi mesita de noche. Aparte de mis padres y algunas con Pedri, Gavi y Ferrán, también está una de los dos. Ella sentada encima de mí con su cabeza en mi pecho. No pude quitar esa foto. Me torturaba viéndola todos los días como un recuerdo de que lo nuestro fue real.
- Exacto -pocas palabras salen de mi garganta a causa de los nervios que me produce tenerla aquí. En mi casa. Conmigo.
Sara asiente con su cabeza esbozando una débil sonrisa. Se gira lentamente y empieza a reírse.
- ¡Que cama más grande!
Sara la mira de arriba abajo y sin pensarlo, se arroja contra el colchón, rebotando un par de veces, algo que no hace sino aumentar su risa. La miro como salta y rueda hasta quedarse con los brazos en cruz.
- Me gusta tu cama –me dice apoyándose en sus codos. Sus labios se curvan hacia arriba como si quisiera tentarme con ellos. Estoy deseando probarlos otra vez. Perderme en ellos y disfrutar del sabor de su boca.
- Me alegro que te guste porque es donde vas a dormir.
Una pícara sonrisa se instala en su cara a la vez que sus mejillas se sonrojan de nuevo. Traga saliva y se sienta en la cama quitándose las zapatillas con parsimonia. Al alzar sus ojos, su mirada se encuentra con la mía y ambos la mantenemos unos buenos segundos.
- ¿Puedo darme una ducha? Tengo el olor a hospital metido en la nariz y necesito quitármelo de encima.
- Claro. Anda, ven.
Le tiendo la mano y ella se agarra deslizando sus dedos hasta entrelazarlos con los míos. Nos miramos sin querer hablarnos. Esa mirada me recuerda tanto a la de este verano. A cuando con solo un gesto me decía las ganas que tenía de mi. Tiro de ella despacio hasta llevarla al baño. Abro la puerta y dejo que pase dentro.
- Las toallas están en aquel mueble y creo que tengo un albornoz limpio en aquel armario –le digo señalando donde está casa cosa- el gel y el champú están dentro. Es H&S así que puedes usarlo.
- Gracias –me contesta mordiendo sus labios con algo de nerviosismo.
- Cualquier cosa que necesites, me lo dices.
- De acuerdo.
Sara sigue sin querer dejar de mirarme. Pero soy yo el que tengo que hacerlo porque estoy temblando de los pies a la cabeza. Esbozo una sonrisa, para, segundos después, cerrar la puerta del baño dándole la intimidad que necesita. Voy hacia la cama y me siento en ella dejándome caer hasta estar tumbado.
La tengo aquí. En mi casa. Conmigo. Y tengo que reprimir las ganas que tengo de estar con ella, de tocarla, de hacerle el amor porque solo Sara puede saciar esta sed que tengo, la sed de ella. Escucho el grifo de la ducha abrirse y el agua correr por él. Llevo mis manos a la cara contando mentalmente todo lo que se me ocurre, porque solo me vienen a la cabeza imágenes de ella desnuda. Y mi polla empieza a apretarme en los pantalones siendo algo sumamente doloroso.
Dejo que pasen unos minutos en los cuales me debato en lo que hacer o no hacer. En lo que está bien y en lo que no debería. Pero, mi deseo y mis ganas, pueden más haciéndome sentir culpable a cada paso que doy hacia ese baño.
Abro la puerta y el vapor inunda la estancia. A través de la mampara puedo vislumbrar su cuerpo desnudo. La garganta se me seca y apenas puedo tragar de la tentadora visión que tengo delante de mi.
- Creí que me dejarías solita en la ducha –ella se ha dado la vuelta. Se muerde el labio inferior y parece estar retándome con su mirada. La visión de sus pechos desnudos y como el agua cae por ellos, me tiene aún más excitado.
- Estaba decidiéndome –le confieso abriendo la mampara y entrando en la ducha una vez que me he despojado de toda mi ropa.
- ¿Qué decidías? –sus manos rodean mi cuello acercándome aún más a su cuerpo. Mi pene roza su estómago y solo ese leve roce me arranca un suspiro de la garganta.
- Si follarte en la ducha o una vez que salieras de ella –sus manos se deslizan por mis hombros con suma delicadeza. Acerca su boca hasta mi cuello dejando un pequeño beso que hace que se me erice la piel.
- Las dos opciones son válidas, cosi.
Poso mis manos en sus pechos, apretándolos con cuidado. Sara se apoya en la pared de azulejos abriendo y cerrando su boca. Mis pulgares rozan sus pezones, los cuales están bastante duros. Me acerco a ella porque esos labios ya llevan demasiado tiempo tentándome, y ya no puedo aguantar más. La pruebo un poco con cuidado. Como si fuera la primera vez que nos besamos. Sara sigue sabiendo demasiado dulce. Mis labios se mueven con lentitud sobre los de ella, tentándola a que lleve el ritmo. Busca mi lengua con la suya. Rozándola un par de veces y moviéndola en círculos mientras nos besamos.
Sara se agarra a mi cuello. Mis manos aún están en sus pechos, y las voy deslizando hasta rozar su vientre. Mis dedos alcanzan su clítoris y solo ese roce hace que ella suelte un jadeo entrecortado. Los muevo despacio sintiendo como está tan mojada que estos se empapan con rapidez.
- Nico –me dice ella susurrándome en ese tono de voz que tan loco me vuelve.
- Al parecer no soy el único que estaba deseoso.
Sara abre sus ojos esbozando una pequeña sonrisa en mi dirección. La agarro de los muslos y me inclino hasta estar de rodillas, teniendo su sexo delante de mi boca.
- Nico –me dice ella sabiendo lo que voy a hacer.
- Shh, neni, esto es sólo para ti.
No la dejo que sigua protestando porque mi boca se acerca a su clítoris y en cuanto la pruebo una explosión de sabores y de olores se mezcla en mi boca, deseando llenarme aún más de ella. Mi lengua se mueve en círculos saboreando cada parte de Sara. Sus manos tiran de mi pelo. Siento sus piernas temblar con cada sacudida de mi lengua en su sexo. Mis dedos abren sus pliegues para que mi lengua pueda probarla ahí. Mis lamidas son precisas y juro que estoy disfrutando tanto que podría correrme ahora mismo.
Los jadeos de Sara son cada vez más rápidos, a la vez que mis dedos y mi lengua sobre ella. Exploro cada parte de su sexo como si fuera la primera vez que lo hago, como si no la hubiera besado nunca.
- Dios, Sara, sabes tan condenadamente bien.
Mi boca vuelve a atacar su clítoris y su vagina. Siento como sus piernas se cierran y como las palpitaciones de su sexo son cada vez más evidentes. Sus fluidos mojan mi boca siendo engullidos por mi lengua. Succiono su clítoris con avidez, como mis ganas de ella.
- Nico...yo...no puedo más...
Acelero las embestidas de mi lengua en ella guiado por sus gemidos de placer. Sara lo hace, se deja llevar por el orgasmo agarrada mi pelo y gritando mi nombre bien alto. Se relaja segundos después, los cuales aprovecho para ponerme de pie y mirar su preciosa cara sonrosada y satisfecha. Ella acerca su boca a la mía besándome con desesperación, probando su sabor en mí.
- Te necesito más –me dice agarrándose a mi cuello. Su codiciosa lengua busca la mía tentándome a ese más. La agarro de las caderas y le doy la vuelta para que sus manos se pongan en los azulejos. Alza su culo en mi dirección provocándome a que entre en ella.
- Mierda, Sara, ni dos minutos puedo aguantar sin estar dentro de ti.
- Pues no lo hagas, Nico, ya hemos aguantado bastante el uno sin el otro.
Me agarro a su trasero y se lo pellizco haciendo que ella emita un débil gemido. Verla así, tan dispuesta, ofrecida a mi, es el puto mejor sueño de mi vida. Me agarro el pene y lo voy moviendo por su culo hasta llegar hacia abajo. Trago saliva y siento mi corazón latir con fuerza por la anticipación. La deseo tanto que siento que voy a estallar en miles de pedazos en cuanto esté dentro de ella.
- Por favor, Nico –me ruega ella con la voz entrecortada.
Y no necesito más. Sólo tres palabras y me tiene a sus pies. Me deslizo lentamente por su culo hasta llegar a su abertura donde empujo mi pene entrando en ella de una manera deliciosa. La lleno por completo, cada centímetro de mí en ella, y en cuanto lo hago, todo es una explosión alrededor nuestra. Porque siento que estoy de nuevo en el paraíso. Porque ella me hace sentir que estoy en el borde de un abismo al cual saltaré con gusto.
Me voy moviendo despacio llevando mi mano justo delante de ella. Busco su clítoris y la muevo en círculos al compás de sus caderas. Nuestros movimientos son precisos, asalvajados diría yo, pero, son por las ganas que nos tenemos. No puedo dejar de moverme, de entrar para volver a salir de ella sintiendo que con cada embestida la estoy marcando de nuevo.
- Nico...me voy otra vez...
Sus piernas aprisionan mi pene y sonrío porque no ha tardado nada en hacerlo. En correrse otra vez, pero ésta vez, conmigo dentro. No dejo mis movimientos hasta que siento que ella lo hace, que tiene sus orgasmo. Dejo que termine, y cuando sé que lo ha hecho y que yo ya no puedo más, salgo de ella y llevo mi mano a mi pene para terminar encima de Sara lo que he empezado en su interior. No tardo mucho en hacerlo, en sentir como quiero liberarme, y lo hago, mojando su culo y su espalda.
Apoyo una de mis manos en los azulejos intentando recuperar la respiración. Sara se da la vuelta para mirarme. Su preciosa cara tiene una sonrisa de felicidad que hace que de nuevo mi corazón esté alterado y lata demasiado deprisa por ella. Pone sus manos en mi cuello y busca mi boca para besarme ésta vez más lento, con más tranquilidad.
- Nico –me dice al separarse de mi. Se muerde los labios esbozando una amplia sonrisa.
- Si, lo sé, tienes hambre –le respondo recibiendo una carcajada por su parte.
- Me conoces bien.
- Entérate de una vez, Sara, como te conozco yo, no te va a conocer nadie en la vida.
- Ni quiero que haya nadie más que me conozca. Porque contigo tengo todo lo que quiero.
Dejo que Sara termine de ducharse tranquilamente. Dice que hacía muchos días que no disfrutaba de una buena ducha y que no descarte que pronto llene mi bañera y se pasé ahí un buen rato. Me visto y bajo las escaleras en dirección a la cocina. La hora que es y ya teníamos que estar comiendo, y más ella.
Me pongo a pensar en lo rápido que ha ido todo desde que la vi ayer. Como parece que el tiempo no ha pasado entre nosotros y es como si de nuevo nos perteneciéramos el uno al otro. Quizás tenía que hacer dedicado unos minutos a pensar en todo esto. En ella, en su enfermedad, en como nos va a afectar a ambos su estado y en pedirle que se viniera aquí . Pero, sinceramente, no tengo nada que pensar. Ella está conmigo.
Mi teléfono suena en ese momento. Sonrío al ver aparecer el nombre de mi madre en la pantalla. Tengo que contarle que estamos juntos. Ella fue la que más aguantó cuando Sara me dejó. Y siempre me decía lo mismo, que creía que había algo más detrás de todo esto. Pues no se equivocaba.
- Hola, mami -la saludo en cuanto descuelgo.
- ¡Dos días sin saber nada de ti, Nicolás! Espero que tengas una buena razón para haber ignorado a tu madre durante tanto tiempo -su risa fastidiada logra que sonría. Cuando quiere, es muy dramática, pero, me encanta eso en ella.
- Lo siento mucho, mami, pero, tienes razón, tengo una razón.
- ¿Y me lo cuentas, o jugamos a las adivinanzas?
- Es Sara, mamá. La encontré.
Durante varios minutos le cuento todo a mi madre. Desde la visita al hospital hasta la forma en la que nos encontramos. A veces se me hace un nudo en la garganta cuando tengo que explicarle su enfermedad, o lo que sé de ella. Mi madre me escucha paciente, sin emitir palabra alguna, hasta que termino de hablar.
- Dime algo, mamá. Dime algo porque me estoy volviendo loco -le pido llevando mi mano al pelo y revolviéndomelo un par de veces.
- ¿Estás con ella porque la quieres? ¿o porqué te sientes en la obligación de estarlo?
- Porque la quiero, mamá -le respondo sin dudarlo- siempre la he querido. Pensé que la había olvidado, pero, ha sido verla y todo lo que sentía por ella ha vuelto con más fuerza.
- Cariño, me alegro muchísimo que la hayas encontrado y que estéis juntos de nuevo. Ella te va a necesitar mucho ahora. Está claro que con su madre no puede contar, y tú tienes que ser fuerte, por ella y por ti. Sólo quiero que estés seguro de que quieres esto, porque ella no se merece que la ilusiones y llevarse más decepciones.
Admiro la capacidad que tiene mi madre de ver lo bueno de las personas.
- Si que estoy seguro. La quiero y voy a estar a su lado luchando con ella -le admito a mi madre en voz alta.
- Me alegro oír eso de ti, mi amor. Pero no estáis solos. Puedes contar conmigo y con tu padre para lo que necesites.
- Gracias, mami. Te quiero mucho.
Hablo unos minutos más con ella. Consigo que me prometa que vendrá pronto a Barcelona para asistir a uno de mis partidos y así conocer a Sara. Desde que mi padre entrena a las categorías inferiores del Depor, apenas los veo.
Apoyo mis manos en la encimera mirando por la ventana. Escucho los pasos de Sara bajar por las escaleras, y aparto mi vista del jardín. El corazón se me altera nada más verla. Se ha puesto unas mallas negras y una sudadera que le queda bastante grande.
- Esa sudadera es mía -le digo abriendo mis brazos para que ella repose en mi pecho.
- A mi me queda mejor.
- Lo sé.
Durante unos buenos segundos ninguno de los dos habla. La sensación de tener su cuerpo junto al mío es algo a lo que jamás podré renunciar en la vida.
- Dilo Sara –le pido, bueno, le ruego que me diga esas palabras que tanto deseé escuchar durante meses y que atormentaron mi sueños. Ella alza sus ojos y me mira algo más seria. Moja sus labios antes de hablarme y decirme esas palabras que tanto quiero escuchar de su boca
- Te quiero, Nico.
Y si, por mi se puede ir el mundo a la puta mierda. Porque ella me quiere y es lo único que me importa.
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