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32. Tus brazos siempre fueron mi refugio

Aún no le he contado nada a Nico. Ni él me ha forzado a hacerlo. Me alegro tanto de que este aquí. Lo necesitaba. Lo necesitaba a él. Cuando hoy lo he visto todo lo que sentía por él, todo lo que creí muerto y enterrado, resucitó. Nico siempre fue mi lugar seguro, mi refugio. Apoyo mi cabeza en su pecho mientras él me abraza más fuerte. Hace rato que terminamos los dos tumbados en la cama. Y como siempre mi pierna derecha encima de la suya.

Sus dedos acarician mi hombro desnudo. El pijama se me bajó y no he querido ponérmelo bien para no perder el contacto de su mano. Su respiración está más calmada. Pero su corazón sigue latiendo deprisa.

- Deberías comer algo, ya es la hora de la cena -me dice Nico. Me muevo un poco más hasta rodearlo aún más con mi cuerpo.

- Es que...no quiero que te vayas...

No quiero que me deje. No quiero perderme ni un minuto más de estar sin él.

- No voy a irme Sara. Y si me voy, volveré neni.

Alzo mi cabeza y lo miro. Él me saca la lengua mientras yo apoyo mi barbilla en su pecho.

- Tengo contactos, ¿quieres cenar conmigo? -le pregunto algo nerviosa.

- ¿Me estás pidiendo una cita Sara Cruz? -siento como mis mejillas me arden y escondo mi cabeza en su pecho.

- Te pido lo que quieras, Nico.

El gallego pone una de sus manos en mi barbilla y la alza con un par de sus dedos. Mis ojos se clavan en los suyos y me muerdo los labios nerviosa. Esa mirada. Esa mirada aún sigue desarmándome. Así me miraba cuando quería que hiciéramos el amor. Cuando nos perdíamos el uno en el otro sin importarnos nada ni nadie.

- Claro que me quedo a cenar contigo. Pero espero que el menú sea bueno.

- Seguro que te sorprendes. No se come tan mal aquí.

Me levanto de encima suya y Nico vuelve a tirar de mi hasta que nuestros ojos hacen contacto de nuevo. Una de sus manos va a mi mejilla apartándome el pelo de la cara.

- En cualquier momento tendré que besarte Sara. Me muero por probar tus labios de nuevo.

Trago saliva mirando a Nico. Mirando sus labios. Esos labios que aún siguen volviéndome loca. Recuerdo la primera vez que nos besamos. No podíamos dejar de hacerlo, aunque todos a nuestro alrededor nos llamaran la atención. Recuerdos de tantos besos, y de lo que venía detrás de los besos. Me acerco a él y mis labios besan su mejilla. Nico contiene la respiración y afloja su agarre en mi cintura.

Me quito de encima suya y me siento en la cama poniéndome las zapatillas. Me doy la vuelta y cojo mi teléfono móvil que está en la mesilla. Voy a salir de la habitación cuando me giro para mirarlo.

- Si cuando vuelva no estás, lo entenderé, Nico.

Nico me mira algo sorprendido y se incorpora hasta sentarse y darme una larga mirada. Mi corazón, mi enfermo corazón, late algo más deprisa mirándolo.

- Tendrán que echarme de este puto hospital para que te deje, Sara.

Aprieto mis labios y salgo de mi habitación con una sonrisa de oreja a oreja. Nico está aquí. Mi Nico. Ha vuelto a por mi. Cuando lo he visto esta tarde, creí que era un sueño. No supe reaccionar. No sabía que hacer ni que decir. Al principio estaba asustada porque me había encontrado. Oportunamente vino una enfermera a buscarme para hacerme otra analítica. Y cuando volví, Nico ya no estaba. Decepción, desilusión y una tristeza enorme me invadió por completo. Verlo de nuevo después de 5 meses fue un chute de energía, pero también me hizo recordar que lo nuestro no puede ser.

Pero él me está dando esperanzas. Las esperanzas que yo no tengo, él me las da. Y sinceramente, ahora que Nico está aquí, que ha vuelto a por mi, yo ya no pienso luchar más. Lo que tenga que ser que sea.

Antes de llegar a la cocina, saco mi móvil y marco su número. Esto tiene que haber sido idea suya, o por lo menos, tenía que haberme avisado. A los dos tonos, contesta.

- Estaba esperando que me llamaras -me dice él al otro lado de la línea.

- Lo sabías y no me lo has dicho -le contesto algo enfadada.

- Sí, lo sabía. Pero es que ya no puedo más, Sara. Él se merece saber.

- Ya, pero esa decisión no era tuya -le contesto mordiendo mis labios.

- Lo es cuando me hiciste prometer que no le diría nada. Lo siento, lo siento de verdad, pero no puedo Sara. No puedo veros a los dos hechos pedazos el uno por el otro. Ya va siendo hora de que te enfrentes a tus miedos pequeña.

- Lo haré. Y bueno, aunque te odie un poquito por ser tan capullo...gracias.

Cuelgo el teléfono y llego a la cocina atravesando varios pasillos. Me asomo y veo a Angustias, una de las cocineras. Ella se da cuenta de que estoy aquí mirándola y me da una agradable sonrisa.

- No has ido a cenar al comedor con los niños -me dice ella regañándome con la cuchara.

- Lo sé...es que tengo visita...oye Angustias, ¿tú crees que podría llevarme un par de bandejas a mi habitación?

Miro a Angustias apretando mis labios y casi en un ruego. Ella agudiza su mirada y frunce sus labios.

-¿Es un chico?

- Es Nico.

La cara de Angustias cambia por momentos. Es a la única que le he contado que antes de entrar aquí había un chico. Un día que estaba muy mal, que casi no levantaba cabeza, ella me dijo que pensara en algo alegre, y la cara de Nico se me puso por delante.

- Anda, vete a la habitación, haré que te lo lleven.

- Gracias Angustias, eres la mejor -me acerco a ella y le doy un gran abrazo y un beso que ella me corresponde acariciándome con ternura.

Me separo de ella y salgo de la cocina muy contenta. Camino, más bien corro por el pasillo hasta llegar de nuevo a mi habitación. Abro la puerta y lo veo allí mirando por la ventana. No, no es un sueño. Cojo aire con fuerza porque no debería haber corrido tanto. Intento recuperar la respiración pero me está costando un poquito. Nico se percata y se da la vuelta viniendo hacia mi muy preocupado.

- Ei. Sara, ¿estás bien? -Nico pone una de sus manos en mi cintura y la otra en mi mejilla

-Si, tranquilo... -le digo cogiendo aire poco a poco- es que no tenía que haber corrido por el pasillo, sólo es eso... déjame que me siente...

Nico me lleva hacia el sofá y me siento allí cogiendo aire poco a poco, tal y como me han enseñado. Veo en su cara que está realmente preocupado y le sonrío intentando tranquilizarlo.

- Estoy bien, estoy bien Nico -le digo acariciando su mejilla, pero él, aún sigue preocupado mirándome.

-Sara, no lo estás. Y yo...me siento tan inútil... -mi mano vuelve a ir a su cara y él la apoya en mi palma. Permanecemos en silencio durante un largo rato en el que ninguno de los dos se atreve a decir nada por miedo a romper el momento.

La puerta de la habitación se abre entrando uno de las chicos de la cocina con dos bandejas de comida. Nos mira a los dos sonriendo y Nico se suelta de mi mano dejándome con una inmensa sensación de vacío.

-Angustias me ha dicho que os deje esto aquí. Que aproveche.

-Gracias Julio -le digo con amabilidad viendo como deja las bandejas encima de la mesa.

En cuanto se cierra la puerta Nico se levanta y vuelve a irse hacia la ventana. Me pongo de pie lentamente y voy hacia él. Mis manos se deslizan por su cintura y él me las agarra. Ninguno dice nada. Con lo mucho que hablábamos.

- Prométeme que no te voy a perder Sara -Nico se da la vuelta y veo tanta desesperación en su mirada y en sus ojos que me hace sentir bastante triste- porque no soportaría perderte otra vez. Joder, te necesito tanto Sara

Los brazos de Nico me envuelven y dejo que me abrace, que su cuerpo me de esa calidez que tanto necesito. Es increíble como tantos meses después, y aún ambos nos seguimos necesitando tanto. Y ahora me siento tan mal. Y tan culpable por haberlo dejado. Por no haberle contado nada.

- Yo también te necesito Nico. Pero...

- Sin peros Sara -Nico se separa de mi y las yemas de sus dedos acarician mis mejillas muy suavemente.

- Hay muchos peros, Nico, tantos que te harían salir corriendo...

- Pues no lo haré neni. Yo he venido aquí a luchar por ti. Y si hay que luchar para que vivas lo haré. Y si hay que bajar al infierno por ti, bajaré. Tú eres mía, siempre lo has sido y no pienso dejar que te vayas de mi lado.

Apoyo mi cabeza en el pecho de Nico y siento las lágrimas brotar por mis mejillas. Él solo ha conseguido lo que ni los médicos, ni mis padres, ni nadie del club ha conseguido nunca, darme esperanza. Levanto mi cabeza y me quedo perdida en sus ojos marrones. En esa intensa mirada que me desarma por completo. Me mojo los labios y trago saliva con fuerza temblando de arriba a abajo.

-¿Cenamos?

Nico me mira y suelta una carcajada. Una maravillosa carcajada que me suena a música celestial. Me estrecha entre sus brazos sin dejar de reírse separándose a los pocos segundos.

- No cambias Sara -me dice mientras lo llevo de la mano hacia la mesa- para ti siempre ha sido lo primero, comer.

- ¡Es que tengo hambre! -le digo protestando- por tu culpa no he merendado.

- ¿Y yo qué he hecho? -me pregunta él mientras se sienta enfrente mía.

- Me has puesto nerviosa y no he podido comer.

- ¡No te creo! Si a ti nada te quita el hambre.

- Excepto tú -le digo guiñándole un ojo.

Nico abre las bandejas y delante nuestra tenemos un filete de pez espada con guarnición de verduras y patatas, una sopa de de picadillo y de postre, flan de trufa.

- Esto tiene buena pinta -dice Nico cogiendo el bol de sopa.

- Aquí se come bien. No es como en casa, pero se come bien -le digo llevándome una cucharada de sopa a la boca, la cual está caliente y buenísima.

-¿Recuerdas que una vez te di a elegir entre comer o sexo? -me pregunta Nico mientras recuerdo perfectamente ese momento.

- Te elegí a ti, idiota.

- Y después me obligaste a ir al buffet libre porque según tú ay, Nico es que no puedo ni moverme.

Nico imita mi voz chinchándome. Le doy una furiosa mirada y él me saca la lengua. Le pregunto por Pedri y Gavi, los otros dos mosqueteros. Bueno, cuatro conmigo, porque yo era su D'artacan y casi siempre íbamos los cuatro juntos. Pasamos casi una hora hablando de todo lo que a él le ha sucedido desde que debutó en el primer equipo. Lo noto entusiasmado, feliz y con unas ganas enormes de triunfar y hacerlo bien. Ya casi hemos terminado de cenar. Nos estamos tomando el postre.

- Te vi debutar con el Barcelona -le digo a Nico- y me hiciste sentir muy orgullosa.

Nico levanta su mirada mirándome a través de sus largas pestañas. Lo veo hasta sonrojarse un poco cuando nos miramos. Se lleva la mano al flequillo y se lo revuelve mientras yo sigo comiendo mi flan.

- En lo primero que pensé en cuando salí ahí, fue en ti Sara. Pensando en que ojalá estuvieras viéndome.

- Pues lo estaba, Nico.

El silencio vuelve a instalarse entre nosotros. Un silencio cómodo todo hay que decirlo. Él se levanta y arrastra la silla hasta sentarse a mi lado. Giro un poco mi cabeza y lo miro con un suspiro.

- Termínate ya el flan, Sara porque estoy loco por besarte.

Trago saliva con fuerza deseándolo a él y a ese beso. Nico nunca tuvo problema en decirme lo que quería de mi, y me enseñó a no sentir tanta vergüenza a la hora de demostrar mis sentimientos. Dejo la cuchara encima de la mesa y sus dedos empiezan a acariciar mi mejilla muy lentamente. Esa caricia, esa pequeña caricia hace que los pelos de mi nuca se ericen.

Nico se moja los labios mirando los míos, se acerca un poco más a mi hasta que casi puedo sentir su aliento en mi boca. Mii corazón martillea en mi pecho cada vez más fuerte. Sus labios rozan los míos unos instantes y siento un cosquilleo en mi labio superior. Hasta que llaman a la puerta de mi habitación y Nico se separa de mi algo avergonzado.

- ¿Ya habéis terminado chicos? -Julio entra muy sonriente y va hacia las bandejas.

- Si, Julio, muchas gracias. Estaba todo muy bueno.

Julio me sonríe y empieza a recogerlo todo mientras nosotros seguimos callados. Miro a Nico de reojo y nuestras miradas se cruzan haciendo que nos riamos. Julio termina de recogerlo todo y se va de la habitación.

-Debería irme, Sara. Seguramente estarás cansada -Nico se pone en pie y contengo un suspiro pensando siquiera en la posibilidad de que se vaya.

- ¿Crees que...? ¿Podrías...?

- ¿Qué quieres Sara? -me pregunta él viendo lo nerviosa que estoy.

- ¿Podrías quedarte hasta que me duerma?

Nico me da una larga mirada. Aprieta sus labios y asiente sin dejar de mirarme. Me levanto de la silla y voy hacia el baño. Entro, hago mis necesidades y me lavo los dientes. Cuando salgo él está sentado en la cama tecleando en su móvil. Alza sus ojos y me mira con una sonrisa.

- Es Pedri. Quiere saber si va todo bien -me dice poniendo su móvil en la mesita que hay al lado de mi cama.

- ¿Y que le has dicho?

- Que estoy contigo y que eso es lo único que me importa.

No lo puedo evitar. Me pongo entre sus piernas y lo abrazo. Mis dedos se deslizan por la parte de atrás de su pelo y sus manos se colocan en mi cintura. Mis ojos se clavan en los suyos perdiéndome de nuevo en su mirada, en la calidez de sus dedos en mi espalda. Me fijo en cada detalle de su cara. En sus mejillas sonrosadas, en que tiene los labios entreabiertos y en la punta de nariz que mueve nervioso.

- Tengo tanto que contarte, Nico. Y tengo tanto miedo.

Nico sube su mano hasta apartarme el pelo de la cara. Cierro mis ojos perdida en su contacto, en las yemas de sus dedos que trazan pequeñas caricias en mis mejillas.

- No te dejaré tener miedo Sara -le sonrío y él me corresponde con otra bonita sonrisa. Porque sé que todo lo que me dice es de verdad. Porque él nunca me ha mentido- anda acuéstate. Tienes cara de cansada.

Aprieto mis labios y asiento porque realmente estoy cansada. Dejo de tocarlo a regañadientes y cuando sus brazos abandonan mi cintura me siento como si me faltara algo. Me quito las zapatillas y las dejo al borde de la cama. Me subo en ella y me acuesto metiéndome entre las sábanas. Nico se quita también las zapatillas y se acuesta a mi lado. Abre sus brazos y yo solo tengo que poner mi cabeza en su pecho. Como tantas y tantas veces hice.

Cuando yo estaba bien.

Cuando yo era feliz.

Cuando todo lo que quería era a él.

Nico apaga la luz que hay encima de mi cama y sólo nos ilumina la luz de la luna entrando por al ventana. Mi respiración se ralentiza abrazada a él y puedo sentir como su corazón también late más tranquilo. Cierro mis ojos y por primera vez en estos meses estoy tranquila y sé que voy a dormir bien. Lo sé porque él está conmigo. Siento ahora mismo una mezcla de emociones tan grandes que sólo tengo ganas de llorar. Tanto que quise decirle y que no me atreví. Una vez me juré a mi misma, un día que había tocado fondo, que si volvía a verlo no me escondería más. Pues bien, Sara Cruz, ese día ha llegado.

- Nunca pude decirte que te quiero, Nico.

Siento a Nico como se mueve y se tensa. Lo escucho coger aire con fuerza y soltarlo lentamente. Una de sus manos están en mi brazo y la mueve de arriba a abajo muy despacio.

- Yo te lo dije con cada abrazo y con cada beso que te daba, Sara.

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