
29. Un poquito de suerte
Un año después
Un año había pasado desde que Pedri y Naira se casaran en Nueva Zelanda. El canario estaba aún más asentado en el equipo y era titular indiscutible. Incluso ese verano, había participado en las Olimpiadas consiguiendo una más que meritoria medalla de oro. Ella había retomado sus estudios de Bellas Artes y como matrimonio, no les podía ir mejor. Seguían siendo jóvenes, pero, los dos habían sufrido tanto en la vida que habían madurado de golpe.
En cuanto volvieron de su luna de miel, pusieron la casa a la venta y se compraron otra más cerca de la playa. Querían empezar a vivir su vida desde casi el principio y que mejor manera que hacerlo que construyendo su nuevo hogar desde cero.
Aquella mañana Naira miraba el reloj de la pared de la cocina. Pedri estaba a punto de llegar y estaba deseando que lo hiciera. Estaba asustada. Y mucho. Y necesitaba a su marido en estos momentos para que él fuera la calma que necesitaba. Y como si él intuyera que así era, escuchó la puerta de la calle abrirse y como dejaba las llaves en el cuenco de la entrada.
- ¡Nai!
- Estoy aquí en la cocina.
Pedri entró deseoso de ver a su mujer. Esta mañana ella lo había dejado muy preocupado al ver su pálida cara y como casi ni había desayunado. Entró en la cocina y se quedó estático mirándola muy algo nervioso. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y una mezcla de miedo y emoción a partes iguales.
- ¿Nai? -le preguntó él señalando lo que ella tenía en sus manos.
- Es una prueba de embarazo -le explicó su mujer al borde de las lágrimas- lo he estado pensando y puede que todas las molestias que estoy teniendo sea por esto.
Pedri recorrió los pocos metros que le separaban de su mujer y se sentó a su lado abrazándola. Ella se dejó estrechar por sus brazos poniendo su cabeza en su pecho y dejando que las primeras lágrimas mojaran la camiseta de su marido.
- Ei, no llores, mi Naira -le pidió él quitándole el agua que bañaba sus mejillas- esto no es para llorar, mi bemba.
- Estoy muy asustada, Pedri,¿y si estoy embarazada? ¿y si es como la otra vez y per...?
- Shh. No digas eso, mi niña. Tienes que ser fuerte, tenemos que serlos. Primero nos vamos a hacer la prueba, y según lo que diga, ya veremos lo que hacemos. Además, nos merecemos un poquito de suerte ¿verdad?
Naira le sonrió a través de las lágrimas y asintió respirando pausadamente. Él rozó sus labios unos segundos y volvió a abrazarla de nuevo.
- Vamos a hacernos la prueba, Naira.
Pedri la abrazó de nuevo acariciando su espalda tratando de tranquilizarla. La ayudó a abrir la prueba de embarazo y ella desapareció por el servicio que había en la parte de abajo de la casa. El canario se llevó las manos a la cara tremendamente asustado. Porque lo estaba. Pero no quería estar así delante de ella. Naira lo necesitaba ahora más que nunca y tenía que dejar sus miedos atrás.
Naira volvió minutos después. Se acercó a Pedri y se sentó en sus rodillas pasando sus brazos alrededor de su cuello. Él volvió a besarla disfrutando del sabor de sus labios y de la ternura de esos
- Sabes a patata -le dijo su marido riéndose- ¿porqué sabes a patata?
- Porque he hecho tortilla -le contestó ella devolviéndole la sonrisa.
- ¿Con cebolla?
- Por supuesto, y ensalada de pimientos para acompañarla.
- Hummm. Me encanta -Pedri escondió la cabeza en el hueco de su cuello besando la piel desnuda de su nuca. Naira sintió como se le erizaba cada vello de su cuerpo cuando la punta de su lengua la rozaba.
Estuvieron así unos minutos. En silencio. Abrazados y únicamente acompañados por el sonido del corazón del otro. Cada uno con sus miedos. Con sus esperanzas y con sus anhelos.
- Creo que ya han pasado los minutos -le dijo Naira a Pedri mientras él colaba sus manos por debajo de su vestido hasta alcanzar el encaje de sus braguitas.
- Las rayas no se van a ir de ahí, Naira, mis ganas tampoco, pero, te necesito ahora.
Naira miró a su marido, el cual la miraba con deseo. Él tenía razón. Ella también lo necesitaba. Se puso en pie y se quitó las braguitas mientras Pedri se deshacía de sus pantalones y de su ropa interior. Ella puso sus piernas a ambos lados de sus caderas y en un rápido y profundo movimiento, acabó sentándose encima de su marido recibiendo sus profundas embestidas.
Durante unos minutos, ambos se olvidaron de todo. Solo eran ellos dos amándose y demostrándose lo mucho que se querían. La cocina se llenó de sus gemidos, del roce de sus caderas y de sus desesperados movimientos. Cuando ambos llegaron a la vez, Naira se dejó caer medio desfallecida en el pecho de su marido mientras él seguía aún en su interior.
- Te quiero tanto, mi Naira.
- Y yo a ti.
Unos minutos después, ambos acomodaron sus ropas y, cogidos de la mano, entraron juntos al baño de abajo. La prueba descansaba encima del mueble del lavabo. Pedri podía sentir como ella temblaba de arriba a abajo. Se inclinaron para ver el resultado. Dos rayitas. Dos.
Naira estaba embarazada.
Días después
Faltaba menos de una semana para Navidad. Pedri y Naira estaban invitados por la familia de Ferrán a celebrarla con ellos, y después de los días más señalados, se irían a París, a su refugio. Al apartamento que heredaran del abuelo y donde se escapaban siempre que podían.
- Ya puedes estar tranquila, mi bemba, todo está bien. Es un bebé sano -la tranquilizó Pedri después de salir de una satisfactoria primera visita médica.
Naira se agarró aún más al brazo de su marido y le sonrió feliz. Acababan de realizarle a la canaria la primera ecografia y todo estaba perfecto. La emoción que experimentaron ambos al ver a su pequeño bebé, fue algo incomparable. Los dos sentían que por fin, la vida les sonreía.
- Quiero patatas fritas con huevos, pero hazlas tú por fi -Naira miró a su marido torciendo su boca en un leve puchero que a él le pareció adorable. Que feliz estaba de verla así. Que tranquilidad tan grande saber que su bebé estaba bien.
- Lo que quiera, mi niña.
Pedri besó sus labios unos segundos y ambos caminaron hacia el ascensor para salir del hospital. Al torcer por uno de los pasillos, el cuerpo del canario dio un vuelco sintiendo un ligero escalofrío. Delante de él, a escasos metros, había una chica rubia, más o menos de su edad que vestía el pijama del hospital y lo miraba con mucha curiosidad.
- Pedri, ¿Qué pasa? -le preguntó Naira al ver qué él no hacía ademán de moverse.
Pedri miró a la chica y tragó saliva con fuerza algo nervioso. No podía creer que ella estuviera aquí. Llevaba sin verla desde este verano. Desde que desapareció sin ni siquiera despedirse. Y ahora lo entendía todo.
Se acercó a la rubia intentando calmar todos los sentimientos que ella despertaba en él, y ni la mano de su esposa que aún lo mantenía agarrado lograron calmarlo.
- Sara -le dijo él llamándola por su nombre.
La rubia cogió aire con fuerza sin ser capaz apenas de sonreírle. Le temblaba todo el cuerpo y su corazón le latía demasiado deprisa. Demasiados meses escondida tomando todo tipo de precauciones para que nadie la viera, y ahora él, la había encontrado.
- Por favor, Pedri, no le digas que estoy aquí.
Tragó saliva el canario, asintiendo a lo que la rubia le decía, alejándose ella de la pareja como quien hubiera visto un fantasma.
Apenas podía reaccionar Pedri a este encuentro, uno que le evocó tantos recuerdos que incluso, se sintió un poco agitado, algo que no fue a más porque el brazo de su mujer, se encargó de estabilizarlo y que nada le sucediera.
-Pedri, cariño, ¿Quién es ella? -le preguntó Naira con una gran curiosidad y a la vez muy preocupada por la reacción de su marido.
-Ella es Sara.
-¿Sara? ¿y de qué la conoces?
-Si te lo cuento, te vas a sorprender... -le advirtió Pedri, pasando una de sus manos por su rostro, incapaz de asumir el encuentro con la rubia.
-Bueno, pues cuéntamelo. Necesito saber, la historia de Sara...
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