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Te soñé


Te soñé.

La luz de la luna llena iluminaba el espacio entre las ramas y árboles, el cielo se mostraba claro y despejado. El lento trotar de los cascos de un caballo hacían eco de los grillos y búhos, mientras algunos murciélagos volaban buscando alimento y los temibles depredadores se escondían entre las sombras.

Pero todo aquello no hizo que el hombre se detuviera, incluso cuando podía sentir la oscuridad empujándole lejos. Algo oscuro se arremolinaba a su alrededor, pero este se mantuvo impasible con cada pequeño trote de su montura.

El castrado comenzaba a estremecerse con cada paso en la profundidad del bosque, cuando los sonidos desaparecieron uno a uno, dejando solo la luz de las luciérnagas y el sonido de algún mosquito. Los ojos azules se estrecharon considerando su alrededor, la sensación de temor irracional apretó su vientre haciendo que su mano corriera a posarse en la empuñadura de su espada.

Espoleó los costados solo lo suficiente para alentar a su caballo de seguir y no dejar que la maldad del bosque le convencieran de regresar, el rumor había corrido por entre los reinos y no iba a detenerse hasta comprobarlo por sí mismo. Su padre y hermanas habían dicho que escuchar las habladurías era de ingenuos, incluso, imprudente de su parte. Pero ahí estaba. En lo más profundo del bosque, en búsqueda de la víctima del sueño maligno que necesitaba de un beso para despertar.

Tal vez era imprudente, tal vez estaba loco pero había terminado con la idea de que si no podía encontrar una pareja adecuada en ningún reino, tal vez su pareja perfecta se encontraba en el medio del bosque.

No perdía nada con intentar.

Su expresión se volvió dos veces más cautelosa cuando se encontró con una firme pared de enredaderas. El silencio repentino también hizo que todo fuera más tenso y lo que comenzó como un tranquilo paseo se convirtiera en una necesidad de apresurarse por llegar a donde sea que necesitaba.

Esos tropiezos no eran nada, se dijo, pues si había alguien a quien pudiera ayudar era su deber hacer todo lo que estuviera en su poder por brindarle su auxilio. Incluso cuando al final no encontrase lo que buscaba. Él era joven, de alta posición, podía seguir buscando por el mundo hasta encontrar ese otro ser que completase su alma, mientras que esa víctima de la oscuridad solo tenía a los pocos valientes que se atrevían a pasar por esas pruebas.

Él no sería una menos, iba ayudar o se dejaría de ser el Príncipe Philip.

Desenvaino su espada y con la fortaleza de un hombre con alma limpia empezó a destruir la barrera que a muchos los había detenido antes de llegar a su meta.

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El grupo de guardianes se movía alrededor de la cajita de cristal, sus expresiones tristes mientras contemplaban el delicado rostro que alguna vez estuvo lleno de vida, pero que ahora estaba haciendo los últimos esfuerzos por sobrevivir. Ellos sabían que está sería su última noche. No habría más sonrisas, no más su voz barítono llamándoles o cantando a la luz de la hoguera. Todos aquellos valientes que habían llegado tratando de ayudar no habían podido hacerlo, incluso algunos de los mismos guardianes lo habían intentado.

Nada parecía despertar a Ausel de su letargo.

El hechicero había maldecido al joven y aunque sus guardianes intentaron protegerle, había terminado cayendo en su trampa y ahora dependía de otro salvarle. Aunque habían pasado dos años desde ese momento, ya ninguno parecía tener esperanza, no cuando Ausel había comenzado a perder lo poco de esperanza que tenía y el brillo de su esperanza se extinguía.

—Alguien se acerca —murmuró la más joven de los cinco guardianes, haciendo que los mayores se movieran ansiosos.

¿Podía ser? ¿Acaso finalmente Ausel seria libre de su maldición? ¿Podría retomar su labor como líder de su reino?

Se escondieron entre las sombras, ansiosos pero sabiendo que no deberían intervenir.

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Philip no había esperado encontrarse con un claro en lo más oscuro del bosque, tampoco que este fuera un perfecto circulo. Pero la sensación apremiante en sus intestinos hizo que desmontará, no tomó las riendas de su caballo pues este le seguiría como cuando era un potrillo.

Sus pasos vacilaron cuando llegó al borde de árboles que rodeaban el claro, la magia zumbaba y era casi palpable, pero su interés estaba fijo en el altar que mostraba un hermoso féretro de cristal. Hermosos y fatídico, luciérnagas bailaban alrededor y la luna llena traspasaba el cristal haciendo que un sinfín de colores se reflejase en el suelo. El pasto parecía más verde y por un momento Philip pudo escuchar la vida del bosque, pero de igual manera la tristeza le rodeaba. Era casi como si estuviera rindiéndose e hiciera el último intento por levantarse.

Aquello hizo que caminara apremiante, ignorando la sensación que le hacía desear huir. Su mirada no vaciló cuando la figura dentro del cristal empezó a mostrarse, subió los escalones y con cada paso, pudo ver la razón por la que hombres y mujeres se escabullían dentro del bosque sin importar los riesgos.

—Hermoso —murmuraron sus labios.

Cremosa piel albina, cortos cabellos amarillos, un rostro lleno y perfecto, largas pestañas y pequeñas pecas. Labios color cereza, un pequeño lunar sobre el superior. Un cuerpo delgado con músculos finamente marcados. Totalmente desnudo yacía uno de los hombres más hermosos.

Philip no fue consciente de haber levantado la tapa, tampoco de cómo sus dedos se movieron sobre cada rasgo, hasta que sus dedos tocaron los suaves labios. Casi hipnotizado subió el último escalón y con un impulso digno de un caballero se impulso dentro del féretro, sus rodillas rodearon la delgada cintura, sus manos se apoyaron a los lados de los cabellos de oro y su rostro se inclinó sobre el del otro hombre, hasta que sus nariz rosó la ajena y sus labios se apoderaron de los capullos cereza.

El silenció se rompió con el sonido de un cristal siendo destrozado, los animales hicieron demostraron su emoción llenando la noche de hermosos sonidos. Las luciérnagas bulleron alrededor del altar, mientras los guardianes contemplaban desde lo lejos como las pestañas de Ausel empezaron a removerse.

El príncipe separó sus labios cuando el cosquilleo de la magia le recorrió, pero principalmente porque su beso fue devuelto. Se sorprendió cuando se encontró viendo directamente a los más sorprendentes ojos verdes, en ese momento supo que había encontrado lo que no había conseguido ni recorriendo el mundo.

Una ligera sonrisa tiró de los suaves labios y un sonrojo de vida llenó el cuerpo que yacía sobre las mantas blancas. Philip suspiró con alivió y no se resistió cuando la misma magia se deshizo de sus ropas, exigiendo que reclamase lo que había estado esperando tanto tiempo por su llegada. Sus frentes se apretaron juntas, sus labios traspasaban el aliento de vida, mientras las delgadas piernas rodeaban la cintura de Philip y este se hundía en el aterciopelado interior del que sería la razón de su existencia.

Sus labios se encontraron con suavidad, la pureza de su encuentro hizo de testigo a todos los seres que habían protegido al futuro Rey.

Ausel se estremeció, su cuerpo llenándose del hombre que había esperado y sus labios susurraron en un sedoso tono lo que Philip había esperado.

—Te soñé, mi príncipe.


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Feliz cumple Dany! Espero te haya gustado, cumplas muchos años más, te deseo lo mejor y te mando un fuerte abrazo.

Gracias por leer ♥

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