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12- Vista al frente, querida Zoe


–Bromeas.

–Hablo en serio.

–No puede ser.

–Así pasó y así te lo estoy contando.

No sabía si reír o darle un abrazo. Eileen me puso al tanto de lo sucedido ayer, y la forma en que su plan romántico fracasó como el intento de lograr la paz mundial. Me quedé en silencio un par de minutos, observando como el helado de mi amiga se derretía en su vaso, mientras ella, con la mejilla descansando en los nudillos, poco interesada, no paraba de agitarlo en círculos con una pajita. El único sonido que escuchábamos era la música del interior del salón de juegos y una que otra voz lejana. Yo intentaba con más empeño del habitual sorber el último líquido que quedaba en el fondo de mi caja de jugo.

–Pero no lo entiendo –hablé por fin–, ¿acaso el chico nunca te vio lanzarle un beso estando sentada justo al frente de su novia?

–No sé si sea su novia, pero qué importa eso –dejó escapar un poco de aire por la boca, frunciendo el ceño–. Yo creo que me tuvo que haber visto alguna vez, y pensó: "Y esta loca, ¿de qué manicomio se habrá escapado?"

–Qué va, si lanzar besos a desconocidos es algo que todos hacemos, es lo más normal del mundo –apreté mis labios, intentando contener la risa.

–Eso, tú ríete –amusgó sus ojos hacia mí.

–Pero no te pongas así, tómatelo con humor –pasé un brazo por encima de su hombro, y percibí que hoy se había puesto más perfume de lo normal–. O mejor, olvídalo ya, anda que no hay chicos sexys por ahí.

–Sí, claro –noté que miraba unos segundos por encima de mi hombro, y luego volvía la vista hacia mí, con una expresión divertida–. Como Iam, por ejemplo.

–Yo no he dicho eso.

–¿Pero lo es o no?

–Se podría decir que sí, pero el ser chismoso le quita el atractivo –rodé sobre mi eje en la silla de la barra para toparme con una mueca de lado y una pizca de decepción.

–Nada como un cumplido para alegrarte la tarde –dijo el chico, mientras Eily de desmoronaba de la risa.

–La verdad no ofende –volví a sorber de mi bebida, percibiendo que ya no quedaba nada–. ¿Y qué cuentas?, Iam.

–Te estaba buscando, la verdad, y supuse que estarías aquí –lanzó una rápida mirada a mi amiga–, ¿contándole lo de ayer?

–¿Él ya lo sabía?, ¿primero que yo? –interrogué, casi saltando de mi asiento. Tenía que ser una broma.

–Nos topamos por casualidad –justificó Eileen, alzando los hombros–, y bueno, tuvimos un momento filosófico un poco raro en el que reflexionamos sobre el sentido de la vida.

Alterné los ojos ente ambos, sentada en el medio. ¿Momento filosófico? Qué significa eso.

–Bueno –habló Iam, dirigiéndose a mí en voz baja, mientras Eileen pagaba su helado, o lo que alguna vez fue helado–, quiero añadir un reto a la lista.

–Sí, ya me lo habías dicho –susurré–. Cuéntame.

–Le vas a dar una vuelta a la manzana…

–Eso es muy fácil.

–…en bicicleta.

–¡¿Cómo?!

Sonrió sínicamente mientras se subía las mangas de su sudadera azul, dejando ver parte de sus tatuajes medio abstractos. ¿Había escuchado bien?

–¿De qué lista hablan? –interrumpió mi amiga, que al parecer tenía un oído muy agudo, aunque no había ningún motivo por el que ocultárselo.

–Luego te lo explico.

–Sí, ahora tienes algo importante que hacer –miré a Iam con una ceja levantada, y una pisca de miedo–. Vas a aprender a montar en bici.

–Uy, Zoe, eso yo no me lo pierdo.

No puede ser.

–Mira hacia adelante, no hacia los pedales.

–¡¿Y cómo coloco los pies en ellos sin caerme, genio?! –exclamé, ya un tanto molesta.

–Que testaruda eres –Iam negó con la cabeza, recostado al muro que cercaba al viejo estadio.

–Concuerdo –secundó mi amiga desde el otro lado de la maya de protección, echada hacia adelante sobre las gradas.

Inflé las mejillas mirando al cielo. Paciencia, paciencia, paciencia. ¿Se me ocurrió a mí esta tontería de los retos? No, fue a él, y ahora lo estoy pagando yo, pero ya se me ocurrirá algo. Para colmo, el muy desgraciado lo tenía todo pensado: "Un amigo me dejó una bicicleta que ya no usa porque le queda pequeña, puede que te sea más fácil con esa que con la mía". Lo miré por encima del hombro, con una hostilidad palpable, pero mi mirada se ablandó un poco cuando percibí cierto detalle. Cada vez que mi amiga hablaba él la miraba diferente, como con un deje de molestia. Seguro no se le había ocurrido la posibilidad de que ella viniera, y el hecho de caer en cuenta de que quería estar a solas conmigo por alguna razón me inquietaba bastante.

–Vamos, inténtalo de nuevo –animó el chico a pocos metros de mí, con una sonrisa acogedora que me confundía muchísimo.

Suspiré, y volví a impulsarme con los pies, pero al momento de subirlos el manubrio se torcía hacia los lados, obligándome a frenar antes de terminar con la cara en el suelo. El césped espeso no ayudaba mucho, sentía como si el Sol de las tres de la tarde quisiera darme un abraso, sí, así con s, de calor, y tampoco iba exactamente en una mountain bike. Dejé escapar unos jadeos de cansancio, y fue entonces que advertí su presencia a mi espalda.

–Déjame ayudarte –pidió Iam, ladeando la cabeza.

–No puedes ayudarme, se supone que es un reto, ¡ey!, ¿pero qué…? –colocó de pronto una mano en la parte trasera de mi asiento, y la otra en el manubrio, encima de la mía. Sorprendida de la serenidad que adoptó su rostro, paralelo al mío, no me atreví a decir nada.

–Haremos una excepción –afirmó, y comenzó a empujarme con suavidad, a la vez que yo notaba tensarse un poco los músculos de su brazo.

No dije nada, solo comencé a pedalear despacio, al ritmo de sus pasos, intentando mantener el equilibrio, que no era difícil gracias a su ayuda. Sin querer, o tal vez queriendo, desvié la vista hacia sus tatuajes, esos que solo se dejaban ver a lo largo del dorso interior del antebrazo. ¿Qué significarán tantas líneas y líneas?

–Oye, Iam –murmuré, el continuaba mirando al frente.

–¿Uhm?

–¿Qué significan tu tatuaje? –me atreví a preguntar–. A ver, sé que esas cosas no se preguntan, que debes tener la confianza de contármelo, pero es que… me muero de curiosidad –admití, y aprovechando que el conducía un lado del manubrio, solté una mano para secar el sudor de mi frente.

Esperaba algo profundo sobre el sentido de la vida, sobre que esa abstracta flecha simbolizaba el futuro, es decir, hacia donde vamos, y el círculo medio chueco el presente o el pasado, o el infinito, o tal vez algo minimalista, no sé.

–Ah, pues, en realidad solo me gustó el diseño, y ya.

–¿Y ya? –encogió los hombros, y dejó asomar una sonrisa, solo la puntita de una sonrisa. La verdad, eso no me lo esperaba.

–Zoe –llamó mi atención, adquiriendo una expresión seria–. Ahora que estamos solos… –miré por encima de mi hombro, hasta donde descansaba Eileen mirando su celular. ¿En qué momento habíamos recorrido casi medio estadio?– …quería hablarte sobre ese día en la sala de juegos, la primera vez que nos vimos, bueno, que tú me viste. Esa en la que gané, ¿recuerdas?

–Ahora que lo mencionas, yo también quería hablar sobre eso –Si no hubiera estado montando (o dejando que me llevaran) en bici, hubiera cruzado los brazos sobre mi pecho– ¿Qué quisiste decir con eso de "no sé qué problema tienes, pero no por eso te dejaré ganar?"

–Precisamente quería disculparme por eso –percibí que apretaba ligeramente la mandíbula–. No debí haber mencionado eso.

–Explícate, Iam.

–Cuando venía aquí, ya sabes…

–Anjá

–Pues, te vi algunas veces un poco… distinta –arqueé las cejas–. Por ejemplo, cuando no podías lograr algo o acertar el gol, te frustrabas de tal manera que necesitabas pararte a respirar y contar o no sé, algo extraño que hacías con los dedos, como retomando la calma –Agaché la cabeza. Así que era eso–. Una vez –prosiguió–, te oí soltar un grito de enojo puro, de ira, de frustración y muchas cosas mezcladas –por una vez, sentí que volvía la vista hacia mí–. Estuve a punto de ir a ver qué te pasaba, pero ya te habías marchado. Con el tiempo vi que solo tenías mucho miedo a decepcionar a alguien, ¿puede que a tus padres?, o a perder, tal vez, no sé. Fue cruel tratarte así el día del juego, delante de todos, sabiendo esas cosas.

–No es tan así –dije por lo bajo, sin atreverme a mirarlo aún, no sé si por vergüenza o porque no sabía qué cara poner–. Pero sí fue un poco cruel.

–Lo siento, creí que de alguna forma escucharlo en voz alta sería mejor para que lo aceptaras, o que si te dejaba ganar iba a ser peor, pensarías que era por lástima, o tal vez…

–¿Y se te ocurrió que humillarme era la mejor idea? Entonces, ¿por qué aceptaste este juego de los retos?, ¿por qué me ayudas?, como me vayas a dejar ganar ye juro qué… –perdí el control de la bici por unos segundos, inclinándome hacia su lado, pero un poco de su esfuerzo bastó para volver a enderezar el vehículo. Juraría que íbamos cada vez más rápido.

–No te dejaré ganar –habló entre dientes, todavía intentando estabilizarme del todo–, te lo aseguro. Creí que esto puede ayudarte a ver las cosas desde otro punto de vista. Ya sé que suena ridículo, pero es lo que pienso.

–Admito que tengo algunos problemas para controlar mi enojo, pero puedo lidiar con eso, créeme.

–Te creo, pero déjame ayudarte un poco.

En ese instante no podía pensar con claridad, eran demasiadas cosas a la vez, y el hecho de que acelerara el paso no ayudaba, aunque estoy casi segura de que lo hacía para distraerme.

–Da igual –suspiré–, siempre que no me dejes ganar por lástima, te demostraré que lo tengo controlado.

–Está bien, ahora –Su expresión seria mutó hacia una mirada retadora, incluso divertida–, asegura los pies en los pedales –Lo hice, aún algo confusa–. Mantén el manubrio firme –Lo sostuve con fuerza, también–. Respira, y lo más importante –Llevaba unos segundos mirando sus ojos, que se volvieron a perder en una distancia corta, como evaluando el terreno. Dejó que una sonrisa asomara en la comisura de sus labios, y sin mirarme aún, dijo: –vista al frente, querida Zoe.

En cuestión de un parpadeo, caí en cuenta de que me había empujado con fuerza, y sin siquiera pensarlo, mis pies pedaleaban como si me persiguiera la muerte. No sabía qué se agitaba más, si mi corazón, mi estómago, o el manubrio de la bicicleta. El miedo a caer seguía en mí, pero el viento me azotaba como si quisiera llevárselo consigo. ¿Lo estaba haciendo?, ¿toda la conversación de antes fue para que me olvidara del miedo? No lo sabía, pero me permití reír, y comprendí por un instante que el miedo nos priva de las cosas que nos hacen sentir bien, y por eso no nos atrevamos a inten…

–¡Ay Madre!

¿Lo siguiente que vi?, el suelo. Ya sabía que el monólogo interior me estaba quedando muy bonito para ser verdad.

–¿Estás bien? –levanté el pulgar como respuesta para Iam, apretando los dientes.

–¿Nos podemos reír entonces? –escuché gritar a mi amiga desde las gradas, y levanté otro dedo hacia ella que no era el pulgar. Acto seguido escuché sus carcajadas a la distancia.

Si Iam quería reírse, lo disimuló bastante bien. Medio tumbada de lado en el césped, apoyando el peso de la parte superior de mi cuerpo en el codo y el antebrazo, observé como el chico levantaba la bicicleta grisácea, que terminó enredada en mis piernas con la caída.

–¿De verdad estás bien? –volvió a preguntar.

–Que sí –logré incorporarme con facilidad, aunque un poco adolorida–. Después de cometer tantos errores, aprendes a caer de la forma correcta, y aún mejor, a levantarte con estilo –bromeé, apartando los cabellos sueltos de mi cara.

–Supongo que sí –habló, luego de unos segundos mirándome fijamente.

Me inquietaba que él hubiera visto esa parte de mí, la vulnerable, la que explotaba en ira cuando no conseguía lo que quería, pero al mismo tiempo, una sensación extraña me dejó pensando: él me vio, y a lo que ojos de cualquiera pudiera parecer una chica demente, él vio a una chica con problemas normales, y la quiso ayudar. Parpadeé un par de veces para volver a mi realidad cuando Iam levantó del todo la bicicleta, y alternó los ojos entre el vehículo de dos ruedas y yo.

–Entonces, ¿te rindes?

–Que pregunta más absurda –di un par de pasos hacia él, sacudiendo mis shorts con las manos, hasta que nuestros rostros estuvieron a poco centímetros de distancia, y siendo mi sonrisa espejo de la suya, como si supiera lo que iba a decir, subí a la bici sin romper el contacto visual, y afirmé–: Yo nunca me rindo.

...


Nota de la autora:

¡Hola!, ¿Cuánto tiempo verdad? ¿Todo bien, todo correcto?
Bueno, primero les dejo esta notita para disculparme por el tiempo sin actualizar. De verdad estoy súper feliz por el buen recibimiento que está teniendo esta historia a pesar de sus pocos capítulos, y siento no poder dedicarme a ella como se merece. Estoy en una etapa complicada de definir, con sus altibajos, sus altialtos y sus bajosbajos jaja, pero bueno, hablando en serio, me está costando escribir por factores externos, emocionales y... Estoy hecha un lío cuando se supone debería tener mi vida resuelta. Y después de esta pequeña explicación (no sé si me hago entender del todo), me voy a ir despidiendo porque además el capítulo estuvo un poquito largo y ustedes también tienen una vida.

En fin, espero que les esté gustando la historia, y que estén disfrutando leerla tanto como yo escribirla, recuerden siempre que se les quiere con el alma. <3

PD: La lista es provisional, luego intentaré hacer otra más bonita. ;)

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