PETRICOR

«Nombre que recibe el olor que produce la lluvia al caer sobre suelos secos».

«Tras pensar aquello salí de mi habitación para buscar a mi madre. Fui hacia su dormitorio, pero ella no estaba allí. Luego bajé hasta la sala y pude ver que estaba sentada en uno de los taburetes de la cocina, leyendo un periódico y tomando café.

—Quiero que me cambien de colegio. —le dije con mucha seguridad en el tono de mi voz.

—Lo hablaré con tu papá —me respondió sin mirarme a la cara y con poco interés en lo que acababa de decir—. ¿Algo más? —preguntó ella mientras seguía con la vista fija en su encantador periódico.

No le respondí y volví a mi habitación. Conociendo bien a mis padres sabía que convencerlos no supondría mayor problema, nunca supieron negarme nada, eran muy pocas las veces que se habían atrevido a decirme: «no». Mi posición de hijo único y mis gloriosas notas, que se mantenían aunque ya no fuera el primero de la clase, bastaban para convencerlos.

Para mi sorpresa, durante la cena, me dijeron que no me cambiarían, sin darme ningún tipo de explicación. Un rotundo no. Protesté pero fue inútil.

Al día siguiente mi madre conversó conmigo y me explicó el motivo de su decisión.

—No puedes ocultar lo que te sucede simplemente huyendo de la situación —me dijo con una mirada encantadora.

Debía seguir asistiendo a ese instituto y no sentía ninguna emoción por ello. Sin embargo me mantuve tranquilo, decidido a mostrarme como el chico serio, solitario y pensativo que había querido esconder.

Nunca pensé que aquello me traería problemas.

Llegué al instituto y noté que ese año los horarios eran más extensos y se impartían más materias.

Mi nueva actitud era misteriosa, siempre viendo a los demás, detallando todo. Me sentaba solo, hacía las tareas solo y ayudaba únicamente a quienes yo consideraba que se lo merecían.

El colegio se había convertido en un campo de guerra al que mis padres me hacían ir. Había perdido a todos mis amigos, de la manera más tonta posible, pero esta vez no me cuestionaba tanto sobre ese tema. Yo no alejaba a nadie, ellos simplemente cambiaban y conocían personas nuevas.

Volvía a casa y me sentaba a ver las series que me gustaban, escuchar música o escribir; pero, aunque eso era lo que me gustaba hacer, aunque así era mi personalidad, sentía un vacío inmenso. Quizás ese vacío también era parte de mí.

Decidí cambiar y eso me ayudó, me hizo estar en paz, pero los demás lo vieron desde otro ángulo.

Al día siguiente, al llegar al colegio, sentí algo muy extraño. Notaba que todos me veían y si caminaba percibía que sus ojos parecían seguirme. Y así comenzó todo. No comprendía bien que tenía o que había hecho, lo único que podía imaginar es que a mis compañeros les pareció extraño que falté varios días y cuando luego volví como una persona totalmente diferente, una que daba un poco de miedo.

Todos parecían estar en mi contra, Nadie quería estar cerca de mí, ni siquiera se acercaban para pedirme ayuda.

Extraño esos momentos estupendos, como aquellas conversaciones que me hacían doler el abdomen de tanto reírme, reír hasta llorar, ya que en esos momentos me sentía como flotando libremente.

Hasta ese entonces pensé que no podía pasar nada más.

Recuerdo que antes todos los días eran inolvidables, no entiendo cómo todo cambió tan drásticamente».